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juegos del narrador en el quijote
El Narrador habla como sus personajes
Con esa manera de narrar, que a menudo hace recaer en los personajes la
experiencia directa de los hechos, se relaciona sin duda uno de los aspectos
más fascinantes del
Quijote
,
aspecto que suele adquirir un sesgo lúdico: el
Narrador adopta los modos de hablar y de pensar de sus personajes y, con
ello, su visión de las cosas. Así, en ciertos momentos usa la fabla de don
Quijote, como cuando nos cuenta que, en Sierra Morena, el manchego “es­
taba determinado de no parecer ante su fermosura fasta que hobiese fecho
fazañas que le ficiesen digno de su gracia” (I, 29, p. 334).
Del mismo modo, el Narrador podrá hablar del “vuelo de Clavileño” (II,
42, p. 967), cuando ha aclarado que no hubo tal vuelo, o de “la desmayada
Altisidora”, después de haber dicho que sólo “fingió desmayarse” (II, 46, p.
999), o puede terminar el capítulo II, 29 con: “este fin tuvo la aventura del
encantado barco” (p. 869), y todos sabemos que sólo estaba encantado en
la imaginación de don Quijote.
La voz irónica del Narrador resuena muy claramente en el epígrafe de ese
capítulo, que reza “De la famosa aventura del barco encantado”. Lo mismo
ocurre en los epígrafes de otros capítulos.
10
Especialmente memorable es el
del que precede al capítulo xviii de la Segunda Parte: “De lo que sucedió
a don Quijote
en el castillo o casa
del Caballero del Verde Gabán” (p. 771).
En ningún momento afirma don Quijote que la casa de don Diego de
Miranda sea un castillo. Aquí el Narrador se nos quiere mostrar más
quijotes­co que el protagonista. Y todavía reincide dos veces; así, termina
el capítu­lo diciendo: “y con buena licencia de la señora del castillo […]
se partieron” (p. 781).
Hay una evidente intención lúdica en esa adopción de la visión de don
Quijote y en ese poner a prueba la perspicacia de los lectores: ¿hemos ob­
10
En la interesante sección de su
Semiótica del
Quijote…
,
que dedica a los Epígrafes internos
(pp. 59-66), Paz Gago, a la vez que subraya su “fuerte contenido lúdico”, los atribuye explícitamente
al “autor”, y de él son, por supuesto. Conviene tomar en cuenta, sin embargo, que varios de ellos
coinciden con la voz del Narrador en su adopción del punto de vista de don Quijote. Así, entre
otros, el de I, 36, sobre la “brava y descomunal batalla” que el protagonista entabla con… “unos
cueros de vino” (cf. Paz Gago,
Semiótica del
Quijote…,
pp. 62-63). Y los hay que coinciden con
otras características de esa voz narrativa.