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respuesta al discurso anterior
en la coordinación de las tareas comunes de las Academias de España y de
Hispanoamérica.
Al año siguiente del ingresode donMartínLuisGuzmán, el 11de noviem­
bre de 1955, recibieron el nombramiento de miembros correspondien­tes
de esta Academia dos historiadores chihuahuenses: uno de ellos, don Fran­
cisco Almada, de Chínipas; otro, también novelista y dramaturgo, don José
Fuentes Mares, que nació en la ciudad de Chihuahua y, al igual que Martín
Luis Guzmán, en la calle Libertad, porque, como decían las viejas familias
todavía en la época de mi niñez, todos nacieron a finales del siglo xix en la
calle Libertad porque era la única con que contaba la ciudad.
El 9 de octubre de 1970, la Academia eligió como académico de núme­
ro a otro ilustre chihuahuense, don Rafael F. Muñoz. Infortunadamente,
como en el caso de José Fernando Ramírez, el autor de
¡Vámonos con Pan-
cho Villa!
falleció antes de tomar posesión, en julio de 1972. Y si bien Mar­
tín Luis Guzmán falleció en diciembre de 1976, la Academia no quedó del
todo abandonada por los chihuahuenses, si tomamos en cuenta que los dos
historiadores, Francisco Almada y José Fuentes Mares, vivieron hasta muy
avanzada la década de los ochenta.
A los nueve años de la desaparición de Martín Luis Guzmán, ingresó en
esta Academia como miembro de número el parralense que ahora les habla.
Por lo tanto, como se ve, nunca ha estado a la mesa de trabajo de esta ve­
nerable institución más de un chihuahuense a la vez, privilegio que sí han
tenido académicos oriundos de otros estados, como Jalisco, Michoacán,
Si­naloa, el Estado de México o el Distrito Federal. Debieron transcurrir
más de 20 años desde mi ingreso, y más de 130 desde el nacimiento de esta
Academia, para que yo tuviera el honor de recibir a otro bárbaro chihua­
huense y compartir en sillas contiguas los trabajos de nuestra Academia.
Hemos escuchado el mensaje de don Víctor Hugo Rascón Banda, hemos
comprendido su evolución como ser humano y artista. Permítanme ahora
insistir en algunos rasgos de la excelencia de su trayectoria como dramatur­
go y mexicano sobresaliente.
Me remontaré a poco menos de 30 años, a 1979, cuando su obra
Voces
en el umbral
recibió diploma de honor en el concurso de teatro organizado
por la Sociedad General de Escritores de México (que, cosas del destino,