Un trol, según consigna el Diccionario de la lengua española (DLE), de la Real Academia Española, es un ser maligno de la mitología escandinava que habita en bosques o grutas. Esta voz proviene del noruego troll, que significa ‘ser sobrenatural’.
De este primer significado, se deriva una segunda acepción, también registrada en el DLE: ‘en foros de internet y redes sociales, usuario que publica mensajes provocativos, ofensivos o fuera de lugar con el fin de molestar, llamar la atención o boicotear la conversación’. El diccionario añade que este uso proviene “del inglés troll, y éste derivado de to troll ‘merodear’, ‘pescar al curricán’, ‘trolear’, con influencia de troll ‘trol’ [en su primera acepción]”.
A partir del trol de las redes sociales se derivó el verbo trolear, que el DLE define como ‘en foros de internet y redes sociales, publicar mensajes provocativos, ofensivos o fuera de lugar con el fin de boicotear algo o a alguien, o entorpecer la conversación’ y ‘burlarse de alguien gastándole una broma, generalmente pesada’.
Según el artículo “The Trolls Among Us”, de Mattathias Schwartz, el término fue acuñado por usuarios del internet a finales de la década de 1980. Este artículo señala que los trols hacían preguntas tontas o hacían comentarios malintencionados para ver quién caía en la provocación. Los usuarios más experimentados sabrían identificarlos y dejarlos pasar, mientras que los novatos cederían ante la provocación y les responderían en la discusión.
Actualmente la palabra se sigue empleando y ha formado frases como ejército de troles o granja de troles, para referirse a grupos organizados de usuarios que buscan atacar una cuenta en particular, difundir cierta información, darle visibilidad a un tema, etc.:
Estas cibermilicias actúan a través de los numerosos recursos que disponen para crear mensajes falsos y automatizar su difusión mediante perfiles falsos en medios sociales. Son ejércitos de “trolls” (usuarios con identidades inventadas que publican mensajes provocadores y falsos).
(J. M. Sánchez, “Granjas de ‘trolls’…).
Generalmente estas palabras se usan con un valor negativo: “Entre los usos considerables cuestionables, ilícitos o incluso ilegales, la lista es larga: envío de amenazas, insultos, chantajes, calumnias, mentiras dañinas y un largo etcétera (incluyendo “fastidiar a la competencia” y hacer el troll como deporte de moda)” [“Anonimato Internet: usos, abusos y falacias”, www.microsiervos.com, 2005; CORPES]; “¿Cómo se hace conocido uno? Como lo hice en la lista de comics, «troleando». Entonces me volví troll. Me metía a los blogs ajenos y decía cualquier cosa, vomitaba o «echaba» a alguien, me metía en guerritas” [Manrique, Una alucinación consensual. Redes sociales, cultura y socialización en internet, Lima: Fondo editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 2016; CORPES]. Sin embargo, puede también usarse en contextos positivos: “Te invitamos a formar parte de nuestro ejército de troles (trolas, trolos y troles) para responder a los discursos de odio y difundir mensajes de amor🥰, respeto e igualdad” (Federación Argentina LGBT+, @falgbt, Instagram, 16/05/2024).
En español se documentan tanto las grafías troll y trollear como trol y trolear. Es más recomendable el uso de las formas adaptadas, pues así se corresponden la escritura y la pronunciación de la palabra: trol, trolear.
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