Minucias del lenguaje - José G. Moreno de Alba, publicadas por el FCE
Minucias del lenguaje - José G. Moreno de Alba, publicadas por el FCE
ES INTERESANTE OBSERVAR los esfuerzos que ciertos normativistas españoles hacen por demostrar la supuesta propiedad del empleo de la doble preposición a por en casos como "voy a por ella" (es decir, 'voy a buscarla'). Más o menos los mismos argumentos son empleados, entre muchos otros, por estudiosos como Manuel Seco (en su Diccionario de dudas y dificultades de la lengua española) o por Leonardo Gómez Torrego (en su Manual de español correcto) y repetidos en manuales de estilo como el del diario español El País.
        Dos son las principales razones que, según ellos, explican la conveniencia del empleo de a por. La primera tiene que ver con la ambigüedad que tiene una expresión como voy por ella, en la que puede entenderse tanto 'voy a causa de ella' cuanto 'voy a buscarla'. Diciendo "voy a por ella" la ambigüedad desaparece, pues sólo puede entenderse 'voy a buscarla'. Me parece que el argumento es discutible. Juzgo que una de las características de toda lengua natural es la ambigüedad, presente en infinidad de expresiones, en las que pueden intervenir elementos léxicos de varios significados ("me siento bien", de sentarse y de sentirse), partículas gramaticales homónimas ("La crítica de Juan fue eficaz", ¿la que hizo Juan?, ¿la que le hicieron a Juan?), etc. Incluso una expresión tan elemental como "compré un libro" es ambigua: ¿un libro (en particular) o un libro (en general)? A pesar de esta ambigüedad, presente en cualquier texto hablado o escrito, nos entendemos perfectamente gracias al contexto. Si pretendiéramos evitar a toda costa la ambigüedad, estaríamos pretendiendo construir una lengua no natural, como el lenguaje matemático, por ejemplo. Una ambigüedad como voy por ella (¿a causa de ella?, ¿a buscarla?) no es sino una entre miles, que desaparecen gracias al contexto o a la situación comunicativa.
        El segundo argumento me parece igualmente débil. Se dice que el grupo a por es correcto porque no es el único caso de agrupamiento de dos preposiciones: de entre, por entre, para con, etc. Podría responderse diciendo que en efecto existen otras combinaciones de preposiciones, pero ello no quiere decir que todas las preposiciones puedan combinarse o se combinen en los idiolectos de la mayoría de hablantes.
        Me extraña que no se utilice empero un tipo de razonamiento mucho más válido, a mi manera de ver. Sería un argumento de naturaleza dialectal: se recomienda, en España, el empleo de la combinación a por porque la mayoría de los hablantes españoles la emplea. Es un asunto de norma, en cuanto suma de hablas. Pertenece a la norma española el empleo de a por en enunciados del tipo de "voy a por ella". De la misma manera, podría recomendarse su no empleo en México no porque sea precisamente impropio, sino simplemente porque no pertenece a la norma del español mexicano.
        Hace más de 20 años el respetado gramático Samuel Gili Gaya escribía, en su Curso superior de sintaxis española (§ 186) que, según la Academia, aunque en español no es infrecuente que una preposición se una a otra para expresar una gran variedad de relaciones ("salió de entre unas breñas", "se molesta hasta con sus amigos") e incluso que se lleguen a unir tres ("hasta de con sus padres fueron a buscarlo"), "la preposición a no se antepone a ninguna otra", y por ello califica de solecismo vulgar el a por... Inmediatamente después el estudioso español explicaba que esa preposición a (característica de los verbos de movimiento) aparece en esa combinación debido tal vez al cruce de dos construcciones habituales: voy a tu casa y voy por agua, lo que produciría voy a por agua. Reconoce empero que, a pesar de ser usual en la lengua hablada, no puede recomendarse la combinación de a por, "que es, en efecto, de empleo muy poco frecuente en la lengua literaria y entre personas cultas".
        Ignoro si hoy en España este uso ha invadido la lengua literaria, aunque supongo que no. Creo sin embargo que cada vez es más común en lengua hablada y no sólo entre el pueblo sino también entre personas cultivadas. Dos síntomas de ello podrían ser el hecho de que hace algunos años varios profesores madrileños de gramática defendieran, conversando conmigo, como empleo enteramente propio el a por, y también el que una gramática, dirigida a no hispanohablantes, de muy buena calidad por otra parte (J. Borrego, J. Ascencio, E. Prieto, Temas de gramática española, Salamanca, 1982, p. 219), explique la construcción sin señalarla como no recomendable: "hoy es muy frecuente que por con este sentido [finalidad] vaya precedido de la preposición a: 'salí a por tu padre'.
        Quise referirme a este asunto para que se tome como ejemplo, a mi ver muy ilustrativo, de que el español, que con justa razón se considera como una de las lenguas menos diferenciadas (a pesar de su enorme extensión geográfica), tiene sin embargo su propia personalidad en los diversos territorios, sin perder obviamente su unidad sustancial, y ello no sólo gracias a un léxico peculiar sino que también se observa en las llamadas estructuras lingüísticas más profundas (fonología y gramática, sobre todo). El ejemplo traído hoy a cuento tiene que ver, es obvio, con la gramática, no es un simple asunto de vocabulario sino de funcionamiento sintáctico. Pues bien, lo que en Madrid, metrópoli por infinidad de razones importantísima en el mundo hispánico, puede ser de empleo cotidiano ("voy a por agua") es absolutamente inusual en la ciudad de México, otra de las grandes urbes en que se habla español. No es mi interés señalar si la construcción es correcta o incorrecta, propia o impropia (reflexión que, por otra parte, pierde mucho sentido cuando la mayoría de hablantes de determinado lugar se ha unificado en su uso), sino más bien presentarla como un interesante caso de diferencia sintáctica entre dos importantísimos dialectos del español contemporáneo.

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