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algunas notas para situar el amor en la obra de octavio paz
de Guerrero con su familia y tenía 18 años. Se casaría con ella en 1937, en
una ceremonia secreta y clandestina, más próxima al rapto que a la fiesta
familiar pues el padre de Elena le había prohibido que siguiera viendo a
Octavio Paz y amenazó con mandarla a un convento.
Pero quizá la primera experiencia amorosa o ¿sexual? de Octavio Paz
haya que irla a buscar no en esos poemas de juventud y casi se diría de ado­
lescencia, sino en la infancia misma. Paz evoca en el poema autobiográfico
Pasado en claro
(1974) el jardín de la casa de su abuelo, en Mixcoac, donde
tiene una de sus primeras experiencias sexuales al encontrar a Onán frente
a una higuera:
No me habló Dios entre las nubes;
entre las hojas de la higuera me habló el cuerpo,
los cuerpos de mi cuerpo.
Encarnaciones instantáneas:
tarde lavada por la lluvia,
luz recién salida del agua,
el vaho femenino de las plantas,
piel a mi piel pegada: ¡súcubo!
4
Esta experiencia de fitofilia o de atracción amorosa hacia el reino vegetal
será clave en Paz y aparece, muchos años antes, casi 20, en ese cuento
mágico en el que las tradiciones de Oriente y Occidente se funden en
La
hija de Rapaccini
(1956), escrito todavía bajo la luna menguante de Elena
Garro, poema dramático que se alza en el calendario íntimo de Paz como
un espejo complementario de
Piedra de sol.
Rapaccini es un mago que ha perdido la razón cultivando un jardín en­
venenado y haciendo de su hija misma la flor más preciosa y letal de dicho
jardín, transformando a la pobre muchacha en un ser monstruoso destina­
do al aislamiento y cuyo beso puede ser para el pobre enamorado –como el
de Cleopatra– el de gracia, el beso capital. A la luz de la relación de Elena
con su padre cabría leer
La hija de Rappaccini
como una obra escrita para
4
Octavio Paz, “Pasado en claro”, en
Obras completas
, t. 12, México, 2004, p. 85.