El Diccionario de la lengua española, de la Real Academia Española (DLE, 2024; en línea: dle.rae.es), define arcaísmo como ‘elemento lingüístico cuya forma o significado, o ambos a la vez, resultan anticuados en relación con un momento determinado’.
El término arcaísmo es complejo, puesto que en algunos contextos una palabra o un uso pueden considerarse arcaísmos, pero en otros no. Por ejemplo, existen diversos vocablos que en España se consideran arcaísmos, pero que en Hispanoamérica no, pues se utilizan en la actualidad de manera frecuente. Al respecto, José G. Moreno de Alba hace la distinción entre absolutos o relativos, en el artículo “El español mexicano: conservador e innovador” (Revista de la Universidad de México, 528-529, enero 1995, págs. 12-13):
Será absoluto un arcaísmo cuando se trate de la conservación de un rasgo lingüístico que la mayoría de los hispanohablantes perdió (yantar por comer, sea por caso); sin embargo, cuando un vocablo, por ejemplo, se conserva en la mayor parte de las hablas americanas y se perdió en las peninsulares europeas, no puede verse éste como arcaísmo absoluto sino relativo, es decir que sólo puede considerarse arcaico en relación con las hablas europeas pero no en relación con toda la lengua española.
También existen algunos casos en los que obras normativas, como el Diccionario panhispánico de dudas (Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española, Bogotá: Santillana, 2005; 2a ed. en preparación: https://www.rae.es/dpd/), registran como desaconsejables ciertos usos, en tanto que la Nueva gramática de la lengua española, de la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española (Madrid: Espasa Libros, 2010), los considera arcaísmos; por ejemplo, la frase ambos dos (§19.9z) o la falta de concordancia en construcciones como la primer vez, la primer aplicación (§21.4a).
Existen distintos tipos de arcaísmos. A continuación, presentamos algunos ejemplos de cada tipo.
- Ortográficos. La Ortografía de la lengua española, de la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española (Madrid: Espasa Libros, 2010, cap. VIII, §2.1.2), considera un arcaísmo ortográfico cuando los números romanos se escriben en minúsculas (iii, xvii, mmxxv). Asimismo, señala como ejemplos de grafías arcaicas los casos de México, Oaxaca o Texas y sus derivados.
- Gramaticales. Moreno de Alba habla de la conjugación verbal cantara como un arcaísmo relativo gramatical:
El empleo de cantara (subjuntivo) por había cantado (indicativo) es un arcaísmo, puesto que la lengua española, en general, no hace hoy esa sustitución. En cierto tipo de registros del español mexicano actual, sigue usándose, como verdadero arcaísmo, la forma cantara por había cantado -e, incluso, por canté, sustituyendo no ya al pluscuamperfecto sino al indefinido- en casos como el siguiente: “el equipo Guadalajara, que derrotara al América la semana pasada, volvió a ganar ayer” (derrotara sustituye ahí a había derrotado).
Otro ejemplo es el uso del pronombre vos, en lugar de tú, en algunas variedades del español americano: “en cuanto se trata de un pronombre que desaparece del español general (de Europa y de la mayor parte de América), el que vos se haya quedado en determinadas regiones americanas constituye un rígido, evidente arcaísmo” (1995, pág. 12).
- Léxicos. Moreno de Alba consigna muchos ejemplos y especifica que se trata de arcaísmos relativos (1995, pág. 13):
En textos literarios de los siglos XVI y XVII pueden leerse vocablos españoles que hoy, en hablas europeas, son prácticamente desconocidos o muy poco empleados y que, por lo contrario, gozan de gran vitalidad (y utilidad) en México. Vayan algunos ejemplos, en simple orden alfabético: aburrición por aburrimiento; acalenturado por febril; acuerdo (de ministros, por ejemplo), en lugar de reunión o consejo; alcayata (clavo grande de gancho); aldaba por travesaño; alzarse por sublevarse; apeñuscarse por apiñarse; amarrar por atar; anafre por hornillo; bagazo (residuo de lo que se exprime para sacar el jugo o zumo); balde (para agua) por cubo; boruca por bulla; botar por tirar; capaz por fácil, posible; caporal por jefe; chabacano por albaricoque; chapa por cerradura; chícharo por guisante; caravanas (cortesías, ceremonias); carpeta (tapete de mesa); desvestirse por desnudarse; cobija por manta; correr por echar o despedir; cuelga (regalo de cumpleaños o santo); desmorecerse por desfallecer; despacio por quedo, en voz baja; dilatar por tardar; droga por deuda; enojarse por enfadarse; emartar (la aguja) por enhebrar; enterar por entregar; esculcar por registrar; expandir por extender; festinar por apresurar; frijol por habichuela o judía; fundir por arruinar; gritadera por griterío; hambreado por hambriento; hechizo (hecho a mano); machucar por machacar; ocurrir por acudir; oreja (de vasija) por asa; postergar por aplazar o diferir; prieto por moreno; recibirse (tomar un grado académico); renco por cojo; resfrío por resfriado; retobado por rezongón; rezago por atraso; sancochar (cocer a medias); sobajar por maltratar; temblor por terremoto; torzón por cólico; trastabillar por tambalear; tusar por trasquilar; valija por maleta; zonzo por tonto.
Juan M. Lope Blanch da algunos ejemplos del caso contrario: vocablos que en Hispanoamérica se considerarían arcaísmos, pero en España no (“El supuesto arcaísmo del español americano”, Anuario de Letras. Lingüística y Filología, vol. 7, 2013):
Candela (Andalucía), fundo (Asturias), alifafes (La Mancha y Madrid), memorias ‘recuerdos, saludos’ (Andalucía, Navarra, Asturias), y porque en la misma norma madrileña se siguen empleando comúnmente “arcaísmos” tan evidentes como estafeta de correos (¡en la era de los jets!), o afeitarse (como si los hombres de hoy en día siguieran usando afeites, a imitación de sus antepasados de hace dos o tres siglos), o acordar algo (como en la época del Cid) o como estanco y otras cosas por el estilo.
Así pues, aunque en un sentido estricto el significado de arcaísmo hace referencia a vocablos o construcciones que ya no se usan (absolutos), puede ser que en algunas regiones aún se empleen, pero en otras no (relativos).
Algunos ejemplos de arcaísmos absolutos (que ya no se emplean en ninguna variedad del español) son abolorio, por abolengo; castel por castillo; babilón con el sentido de ‘torpe, bobo’; devisar como ‘contar, referir’; fabla con los significados ‘habla’, ‘fábula’ y ‘confabulación’ (Enrique Jiménez Ríos, Variación léxica y diccionario: de los arcaísmos en el diccionario de la Academia, Iberoamericana: Madrid, 2001; en línea: https://dokumen.pub/variacion-lexica-y-diccionario-los-arcaismos-en-el-diccionario-de-la-academia-9783865278463.html); azutea ‘azotea’, tentoríos, que no se registra en diccionarios, pero significa “tabernáculos y tiendas de campo que se arman de velas y lienzos encerados, para el reparo de los soles y abrigo de los fríos y tempestades. Se colocaban ídolos dentro”, de acuerdo con el Glosario de arcaísmos, de Guillermina Vázquez; en línea: https://historicas.unam.mx/publicaciones/publicadigital/monarquia/volumen/07/miv7042.pdf).