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encontraba en la música, sino en la medicina. Para ambos, los médicos eran
la cumbre de la humanidad, personificada en el doctor Alfonso G. Alarcón,
a quien habían conocido en Tampico, primero como obstetra (atendió tres
de los cuatro partos de mi madre, porque el primero ocurrió en Mérida),
después como pediatra en la ciudad de México, y desde siempre como poe
ta aficionado, lo que consolidó la amistad con mi padre, quien tenía una
facilidad asombrosa para versificar. De manera que no estudiamos música
(años más tarde mis dos hermanos varones aprendieron a tocar la guitarra
y yo el piano, pero todos de oídas y bastante mal), y en cambio los tres nos
hicimos médicos.
IV
Estudié medicina porque ese era el sueño de mis padres y porque mi her
mano mayor había ingresado un año antes en la Escuela de Medicina de la
unam y yo quería ser como él. No creo en las vocaciones, como no creo en
la predestinación; uno no hace bien lo que le gusta, sino que a uno le gusta
lo que hace bien. Frente a las circunstancias fortuitas determinadas por la
época, el sitio, el ambiente familiar y social, y otras contingencias generadas
exclusivamente por el azar, la influencia del genoma en el fenotipo indivi
dual resultante es muy reducida. ¿Qué hubiera sido de Mozart si en lugar
de nacer en el siglo xviii en Europa y con un padre músico profesional,
hubiera nacido en el siglo xv en Sudáfrica y con un padre cazador? Casi lo
único que el genoma determina es que el sujeto sea un ser humano y no un
conejo, pero casi todo lo demás es ambiental y depende de contingencias
totalmente arbitrarias. El casi de las frases anteriores incluye al genio, al
género, a la estatura, al color de los ojos y a las enfermedades congénitas del
metabolismo, pero no mucho más. Yo no estudié medicina porque tuviera
una “vocación” para ello, pero cuando me adentré en la profesión y empecé
a adquirir conciencia de su contenido, de sus funciones y de su filosofía,
me enamoré de manera perdida, total e irreversible de ella, y entendí la de
terminación de mis padres y los sacrificios que hicieron para que sus hijos
fueran médicos.
medicina y melomanía