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adolfo castañón
Todo será cuerpo un día,
todo un
único
cuerpo,
nada en sangre celeste
la pareja feliz.
¡Que al fin enrojeciera
el océano
y que la roca diese
en olorosa carne!
Nunca terminará la dulce cena
ni se hartará el amor.
Nunca podrá poseer al amado
como suyo del todo.
En labios cada vez más tiernos
la delicia se torna
algo cercano e íntimo.
Un cálido placer
va estremeciendo el alma.
Más sediento y hambriento
se vuelve el corazón;
así perdura el goce del amor
de eternidad en eternidad.
Si lo hubieran probado
sólo una vez los sobrios
lo dejarían todo para acompañarnos
sentados a la mesa
de la nostalgia
que nunca se vacía.
Y así conocerían la infinita
plenitud del amor
loando el alimento
que es el cuerpo y la sangre.
[Novalis,
Escritos escogidos
, ed. Ernest-Edmund Keil y Je­
naro Talens, Colección Visor de Poesía, Madrid, 2004,
pp. 75-77.]