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gonzalo celorio
ciable” “y en ese silencio de comodoro obeso que antecede a los primeros
compases”, “El Presidente atravesaba la sala de baile con la lentitud de una
reverencia gentil en el ornamento de una caja de tabaco”, imagen esta últi­
ma que Cortázar cita en su ensayo para ejemplificar las maneras, los giros,
los humores de Lezama.
En ocasiones, los subrayados van acompañados de un signo de admira­
ción: “licores extraídos de las ruinas pompeyanas”, “Inmóvil el cordero pa­
recía soñar el árbol”. Y en otras, de un signo de interrogación, como en este
oxímoron: “las gruesas sutilezas”.
Con frecuencia, sobre todo cuando detecta irregularidades, oscuridades o
errores de sintaxis, va más allá de tales signos lacónicos y escribe al margen
comentarios adversos como los siguientes: “Frases con erratas o truncas”,
“Todo esto muy oscuro”, “Naif ”, “Falta algo”, “Cursi”, etc. En una página,
advierte que a uno de los versos de un soneto de Francisco Ló­pez de Zárate
que Lezama cita se le ha extraviado una sílaba. En otra, se que­ja de que un
párrafo sea “casi ininteligible”, tanto como la única nota que tiene la novela,
frente a la cual ironiza: “La única nota al pie… y que no entiendo bien”. En
otra más, cuando Lezama dice: “Cemí, antes de entrar en la siesta, oyó por
radio un cuarteto de Ravel”, Cortázar anota, entre intransigente y burlón:
“Imposible oír otro”. Pero también, cuando algún pasaje lo emociona, pue­
de escribir al calce su aquiescencia alborozada: “¡Una página maravillosa!”
Hay un momento en la novela en el que Lezama no logra ocultar la
relación enfermiza que siempre tuvo con su madre y larga una sentencia
que no se libra del lugar común: “… siempre que las madres ven que un
hijo parte para un sitio de peligro, se atormentan pensando que fuera de su
cuidado le pasará a su hijo lo peor”. Cortázar se limita a anotar al margen
de la frase un tan misericordioso como reprobatorio “Che!”
El capítulo xii de la novela ha dado mucho de qué hablar, pues en él
Lezama introduce voluntariosamente, a la manera de las novelas cervanti­
nas intercaladas en
El Quijote
, un texto en principio ajeno a
Paradiso.
En
su ensayo sobre Lezama, Cortázar dice que semejante intrusión es uno de
los aspectos de la novela que pone en tela de juicio su propia condición
novelística: