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un acto de fe
Es un alto honor para mí ocupar la silla XXVIII que correspondía a don
José Rogelio Alvarez, quien acogiéndose a los Estatutos de la Academia
solicitó su retiro y ahora, en casa, seguramente sigue soñando y trabajando
en diccionarios y en publicaciones de interés para nuestro país.
Desde la fundación de la Academia, han formado parte de ella distin­
tos dramaturgos cuyos nombres quiero evocar porque la creación no surge
por generación espontánea y atrás de los creadores actuales está el camino
abierto por quienes lucharon por el teatro. Han sido académicos Héctor
Azar, Salvador Novo, Celestino Gorostiza, Julio Jiménez Rueda y Francis­
co Monterde, distinguidos hombres de teatro que además ejercieron otras
disciplinas.
Nos encontramos en el Teatro Julio Castillo porque los señores académi-
cos aceptaron mi petición de transladarse a este escenario; primero, por­
que soy dramaturgo y deseo rendir un homenaje al director Julio Casti­llo,
quien con su montaje de mi obra
Armas blancas
en un sótano de la unam,
me introdujo realmente en la difícil república del teatro. Además, aquí he
estrenado alguna de mis obras, como
Homicidio calificado,
el caso de los
niños chicanos asesinados en Dallas.
(Gracias, doctora Teresa Franco, por su hospitalidad. Gracias a Ignacio
Escárcega por su apoyo.)
El teatro me ha llevado a la Academia y al teatro es a lo que voy a refe­
rirme. El hombre nació con el teatro. El hombre primitivo hizo teatro para
hablar con los dioses. No hay región del mundo donde no se haya inventa­
do un tipo de teatro. En la cultura occidental, nosotros seguimos al teatro
griego, pero los japoneses inventaron su teatro No y los chinos su particular
forma de teatro, con colores que expresan pasiones.
Relatan los cronistas de la Conquista de México que encontraron en los
pueblos y ciudades de este continente unos espectáculos llamados mitotes,
donde la poesía, la danza, los gritos, las flautas, los tambores y los diálogos
formaban un espectáculo muy parecido al teatro que los cronistas habían
visto en España.
El pueblo maya fue el que desarrolló la más avanzada forma teatral. Ahí
está el
Rabinal Achí
para atestiguarlo. En esta obra dramática un guerrero
cautivo recibe la licencia de hacer una danza guerrera a una doncella, aun­
que esto le cuesta la vida.