Minucias del lenguaje - José G. Moreno de Alba, publicadas por el FCE
Minucias del lenguaje - José G. Moreno de Alba, publicadas por el FCE
LA SEGUNDA PERSONA del singular del pretérito de indicativo del verbo venir, en el español mexicano actual, tiene al menos cuatro maneras de expresarse: venistes, veniste, vinistes, viniste. Digo al menos porque, cada vez más desusado, aún pervive en algunas hablas rústicas la forma venites.
        Sin referirme a lo correcto y lo incorrecto, sino simplemente a lo normal en el español culto medio, es evidente que las formas con -s son rechazadas por el hablante medianamente culto, no sólo en el verbo venir sino en cualquier otro. No cabe duda empero de que son un tanto frecuentes en los registros de habla popular, y vienen a ser un buen ejemplo del fenómeno, en este caso morfológico, que los lingüistas conocen con el nombre de analogía.
        Si se analiza el paradigma de la conjugación española, se observa que todas las segundas personas de los tiempos verbales terminan en -s (cantas, cantabas, cantarás, cantes, etc.), con excepción precisamente de la correspondiente al pretérito de indicativo (cantaste). Todo permite suponer que, desde el mismo latín vulgar, se tendió a igualar todo el paradigma, añadiendo a cantaste una -s (cantastes), de carácter analógico y no etimológico. Sin embargo, esta modificación, no se acepta hoy, por hablantes de cultura media.
        Ahora bien, en cuanto a la oposición veniste/viniste, me parece que resulta más comprometido aún hablar no ya de lo correcto y lo incorrecto, sino aun de lo normal. Prefiero en este caso referirme primeramente a lo etimológico. En latín clásico la forma correspondiente era venisti, que debería producir en español veniste. Pero de nuevo la analogía interviene y, desde los más antiguos tiempos, se da la forma viniste.
        Aquí la analogía opera en razón de las formas de pretérito: en veni, la i larga final inflexiona (cierra en un grado) la e tónica, produciendo vine; vinimus produjo primero la forma viniemos y después vinimos; finalmente venerunt dio vinieron. En resumen, estas tres personas con i (vine, vinimos, vinieron) atrajeron a sí a las otras tres que tenían una e etimológica (veniste=viniste, veno=vino, venisteis=vinisteis) y hoy, según esta explicación histórica, la forma normal es con i en todas las personas.
        Esto, en el español mexicano, se respeta por lo general sólo en tres de las formas y en otras dos se usa la e. Así, me parece que lo más común es conjugar el pretérito de venir de la siguiente forma: vine, veniste, vino, venimos, vinieron, con la obvia omisión de vinisteis (o venisteis), que no se usa.
        El que se diga veniste tiene el dudoso apoyo de una primitiva etimología previa a los ajustes analógicos, pero la forma venimos carece de explicación etimológica o analógica. Para terminar, juzgo que, si en época temprana, el sistema ajustó todas las formas del pretérito de venir con una i en la primera sílaba, conviene conservarlas así y no crear un tiempo verbal morfológicamente híbrido. No por ser más correcto, sino por ser más sistemático, es recomendable conjugar el pretérito de venir de la forma siguiente: vine, viniste, vino, vinimos, vinisteis, vinieron.

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