Minucias del lenguaje - José G. Moreno de Alba, publicadas por el FCE
Minucias del lenguaje - José G. Moreno de Alba, publicadas por el FCE
ME LLAMÓ HACE TIEMPO la atención oír, en boca de un locutor de radio, una curiosa pronunciación que puede ser de utilidad para que el profesor de fonética explique ciertos fenómenos propios del español mexicano. En relación con alguna industria o algo parecido, dijo el comentarista que Fulano de Tal había sido un verdadero peonero (con las vocales e, o formando hiato).
        Existe ciertamente en español la palabra peonero, pero es un arcaísmo no usual que significa 'soldado de infantería'. Lo que el locutor quería decir era pionero, palabra que procede del francés pionnier, y que primeramente significa 'persona que inicia la exploración de nuevas tierras' y, por extensión, 'quien da los primeros pasos en alguna actividad humana'.
        Lo que me interesa destacar es el hecho de que esa persona haya convertido en hiato (peonero) lo que evidentemente es un diptongo (pionero).
        Fenómenos como éste se conocen en filología como ultracorrecciones y, a juicio de los estudiosos, denotan generalmente que el hablante que incurre en ellos pertenece a un dialecto donde lo común es precisamente el fenómeno contrario. Así, por ejemplo, si alguien dice *bacalado por bacalao, puede deducirse que en su lugar de origen hay una tendencia a eliminar la -d- intervocálica (cansao por cansado).
        En efecto, volviendo a nuestro caso, el español mexicano se caracteriza por la tendencia a convertir los hiatos en diptongos (fenómeno también conocido como sinéresis). Este rasgo aparece desde las primeras descripciones más o menos científicas de la lengua española en México.
        Así, en 1886 don Joaquín García Icazbalceta ("Provincialismos mexicanos", Memorias de la Academia Mexicana, III, p. 185) anotaba:
        
“General es la dulzura y suavidad del habla, particularmente en el sexo femenino; y tanta, que si en unos sujetos es agradable, en otros llega a ser empalagosa. No sé si la exageración de esta cualidad o la constelación de la tierra, que influye flojedad, nos hace tan amigos de la sinéresis; porque, a lo menos entre nosotros, es más suave y cuesta menos trabajo pronunciar leon, que le-ón; páis, que país; oido que o-í-do; cre-ia, ve-ia, que cre-í-a, ve-í-a.”
        
        Este tipo de observaciones se van a repetir en estudios posteriores, hasta nuestros días.
        Por tanto, si en México una persona, por evidente ultracorrección, pronuncia peonero por pionero (y no faltará quien diga *cameón por camión), puede casi asegurarse que persiste (y predomina) aquí la tendencia contraria, es decir a la diptongación de los hiatos, a la sinéresis (tiatro por teatro, pior por peor).

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