Minucias del lenguaje - José G. Moreno de Alba, publicadas por el FCE
Minucias del lenguaje - José G. Moreno de Alba, publicadas por el FCE
LA CASI TOTALIDAD de nahuatlismos del español actual, tanto del mexicano como del general, muy explicablemente aluden a realidades americanas o mexicanas, como, por ejemplo, de la fauna: ajolote, coyote, mapache, quetzal…; de la flora: aguacate, cacahuate, cacao, chayote, chile, nopal, tomate…; de la comida: atole, enchilada, guacamole, mole, tamal, pozole, totopo…; de bebidas populares: mezcal, pulque, tepache, tequila; de los enseres domésticos: petate, comal, metate, chiquihuite, jícara…
        Llaman por ello la atención tres nahuatlismos cuyos significados aluden directa o indirectamente a realidades que, de forma lata, llamaré “europeas”, queriendo decir con ello que no existían en América a la llegada de los españoles y que fueron traídas por ellos a estas tierras. Dos de esas voces se relacionan con el concepto ‘leche’. Sabemos que antes de la llegada de los europeos no había en este lado del Atlántico ganado vacuno y que por ello la leche de vaca no formaba parte de la dieta de los antiguos mexicanos. Tampoco hay prueba alguna de que consumieran leche de algún otro mamífero. La palabra jocoque (o jocoqui), según el DRAE usual (ediciones vigésima primera [1992] y vigésima segunda [2001]), procede del náhuatl xococ (‘agrio’) y designa una “preparación alimenticia a base de leche agriada, semejante al yogur”. Antes sólo se había consignado en las ediciones manuales (no usuales) de los años 1927, 1950, 1983 y 1989. En el español mexicano está registrada desde por lo menos el siglo XVII. Hugo A. Mejías (Préstamos de lenguas indígenas en el español americano del siglo XVII, UNAM, México, 1980, p. 80) la halla en documentos de Nueva Vizcaya de 1644: “6 rreales de jocoque y mecatillos”, “1 chicubite con 1 libra de xocoque”. La voz jocoque (y el referente mismo, el producto: ‘leche agria’) sigue viva en el español mexicano actual, en particular en el del centro y norte del país. También aparece en textos literarios:
 
         "Y aquellas tamaladas, señor don Manuel, ya no se encuentran ni en la misma Providencia. Los buñuelos no se hicieron para la piel de los asnos, ni mucho menos para las latas del supermercado. Beatriz insiste en sus reencarnaciones, en que ya se le olvidó el olor del jocoque y en que sólo gusta de la canasta uruguaya" (…) (Arturo Azuela, El tamaño del infierno, Cátedra, Madrid, p. 216).
 
         Jocoque es, pues, un vocablo de origen náhuatl que alude a un producto, la leche, inexistente en el México prehispánico. Es muy probable que el vocablo náhuatl (xococ), antes de la conquista, designara una determinada bebida, ácida seguramente, y después se empleó para llamar a la leche cortada o agria. Birgitta Leander, en su libro Herencia cultural del mundo náhuatl (SepSetentas, México, 1972, p. 210), explica que “entre la clase humilde se acostumbraba tomar una taza de atole en la mañana (…) Algunas veces tomaban también pinole o jocoqui”.
        En el español del centro y quizá del norte de México sigue empleándose, aunque menos que jocoque, el nahuatlismo taninole. No aparece en ningún diccionario académico. Sí se explica en algunos vocabularios de mexicanismos y regionalismos. Por ejemplo, Juan Palomar de Miguel (Diccionario de México, Panorama, México, 1991) sitúa la voz en el campo de la repostería y anota como definición lo siguiente: “Golosina zacatecana consistente en un camote tatemado o en una calabaza cocida, con leche y azúcar o con miel”. Peter Boyd-Bowman, en su libro El habla de Guanajuato (UNAM, México, 1960, p. 294), describe el taninole simplemente como ‘calabaza revuelta con leche’, aunque aclara que la voz tiene en el lenguaje de la agricultura otro significado: ‘basura o desecho del frijol’. Recuerdo que en Aguascalientes, hace muchos años, no sé si todavía hoy, para preparar el taninole se raspaba la pulpa de una calabaza en tacha o simplemente cocida, se ponía ésta en un plato hondo, se agregaba la leche y se mezclaba. Taninole es, entonces, otro nahuatlismo que, como jocoque, alude a un producto, la leche, inexistente en la alimentación del México prehispánico.
        Tololoche, vocablo de origen náhuatl, empleado en el español mexicano, procede, según Francisco Santamaría (Diccionario de mejicanismos, Porrúa, 1959), de tololontic (‘redondo’) y, por su significado, equivale al “contrabajo de cuerda”. El contrabajo y, en general, los instrumentos de cuerda llegaron a México procedentes de Europa. Es probable, por otra parte, que con el vocablo tololoche se aludiera a un contrabajo fabricado ya en México:
 
        "Por floreciente que fuera el comercio musical de España hacia México, difícilmente la producción europea de instrumentos podía satisfacer la demanda que por ellos había en la Nueva España. Así, gracias a una habilidad manual ancestral, en el México del virreinato comenzaron a surgir talleres de laudería en que se fabricaban muchos de estos instrumentos, especialmente los requeridos por el gusto popular: tambores, trompetas e instrumentos de cuerda. El contrabajo, por ejemplo, adquirió desde el siglo XVII gran difusión con el nombre de tololoche” (Jas Reuter, La música popular de México, Panorama, México, 1980, p. 609).
 
         Sabemos que en los primeros tiempos de los descubrimientos y las conquistas era frecuente el fenómeno de expresar con palabras españolas, casi siempre con notable distorsión, realidades americanas, para las que existía una denominación precisa en la lengua indígena. Llamaban, sea por caso, lagarto al caimán, tigre al jaguar, león al puma, pavo al guajolote, cuervo al zopilote, zorro al aguará, pimiento al ají o chile, redes de algodón a las hamacas, culebra o sierpe a la iguana, etc. En otros casos se da una mejor sinonimia, aunque siempre persisten imprecisiones: es el caso, por ejemplo, de ortiga por chichicascle, almuerzo por itacate, babosa por tlaconete, cesto por colote, abejorro por jicote, zapapico por talache, cobija por tilma, cargador por mecapalero… También hay casos en que la sinonimia parece resolverse a favor de la lengua indígena: cempasúchil mejor que flor de muerto, jacal mejor que choza, tecolote mejor que lechuza o búho, zacate mejor que hierba o pasto, Todas estas palabras, ya sean españolas, ya sean nahuatlismos, hacen referencia a realidades americanas que pueden expresarse por medio de una voz española o de un nahuatlismo. Lo interesante de voces de origen náhuatl como jocoque, taninole y tololoche es que aluden, al menos parcial o indirectamente, a realidades europeas. Hay otros nahuatlismos, mejor conocidos y de mayor empleo entre los mexicanos, que también parecen hacer referencia a realidades no precisamente americanas: machote por forma o esqueleto (‘formulario’), papalote (de papalotl, ‘mariposa’) por cometa, cuico (de poco empleo hoy) por policía…

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