Page 145 - tomo34

Basic HTML Version

147
riesgo y fortuna de la interpretación simbólica
resultar gratuitas o no pertinentes respecto de la presumible intención del
autor. A este género de interpretaciones advenedizas –si bien sean, en oca­
siones, persuasivas o brillantes– se ha visto sujeto el
Primero sueño
de sor
Juana, y ello precisamente por causa de una constante en la recepción de las
obras literarias, según la cual –como bien señala Lausberg en su libro cita­
do– el
mensaje
de un determinado texto alegórico “puede ser captado por los
destinatarios con arreglo a sistemas de discreción que pueden no coincidir
con el sistema del remitente del mensaje, al menos con coincidencia total”.
Por causa, pues, de la amplitud de las correlaciones semánticas que favore­
ce, la
tota allegoria
es connaturalmente engendradora de libres interpreta­
ciones, y de ahí procede que los lectores –particularmente los más alejados
en el tiempo– no siempre atinemos con las claves ideológicas y literarias
que nos permitan desvelar –como quería el padre Navarro Vélez– la sólida
“verdad” de aquellas “misteriosas alegorías” recluidas en el inquietante
Sue-
ño
de sor Juana.
Habiendo leído la “docta censura” que hizo el padre Juan Navarro Vélez
al
Segundo tomo de las obras
de sor Juana, y en especial “al cuidado que
puso este doctísimo ingenio en aplaudir este
Sueño
”, el poeta canario Pedro
Álvarez de Lugo Usodemar (1628-1706) lo leyó y releyó muchas veces y, al
final, confesó “ingenuamente” haberlo entendido muy poco. Juzgó que la
mayoría de los lectores naufragaría también en “ese oscuro laberinto y con­
tinuado enigma”, y así, tomó a su cargo la tarea de echar alguna luz sobre
aquellas “tinieblas” poéticas por medio de unos comentarios eruditos; con
esto, como ha señalado Sánchez Robayna, su moderno editor, Álvarez de
Lugo redactó una
Ilustración al
Sueño
de la décima musa mexicana
…,
“que
pertenece sin duda a la misma órbita intelectual y erudita de los comenta­
ristas gongorinos”. Todo nos lleva a pensar que, en efecto, fue ese oscuro
poeta canario el primero que “tuvo la osadía” de penetrar en los abundantes
enigmas del
Primero sueño,
para lo cual se atuvo a la común teoría de la
erudición poética y a la múltiple significación (acumulable y compatible)
de los textos alegóricos, de manera que empezó por declarar o ilustrar sus
primeros 15 versos: