SAMUEL GILI GAYA, en un conocido artículo ("El lenguaje de la ciencia y de la técnica") explicó hace varios años que con no poca frecuencia voces populares pasan a formar parte de un léxico más o menos especializado. Ponía como ejemplo el de la voz coyuntura, que de su significado original ('articulación o trabazón movible de un hueso con otro') pasó a designar, en el lenguaje de los economistas, la situación de los factores económicos en un momento dado.
Es sin embargo mucho más común el proceso contrario, es decir, el que voces técnicas pasen al acervo del vocabulario general de la lengua. Aquí los ejemplos pueden ser mucho más numerosos: véase la multitud de voces que, siendo en principio exclusivas de la jerga médica, son hoy empleadas por todo mundo: penicilina, vacuna, infección, epidemia, vitamina, neuralgia...
No pocas veces, además, los tecnicismos adquieren en el habla general significaciones figuradas que dan muestra de la intensidad con que las ciencias influyen en el modo de pensar del hombre moderno: incógnita (de una situación política), cristalizar (un acuerdo), célula (del partido comunista), embrión (de una idea), crisol (de la conducta), etcétera.
Creo que algo semejante está sucediendo, al menos en el español mexicano, con la voz instancia. Entre las diversas acepciones que de este vocablo registra el DRAE, la más usual, sin duda, es la que se refiere al campo del derecho, en el que instancia es 'cada uno de los grados jurisdiccionales que la ley tiene establecidos para ventilar y sentenciar'. Es, con este sentido, un tecnicismo jurídico. Ahora bien, cada día se oyen con más frecuencia expresiones en el habla cotidiana en las que instancia adquiere un sentido diferente del que le da la ciencia del derecho. En sentido figurado, se emplea este término para señalar de manera jerárquica diversas entidades que deben resolver determinado asunto: "si la comisión dictaminadora no resuelve el asunto, debe pasarse a la siguiente instancia, el consejo técnico". Como se ve en el ejemplo anterior, la palabra instancia sigue empleándose para aludir a ciertas 'jurisdicciones', así pertenezcan éstas sólo a la legislación universitaria.
Sin embargo, en una expresión como "el Departamento de Asuntos Escolares es la instancia a la que compete inscribir a los estudiantes", el vocablo instancia, obviamente, no tiene el significado que como término técnico posee la voz en boca de los abogados. Me parece que los hablantes, particularmente en las jergas administrativas, hacen uso de la palabra instancia para aludir simplemente a una oficina, a un despacho, que tiene ciertas funciones específicas, o quizá se emplee el término precisamente para recalcar el carácter exclusivo que tal oficina tiene para ciertas funciones: "es la instancia a la que compete": sólo ella tiene esas funciones. De lo que no cabe duda es de que, como en los ejemplos transcritos arriba (cristalizar un acuerdo), la voz instancia, tomada del vocabulario jurídico, al pasar al léxico general sufre un evidente desplazamiento de significado del que tal vez debieran dar cuenta los diccionarios.