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julio cortázar, lector
Paradiso
podría no ser una novela, tanto por la falta de una trama que dé cohe­
sión narrativa a la vertiginosa multiplicidad de su contenido, como por otras
razones. Hacia el final, por ejemplo, Lezama intercala un extenso relato que
llena todo el capítulo xii y que no tiene nada que ver con el cuerpo de la novela,
aunque su atmósfera y potencias sean las mismas.
Curiosamente, este comentario que Cortázar hace de
Paradiso
podría apli­
carse,
mutatis mutandis
, a
Rayuela
, publicada tres años antes, pues tampoco
en ella la trama se impone sobre la heterogeneidad de los capítulos que la
componen y son múltiples los textos exógenos, algunos incluso calificados
de
prescindibles
por su propio autor, que se adhieren como lapas al cuerpo
general de la novela. Novela, por otra parte, que asume como capítulos
pasajes eminentemente líricos, mucho más cercanos al poema que a la na­
rración, como ocurre con frecuencia en la monumental obra de Lezama.
La génesis de esta consideración de Cortázar que pone en tela de juicio el
carácter novelístico de
Paradiso
se encuentra en el comentario que escribió
a la cabeza de ese capítulo xii en su ejemplar cubano, en el que, además,
revela una de sus grandes afinidades con Lezama, la de la confluencia de
tiempos diversos en un solo tiempo. Comenta: “Una interpolación ajena a
la novela, un bellísimo relato contra el tiempo que me parece hermano de
los míos en
Todos los fuegos el fuego
”.
En efecto, ese relato exógeno que Lezama mete como de contrabando
en su obra está integrado, a su vez, por varios relatos ubicados en diversos
escenarios y en épocas distintas que acaban por confluir en un solo tiempo
presente que suprime, al asumirlos, los tiempos precedentes. Lo mismo
ocurre en el cuento “Todos los fuegos el fuego”, de Cortázar, que le da
título al volumen publicado en el mismo año de 1966 en que ve la luz
Paradiso.
En el cuento de Cortázar se funden y se confunden dos historias,
una que transcurre en el circo romano de la Antigüedad y otra en la época
actual, cada una de las cuales concluye en un incendio fatal, cuyas llamas
se expanden de un relato a otro, como si se tratara de edificios contiguos, y
traspasan 20 siglos de historia. Acaso por semejanzas como estas, Lezama le
dice a Cortázar en su dedicatoria de
Paradiso
que “cuando uno de nosotros
dos duerme, el otro vela y lee en la buena estrella”.