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margit frenk
Aquí el Narrador se revela primero tan engañado como la mayoría de los
invitados: nos informa que Basilio quedó “bañado en su sangre y tendido
en el suelo, de sus mismas armas traspasado” (II, 21, p. 803); pretende,
pues, ser un simple testigo de los hechos presentes y desconocer sus causas
y su desarrollo ulterior.
Quizá por eso mismo, el Narrador tiende a confirmar los sucesos a pos­
teriori, con la fórmula “Así era la verdad”, con la cual, por cierto, hace
nuevamente gala de su omnisciencia. “‘No oigo otra cosa –respondió San­
cho– sino muchos balidos de ovejas y carneros’. Y
así era la verdad,
porque
ya llegaban cerca los dos rebaños” (I, 18, p. 193). Muchas veces, como en
este caso, son los personajes los que relatan las cosas, y el Narrador llega
después para darles el visto bueno.
El Narrador ve por los ojos de los personajes
En esta línea se encuentra uno de los rasgos notables de las intervenciones
del Narrador, cuando se muestra omnisciente. Con enorme frecuencia, él
no cuenta las cosas directamente, sino a través de las percepciones de sus
personajes. No dice: “por el mesmo camino venían unos encamisados”,
sino: “
vieron
que por el mesmo camino que iban venían hacia ellos gran
multitud de lumbres […];
vieron que
las lumbres se iban acercando a ellos”,
etc. (I, 19, pp. 200-201).
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El recurso está por todos lados y tiene sus varia­
ciones. “Vivaldo, que deseaba ver lo que los papeles decían, abrió luego el
uno dellos y
vio que
tenía por título […] y él, leyendo con voz clara,
vio
que
así decía” (I, 13, p. 146). Esperaríamos: “y él, leyendo con voz clara,
dijo…”, pero no: el texto tiene que pasar primero por sus ojos.
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Aunque de manera algo distinta, Paz Gago aborda este fenómeno, al cual, empleando el térmi­
no de Jost, denomina “ocularización”, en
Semiótica del
Quijote…, pp. 136-137.
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Aquí entra también el hecho, tan curioso, de que los versos sólo se citan cuando un personaje
los recuerda o cuando se les encuentra grabados en los árboles (II, 20, p. 798; II, 26, p. 292). El
mancebito “iba cantando seguidillas” y “cuando llegaron a él, acababa de cantar una
que el primo
tomó de memoria,
que dicen que decía: ‘A la guerra me lleva / mi necesidad...’” (II, 24, p. 833). Este
pasaje es, además, buen ejemplo de las continuas alternancias entre la omnisciencia y su negación: el
Narrador se introduce en la memoria del primo, pero luego añade ese “dicen que decía”.