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Ahora el gobierno federal no censura el teatro, pero sí lo intenta con el
cine, como es el caso recientemente de las películas
La ley de Herodes
y
El
crimen del padre Amaro.
La censura, aunque aislada, existe, pero ahora los
medios de comunicación facilitan la defensa de la libre expresión al divul­
gar los hechos.
De todas formas, la censura habita en los oscuros rincones de los sótanos
de los gobiernos municipales, estatales y federal, a través de la Secretaría de
Gobernación. De vez en cuando la censura saca una de sus mil cabezas y
hay que cortársela de inmediato.
Por ese poder provocador, el teatro y sus oficiantes han sido perseguidos.
En Europa, durante varios siglos no se podía enterrar a la gente de teatro en
terreno sagrado, porque no era digna de reposar en esos cementerios.
Sin embargo, dramaturgos como Shakespeare y Molière supieron y pu­
dieron desnudar la conciencia de los reyes y uno, a través de sus tragedias,
mostró los entretelones del poder y los ingleses pudieron tomar conciencia
de su historia, y el otro, por medio de sus comedias y la risa, mostró los
vicios de la sociedad de su tiempo.
Teatro y sociedad van unidos indisolublemente. Conocemos los valores y
la vida en España en los siglos xvi y xvii gracias al teatro del Siglo de Oro.
Cuántas verdades sobre lo justo y lo injusto, sobre la lealtad y la traición,
sobre el amor y los celos dijeron Lope de Vega, Calderón de la Barca y Juan
Ruiz de Alarcón.
El teatro es perseguido desde su origen y todo por su efecto inmediato
que perturba. El teatro es la más completa de las artes, porque las contiene
a todas, pero es un festín efímero, como lo llama Esther Seligson, porque
se consume mientras se produce, para renacer al día siguiente. Ninguna
representación es igual a otra. El teatro conmueve y perturba. El verdadero
teatro da una bofetada al espectador o un puñetazo en el hígado.
Quien ve una obra de teatro, sea mala o buena, no vuelve a ser el mismo.
Algo cambia en su interior, aunque él no se dé cuenta de ello.
El teatro le abre al hombre ventanas a otros universos, a otros tiempos,
a otras vidas, y al observar un hecho teatral, lo vive, lo siente y le ayuda a
entender el mundo y a conocer la condición humana.
Teatro que no provoca ni perturba es simplemente entretenimiento y
evasión.
víctor hugo rascón banda