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sicas poskantianas, y no había alcanzado, o no tuvo noticia de este moderado
resurgir de la fe platónico-escolástica en la realidad de los universales, en la po­
sible intuición de las esencias, la
Wesenschau
de los fenomenólogos de Fribur­
go. Mucho menos pudo alcanzar las últimas consecuencias del temporalismo
bergsoniano, la fe en el valor ontológico de la existencia humana. Porque, de
otro modo, hubiera tomado más en serio las fantasías poético-metafísicas de su
maestro Abel Martín. Y aquel
existo, luego soy
, con que su maestro pretendía
nada menos que enmendar a Descartes, le hubiera parecido algo más que una
gedeonada, buena para sus clases de Retórica y de Sofística.
23
Que Machado conocía bien a Bergson se ve por algún poema en que lo se­
ñala a Unamuno:
Enrique Bergson:
Los datos
inmediatos
de la conciencia
. ¿Esto es
otro embeleco francés?
Este Bergson es un tuno;
¿verdad, maestro Unamuno?
24
También menciona a “los fenomenólogos de Friburgo”, es decir, a Husserl
y sus discípulos, como Max Scheler, e incluso a Martin Heidegger, que ya
despuntaba, y seguramente conoce
Ser y tiempo,
ya que lo asocia con la re­
flexión sobre la temporalidad del ser. Además menciona a los neokantianos
alemanes.
Sigue señalando las divergencias entre filósofos y poetas, aunque sin de­
jar de pensar en la complementariedad de ambos:
Pero el poeta debe apartarse respetuosamente ante el filósofo, hombre de pura
reflexión, al cual compete la ponencia y explanación metódica de los grandes
problemas del pensamiento. El poeta tiene su metafísica para andar por casa,
quiero decir el poema inevitable de sus creencias últimas; todo él de raíces y
ontología y poesía en antonio machado
23
Ibidem
, p. 448.
24
“Meditaciones rurales”, en
Obras,
p. 185.