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que refiere el cronista Juan de Grijalva después de narrar que a fray Alonso
se le denominaba “el oráculo de la Nueva España”, pues se le consultaba
desde España y Sudamérica hasta las Filipinas. Y el día en que el hermano
enfermero vio grave a fray Alonso, quien a sus 80 años “enfermó de la ori­
na”, le dijo:
–Padre maestro: Esta noche cenará usted con Dios en el cielo.
–Y allá ya no habrá noche– contestó el anciano, mientras pensaba muy
espiritualmente:
–Y tampoco será necesario que haya cena.
En reconocimiento por su obra sobre fray Alonso, le tracé a don Anto­
nio este soneto:
Los dos hispanos
Luego que Nuño de Guzmán dio muerte
al último purépecha encumbrado,
el clero hispano prodigó el cuidado
a quienes hirió el otro hispano fuerte.
Fray Alonso de Veracuz en su arte
formó al hijo del rey asesinado,
y éste, en sabias virtudes ya iniciado,
a Fray Alonso el propio idioma imparte.
Si el viejo rey purépecha veía
por un hispano hundida su realeza,
el joven Hiutziméngari aprendía
de otro hispano, qué es ciencia con nobleza.
De esa agridulce antítesis nacía
de México el dolor y la grandeza.
Epílogo
A la sombra de Marco Aurelio. La firma conclusiva de don Antonio está en
el libro donde vierte los
Pensamientos
(
Eis seautóv
) de Marco Aurelio. ¡Qué
pasajes más bellos encierra! Uno es el que refiere que “la soberbia Columna
Marci Aurelii está, tal cual, en la Piazza Colonna, solo que ya no está Marco
tarsicio herrera zapién