Las voces de origen náhuatl son correctas tanto en su escritura con tilde, como sin tilde. Las voces nahuas ya incorporadas plenamente al español, es decir, adaptadas completamente a su pronunciación y escritura, se ajustan a las reglas de acentuación de nuestro idioma. Así, por ejemplo, capulín, procedente del náhuatl capolin, se acentúa por ser aguda y terminar en n.
El caso de la escritura del náhuatl es complejo debido a que en la época prehispánica no se representaba gráficamente la prosodia, es decir, los tonos, las vocales largas y los acentos propios de esta lengua. Acerca de esto Thelma D. Sullivan (Compendio de la gramática náhuatl, México: Universidad Nacional Autónoma de México; Instituto de Investigaciones Históricas, 2014) apunta que los nahuas se valían de tres formas de representación de su lengua: pictogramas (representación directa del objeto), ideogramas (representación simbólica) y fonogramas (representación de sílabas por medio de objetos). Al llegar los españoles, estos adaptaron el idioma náhuatl al alfabeto y las pautas ortográficas del español:
Una de las primeras labores de los misioneros cristianos fue la adaptación del náhuatl al alfabeto castellano, pero como la ortografía castellana del siglo XVI todavía no estaba reglamentada, el náhuatl escrito tuvo los mismos defectos y variantes ortográficas propios del castellano de aquella época (p. 22).
Debido a esto, los nahuatlismos que no han sido adaptados al español deberán escribirse en cursivas y deberá conservar las pautas acentuales del náhuatl:
El acento prosódico en el náhuatl central novohispano, en las palabras bi- y polisilábicas, cae en la penúltima sílaba, por lo que casi todas las palabras son llanas; por ello no es necesario poner el acento ortográfico, salvo en los casos excepcionales que se mencionarán más adelante, en el presente inciso. Para pronunciar las palabras de los textos en náhuatl, hay que recordar ciertas características de la fonología y la ortografía de esta lengua. El fonema |hu-uh|, aunque se escribe con un dígrafo que contiene la letra u, en realidad no contiene la vocal |u|; se trata de una convención ortográfica para escribir la semiconsonante /w/. De la misma manera el fonema |cu-uc| tampoco contiene vocal, porque representa la consonante /kW/. Por otra parte, no hay diptongos en náhuatl, por lo que cada una de las vocales en las combinaciones ai, ei, ia, ie, io, y oi, a diferencia de lo que sucede con los diptongos en castellano, nunca coexisten dentro de la misma sílaba, ya que en náhuatl hay una sílaba para cada vocal. Sólo hay una excepción a la regla que acabo de exponer, sobre la acentuación de las palabras en náhuatl: los sustantivos que llevan el sufijo vocativo -é |é|, una especie de interjección que sirve para llamar o invocar a las deidades o para llamar a los seres vivos. En estos casos se acentúa la última sílaba, por lo que escribimos la |é| final con un acento ortográfico agudo, como se puede observar en los ejemplos siguientes, marcando el sufijo vocativo con negritas:
Sólo los hombres usaban el sufijo vocativo é. Las mujeres lo omitían, formando el vocativo mediante el cambio del acento tónico desde la penúltima sílaba hasta la última, “con affectacion mugeril” como apunta Horacio Carochi (David Charles Wright Carr, Lectura del náhuatl: versión revisada y aumentada, México: Secretaría de Cultura; Instituto Nacional de Lenguas Indígenas, 2016, pp. 105-106).
En cuanto a las voces que han sido adaptadas al español, en muchos casos se aceptan las dos variantes (la forma acentuada y la no acentuada) con el fin de respetar la variación en la pronunciación, como en las voces Teotihuacán o Tenochtitlán: Teotihuacan /Teo.ti.huÁ.can/ (acentuación original), Teotihuacán /Teo.ti.hua.cÁn/ (acentuación adaptada al español). Acerca de la doble acentuación de voces tomadas de otras lenguas, la Ortografía de la lengua española, de la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española (Madrid: Espasa Libros, 2010, cap. II, §2.3.3), menciona lo siguiente:
El fenómeno de la doble acentuación afecta sobre todo a palabras que el español ha tomado de otras lenguas, ya se trate de cultismos de origen grecolatino o de préstamos de diversas lenguas a lo largo de su historia. La existencia de variantes acentuales suele deberse a la convivencia de la forma que conserva la acentuación etimológica y la que ha experimentado un cambio acentual debido a diferentes factores, como pueden ser la adecuación al patrón acentual más habitual del español, la analogía con otros préstamos, el contagio de la acentuación de términos de forma similar o el influjo de la acentuación de esas mismas voces en otras lenguas de gran prestigio o influencia, o que han vehiculado el préstamo, normalmente el inglés o el francés. […]
En los préstamos de otras lenguas, los casos de doble acentuación también responden normalmente a la coexistencia de las formas que conservan la acentuación etimológica con otras que cambian la sílaba tónica por diferentes motivos. Unas veces, para acomodarse al patrón más natural en español, como ocurre, por ejemplo, en búmeran /bumerán, donde conviven la forma esdrújula que conserva la acentuación del étimo inglés y la aguda que se acomoda al patrón español de los sustantivos terminados en -n, mayoritariamente agudos […]
Finalmente, el académico de número Patrick Johansson en su texto “¿Tenochtitlan o Tenochtitlán? Una otredad prosódica náhuatl prehispánica” (Memorias [2021], México: Academia Mexicana de la Lengua, 2022) recomienda lo siguiente:
La pronunciación de Tenochtitlān y Teotihuacān se sitúa en este marco prosódico: estos vocablos tenían dos acentos leves y la última sílaba era larga con tono grave. No eran graves ni agudas. Frente a esta aporía fonológica, cortando el nudo gordiano, sugiero colocar una tilde sobre la “a” de tlān y de cān, añadiendo asimismo un diacrítico a la ortotipografía mexicana de la lengua náhuatl y un rasgo prosódico a su pronunciación.
En este contexto, frente a la dificultad que representa la pronunciación del vocablo así definida, la pronunciación “aguda” de Tenochtitlán, Teotihuacán, etc., aun cuando no corresponde exactamente a la pronunciación genuinamente prehispánica, es prosódicamente más cercana que la dicción “llana”.
Si se opta por una pronunciación sistemáticamente grave, que sea en el entendido que dicha pronunciación no es genuinamente prehispánica, sino influenciada por la prosodia española en el curso de la historia (p. 613).
Diferencia de significado entre criminalística y criminología