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riesgo y fortuna de la interpretación simbólica
turna es calificada de “funesta” y su “atezado ceño” indica por metonimia
“la negra cólera” (como traduce Méndez Plancarte) que impulsa su acción
guerrera contra las estrellas; la lechuza Nictimene es “sacrílega” y –de modo
semejan­te a la
sombra
que pretende apagar las lumbres del universo– come­
te rei
­
teradamente la acción impía de extinguir los “faroles sacros de perenne
llama”, es decir, atenta contra la divinidad en la expresión metonímica de
sus objetos rituales. Las Minias –afrentadas por el “tremendo castigo” que
asi­mismo les acarreó una conducta impía (negar la divinidad de Baco) al
ser metamorfoseadas en repugnantes murciélagos– hacen más turbias las
tinieblas con la propia negrura de sus alas; todas ellas, junto con Ascálafo,
el “parlero” o chismoso delator de Proserpina, transformado en búho, signo
universal de mal agüero, forman una “capilla pavorosa”, que es la negación
de toda armonía (musical, intelectual y moral), pues sus “negras” y discor­
dantes notas aluden también al temible imperio de la noche y a las acciones
sacrílegas que se cometen a su amparo.
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En fin, todas ellas componen la
“asombrada” y confusa “turba” de los servidores de la
sombra
, que huyen de
la luz del sol por ocultar sus delitos.
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De todo esto resulta que los distintos aspectos semánticos con que son
representadas la noche y las infames figuras asociadas con ella contribuyen
a la integración de dos planos de significación que, a un mismo tiempo, se
implican y desbordan: al ser homologadas como portadoras de designios
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A propósito de Nictimene, Álvarez de Lugo (y en nuestros días, Méndez Plancarte) remitió
al libro II de las
Metamorfosis
y al libro IV por lo que hace a las Minias; sin embargo, en todos esos
pasajes del
Sueño
no dejaría de evocar sor Juana aquel espantoso ámbito nocturno en el que Medea
lleva a cabo sus mágicos conjuros, tal como lo relata Ovidio en el libro VII: “un sueño profundo
había relajado a los hombres, las aves y los animales… guardan silencio las cercas y las hojas inmóvi­
les, guarda silencio el húmedo aire; sólo resplandecen los astros y, tendiendo hacia ellos los brazos,
soltó tres alaridos y… dice: ‘Noche la mayor cómplice de los secretos, y vosotros, astros dorados,
que jun­tamente con la luna sucedéis a los fuegos diurnos, y tú, Hécate de tres cabezas… y tú, Tierra que
abasteces a los magos de eficaces hierbas… asistidme’ ”.
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Todo esto sintetiza la Empresa 12 “
Excaecat candor
” de Saavedra Fajardo en su
Idea de un
príncipe político cristiano representado en cien empresas
(1640), donde, al igual que en el poema de sor
Juana, se miran las parvadas nocturnas revoloteando en el lado oscuro de la tierra, y se dice que fal­
tando “la presencia del sol en uno de los dos hemisferios, se confunde y perturba el otro,
vistiéndose
la malicia de las sombras de la noche y ejecutando con la máscara de la oscuridad homicidios, hurtos,
adulterios y todos los demás delitos
”. Traté el asunto en “
El Sueño
de Sor Juana: alegoría y modelo del
mundo” (1981), ahora en
Sor Juana Inés de la Cruz: lectura barroca de la poesía,
Sevilla, Renacimien­
to, 2006. De entonces acá ya es de universal aceptación la fuente indicada.