Refrán popular, de índole predestinacionista, que se atiene al principio de que la vida de una persona está predeterminada por el destino o los dioses desde siempre. Variantes: "nadie se muere en la víspera, sólo los guajolotes" (F. 12); "nadie se muere la víspera, excepto los guajolotes" (F. 90 y 122).