Refrán meteorológico, de origen ranchero y de índole predestinacionista, que asienta que si ya está establecido que el año será bueno y que se ha de levantar cosecha, se levantará aunque no se siembre. Se aplica en situaciones de incertidumbre como una manera de afianzar la convicción tópica de que todo está en manos del destino. Formalmente, pertenece a los refranes condicionales: el primer hemistiquio expresa la condición en tanto que el segundo, donde se esperaría lo condicionado, expresa en forma absoluta que ello sucederá al margen de cualquier otra circunstancia.