Minucias del lenguaje - José G. Moreno de Alba, publicadas por el FCE.
Minucias del lenguaje - José G. Moreno de Alba, publicadas por el FCE.
EN SU Vocabulario de mexicanismos don Joaquín García Icazbalceta incluye la voz cemita, y la define como 'acemita', 'pan hecho de acemite'. Cita un pasaje de Astucia: "estaba listo el almuerzo al estilo de arriero... un jarro de atole y cemitas".
        Aun cuando el autoservicio ha hecho que paulatinamente se pierdan los nombres tradicionales del pan, todavía se emplea en México la voz cemita (a veces escrita con s: semita) y, aunque con variantes regionales, su significado es más o menos el que transcribe Santamaría: 'cierto pan común con apariencia de estar hecho con flor de harina en piezas discoideas, delgadas'.
        La voz cemita puede considerarse un arcaísmo del español americano, dado que, por una parte, es hoy inusual en España (en el DRAE aparece acemite, en su acepción cuarta, 'flor de harina', como anticuada); y, por otra, permanece vigente este vocablo de origen árabe en nuestro continente (hay registros para Argentina, Bolivia, Colombia, El Salvador, Guatemala...). El que la voz es antigua queda probado por su presencia en obras de lexicógrafos de principios del XVII (como Aldrete y Covarrubias, por ejemplo).
        En la evolución de la palabra se pueden observar interesantes fenómenos no sólo fonéticos sino también morfológicos. En primer lugar, hay un cambio de género en la palabra, de masculino a femenino, mediante la permutación de la -e final por -a (el acemite: la acemita). En seguida, seguramente por influencia de la a del artículo femenino, se elimina la a- inicial (la acemita: la cemita). Finalmente, el cambio más curioso: después de las modificaciones operadas en la palabra, ésta apareció a los ojos (y, sobre todo, a los oídos) de los hablantes, por el fenómeno conocido como etimología popular, como un diminutivo, y equivocadamente se interpretó la terminación -ita (procedente de -ite) como sufijo análogo al que se da en voces como cas-ita. Ello permite explicar que del seudodiminutivo cemita se pase a cema, suprimiendo la terminación.
        Como se ve, la historia de una palabra puede ser bastante complicada. En este ejemplo, en el que no se explicaron los diversos cambios semánticos que tiene el vocablo en cada uno de los dialectos en que se conserva, sino sólo su evolución fonética y morfológica, una palabra como cema debe verse como el producto final de un largo proceso: acemite-acemita-cemita-cema.

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