El Diccionario de mexicanismos, de la Academia Mexicana de la Lengua, en su edición de 2010 consignaba dos acepciones para la locución hasta las manitas:
hasta las manitas. Locución adjetiva, coloquial/festiva. Referido a alguien, muy borracho: “Rogelio se puso hasta las manitas en el brindis”. || 2. Referido a un lugar, saturado de personas, vehículos u objetos: “El Zócalo está hasta las manitas de gente, ni vayas”.
Para la segunda edición de 2022, el Diccionario de mexicanismos: propios y compartidos, de la Academia Mexicana de la Lengua, sólo consigna la primera acepción: Hasta las manitas. Locución adjetiva. ‘Referido a persona, intoxicada con alguna sustancia, generalmente alcohólica; hasta la madre’. La eliminación de la acepción para referirse a un lugar saturado se explica por su escaso uso en la actualidad. No obstante, es con este sentido que se comenzó a emplear esta expresión a mediados de siglo XX: Eso fue en el “Olimpic” de Los Angeles, por cierto que estaba el local “hasta las manitas” (lleno a reventar) [Raúl Talán, En el 3er. round, México, 1952]; ¡Con un rato que esta agua no pare, se llenan las presas hasta las manitas! [Rosa de Castaño, La sequía, 1957]; o para nombrar a una persona ocupada en exceso o saturada: Ella corrió desalada a las habitaciones interiores. Viéndola tan diligente, Diego se entristeció. “Está hasta las manitas” se dijo con envidia [Rubén Salazar Mallén, La iniciación, 1966].
El origen de dicha locución se remonta al siglo XIX, cuando el pulque y el aguamiel se transportaban en odres o corambres, que eran recipientes de cuero de cerdo que pasaban por un proceso donde se cortaba la cabeza del animal, dejando en la parte alta las manitas. Estos recipientes conservaban prácticamente todo el cuerpo del animal incluyendo las extremidades, por lo que el odre se llenaba hasta las manitas:
[En] el proceso de preparación de un pellejo para contener vino (corambre) […]. En primer lugar, se procede a la elección de la res […] A continuación, la res se desuella y se procede a sacar entera la piel del animal, sin más cortes que los del cuello, patas a la altura del codo y “turmas”, en el caso de que sea macho. […] Labrada la piel, se ataban las “garrillas”, que son las patas delanteras cortadas a la altura del codo […] (Enrique Gómez Lacort y Manuel German Iglesias García, “Boteros artesanía del corambre”, Revista de Folklore, núm. 52, 1985).
Los testimonios fotográficos documentados dejan ver esta práctica desde finales del siglo XIX y durante toda la primera mitad del siglo XX: https://mediateca.inah.gob.mx/repositorio/islandora/search/catch_all_fields_mt%3A(odres%20pulque)
Acerca del transporte del pulque en odres y el origen de la locución hasta las manitas, Rafael Olea Franco en su libro Un pulque literario: a la sombra de las pencas del maguey (México: El Colegio de México, 2022) explica:
[…] cuando el líquido se transportaba, por medio de burros y mulas, dentro de odres hechos de diferentes y muy bien cosidas pieles animales, entre las cuales destaca la del cerdo. Elaborar estos contenedores naturales era todo un arte, desde el desollamiento del animal para no rasgar la piel, hasta el cosido de ésta con el más resistente hilo. Al final, este contenedor natural reproducía la imagen del animal, sin la cabeza, pero sí con las extremidades […] Así pues, el líquido se vaciaba hasta en las extremidades de la piel del animal, es decir, las manitas; de ahí proviene la expresión popular “andar hasta las manitas”, usada para calificar el grado máximo de intoxicación alcohólica de un bebedor.
De lo anterior puede dilucidarse que el proceso de extensión metafórica de la expresión hasta las manitas fue el siguiente: del odre de puerco henchido de pulque hasta las extremidades se derivó su uso para un espacio colmado o abarrotado, para después abarcar también a los seres humanos saturados o excedidos de o por algo y, finalmente, dentro de este grupo —y gracias a la asociación inicial de la expresión hasta las manitas con las bebidas alcohólicas— se especializó para designar a una persona congestionada de alcohol o alguna sustancia a mediados del siglo XX: Ese día, de puro gusto, me puse de mezcal hasta las manitas [Xavier Vargas Pardo, Céfero, México: Fondo de Cultura Económica, 1961]; Bebieron hasta las manitas, como antes. [Edmundo Valadés, Antípoda, México: El Unicornio, 1961].
Finalmente, cabe apuntar que la locución hasta las manitas se puede acompañar por diversos verbos, como estar, venir, beber, ponerse, entre otros: Júbilo regresó a su trabajo, no sin antes irse a la cantina, a ponerse “hasta las manitas” [Laura Esquivel, Tan veloz como el deseo, Barcelona: Plaza y Janés, 2001]; ¡Yo ya estoy hasta las manitas! [Hugo Salcedo, «DOS A UNO». Obras en un acto, México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes; Centro Nacional de las Artes, 2002]; aquí sólo mis chicharrones truenan, dice, e insiste en que va a pagar la cuenta aunque se gaste toda su gratificación (tiempo de austeridad), aceptamos, aceptamos resignados y bebemos y bebemos hasta las manitas. [Margo Glantz, El rastro, Barcelona: Anagrama, 2002].
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