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margit frenk
servado que sólo el malicioso Narrador, y no don Quijote, tergiversa la
realidad?
Mezcla de perspectivas
Pero más juguetón aun se muestra el Narrador cuando se da el lujo de
mezclar la visión de don Quijote con lo que podemos llamar “su propia
perspectiva”. Esto ocurre de manera muy notable en el segundo capítulo de
la Primera Parte. Nos cuenta (p. 49) que don Quijote “fuese llegando a la
venta que a él le parecía castillo”; luego, que “vio a las dos destraídas mozas
que allí estaban, que a él le parecieron dos hermosas doncellas o dos gracio­
sas damas”. Muy poco después leemos que “llegó
a la venta y a las damas
”,
no “la venta y las mozas”, no “el castillo y las damas”, sino una chistosa
mezcla de ambas. Y enseguida irá alternando, durante varias páginas, a “las
mozas” (pp. 50, 53), “las traídas y llevadas” (p. 52) y “las rameras” (p. 54)
con las “doncellas” (pp. 50, 52) y las “señoras” (p. 54).
Ya en el “castillo” de Juan Palomeque, dice el Narrador, entró “el barbero
a quien don Quijote quitó el yelmo de Mambrino” (I, 44, p. 518), cuando,
según su propia óptica, tenía que haber dicho “a quien don Quijote quitó
la bacía”. Y la tal bacía –el “baciyelmo” de Sancho– ha dado lugar antes a
un graciosísimo juego del Narrador con los pronombres,
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mezclando la
perspectiva del amo con la de Sancho, que es también la del Narrador: don
Quijote “mandó a Sancho que alzase
el yelmo,
el cual, tomándo
la
en las
manos, dijo […]. Y dándose
la
a su amo, se
la
puso luego en la cabeza” (I,
21, p. 225). Como es Sancho el que toma lo que para él es bacía y se la da
a su amo, la voz narradora emplea el femenino, identificándose así con él,
incluso en “se
la
puso luego en la cabeza”, acción obviamente realizada por
don Quijote, para el cual el objeto era masculino.
Recordemos a este propósito lo que pasa en la Segunda Parte con Ana
Félix. Dice ella “–No soy turco de nación, ni moro, ni renegado– ¿Pues qué
eres?, replicó el virrey.–
Mujer
cristiana, respondió
el mancebo
”. El Narrador
se empeña en que sea hombre: “dijo
el mozo
”,
“el
lastimado mancebo
” (II,
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Juego respetado por casi todas las “ediciones básicas” de la obra, según la denominación de
Rico. Véase ed. cit., t. 2, p. 719, notas 225-12 y 225-16.