Minucias del lenguaje - José G. Moreno de Alba, publicadas por el FCE.
Minucias del lenguaje - José G. Moreno de Alba, publicadas por el FCE.
DEBO CONFESAR que, en más de una ocasión, cuando se me ha preguntado cuál palabra recomendaría, si fláccido o flácido, en ningún momento dudé y, sin consultar diccionario alguno, he opinado siempre que sólo la voz flácido es la correcta y que fláccido me parece si no precisamente incorrecta desde luego sí chocante al oído. Lo mismo vale para flacidez/flaccidez. Debo reconocer también que para llegar a tal determinación no me guiaba otra cosa que la intuición y, sobre todo, el que siempre he oído las voces con una sola c y así las he visto escritas siempre.
        Grande fue mi sorpresa cuando, hace poco, al querer confirmar si yo tenía razón, acudí para ello al DRAE en su versión de 1970 (la decimonovena edición), y me encontré con que no sólo no aparecía la voz flácido sino que además se proponía como única correcta fláccido (con doble c). Sin embargo me tranquilicé cuando al revisar la vigésima edición del léxico de la Academia (de 1984), constaté que ya tenía allí cabida la voz flácido, aunque sólo como segunda opción, ya que el vocablo así escrito traslada al lector a la entrada fláccido, donde aparece la definición de la voz, es decir que se sigue recomendando el uso de la doble c, pero al menos no se reprueba ya la palabra flácido.
        Pero lo que verdaderamente me dio mayor confianza para seguir empleando la voz flácido, con una sola c, fue la reciente relectura del volumen III de Buenas y malas palabras en el castellano de Venezuela del gran filólogo Ángel Rosenblat, en uno de cuyos artículos, con su habitual maestría, da una verdadera lección sobre este asunto. Resumo de manera sucinta sus ideas: 1) el latín flaccidus produce lacio en español; 2) en el siglo XIX, como voz técnica de carácter médico ingresa nuevamente el latinismo, pero siempre adaptado con una sola c (flácido); 3) así se consigna en buen número de diccionarios españoles e hispanoamericanos del siglo XIX; 4) la Academia, con gran retraso, incorpora en su Diccionario la voz en 1914 y con doble c (fláccido); 5) Rosenblat aclara que la voz común, en España y en América, es flácido, con una sola c, y se pregunta si en un futuro la Academia no procederá como en otros casos análogos: si primero sólo aceptaba accelerar y accento, hoy sólo documenta acelerar y acento.
        La muerte impidió al gran maestro venezolano constatar que, en efecto, la Academia acabaría incorporando la voz que usa todo el mundo (flácido). Ahora falta, a mi ver, que decida suprimir el vocablo fláccido, que nadie (o casi nadie) usa actualmente.

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