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víctor hugo rascón banda
más importantes festivales del mundo. Pero ¿qué pasó? En Veracruz, como
en el país, no hay políticas de Estado, sino de gobierno. No hay políticas de
Estado que sobrevivan más allá de los cambios de gobierno. En Veracruz,
algunos gobernadores y algunos rectores creyeron en el teatro y lo impul­
saron, pero muerto el funcionario se acaba la rabia teatral, y depende de
la voluntad o el gusto del rector o el gobernador en turno si se impulsan o
no las artes.
Veracruz, ayer maravilla fue y ahora ni sombra es, aunque algunos di­
rectores y académicos como Elka Fediuk, Abraham Oceranski, Francisco
Beverido y Domingo Adame se empeñan en mantener viva la llama del
teatro. La Universidad Veracruzana invita ahora a directores del Distrito
Federal, como Boris Schoeman, David Olguín, Martín Zapata y Rodol­fo
Obregón, para revivir el teatro en Jalapa.
Se hace teatro en las comunidades indígenas, en sus lenguas originarias.
Donald Frishman y Carlos Montemayor han editado una excelente antolo­
gía de este teatro en tres lenguas, español, inglés y la lengua del autor.
Ahora, el teatro nacional no sólo asiste a festivales donde es aplaudido,
sino sale de gira al extranjero y cosecha éxitos, como el caso de
Entre mons-
truos y prodigios,
obra de Jorge Kuri que recorrió Europa, y más reciente­
mente el caso de Luisa Huertas que, como una nueva Tereza Montoya, creó
su propia compañía y montó la obra
La mujer que cayó del cielo,
y se fue de
gira a Brasil, Argentina, Chile y Uruguay.
El teatro mexicano se ha vuelto profesional. En todas las universidades
públicas existe la licenciatura en arte dramático, existen cientos de drama­
turgos en todo el país y ha surgido una dramaturgia que viene del norte,
con fuerza y contundencia, que habla de los problemas de la frontera, de
los mitos de su región, de su forma de ser y sobre todo de sus sueños y
esperanzas.
En el Distrito Federal existe un teatro alternativo e independiente en pa­
tios, garages, lotes baldíos, la calle, la sala de la casa, a los cuales se les aplica
el mismo Reglamento de Espectáculos que se creó para el Estadio Azteca,
para el Auditorio Nacional y para el Teatro Insurgentes. Urge una legislatura
especial para esta actividad alternativa que se hace por pasión, con aspiracio­
nes artísticas, en condiciones difíciles.