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margit frenk
despectivos por el estilo y en el despiadado final de la aventura del barco
encantado: “Volvieron a sus bestias, y a ser bestias” (II, 29, p. 874).
Hay momentos en los que el Narrador está en un tris de convertirse en
personaje. Él pone y cambia apodos –a Cardenio, por ejemplo (I, 24), al
Caballero de los Espejos (II, 12), a la “condesa Trifaldi” (II, 38)–; anticipa
sucesos; se deleita en jugar con el tiempo. También crea suspenso, como en
el graciosísimo pasaje en que don Quijote, habiendo vencido al Caballero
de los Espejos, se inclinó sobre él y “vio… ¿Quién podrá decir lo que vio
sin causar admiración, maravilla y espanto a los que lo oyeren? Vio, dice
la historia, el rostro mesmo, la misma figura, el mesmo aspecto, la misma
fisonomía, la mesma efigie, la perspectiva mesma del bachiller Sansón Ca­
rrasco” (II, 14, p. 744).
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La presencia del Narrador es muy notable cuando juega con expresiones
lexicalizadas: “don Quijote se acomodó al pie de un olmo y Sancho al de
una haya, que estos tales árboles y otros sus semejantes siempre tienen pies
y no manos” (II, 28, p. 867). “En estas pláticas se entretuvieron el caballero
andante y el malandante escudero” (I, 49, p. 560); los duques “tuvieron a
gran ventura acoger en su castillo tal caballero andante y tal escudero anda­
do” (II, 30, p. 879); “El uno durmiendo a sueño suelto y el otro velando a
pensamientos desatados” (II, 70, p. 1193).
Le gusta al Narrador jugar con la polisemia: “No se curó el arriero destas
razones (y fuera mejor que se curara, porque fuera curarse en salud)”
(I, 3,
p. 58); y le gusta contraponer al sentido figurado de una expresión su sen-
tido literal: “Por sus pasos contados y por contar” (II, 29, p. 867).
Otro ejemplo de estos juegos, que me interesa destacar por un motivo
diferente: después del maltrato final en la ínsula, Sancho “vistióse, en fin, y
poco a poco, porque estaba molido y no podía ir mucho a mucho” (II, 53,
p. 1064). Aun en un momento tan desastroso, el Narrador puede adoptar
un tono burlón. Recordemos, a este propósito, la cruel ironía del Narrador
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Es una lástima que muchas ediciones modernas –entre ellas, la por lo demás excelente edición
conmemorativa de las Academias de la Lengua– pongan sólo la forma
mismo
en toda la obra. En el
pasaje citado y en algunos otros (cito uno más adelante) se pierde así la graciosa alternancia
mismo
/ mesmo
. La forma con
e
predomina con mucho en la obra; lo mismo el
agora
,
que las ediciones
convierten siempre en
ahora
, y formas como
escrebir
,
recebir
, etc., siempre modernizadas.