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isidro fabela, la cultura de la justicia
última burguesa y a partir de ese momento se desencadena la primera so­
cial. En el entonces nuevo siglo, las revoluciones no permitían la diferencia
entre el activismo, la guía moral y el papel de ideólogo; todos los caracteres
debían unirse en cada revolucionario. No tuvo la Revolución Mexicana
cabida para ideólogos diletantes no comprometidos. Los intelectuales de la
Revolución tuvieron que dejar los salones de tertulia, el aula y la biblioteca,
para tomar lo mínimo y lanzarse a la zaga de lo que Díaz llamó las hordas
milenarias, o bien, como Erasmo, cruzar los caminos del destierro con las
tareas y la biblioteca a cuestas.
La capacidad cultural de Fabela se puso al servicio de su capacidad re­
volucionaria; sus escritos de la época van distanciándose del tono literario
de su periodo ateneísta y van adquiriendo los matices propios del hombre
público y del revolucionario. El 1º de mayo de 1913, en su carácter de
diputado, Fabela se dirigió a los obreros para expresar el sentimiento de
los legisladores en el difícil momento histórico: “¿Cuál es el problema que
nos toca plantear, trabajar y resolver? El mejoramiento de la clase obrera
de acuerdo con la historia, con el medio y con las circunstancias actuales;
porque es una verdad, de un gran filósofo, este apotegma incontrovertible:
las necesidades crean las leyes y no las leyes a las necesidades”.
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A Fabela se le puede identificar con el grupo de jóvenes de las incipientes
clases medias urbanas que debieron ocupar apresuradamente los huecos
que la destrucción del aparato porfiriano había dejado; un ejército civil que
iba construyendo nuevas instituciones ahí donde sólo quedaba la destruc­
ción producto de las cruentas hazañas militares. Estos jóvenes universitarios
carecían de patrimonio en cuanto experiencia con que los funcionarios del
antiguo régimen los aventajaban; sin embargo, eran inteligentes y capaces
de compromisos que sólo podían exigirse a los revolucionarios. “Sin expe­
riencia alguna en el sector, a diferencia de los cancilleres huertistas –León
de la Barra o Federico Gamboa–, cuya calidad hacía ver menor a Fabela,
éste fue nombrado oficial mayor encargado del despacho de la Secretaría
de Relaciones Exteriores en el primer gabinete de Venustiano Carranza, en
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Discurso de Isidro Fabela el 1º de mayo de 1913, en Jesús Silva Herzog,
Breve historia de la
Revolución Mexicana
, vol. II, fce, México, 1986, p. 47.