HACE MUCHOS AÑOS, don Rafael Lapesa, el mejor historiador de la lengua española, calificó al español en América de neotérico, queriendo explicar que, a su juicio, suele adaptarse más rápidamente que el europeo a las necesidades que se van presentando. Creo que uno de los mecanismos más eficaces que suelen emplear los hablantes para ese propósito, para nombrar cosas nuevas, es la formación de voces derivadas. En la gran variedad de sufijos derivativos y en la novedosa manera de relacionarlos con raíces preexistentes puede verse una peculiaridad innovadora del español americano.
En América, por ejemplo, o en México al menos, distinguimos muy convenientemente profesional y profesionista, este último vocablo referido sólo a personas. No se trata muchas veces de voces recientes, sino que estando documentadas en buena literatura mexicana, en ocasiones desde hace más de 100 años, siguen todavía ausentes del DRAE.
Ya en 1896, Félix Ramos y Duarte, en su interesante Diccionario de mejicanismos, anotaba la voz cirquero, con el sentido de 'acróbata', como propia del Distrito Federal. Pocos años más tarde, en 1899, en el Vocabulario de mexicanismos de Joaquín García Icazbalceta (publicado por su hijo Luis García Pimentel) se define cirquero como 'individuo de una compañía de circo' y, a diferencia de Ramos, se aclara que se da especialmente este nombre a 'los que ejecutan ejercicios ecuestres'. Proporciona el ilustre polígrafo varios testimonios, entre ellos uno de Luis G. Inclán ("aprovechando la casualidad de estar allí unos cirqueros", en el primer tomo de Astucia, publicado en 1865).
La voz cirquero(a) sigue hoy plenamente vigente en el español mexicano y con ella aludimos precisamente al 'individuo que trabaja en un circo', sin que se especifique si es éste un acróbata o un caballista, un malabarista o un equilibrista; aunque, en efecto, un cirquero parece identificarse más con 'acróbata', pues un domador de fieras o un payaso no son precisamente cirqueros.
El DRAE sólo consigna el vocablo circense con el significado de 'lo relativo al circo'. En México ciertamente conocemos y empleamos ese adjetivo, pero no referido a personas, restricción que -me parece- también opera en el español europeo: espectáculo circense pero no *Juan es circense. Como se ve, el español mexicano hace mucho creó una nueva voz, cirquero, que ha resultado útil pues permite designar una ocupación, a la cual, de otra manera, sólo podría aludirse mediante construcciones perifrásticas ("que trabaja en un circo", por ejemplo).