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de asombros. El ser poético –
on poietikós
– no le plantea problema alguno; él
se revela o se vela; pero allí donde aparece, es. La nada, en cambio, sí. ¿Qué es?
¿Quién la hizo? ¿Cómo se hizo? ¿Cuándo se hizo? ¿Para qué se hizo? Y todo
un diluvio de preguntas que arrecia con los años y que se origina no sólo en su
intelecto –el del poeta–, sino también en su corazón. Porque la nada es, como
se ha dicho, motivo de angustia. Pero para el poeta, además y antes que otra
cosa, causa de admiración y de extrañeza.
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Uno recuerda que, para Heidegger, la angustia es el toparse con la nada.
Esa mencionada complementariedad entre filósofos y poetas se verá
cuando intercambien papeles; eso nos habla de la estrecha conexión que
Machado veía entre ambas actividades:
Algún día –habla Mairena a sus alumnos– se trocarán los papeles entre los
poetas y los filósofos. Los poetas cantarán su asombro por las grandes hazañas
metafísicas, por la mayor de todas, muy especialmente, que piensa el ser fuera
del tiempo, la esencia separada de la existencia, como si dijéramos, el pez vivo y
en seco, y el agua de los ríos como una ilusión de los peces. Y adornarán sus li­
ras con guirnaldas para cantar estos viejos milagros del pensamiento humano.
Los filósofos, en cambio, irán poco a poco enlutando sus violas para pensar,
como los poetas, en el
fugit irreparabile tempus.
Y por este declive romántico
llegarán a una metafísica existencialista, fundamentada en el tiempo; algo, en
verdad, poemático más que filosófico. Porque será el filósofo quien nos hable
de angustia, angustia esencialmente poética del ser junto a la nada, y el poeta
quien nos parezca ebrio de luz, borracho de los viejos superlativos eleáticos. Y
estarán frente a frente poeta y filósofo –nunca hostiles– y trabajando cada uno
en lo que el otro deja.
Así hablaba Mairena, adelantándose al pensar vagamente en un poeta a lo
Paul Valéry y en un filósofo a lo Martín Heidegger.
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mauricio beuchot
25
Obras
, p. 450.
26
Ibidem
, p. 464.