Dicho fatalista, muy mexicano, que tiene el mismo sentido que el dicho abajo explicado "todos nuestra cruz tenemos, que a fuerza hemos de cargar, aunque nos lastime el peso". Parte, en efecto, del supuesto de que cada individuo no sólo tiene su destino predeterminado desde antes de nacer sino que ese destino consiste en sufrir o, según el, hablar popular, cargar irremediablemente con su cruz, la cruz que le ha sido asignada de por vida. El dicho, por tanto, se refiere a que si alguien no quiere cumplir con sus destino le vendrán males o cruces peores.