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En los complementos a Mairena, que escribió Machado durante la gue­
rra española, se menciona a Heidegger. Dice, por ejemplo, Mairena:
La verdad es, amigos míos, que la doctrina de Heidegger aparece –hasta la fecha
al menos– algo triste, lo que de ningún modo quiere decir que sea infunda­da
o falsa. Entre nosotros los españoles y muy particularmente entre los andalu­
ces ella puede encontrar a través de muchas rebeldías de superficie una honda
aquiescencia, un asentimiento de creencia o de fondo independiente de la vir­
tud suasoria que tengan los razonamientos del nuevo filósofo. ¿Es que somos
algo heideggerianos sin saberlo?
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Todos esos temas graves, como el de la finitud, el ser para la muerte, la
nada, la angustia, etc., van ya en el alma de Machado, antes de que los
señale Heidegger.
En varias partes de este escrito del tiempo de la guerra (son ya los fina­
les de los treinta, 10 años o más después de
Ser y tiempo
), Machado alude
mucho a Heidegger; sobre todo pondera su visión del ser desde el tiempo,
la angustia o cura (
Sorge
), el señalamiento del hombre masa o el “ser” (
das
Man
), el estar en el mundo, el ser para la muerte y la libertad frente a ella.
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En
Desde el mirador de la guerra,
en unas sentencias a la manera de Maire­
na, Machado llega a decir:
El filósofo de la abominable Alemania hitleriana es el Nietzsche malo, borracho
de darwinismo, un Nietzsche que ni siquiera es alemán. El último gran filósofo de
Alemania, el más escuchado por los doctos, es el casi antípoda de Nietzsche,
Martín Heidegger, un metafísico de la humildad. Quienes, como Heidegger,
creen en la profunda dignidad del hombre, no piensan mejorarlo exaltando su
animalidad. El hombre heideggeriano es el antipolo del germano de Hitler.
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Machado, desde su guerra contra el fascismo, no puede concebir a Heideg­
ger como aliado de los nazis y lo pone como el reverso de Nietzsche –tam­
mauricio beuchot
30
Ibidem
, p. 563.
31
Ibidem
, p. 598.
32
Ibidem
, p. 604.