Miércoles, 04 de Marzo de 1992

Ceremonia de ingreso de don Guido Gómez de Silva

Comparte este artículo


Discurso de ingreso:
Los diccionarios de ayer y de mañana

Señor director de la Academia Mexicana,

Señores académicos,

Señoras, señores:

1. La silla I y sus siete ocupantes

La Academia Mexicana fue fundada en 1875, hace 117 años. Desde entonces, la silla número I ha tenido siete ocupantes.

1.1. El primero de éstos fue el primer director de la Academia, José María de Bassoco [1795-1877], que tanto contribuyó a la fundación de esta institución. Gran estudioso de los clásicos latinos y españoles, ilustró a la Academia con sus vastos conocimientos literarios y gramaticales. Fue el único de los siete ocupantes de la silla I que no nació en el siglo XIX (nació en el siglo XVIII).

1.2. El segundo ocupante fue Anselmo de la Portilla [1816-1879], eminente periodista, poeta y prosista de estudios clásicos, fundador de varios periódicos. Estos dos primeros, José María de Bassoco y Anselmo de la Portilla, fueron los únicos de los siete que no nacieron en la República Mexicana (nacieron en España).

1.3. El tercer ocupante fue Ignacio Aguilar y Marocho [1813-1884], moreliano, jurista eminente y escritor elegante, poeta festivo de ingeniosa y sutil ironía. Gran orador político, llegó a ser diputado federal y ministro de Gobernación. Sus epigramas corrían de boca en boca; les recuerdo el que hizo al local que ocupaban los tribunales civiles en la ciudad de México en 1880, y todavía en 1930 —local que había sido expropiado a un convento—:

Con refinada malicia 
dice un letrero dorado: 
"Palacio de la Justicia" 
Y el edificio es... robado. 

1.4. El cuarto ocupante fue Luis Gutiérrez Otero [1840-1908], tapatío, con quien comienza una serie, interrumpida sólo una vez, de personas que ocuparon la silla número I y cuyo apellido paterno empieza por G (Gutiérrez Otero, González Peña, Guisa y Azevedo). Gutiérrez Otero era abogado y enseñó en la Escuela Nacional de Jurisprudencia. De vasta cultura humanística, fue sagaz investigador y escritor vigoroso. Fue diputado y notable orador; sus brillantes discursos en la Cámara eran siempre recibidos con entusiasta aplauso.

1.5. El quinto ocupante fue Emilio Rabasa [1856-1930], chiapaneco. Jurista prominente, fue uno de los maestros más prestigiados de varias generaciones de abogados. Tuvo una larga y brillante carrera política: fue diputado al Congreso de la Unión, senador, gobernador del estado de Chiapas. Escribió cuentos, poemas y estudios de crítica literaria. A cuatro novelas, publicadas en sólo dos años, debe Rabasa su renombre literario — La bola, La gran ciencia, El cuarto poder, Moneda falsa—. Se trata de novelas vigorosas y originales, que aún hoy —más de 100 años después de escritas— son leídas con agrado. Rabasa es uno de nuestros escritores clásicos.

1.6. El sexto ocupante fue Carlos González Peña [1885-1955], jalisciense. Sobresalió en el periodismo, en la novela, en el profesorado. Publicó un Manual de gramática castellana y una Historia de la literatura mexicana. Como periodista se podría considerar heredero de un género en que se distinguieron Manuel Gutiérrez Nájera y Luis G. Urbina —miembro de la Academia este último—. González Peña, escritor cuidadoso del idioma, usa un lenguaje natural y claro, y es fino observador de caracteres, de la manera de vivir y de hablar de la gente.

1.7. El séptimo ocupante de la silla I, el más reciente, fue Jesús Guisa y Azevedo [1899-198], guanajuatense; filósofo y periodista, de estilo vivaz y enérgico, de formación humanística, escritor muy leído.

Guisa y Azevedo estudió en la Universidad de Lovaina, donde el cardenal belga Désiré Joseph Mercier fue precursor del neotomismo, de esa renovación de los estudios tomistas, de los estudios del sistema filosófico y teológico de Santo Tomás de Aquino.

Ese sistema se podría resumir recordando que Santo Tomás enseñaba—en el siglo XIII— que la filosofía y la teología tienen ámbitos separados, que la filosofía busca la verdad mediante la razón, la teología mediante la revelación.

Al regresar Guisa a la patria, se dedicó a difundir en ella los conocimientos que en Lovaina logró allegar.

Cito una oración de Guisa: "El que bien habla y el que bien escribe remoza, hace fresca, amena, olorosa, reciente, pues, la Naturaleza”.

1.8 Para ayudar a esto, a hablar bien, a escribir bien, a afinar el instrumento de la comunicación (y el ser humano generalmente quiere comunicación, quiere hablar, quiere expresarse), se han preparado gramáticas y diccionarios.

2. Los albores de los diccionarios

2.1. El tercer milenio a. C. Los diccionarios más antiguos de que se tienen noticias fueron compilados en tiempos remotos. Sus primeras formas, rudimentarias, nacieron con las primeras civilizaciones de escritura.

Hace poco (1975), se encontraron en Ebla, en la Siria del noroeste, unas 15 000 tablillas del tercer milenio a. C., hacia 2300, entre las cuales había vocabularios bilingües eblaíta-sumerio. Los eblaítas —que hablaban una lengua semítica del noroeste pero escribían en cuneiforme sumerio— tenían relaciones con iranios, anatolios, chipriotas, sumerios y egipcios.

Estos primeros vocabularios, así como muchos que los siguieron, se prepararon para responder a necesidades prácticas de comunicación entre grupos humanos de lenguas diferentes.

2.2. El segundo milenio a. C. Del segundo milenio a. C. se han encontrado listas de palabras egipcias ordenadas en grupos temáticos, del año 1750, y tablillas trilingües sumerio-acadio-hititas de los siglos XIV y XIII.

2.3. El primer milenio a. C. Del primer milenio a. C. han sobrevivido una breve lista de palabras acadias [Mesopotamia central], del siglo VII (época del rey Asurbani-pal); varios glosarios griegos de palabras raras o difíciles de la lengua de Homero y de la de otros poetas, desde el siglo V; igualmente desde el siglo V, diccionarios en sánscrito, entre ellos léxicos de astronomía, de botánica, de medicina; también del primer milenio a. C. hay catálogos de nombres propios; y vocabularios temáticos romanos (por ejemplo, de términos jurídicos).

2.4. Siglo II d. C. En China hubo el Shuôwén jiězì “Diccionario etimológico” (o más literalmente “Explicación de caracteres chinos”, de Xǔ Shén, obra muy extensa, del año 121 aproximadamente, basada en la San cang, lista de caracteres preparada por Li Sî hacia 213 a. C.

3. Los diccionarios en la Edad Media

3.1. No sólo en el primer milenio a. C. sino también en la Edad Media, se sintió en Europa occidental la necesidad de aclarar términos de la lengua literaria, que para muchos pueblos se había vuelto bastante distinta de la que usaban en la conversación. Para esto, se ponían en los manuscritos glosas interlineales o marginales, que explicaban las palabras oscuras o difíciles; luego se empezó a juntar estas glosas al final de un manuscrito, y más tarde se reunieron varias de estas listas o colecciones de glosas bilingües en un manuscrito separado —un glosario—.

3.2. Hacia el año 600, Isidorus Hispalensis (Isidoro de Sevilla) escribió una enciclopedia —compilación de los conocimientos de esa época— que él llamó Originum seu Etymologiarum libri XX, y que se ha dado en llamar simplemente "Etimologías"; esta enciclopedia fue, durante unos 1 000 años, la obra de consulta clásica; está ordenada por temas y contiene entre otras muchas cosas un diccionario latino.

3.3. En el siglo X, los musulmanes tenían una teoría lexicográfica muy desarrollada, expuesta en el Fiqh allugha o “Filología”, literalmente= “Conocimiento del idioma”.

3.4. Los diccionarios bilingües medievales fueron primero de una lengua extranjera a la lengua nacional y sólo más tarde de la lengua nacional a una extranjera. Hubo un diccionario árabe-persa en el siglo XI.

3.5. Aunque en Japón ya había un diccionario chino-japonés en el siglo VIII, uno de los primeros diccionarios japonés-japonés es el Iroha jirui shõ compilado por Tachibana no Tadakane entre 1174 y 1181.

3.6. [1225] El gramático inglés John of Garland preparó hacia 1225 una lista de palabras latinas clasificadas por temas y la llamó Dictionarius, primer uso conocido de la palabra, o sea que ella sólo se empezó a utilizar en la Edad Media tardía.

3.7. [1244] Vincent de Beauvais en 1244 dedicó a un glosario una parte de su enciclopedia Speculum maius, “El espejo mayor”.

3.8. [1340] Lo mismo hizo Pierre Bercheure hacia 1340 en su Reductorium, repertorium et dictionarium morale utriusque testamenti.

3.9. Sólo en el siglo XV empiezan los diccionarios que, en vez de traducir de una lengua extranjera a la nacional, van de la nacional a una extranjera, con:

3.10. [1440] el más antiguo diccionario bilingüe inglés-latín, escrito en 1440 por un monje dominico conocido como Galfridus Grammaticus, diccionario llamado Promptorium Parvulorum, “Despensa [o Almacén] para los pequeños”; incluía 12 000 palabras inglesas, casi todas sustantivos o verbos, con sus equivalentes latinos. Al principio era, claro está, manuscrito, pero se imprimió en 1499.

3.11. Y luego empiezan los diccionarios de dos lenguas vivas, como los siguientes:

[1477] el Vocabolista italiano-tedesco, de 1477, y el

[1148] Vocabulary in French and English, de hacia 1483, del impresor inglés William Caxton.

 

4-8. Los diccionarios del Renacimiento

Y llegamos al Renacimiento:

4.1. [1492] Nebrija produce en 1492 su Lexicon latinohispanicurn, y, hacia 1495, el Vocabulario de romance en latín [la palabra diccionario (escrita con una sola c) la usa por primera vez en español Nebrija, en 1495].

4.2. El siglo XVI. En el siglo XVI, se multiplican las listas bilingües y plurilingües de lenguas vivas, destinadas a viajeros y comerciantes, así como combinaciones de una lengua clásica y una moderna.

4.3. Thomas Elyot escribe en 1538 el primer diccionario completo latín-inglés y lo llama Dictionary;

4.4. Robert Estienne publica en 1539 su Dictionaire [tescrito con una sola n] françois-latin;

4.5. en 1571, se publican en México, de fray Alonso de Molina, dos diccionarios bilingües muy completos —el Vocabulario en lengua castellana y mexicana y el Vocabulario en lengua mexicana y castellana; en 1555 estos diccionarios habían tenido un precursor (también de Alonso de Molina), llamado Aquí comienza un vocabulario en la lengua castellana y mexicana;

4.6. en 1573, John Baret publicó el trilingüe An alvearie, “Una colmena”, en inglés, latín y francés;

4.7. en 1598, John Florio prepara el World of words, primer diccionario bilingüe italiano-inglés.

 

5. Diccionarios monolingües

Como se ve por los títulos citados, los diccionarios monolingües fueron en general precedidos por diccionarios bilingües o plurilingües.

5.1. Para encontrar los primeros vocabularios alfabéticos de una lengua moderna, en que se expliquen los términos en La misma lengua, hay que esperar el siglo XVI en Italia y en Francia, el XVII en Inglaterra y en España, y aún más en los demás países.

5.2. Si Dante, o Boccaccio, o Petrarca, hubiesen querido usar un diccionario italiano, habrían tenido que compilarlo ellos mismos (el diccionario italiano de la Accademia della Crusca fue publicado por primera vez dos o tres siglos después de ellos, en 1612). El diccionario francés de la Académie française se publicó primero en 1694, diez años después de la muerte de Corneille y veintiuno después de la de Moliêre; Cervantes, en cambio, habría podido consultar, cinco años antes de su muerte, pero ya aparecida la primera parte del Quijote, el Tesoro de la lengua castellana, de Covarrubias (1611), y Shakespeare, desde los 40 años de edad, habría podido utilizar una especie de pre-diccionario inglés —una lista de 2 500 palabras preparadas por Cawdrey (1604).

5.3. Al principio, los diccionarios monolingües incluían sólo palabras cultas y aun eruditas, palabras que se consideraban difíciles.

 

6. Las academias que publican diccionarios (siglos XVII y XVIII)

6.1. Se establecieron academias, en 1582 en Italia y en 1635 en Francia, para tratar de preservar la pureza de las lenguas nacionales. Estas academias definían las palabras que aprobaban, y tenían la esperanza de que, al publicarlas en forma de diccionario, lograrían guiar el gusto del público.

6.2. Termina entonces la etapa de los diccionarios primitivos y empieza un periodo que se puede llamar de la lexicografía desarrollada y que está vinculado con la aparición de lenguas literarias nacionales.

6.3. La academia italiana, fundada en 1582 y situada en Florencia, se llamó Accademia della Crusca, o sea literalmente “academia del salvado”, con una alusión a su objetivo de cerner (cerner como se hace cuando se separa con el cedazo la harina del salvado) la lengua italiana —de purificar la lengua y la literatura italianas—. Su diccionario, llamado Vocabolario degli accademici della Crusca, iniciado en 1591, fue publicado por primera vez en 1612, en Venecia, y contiene citas copiosas tomadas de la literatura italiana (sobre todo de los tres grandes escritores del siglo XIV).

6.4. La academia francesa, fundada en 1635, llamada Académie française y compuesta de 40 personalidades (casi todos escritores), resolvió tener por función principal la de registrar el uso "correcto" de la lengua francesa (su diccionario, llamado Dictionnaire de I 'Académie française, fue publicado por primera vez en 1694). La academia francesa sintió la necesidad de explicar en su primer diccionario por qué no había seguido a la italiana, a la Accademia della Crusca, en el uso de citas literarias: "el diccionario de la Academia se empezó y terminó durante el siglo más floreciente de la lengua francesa, y es por eso que no cita, porque varios de nuestros más célebres oradores y de nuestros mayores poetas trabajaron en su preparación" (“le dictionnaire de l' Académie a été commencé et achevé dans le siêcle le plus florissant de la langue française, et c 'est pour cela qu'il ne cite point, parce que plusieurs de nos plus célàbres orateurs et de nos plus grands poêtes y ont travaillé”).

6.5. En el siglo siguiente, el XVIII, se establecen academias en España y en Rusia; la española fue fundada en 1713 con el nombre de Real Academia Española, y publicó su primer diccionario, el Diccionario de la lengua castellana, en seis gruesos volúmenes, de 1726 a 1739; este diccionario fue revisado varias veces desde entonces, y su próxima edición —la 21ª—, aunque prometida para octubre de 1992, saldrá probablemente en 1993; la Academia Rusa (San Petersburgo) publicó la primera edición de su diccionario (Slovar' Akademii Rossiyskoy) en seis partes, de 1789 a 1794.

7. El siglo XVII

Pero volvamos al siglo XVII.

7.1. Robert Cawdrey escribe en 1604 A table alphabeticall of hard words, que se considera como el primer diccionario inglés-inglés; en él define o explica unas 2 500 palabras inglesas de origen latino, no muy frecuentes.

7.2. En 1611 aparece en Madrid el célebre y respetable diccionario enciclopédico llamado Tesoro de la lengua castellana, o española, de Sebastián de Covarrubias Orozco.

7.3. En 1623, Henry Cockeram, en su The English dictionarie, incluyó, igual que Covarrubias, nombres propios; Cockeram es el primero que en inglés usó la palabra diccionario para un diccionario inglés-inglés. [En latín medieval se había usado dictionarius hacia 1225 (John of Garland, 3.6) y dictionarium en 1340 (Bercheure, 3.8), en francés dictionaire, con una sola n, en 1539 (Estienne, 4.4)]. 7.4. En 1680, Richelet publica en Ginebra su Dictionnaire français contenant les mots et les choses, primer diccionario enteramente monolingüe de la lengua francesa.

8. El siglo XVIII

8.1. En 1702, John Kersey, en su New English dictionary, que contiene 28 000 voces, fue un precursor en inglés porque introdujo y definió ciertas palabras de uso diario.

8.2. En 1721, Nathaniel Bailey publica su Universal etymological English dictionary, que fue un éxito de librería por más de un siglo, y en 1730 el más voluminoso Dictionarium Britannicum. Bailey fue el lexicógrafo inglés más importante antes de Johnson; una de sus innovaciones fue la de marcar las sílabas que llevan acento en la pronunciación [en español, el uso del acento escrito no se generalizó sino hasta el siglo XVIII]. Estos dos diccionarios de Bailey eran mucho mejores que los de cualquiera de sus precursores ingleses, y por eso se consideran como el principio de una línea que continúa aún; sus etimologías eran más completas que las de sus predecesores. Bailey fue el primero que, en sus dos diccionarios, trató de definir todas las palabras de uso diario.

8.3. Del diccionario de la academia española, cuya primera edición se publicó de 1726 a 1739, se habló arriba [6.5], al mencionar los de otras academias de la lengua. Se puede agregar que es un diccionario de autoridades, o sea que, al igual que el vocabulario italiano de la Accademia della Crusca, pero a diferencia del de la Académie française [6.4], ejemplifica el uso y las acepciones de las palabras con citas de grandes escritores. En el prólogo de ese diccionario de 1726 se dice: "Como basa [sic] y fundamento de este Diccionario, se han puesto los autores que ha parecido a la Academia han tratado la Lengua Española con la mayor propiedad y elegancia; conociéndose por ellos su buen juicio, claridad y proporción, con cuyas autoridades están afianzadas las voces..." [Vale la pena señalar que entre estas autoridades no aparece ningún escritor novohispano, ni siquiera Juana de Asuaje (o Asbaje) ni Juan Ruiz de Alarcón]. La Real Academia Española se llamó así desde su fundación hasta nuestros días, excepto de 1931 a 1939, periodo en que se llamó Academia Española.

8.4. En 1755, Samuel Johnson publicó su A dictionary of the English language; usó en su preparación un ejemplar del mayor (1730) de los dos diccionarios mencionados de Bailey [8.2], con hojas en blanco intercaladas para tomar notas; definió 40 000 palabras, e ilustró las definiciones, por primera vez en un diccionario inglés, con citas literarias ("by examples from best writers"), para demostrar el significado y el uso.

Aunque Johnson se hizo ayudar por seis amanuenses para copiar las citas ilustrativas, su diccionario, que contiene 118 000 de ellas, puede ser considerado esencialmente como producto de una sola persona. Antes de empezar a escribirlo, él había dicho que necesitaría tres años para terminarlo, pero requirió de cerca de ocho. Esta obra es valiosa, entre otras razones, porque estableció una norma elevada para los lexicógrafos que le siguieron; en general, las definiciones de Johnson hacen patente su erudición, su discernimiento y su capacidad, y son la base de la lexicografía ulterior en inglés.

Otra característica importante del diccionario de Johnson es que trata extensamente los varios sentidos de cada palabra. A veces definía con humor, con dichos agudos; de la palabra lexicógrafo, por ejemplo, dice "a writer of dictionaries; a harmless drudge" (que podría traducirse como "persona inofensiva que hace un trabajo esclavizante").

8.5. Algunas contadas veces Johnson se deja llevar por prejuicios (de los cuales el mayor, aunque moderado, era contra los escoceses, como en su definición de oats [avena]: "a grain, which in England is generally given to horses, but in Scotland supports the people" [“cereal que en Inglaterra se da generalmente a los caballos, pero en Escocia mantiene a la gente”]; se dice que un escocés contestó que Inglaterra es conocida por sus caballos, y Escocia por su gente). Johnson define Pension (“pensión”) como "subsidio que se da a alguien sin equivalente. En Inglaterra generalmente significa paga que se da a un mercenario del Estado por haber traicionado a su país” (“An allowance made to anyone without an equivalent. In England it is generally understood to mean pay given to a state hireling for treason against his country”). Y de excise (impuesto sobre el consumo) dice "impuesto odioso que grava los productos y que no fijan los jueces ordinarios sino unos entes despreciables contratados por aquellos a quienes se paga el impuesto" (“a hateful tax levied upon commodities, and adjudged not by the common judges of property, but wretches hired by those to whom excise is paid”).

8.6. De los diccionarios dijo Johnson que "son como los relojes; el peor es mejor que ninguno, y no puede esperarse ni del mejor que funcione perfectamente" (“dictionaries are like watches; the worst is better than none, and the best cannot be expected to go quite true”).

Y el prefacio del diccionario de Johnson empieza así: “El destino de los que se afanan en los empleos más bajos de la vida es verse más bien impulsados por el miedo al mal que atraídos por la perspectiva del bien; ser expuestos a la censura sin esperanza de elogio; ser desacreditados por sus malogros, o castigados por su negligencia, en casos en que el éxito no hubiera tenido aplausos ni la diligencia premio.

”Entre estos infelices mortales está el que escribe diccionarios; a quien la humanidad no ha considerado como el alumno sino como el esclavo de la ciencia, el zapador de la literatura, destinado sólo a quitar los escombros y limpiar de obstrucciones los caminos del Saber y del Genio, los cuales avanzan hacia la conquista y la gloria, sin conferir una sonrisa al humilde obrero que facilita su progreso. Todos los demás autores pueden aspirar al elogio; el lexicógrafo sólo puede esperar librarse de los reproches, y aun esta recompensa negativa ha sido otorgada hasta ahora a muy pocos...” (“It is the fate of those who toil at the Iower employments of life, to be rather driven by the fear of evil, than attracted by the prospect of good; to be exposed to censure, without hope of praise; to be disgraced by miscarriage, or punished for neglect, where success would have been without applause, and diligence without reward.

”Among these unhappy mortals is the writer Of dictionaries; whom mankind have considered, not as the pupil, but the slave of science, the pioneer ff literature, doomed only to remove rubbish and clear obstructions from the paths of Learning and Genius, who press forward to conquest and glory, without bestowing a smile on the humble drudge that facilitates their progress. Every other author may aspire to praise; the lexicographer can only hope to escape reproach, and even this negative recompense has been yet granted to very few”).

8.7. Hacia 1750 nacen los diccionarios de sinónimos.

8.8 En 1760, Voltaire escribió en una carta a Duclos (ll de agosto) que un diccionario sin citas es un esqueleto (“un dictionnaire sans citations est un squelette”).

8.9. En 1791, se publica el A critical Pronouncing dictionary and expositor [explicador] of the English language de John Walker.

8.10. Johnson y Walker fueron considerados hasta mediados del siglo XIX los guías del buen uso de la lengua inglesa.

8.11. En 1783, el estadounidense Noah Webster produce su libro conocido como Webster's spelling book, o como American spelling book, con el que tenía la esperanza de uniformar la ortografía del inglés en los Estados Unidos; para 1850, cuando la población total de los Estados Unidos era de 23 millones, las ventas anuales de este libro eran de más de un millón de ejemplares.

9. El siglo XIX

9.1. En 1828, Noah Webster, a la edad de 70 años, publicó en Nueva York su obra maestra, An American dictionary of the English language, con 70 000 artículos; este diccionario fue aceptado como autoridad, aun en Inglaterra. Los sucesores de los diccionarios de Noah Webster, que incluyen varias ediciones abreviadas, están entre los diccionarios más usados en el siglo XX (12.2-12.4).

9.2. Charles Richardson, en A new dictionary of the English language (1836-1837), fue el primer lexicógrafo inglés en usar el método histórico. Ordenó sus citas por periodos, para mostrar la evolución de los significados de una palabra; este diccionario es más rico en ejemplos ilustrativos que cualquiera de sus predecesores.

9.3. Roget y los diccionarios ideológicos. En 1852, Peter Mark Roget publica su Thesaurus of English words and phrases, que contiene 1040 títulos (encabezamientos) para 240 000 palabras. El índice es una lista alfabética que indica bajo qué encabezamiento y subencabezamiento aparece cada vocablo. Aunque los diccionarios de sinónimos nacieron hacia 1750, éste, un siglo más tarde, es el primero ideológico, es decir que clasifica las ideas. A este tipo de diccionario se le ha llamado también, además de ideológico (como el de Julio Casares, 1942), analógico (como el Dictionnaire analogique de la langue française, de Jean-Baptiste Boissiêre), metódico, o de ideas afines (como el de Eduardo Benot, 1898-1899); en inglés, thesaurus, como éste de Roget, que desde entonces ha tenido muchas nuevas ediciones.

9.4. Donde un diccionario de sinónimos diría, por ejemplo, "paz/ serenidad/ sosiego/ tranquilidad", el ideológico tendría muchos más términos relacionados como por ejemplo: "paz/ apaciguar/ aplacar/ serenar/ ramo de oliva/ armisticio/ tregua"; y antónimos: "discordia/ desunión/ división/ oposición/ rivalidad/ guerra; dividir/ desquiciar/ enemistar/ azuzar/ meter cizaña/ echar leña al fuego/ discrepar/ perros y gatos/ tirios y troyanos/ Montescos y Capuletos/ pandilla".

9.5. [1854] La ciencia de la lexicografía debe mucho a la investigación de los hermanos Jacob y Wilhelm Grimm; estos eminentes letrados, que no consideraron indigno escribir cuentos (Kinder-und Hausmürchen, conocidos en español como Cuentos de Grimm, 1812 y 1815), colaboraron para acometer la elaboración de un diccionario alemán basado en principios científicos, el gran Deutsches Wõrterbuch, que iniciaron en 1852 (y el trabajo preparatorio ya en 1838), cuya publicación empezó en 1854, y que sus seguidores sólo completaron más de 100 años después (en 1960). El Wõrterbuch sirvió de guía a lexicógrafos de muchas otras lenguas.

9.6. En 1856, Pierre Larousse, inspirado en lo que Voltaire había escrito en 1760, decía "Un dictionnaire sans exernples est un squelette", y su Nouveau dictionnaire de la langue française fue el primero que apoyó con un ejemplo cada acepción de los términos definidos; Larousse fue igualmente el primero que agregó datos enciclopédicos a las palabras que una definición no podía precisar suficientemente. Larousse también editó, de 1866 a 1876, su Grand dictionnaire universel du XIXe siêcle, en 15 volúmenes, que es esencialmente una enciclopedia, y sus sucesores han publicado una serie de diccionarios que satisfacen variadas necesidades populares, como el Nouveau Larousse illustré, el Larousse universel y el Petit Larousse, todos ellos revisados de vez en cuando.

9.7. El Dictionnaire de la langue française (1863-1872), de Emile Littré, es un diccionario histórico (que ordena los sentidos de cada palabra empezando por el más antiguo), uno de los monumentos de la lexicografía; Littré trabajó en él por más de 30 años, sin ayuda, y su Dictionnaire ha servido de base a muchos lexicógrafos desde entonces. Se dice que es el diccionario más grande compilado por una sola persona.

9.8. No sólo Littré, sino todos los autores de diccionarios mencionados hasta aquí, emprendieron sin ayuda la hazaña individual de realizar trabajos que en la actualidad se pedirían normalmente a un cuerpo de redactores, ayudantes y expertos temáticos, que juntos podrían ascender a varios centenares.

10. El "Diccionario Oxford" (1884-1928)

10.1. En 1857, se concibe en la Philological Society of Great Britain (fundada en 1842) el A new English dictionary on historical principles (conocido también, desde 1895, como The Oxford English dictionary), que se terminó de publicar en 1928, 70 años después de que se había empezado a recoger el material (ejemplos fechados de uso); la Sociedad decidió reunir todas las palabras inglesas que no estaban en el diccionario de Johnson ni en el de Richardson (además de las que sí aparecían en ellos).

10.2. Este material hizo posible la publicación del diccionario mencionado, cuyo primer fascículo salió en 1884, y que define el total de las palabras inglesas que aparecen por escrito entre el siglo XII y el XX; y da la historia de todo vocablo mediante una serie de citas fechadas para cada significado que ha tenido en cualquier momento desde 1150; contiene, además, las varias grafías que de cada palabra se usaron durante su historia; también da la etimología de todas las voces, basada en hechos históricos y según los conocimientos modernos. Más de cinco millones de papeletas con citas de unos 5 000 autores de todos los periodos fueron recopiladas por 1 300 lectores voluntarios; 1 827 306 de ellas están impresas en el diccionario (un número mucho mayor de citas que el de cualquier otro diccionario antes de 1971[véase 12.19]); y se incluyeron 414 825 artículos.

10.3. Después de 1928 salieron suplementos, en 1933 [26000 artículos] y 1972-1986 (4 tomos), y una nueva edición en 1989.

1 1. Otros diccionarios del siglo XX

11.1. En 1885 aparece en París el Dictionnaire de la langue nahuatl ou mexicaine, de Rémi Siméon.

11 .2. El Diccionario de construcción y régimen de la lengua castellana, de Rufino José Cuervo, cuya publicación, en la ciudad de París, comenzó en 1886, ofrece un rico material de ejemplos de autores antiguos y modernos acerca de las voces que encierran interés en su construcción sintáctica. Este trabajo fue continuado después de su muerte (1911) por el Instituto Caro y Cuervo de Bogotá, y finalizado en 1992.

11.3. En el año de 1893, Eduardo Benot publicó su excelente y muy completo diccionario de rimas llamado Diccionario de asonantes i consonantes.

11.4. En 1899, se publica en México el Vocabulario de mexicanismos, de Joaquín García Icazbalceta (sólo las letras de la A a la G, únicas que había concluido antes de morir el ilustre filólogo e historiador).

12. El siglo XX

12.1. En el siglo XX proliferan los diccionarios de muchas clases y de numerosas lenguas.

12.2. Cuatro sucesores del diccionario de Noah Webster. Los sucesores más importantes del diccionario de Noah Webster de 1828 (9.1), y que se basaron en él, fueron:

12.3. en 1909, el Webster's new international dictionary of the English language, con más de 400 000 artículos;

12.4. [Menciono aquí, fuera del orden cronológico de esta historia de los diccionarios, tres sucesores más]: en 1934, la 2ª edición, revisada, del de 1909, con 550 000 artículos, probablemente el mayor número de artículos incluido hasta entonces en un diccionario de cualquier idioma [más, en los apéndices, 36000 artículos en el diccionario geográfico, 13000 en el biográfico, 5000 en la tabla de abreviaturas]; 12000 términos están ilustrados gráficamente; y el diccionario está basado en 1 665 000 citas; las definiciones de los varios sentidos de cada palabra se dan en orden cronológico; se incluyen sinónimos y antónimos; a veces da información enciclopédica [pero la enciclopedia más voluminosa que se haya compilado es una compuesta de 22 937 capítulos manuscritos (de los cuales sobreviven 370), en 11 095 volúmenes, preparada por 2 000 sabios chinos de 1403 a 1408; se llama Yong Le da dian (“El gran almacén [del reinado] de Yong Lé”); en 1961, el Webster's third new international dictionary of the English language es la 3ª edición, que continúa la serie de diccionarios basa-dos en el de Noah Webster de 1828, habiéndose reunido más citas —4 500 000 más; incluye citas de 14 000 autores, y contiene 450000 vocablos; en 1986 aparece el "12000 words", suplemento de la 3ª edición (1961) del Webster grande. Estos fueron los sucesores de los diccionarios de Noah Webster.

12.5. En 1913, aparece el Funk and Wagnalls' New standard dictionary of the English language [successor del Standard dictionary of the English language, 1894, revisado en 1903]. Este diccionario de 1913, en el mismo orden alfabético, incluye también nombres propios, en vez de poner, como en el de Webster de 1934 (12.4), los biográficos y los geográficos en secciones separadas; define 450000 palabras; para cada palabra, el orden de los sentidos definidos es el de la frecuencia actual, no como en los diccionarios Webster el de su aparición en la historia; da etimologías, y a veces información enciclopédica. Han salido desde entonces varias ediciones revisadas.

12.6. El Diccionario manual e ilustrado de la lengua española, de la Academia, editado por primera vez en 1927 (había sido propuesto ya en 1814; su 4ª edición revisada es de 1989), es a la vez resumen y suplemento del diccionario grande de la Academia (6.5, 8.3): lo abrevia eliminando las palabras y acepciones anticuadas; lo completa incorporando voces de la lengua diaria, neologismos de carácter técnico, regionalismos españoles y americanismos, e incluyendo información gramatical.

12.7. De 1922 a 1971, se edita el monumental Franzõsisches Etymologisches Wõrterbuch, del suizo Walther von Wartburg, en 25 volúmenes.

12.8. En 1945, Ramón Menéndez Pidal publica su estudio El diccionario que deseamos.

12.9. De 1950 a 1964, Paul Robert, edita su Dictionnaire alphabétique at analogique de la langue française, en seis volúmenes, más un suplemento en 1970; este diccionario de Robert tiene citas literarias abundantes, y, en los artículos que lo permiten, menciona numerosos términos analógicos. En 1967 sale, con el mismo título, pero más conocido como "Petit Robert", una obra reducida a un solo volumen, que sigue los mismos principios que la inicial.

12.10. En 1950, Julio Casares publica su estudio Introducción a la lexicografía moderna.

12.11. En 1954 aparece el Britannica world language dictionary; es un diccionario de siete idiomas: tiene una lista de palabras inglesas con sus equivalentes en francés, alemán, italiano, español, sueco y yidish, y una lista de palabras de cada uno de estos seis idiomas con sus equivalentes en inglés.

12.12. También en 1954 se edita el primer volumen del estupendo Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana, en cuatro volúmenes (1954-1957), de Joan Corominas, seguido en 1961 por la primera edición de su Breve diccionario etimológico de la lengua castellana y en 1980 por el primer volumen de su admirable y gigantesco Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico (1980-1991), en seis volúmenes, escrito en colaboración con José A. Pascual.

12.13. En 1958 se publica la Enciclopedia del idioma (en realidad un diccionario, en tres tomos), de Martín Alonso, diccionario histórico en que se da, con fechas de primer uso, el significado de cada palabra y de cada acepción, con la autoridad de unos 1 500 escritores; el -autor de esta obra comprobó además estos significados en 60 diccionarios españoles preacadémicos, y en 19 ediciones (1726-1956) del diccionario de la Academia.

12.14. En 1959, aparece el Diccionario de mejicanismos, de Francisco J. Santamaría, que continúa de la H a la Z el Vocabulario de mexicanismos que García Icazbalceta había logrado redactar sólo hasta la G en 1899 (11.4).

12.15. En 1960, la Real Academia Española inicia en Madrid la publicación de su Diccionario histórico de la lengua española, con numerosas citas ordenadas cronológicamente. Desde entonces ha ido apareciendo en fascículos (16 hasta ahora) y aún no está completa la letra A de esta gran empresa.

12.16. En 1961, Menéndez Pidal publica su artículo "El diccionario ideal" (en Estudios lingüísticos, Madrid, 1961).

12.17. En 1966, se edita el Random House dictionary, diccionario de tipo sincrónico, en que se da información sobre el inglés principalmente en su forma contemporánea (véase 14.1).

12.18. También en 1966, María Moliner termina su minucioso y muy completo Diccionario de uso del español, en dos volúmenes.

12.19. De 1971 a 1990 se publican los 14 primeros tomos del Trésor de la langue française (la lengua de 1789 a 1960) [el tomo 14 termina con la palabra salaud (término que se usa para insultar, = “persona moralmente repugnante”]; este diccionario es producto del proyecto lexicográfico moderno más ambicioso, situado en Nancy, fundado por el Centre National de la Recherches Cientifique; de 1960 a 1970 se reunieron para él más de 250 millones de ejemplos, y usan en Nancy técnicas modernas de computadorización; tienen la intención de imprimir sólo parte del material (el resto se puede consultar en pantalla).

12.20. En 1977, se publica en México Madre Academia, de Raúl Prieto Riodelaloza (pseudónimo: Nikito Nipongo), que continúa su El diccionario, que es de 1958; se trata principalmente de una crítica muy útil de muchas de las definiciones contenidas en el diccionario de la Academia de 1970.

12.21. En 1980, se publicó en Mérida, Yucatán, un diccionario bilingüe digno de mención, el Diccionario maya Cordernex.

12.22. El Diccionario básico del español de México se basa en los dos millones de palabras del Corpus del español mexicano contemporáneo, 1921-1974, que corresponden a 1 000 textos escritos y hablados. El Corpus, resultado de la investigación del léxico del español de México, se preparó en El Colegio de México desde 1973, bajo la dirección de Luis Fernando Lara; el Diccionario, que se preparó en el propio Colegio y con la misma dirección, se publicó hacia 1986. Vale la pena recordar aquí que en México —el país con más hispanohablantes en el mundo— hay unos 80 millones de personas que hablan español; en España, unos 40 millones.

13. Diccionarios de lengua y diccionarios enciclopédicos

Acerca de los diccionarios actuales, se puede decir lo siguiente:

13.1. La tarea esencial de enciclopedias, diccionarios y otras obras de consulta es resumir los conocimientos en una forma fácilmente accesible (casi todas estas obras, excepto las de ciertos tipos específicos, utilizan el orden alfabético, sin el cual sería muy difícil usarlas [véase 16.1]). Las enciclopedias tratan de temas y de hechos; los diccionarios de una lengua se refieren a palabras y definiciones.

13.2. Los diccionarios enciclopédicos difieren de los diccionarios generales de una lengua por su contenido, ya que no explican sólo palabras sino las ideas designadas por ellas —agregan a una definición descripciones más extensas del concepto denotado por la palabra—. Por ejemplo, el artículo sobre la palabra luna en un diccionario general podría decir: "luna (substantivo femenino), único satélite natural conocido de la tierra". Un diccionario enciclopédico podría agregar información del tipo de "Su diámetro medio es de 3 476 km; su distancia de la tierra varía entre 356 630 y 407 084 km —varía porque la órbita de la luna es ligeramente elíptica”.

13.3. El diccionario no enciclopédico da información principalmente lingüística acerca de una serie de elementos léxicos ordenados sistemáticamente, dispuestos por lo general, como en el caso de otras obras de consulta, en orden alfabético.

13.4. El tipo básico es el diccionario general (monolingüe y definidor) de una lengua dada. El fin principal de este tipo de diccionario es explicar los significados (la denotación) de las formas incluidas (separando los sentidos y definiendo cada uno, cada acepción); de paso da información acerca de su ortografía. Un diccionario de esta clase contiene la lista de una serie de formas de un idioma —que pueden ser no sólo palabras sino a veces también unidades semánticas que son menos, o más, que una palabra: un diccionario puede incluir no sólo palabras independientes (morfemas libres) sino también otros elementos léxicos, como morfemas trabados (por ejemplo, raíces; afijos, que a su vez incluyen morfemas derivativos (llamados sufijos) y morfemas flexivos [llamados desinencias]); puede incluir, además, frases estables (frases hechas, expresiones establecidas, locuciones, giros, modismos, como, por ejemplo, "estar por las nubes", "llevarse bien", "planta baja", "primo hermano", "viaje redondo"); puede incluir también citas, símbolos (por ejemplo, Na=sodio) y abreviaturas.

13.5. Para cada forma, frecuentemente se agregan a la información acerca de sus significados datos sobre su función, historia y etimología, sinónimos, antónimos, y derivados, y en el caso de ciertos idiomas, cuya ortografía no es muy fonética, también pronunciación (mediante una transcripción fonética) y división silábica (que puede ser diferente entre la de la pronunciación y la de la ortografía).

13.6. Un artículo de diccionario puede incluir, además, información sobre el uso de las palabras, y otros datos gramaticales. La información acerca del uso se ilustra con ejemplos pertinentes, ya sea originales o tomados de un banco de citas; los lexicógrafos modernos dependen de un archivo [banco, colección] de citas, por lo común almacenadas electrónicamente, que incluye miles de casos copiados de palabras y frases, tal como se han usado realmente tanto por escrito como en el habla. La información gramatical puede incluir inflexiones irregulares (como la formación de plurales anómalos o la conjugación de los verbos irregulares), y, en general, datos morfológicos, sintácticos, de derivación y de formación de los vocablos, ya que hay un vínculo estrecho entre el vocabulario y la gramática.

13.7. La palabra por definir puede ir seguida de notas o marcas (indicadores de uso o de contexto) que señalan, por ejemplo, a qué parte tradicional de la oración pertenece (verbigracia, adjetivosustantivoverbo), el tema (Electrónica, Biología), la región en que se usa la palabra (Argentina, Colombia, España, Hispanoamérica, México); lo apropiado, social y lingüísticamente, de la voz de que se trata (poética, literaria, familiar, vulgar, de jerga [caló, germanía], despectiva, anticuada).

13.8. Al hacer un diccionario, los redactores deciden primero qué palabras van a incluir, después determinan el uso para la ortografía (incluyendo mayúsculas) de cada palabra, luego describen los varios significados de cada una.

13.9. Al establecer una lista de unidades léxicas, si dos formas iguales tienen distintas fuentes etimológicas, se consideran palabras [no acepciones] diferentes (por ejemplo, cola “pegamento” [del latín vulgar colla] y cola “prolongación de la columna vertebral de ciertos animales” [del latín coda, cauda] son palabras diferentes a pesar de su aspecto idéntico).

13.10. Los diccionarios cumplen con dos funciones sociales: una informativa, porque con sus definiciones permiten la rápida adquisición de ciertos conocimientos, y una normativa, porque fijan —aunque no se lo propongan— los sentidos y usos de las palabras, y esto facilita la normalización de una lengua y por tanto su utilización como medio de comunicación.

13.11. Un diccionario de una lengua viva nunca puede estar completo: dejan de usarse ciertas palabras, las que sobreviven van cambiando de significado, se crean otras.

13.12. En diccionarios monolingües, los vocablos de un idioma se explican y se definen en el mismo idioma. En diccionarios bilingües, se dan, para las palabras de una lengua, los equivalentes en otra (se traducen). También existen diccionarios políglotos (que pueden ser de lenguas cognadas o no).

14. ¿Diccionario normativo o descriptivo?

14.1 Los grandes diccionarios actuales tratan la lengua con uno de dos métodos. Uno de ellos es el histórico o diacrónico, en que los redactores leen de manera sistemática escritos de varios periodos de la lengua de que se trata y dan la historia de cada palabra, con citas fechadas para cada significado que sirven de ejemplos de su uso. Con el otro método, el sincrónico, los lexicógrafos observan y registran la lengua principalmente en su forma contemporánea.

14.2. Los conceptos académicos de la pureza [compárese el párrafo 6.11] incluían durante el Renacimiento una tendencia de oponerse al cambio, a pesar de que el cambio es esencial para la vida y el crecimiento de la lengua.

14.3. Sólo en el siglo XIX se empieza a considerar el diccionario no tanto como guía del buen uso sino como colección de documentación del uso en su totalidad. En este principio se basan los hermanos Grimm y más aún los redactores de The Oxford English Dictionary y del Trésor de la langue française [12.9].

14.4. En el siglo XX, los lexicógrafos empezaron a reemplazar las ideas de pureza (basada especialmente en la etimología) por criterios de uso. La etimología es útil para aprender cómo cambian los significados, pero el sentido de una forma en un momento dado debe poder entenderse sin necesidad de referirse a su historia.

14.5. Hoy se considera generalmente que un diccionario monolingüe debe ser un registro o inventario descriptivo cuidadoso (basado en el conocimiento riguroso del estado de una lengua) más bien que una compilación prescriptiva de una autoridad perentoria cuya intención sería preservar “la pureza” de una lengua, establecer una suerte de código del idioma.

14.6. Hay diccionarios modernos (como los de las academias francesa y española) que logran establecer ciertas formas como preferibles. Son por tanto más bien prescriptivos o normativos que descriptivos.

14.7. Aunque un diccionario no se proponga ser normativo, realiza cierta función normativa por la sola selección de las palabras y de los significados incluidos, y al optar por ciertos ejemplos y marcas estilísticas.

14.8. Uno de los propósitos de los diccionarios normativos modernos es el de tratar de evitar la importación innecesaria de palabras.

14.9. Los autores de diccionarios sincrónicos, tanto descriptivos como normativos, que tratan de describir el “buen uso”, entienden por esa frase el uso contemporáneo por personas instruidas, en la conversación ordinaria, sin características regionales marcadas.

15. Los diccionarios especializados

15.1. Además de diccionarios generales de una lengua, los hay especializados, como por ejemplo de ortografía, pronunciación (que se puede indicar escribiendo la palabra de manera más fonética que la de la ortografía tradicional del idioma de que se trata), etimología, sinónimos, antónimos, nombres propios (que incluyen antropónimos y topónimos), arcaísmos, neologismos, homónimos, vocablos parónimos, rimas, abreviaturas, citas, proverbios, gramática (sobre todo dificultades lingüísticas), frecuencia de las palabras, jerga; hay otros que dan listas de símbolos; existen también diccionarios de formación de las palabras, de combinaciones de palabras.

15.2. Hay, además, diccionarios de una lengua en cierto periodo (latín tardío, español antiguo, inglés medio); diccionarios de regionalismos aparte de diccionarios nacionales o regionales (Ia diferencia entre un diccionario de regionalismos y uno regional puede ejemplificarse así: en un diccionario mexicano de regionalismos estarían vocablos como chango y tlapalería; en uno regional o nacional del español de México, estarían los mismos regionalismos, pero también voces generales hispánicas como casa y mesa. Es importante señalar aquí que, a pesar de la diversidad de la lengua española de un país a otro, ella tiene una notable unidad).

15.3. Existen asimismo diccionarios temáticos (como de medicina, ingeniería, computación, biología, arte, música, deportes).

15.4. Hoy, también se hacen diccionarios de la lengua de un escritor.

16. El orden de los artículos

16.1. Casi todos los diccionarios colocan su vocabulario en orden alfabético, pero en un diccionario ideológico (también llamado analógico de ideas afines, y, en inglés, thesaurus, como el de Roget [1852]) se considera que es más útil colocar las palabras no en orden alfabético sino por temas (mediante un sistema determinado de asociaciones semánticas entre significados relacionados), reuniendo las voces que expresan ideas semejantes (por ejemplo, términos de parentesco, medios de transporte, instrumentos musicales, filatelia [9.1]). Sin embargo, en diccionarios ordenados por materias, se agrega un índice alfabético y remisiones frecuentes de un tema a otro.

16.2. Además de diccionarios dispuestos por temas, algunos están ordenados por raíces de palabras (como es el caso de muchos diccionarios árabes, y de Los mil elementos del mexicano clásico [1966] y del Diccionario de elementos del maya yucateco colonial [1970], de M. Swadesh y otros), otros presentan cada palabra en orden alfabético inverso (éstos son útiles para el estudio de las terminaciones, y para la rima), otros por el sonido de las terminaciones (como en los diccionarios de rimas), otros por el número de letras en la palabra (como en los diccionarios para crucigramas); y en ciertas estadísticas lingüísticas, que exploran la lengua cuantitativamente, las palabras pueden estar dispuestas en orden decreciente de frecuencia.

16.3. Aun dentro del orden alfabético hay dos posibilidades —la llamada “palabra por palabra” (en que primo hermano va antes de primogénito) y la llamada “letra por letra” (en que va después).

16.4. Tanto la academia francesa como la rusa [6.5] presentaron Ia primera edición de su diccionario por raíces, por familias de palabras (las derivadas y Ias compuestas venían tras la principal), pero usaron el orden alfabético desde la segunda edición (francesa, 1718; rusa, 1806-1822).

17. Las definiciones

17.1. Las definiciones de los diccionarios deben ser —y esto ya lo dice Platón en varios de sus diálogos (por ejemplo Lisis, Cármides, Laques) poniéndolo en boca de Sócrates— bastante generales para abarcar los sentidos en que se usa una palabra, pero a la vez bastante restrictivas para excluir aquellos en que no se usa. Además, las definiciones deben ser claras y concisas, y evitar la circularidad del tipo “demostrar = probar”/ “probar = demostrar”. Los redactores de diccionarios también tienen que decidir si dos significados son realmente distintos o simplemente matices del mismo significado.

17.2. Para definir, se puede usar alguna o varias de las maneras siguientes: (a) formulación sustitutiva [sinonimia]: perfidia, deslealtad, traición, quebranto deliberado de la fe debida;

(b) descripción: tigre, mamífero de gran tamaño, de pelaje casi blanco en el vientre, amarillento y con rayas negras (transversales en el lomo y en forma de anillos en la cola) en otras partes;

(c) clasificación: tigre, mamífero felino carnicero, Panthera tigris;

(d) enunciado del propósito o de la función: martillo, herramienta que se usa para meter clavos en la madera;

(e) ejemplo ilustrativo: rojo, de un color que se parece al de la sangre;

(f) comparación: colina, elevación natural de terreno, menor que una montaña.

17.3. De todos modos, sigue usándose, a lo menos en parte, la manera tradicional —ya usada por Platón, y por Sócrates según Platón— de definir un término, la clase de cosa que se nombra, una especie (es decir, dar el género próximo que la incluye y las diferencias específicas o señas distintivas) [por ejemplo, bd y farriba]. Platón, discípulo de Sócrates, hace hablar a su maestro en diálogos en que define una noción (la amistad, la virtud, lo bueno [kalὀn], la justicia [tὀ dikaisn, dikaisunh], el saber [ἐpistἠmh]).

17.4. De una palabra hay que definir cada acepción, y a pesar de los varios sistemas teóricos mencionados, no faltan las dificultades, sobre todo para la definición de muchos vocablos sencillos: es más fácil definir proparoxítono (“acentuado en la antepenúltima sílaba”) o globulífero (“compuesto de glóbulos” [o sea de ‘cuerpos esféricos pequeños’]) que definir mesa (“mueble por lo común de madera, que se compone de una tabla lisa sostenida por uno o varios pies, y que sirve para comer, escribir, jugar u otros usos” [Acad.] o más sencillamente “mueble compuesto de una superficie horizontal sostenida por una o más patas”).

17.5. La frase “por lo común” (o la palabra “típicamente”) es útil en las definiciones porque usándola se puede decir, por ejemplo, que mesa es “un mueble de madera, de superficie horizontal y de cuatro patas”, aunque todos conozcamos mesas de plástico o de metal, mesas de una o de tres patas, y mesas de dibujo cuya superficie no es horizontal sino inclinada.

17.6. Otro ejemplo aparentemente sencillo; la palabra nudo (“lazo que se estrecha y cierra de modo que con dificultad se puede soltar por sí solo, y que mientras más se tira de cualquiera de los dos cabos, más se aprieta” [Acad.; y lazo es “atadura o nudo de cintas... que... se hace formando unas como hojas” (Acad.]) o más sencillamente “entrelazamiento de una cuerda o cinta consigo misma, que produzca una atadura”).

18. Ilustraciones y cuadros sinópticos

18.1. Los diccionarios monolingües constan característicamente de artículos en que la palabra inicial se interpreta por medio de otras palabras y de ejemplos, pero en varios casos se agregan también medios no lingüísticos (dibujos, fotografías).

18.2. A menudo la explicación verbal es insuficiente para definir con exactitud; entonces las ilustraciones gráficas pueden compensar la obligada brevedad e imprecisión de las definiciones.

18.3. Para describir, por ejemplo, miembros de las categorías siguientes, es útil no emplear sólo texto, sino también ilustraciones (y asimismo es de mucha utilidad que éstas tengan una indicación de escala): flores, plantas; mamíferos, aves, insectos, crustáceos, invertebrados; muebles, aparatos, máquinas; o para describir cierta orquídea, cierta mariposa.

18.4. También hay ocasiones en que son muy útiles en un diccionario los cuadros sinópticos (por ejemplo, al hablar de los periodos geológicos; de conjuntos cerrados, como los nombres de los siete días de la se mana, los 12 meses del año, los cinco dedos de la mano, o las siete notas de música [los conjuntos abiertos, en cambio, como nombres de hortalizas, colores, enfermedades, herramientas, instrumentos de música, hay que buscarlos en diccionarios analógicos]). Y se pueden añadir tablas de símbolos, como los biológicos de “macho” [♂] y “hembra” [♀], los matemáticos de ‘infinito” [∞], “integral” [∫], “menor que” [˂], los de música de “sostenido [♯] y “bemol” [ ].

19. Los diccionarios bilingües

19.1. Los diccionarios bilingües tienen problemas específicos. El mayor de éstos se debe a que muchas palabras tienen más de una acepción, y generalmente estos diccionarios indican varias traducciones de todo vocablo, sin decir qué acepción traduce cada una de ellas (felizmente, muchos sí separan las palabras en “substantivo”, “verbo intransitivo”, “verbo transitivo” y otras categorías semejantes, lo cual es de mucha ayuda en lenguas como el chino y el inglés, que tienen numerosos homónimos sintácticos).

19.2. Pero veamos algunos ejemplos: Un diccionario tradicional inglés-español daría para traducir la palabra harass las equivalencias siguientes —y varias más—: acosar, cansar, hostigar, hostilizar, molestar, perseguir.

No sería razonable suponer que todos los usuarios de un diccionario bilingüe conocen mejor uno determinado de los dos idiomas incluidos.

El usuario de lengua española de un diccionario inglés-español, por ejemplo, podrá muchas veces entender por el contexto cuál de los posibles significados de una palabra quiso darle el autor, y escogerlo de una lista como ésa. Pero el usuario de lengua inglesa del mismo diccionario inglés-español frecuentemente no podrá saber cuál de las palabras españolas de la lista debe escoger en cada caso; por eso, él requerirá de indicaciones gramaticales y, lo que hasta ahora se ha hecho en muy contados diccionarios de cualquier idioma, de definiciones en su lengua (en este ejemplo, en inglés) de cada acepción.

En el caso de harass, un artículo inglés-español con definiciones para lectores / traductores de lengua inglesa podría decir:

harass, 1. to disturb or irritate persistently = acosar, molestar, perseguir; 2. to wear out; exhaust = cansar; 3. to enervate (an enemy) by repeated attacks or raids = hostigar, hostilizar.

El siguiente es otro ejemplo inglés-español, más largo —pero de ninguna manera de los más largos que serían necesarios:

issue , intransitive verb, 1. to go or come out = salir, surgir; 2. to be born or be descended = nacer; 3. to be circulated or published = ser publicado; 4. to spring or result from = manar, brotar, fluir; 5. to terminate or result in = terminarse, resolverse; transitive verb, 1. to cause to flow out; emit = expedir, emitir; 2. to circulate or distribute in an official capacity = entregar, dar; 3. to publish = publicar; noun, 1. a) an act or instance of flowing, passing or giving out = el fluir, el dar; b) a nact of circulating, distributing or publishing by an office or official group = emisión; 2. something produced, published, or offered, as a) an item or set of items, as stamps or coins, made available at one time by an office or bureau = emisión; b) a single copy of a periodical =número, ejemplar; c) a distinct set of copies of an edition of a book distinguished from others of that edition = tirada, impresión, edición; d) the result of an action = consecuencia, resultado; 3. offspring, progeny = prole, progenie, progenitura, hijos; 4. a) a point of discussion, debate, or dispute = punto, cuestión; b) a matter of wide public concern = cuestión palpitante; c) the essential point; crux = punto esencial; 5. a place of egress, an outlet = salida, egreso.

Un ejemplo de artículo francés-español con definiciones para lectores/traductores de lengua francesa podría ser: éclat, 1. Fragment d’un corps qui éclate, qu’on brise = casco, fragmento, astilla; 2. Bruit violent et soudain de ce qui éclate = estrépito; 3. Intensité d’une lumière vive et brillante = resplandor, brillo; 4. caractère de ce qui est brillant, magnifique = esplendor, magnificencia.

20. El diccionario de mañana

20.1. Las obras de consulta impresas son complementadas hoy por modos técnicamente más avanzados de almacenar y de recuperar información. Los bancos de datos de las computadoras pueden contener una cantidad enorme de información de una manera que permite tanto su disponibilidad inmediata como también su actualización. Para poner al día un libro, por el contrario, hay que esperar comúnmente una nueva edición.

20.2. Además, a partir del siglo XX, se ha usado extensamente el tratamiento electrónico de la información (computadoras) en la preparación de los diccionarios impresos tradicionales, verbigracia en la compilación de ejemplos de uso y de significados de las palabras escritas u orales (tomándolos de textos de autores, o de muestras de lengua hablada), y se prepara también la parte tipográfica electrónicamente.

20.3. Asimismo existen diccionarios electrónicos que se insertan en una computadora y se conservan en ella, para poderlos consultar inclusive a distancia de manera permanente e inmediata; de éstos se dice que están “en línea”. La fibra óptica puede conducir por segundo cinco millones de bits (= caracteres) de información.

20.4. Los medios electrónicos usados en el tratamiento de Ia información se utilizan tanto para acelerar todas las tareas preparatorias, para tener inmensas posibilidades de acceso a una información muy extensa, como para contribuir a Ia normalización rigurosa de los procedimientos de análisis y de redacción.

20.5. La computadora también ha hecho posible los diccionarios hablados, útiles para los ciegos y para escuchar la pronunciación de la propia lengua o de una extranjera.

20.6. Los lexicógrafos del mañana utilizarán seguramente cada vez más estos medios electrónicos.

20.7. Una enciclopedia moderna, equivalente a 30 o 40 volúmenes, almacenada en un solo disco óptico (en que caben 10 enciclopedias de ese tamaño —o sea 250 000 páginas—), utiliza lo que podrían llamarse “multimedios”. Imaginemos a alguien que consulta Rimski-Korsakov y puede leer en pantalla un resumen de su biografía, ver varias fotografías del compositor y oír la introducción —largo e maestoso— de su poema sinfónico Scheherazade. O imaginemos a alguien que solicita Dante y puede oír, recitado con acento florentino, el principio de la Commedia; o a alguien que consulta Botticelli y puede ver una reproducción en color de La vida de Moisés.

21. Número de artículos

21.1. La palabra vocabulario puede aplicarse a varios conjuntos de vocablos; por ejemplo, los que se usan en un idioma (como cuando se dice “el vocabulario del griego antiguo”), o los que se utilizan en un grupo una materia (“el vocabulario de los sociólogos” o “de la sociología”), o los que ha usado un escritor (“el vocabulario de Cervantes”), o que ha usado un escritor en una obra (“el vocabulario del Quijote”).

21.2. Los adultos cultos pueden tener un vocabulario activo (el que utilizan) de unas 40000 palabras y uno pasivo (el que entienden cuando lo oyen o lo leen) de unas 80000. Para muchos propósitos, sólo se necesitan uno activo de 5000 o 10 000 palabras y uno pasivo de 20000.

21.3. El vocabulario de una lengua puede tener entre 20 000 palabras (para idiomas de pueblos técnicamente menos adelantados) y 600 000 (para los idiomas que se usan más frecuentemente en publicaciones), pero el número podría ser de varios millones si se agregan ciertos términos técnicos y científicos (por ejemplo, los entomólogos han identificado y nombrado más de un millón de especies de insectos, hay unas 100 000 especies de moluscos, 30 000 de protozoarios, 25 000 de crustáceos, 20 000 de peces, 9000 de aves, y los especialistas logran diferenciar estas especies bastante bien cuando escriben o hablan, es decir que muchas de ellas tienen nombres distintivos —aunque sean nombres compuestos—; otro ejemplo: la revista estadounidense Chemical abstracts, que publica resúmenes de artículos sobre temas de química, tiene una lista de seis millones de compuestos [del tipo de bicarbonato de sodio o nitrato de potasio]).

21.4. El número total de vocablos podría aumentar mucho si se agregan también nombres de lugar (el índice de un mapa del mundo a escala de 1 a 1 000 000 tendría unos 600 000 topónimos, y muchos de ellos tienen gentilicio) y sus derivados; si se añaden asimismo la jerga profesional, el caló, y los nombres personales (en un estudio de los apellidos de los Estados Unidos, hecho con base en datos del organismo de seguridad social de ese país, se indica que entre 239 927 977 personas hay 1 286 556 apellidos; suponiendo la misma proporción en todos los idiomas y todos los países, habría en el mundo más de 32 millones de apellidos. En un estudio semejante hecho en Japón, donde hay menos variedad de apellidos, se encuentran 100 000, lo que daría para el mundo 22 millones de apellidos; y en otro estudio hecho en Corea, donde se sabía que el número de apellidos es muy limitado, se encontraron sólo 110 apellidos, lo cual daría para el mundo solamente 12 000; la cifra de 32 millones es probablemente la que más se aproxima a la realidad).

21.5. El sentido común nos dice que no pueden incluirse todos estos millones de palabras en un diccionario impreso de tipo tradicional, pero algún día sí aparecerán en bancos o archivos electrónicos de datos: aunque por mucho tiempo seguirán publicándose diccionarios impresos, la computadora electrónica y el disco óptico son el mañana de los diccionarios tanto visuales como auditivos.


Respuesta al discurso de ingreso de don Guido Gómez de Silva por Manuel Alcalá

Señor director de la Academia, don José Luis Martínez,

señores académicos,

señoras y señores:

I

Hace cabalmente seis años y catorce días que don Tarsicio Herrera Zapién pronunció en este mismo recinto su magistral discurso de ingreso en la Academia Mexicana. En la no menos magistral respuesta de don Antonio Gómez Robledo —ejemplo en nuestro país del perfecto humanista, filósofo, internacionalista y diplomático— trajo atinadamente a colación aquello que afirmaba Martín Heidegger de que el lenguaje es la mansión del ser: die Sprache ist das Haus der Seins.

Hoy me permito repetirlo en esta casa cuya razón de existir es precisamente el lenguaje. Y éste, en las miles de formas que toma en las lenguas que en el mundo han sido y en las que en nuestros días se mantienen vivas, es un organismo constituido por millones de células que llamamos palabras.

Y la Palabra —con mayúscula— es eterna y creadora. Que así nos Io dice San Juan en la primera frase del prólogo a su Evangelio. Las palabras humanas son también creadoras por ser reflejo de esa Palabra —siempre con mayúscula—. Nuestra voz poeta viene del griego, por medio del latín, de la palabra poietés, que vale creador, hacedor y, claro, poeta. Pero son, además, bellas. Y Aristóteles exige en su Retórica que nuestra palabra sea bella: lógos kalós (III, 1, 1404, a 7-8).

Por añadidura, la palabra puede ser mágica. Pienso en La curación por la Palabra en la antigüedad clásica, erudito y encantador libro que publicó en 1958 Pedro Laín Entralgo, antiguo director de la Real Academia Española.

II

Don Guido Gómez de Silva tiene hecho un voto perpetuo que cumple religiosamente: el voto de servir a la palabra. Y ello con entrega total en todas las cuatro actividades que ha desempeñado o desempeña todavía: la del estudiante, la del profesor, la del intérprete, la del escritor.

III

Como brillante alumno en nuestra Facultad de Filosofía y Letras obtuvo en ella su maestría en 1946 y su doctorado en 1952. Su tesis de maestría fue un novedoso y sólido estudio sobre el “Basic English” y lo que llamó “Español fundamental”. “Misión de Ia Lingüística” intituló su tesis de doctorado. Ella le valió la mención “Cum laude”. Complementó los estudios lingüísticos con los científicos. En ellos obtuvo en 1947 y en la Columbia University de Nueva York el grado de maestro en ciencias.

IV

En cuanto no menos brillante profesor que estudiante, enseñó en 1946 el francés y la fonética francesa en el Instituto Francés de América Latina. Fue profesor de Lengua y Literatura Española en nuestra Universidad (1955-1957) y en la de Iowa (1966-1967). Durante cinco veranos (1968-1972) fue profesor de Lingüística en el entonces Middlebury College (hoy Universidad de Vermont).

En 1986 fue profesor de Neurolingüística en El Colegio de México. Antes había dirigido en esa institución el Seminario de Lingüística del curso del profesor Mauricio Swadesh. En el mismo Colegio ha dado conferencias sobre fonética. También las ha dado sobre lingüística en el Instituto Superior de Intérpretes y Traductores (ISIT).

V

Dejó su clase de fonética francesa en el Instituto Francés de América Latina porque se fue a Nueva York en 1947. En la ciudad del Hudson empieza su tercera y muy importante actividad al servicio de la palabra: la de intérprete.

Fue funcionario en la Organización de las Naciones Unidas de 1947 a 1954 y de 1973 a 1985. Durante el primer periodo fue bibliotecario por dos años e intérprete simultáneo y consecutivo (inglés-francés-español) durante cinco. En su segundo periodo lo tenemos primero en Nueva York por seis años como jefe de la Sección de Terminología y como primer jefe que hubo de la Sección de Formación de Intérpretes. Después lo tenemos por otros seis años en Nairobi. En esa capital de Kenia se desempeña como jefe de la Sección de Lenguas del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.

Ha sido además delegado de México en varias conferencias de la ONU sobre nombres geográficos. Señalo en especial las de Ginebra y Nueva York.

También durante 19 años y hasta la fecha ha trabajado como intérprete independiente, tanto en la ONU y sus organismos especializados como en reuniones internacionales de organismos no gubernamentales.

VI

Antiquísima y noble, la tarea del intérprete. Indispensable, además, en nuestro mundo de Babel en el que se hace más y más imperiosa la comunicación en todos los órdenes. Gracias al intérprete, ella es factible. Pero el verdadero intérprete debe tener, amén de un dominio de lenguas, una amplia cultura.

Gómez de Silva ha calificado, con justicia, de célebre y respetable al Tesoro de la lengua castellana, o española de Sebastián de Covarrubias Orozco. Este sabio maestrescuela y canónigo conquense asienta que del intérprete “se requiere fidelidad, prudencia y sagacidad y tener igual noticia de ambas lenguas, y lo que en ellas se dice por alusiones y términos metafóricos mirar lo que en estotra lengua le puede corresponder”.

Nuestro recipiendario cumple con creces todo eso. Por ello lo califico de gran trujamán. Que así preferiría yo llamarlo, con perdón suyo y de ustedes. Trujamán “es la forma castiza en castellano”, señala Corominas. Trujamán se lee en la Gran Conquista de Ultramar dos siglos antes de que aparezca en Nebrija la voz intérprete. Además, el nebrisense mantiene el término trujamán. Y trujamán escribe Cervantes al final del capítulo XXV de la segunda parte del Quijote.

No es, pues, propiamente intérprete el guía que chapurra la lengua del turista para indicarle dónde está el Kentucky Fried Chicken más próximo o el MacDonalds más cercano; o en qué museo se halla el cráneo de tal héroe cuando era niño y en qué otro el del mismo héroe cuando murió en su vejez.

VII

Si pasamos al cuarto de sus quehaceres, el del escritor, hallamos en él la misma entrega a la palabra que señalé en los tres anteriores.

De 1952 es su Misión de la Lingüística, que poco antes había presentado como tesis de doctorado. Publicados en México y en 1969 son La Geografía y Ia Lingüística El árabe literario; de este último es coautor. En 1972 apareció “The Linguistics of Personal Names”, extenso ensayo publicado en la revista Onoma de Lovaina.

Análogo papel al importantísimo desempeñado en Amberes por Plantino y su sucesor Moreto, fue en los Países Bajos septentrionales el de la familia de los Elzevier. Tuvieron ellos imprentas en Leyden, Amsterdam, La Haya, Utrecht y, fuera de Holanda, en Copenhague. Sus actividades editoriales se prolongaron desde 1583 hasta 1712. En ellas sobresale la biblioteca de clásicos latinos. De la imprenta elzeviriana de Amsterdam salieron las obras de Descartes. Y en la misma Venecia del Norte (Amsterdam) la actual editorial Elsevier —heredera por el nombre y el espíritu en la publicación de obras notables de aquella famosa de los siglos XVI y XVII — publica en 1985 el Elsevier’s Concise Spanish Etymological Dictionary de Gómez de Silva. En 1988 y en edición conjunta de El Colegio de México y del Fondo de Cultura Económicasale a la luz su traducción con el título deBreve diccionario etimológico de Ia lengua española. El año pasado, la misma casa editorial de Amsterdam le publica su Elsevier´s International Dictionary of Literature and Grammar.

VIII

El 8 de marzo de 1579 escribe Montaigne, para Diana de Foix, condesa de Gurson, su ensayo sobre la educación de los hijos. En él habla de lo cuidadoso que hay que ser en la elección del preceptor. De éste puntualiza que quisiera “qui eust plutost la teste bien faicte que bien pleine”. Sí, que mejor tuviera la cabeza bien hecha que atiborrada.

Y el nuevo académico cumple colmadamente ese precepto; pues con su mente cartesiana, de cuya claridad es prueba el discurso que le hemos escuchado, se aúna su amplia y sólida cultura. Tiene, en efecto, “la tête bien faite” y, por añadidura, “bien pleine”

Ha escrito un largo, original y erudito ensayo sobre los diccionarios de ayer y de mañana. Pero, por mor de la cortesía debida a ustedes, sólo nos ha leído una versión abreviada. Tendremos, con todo, el placerde leerlo íntegro cuando se publique.

Capital asunto el que nos ha expuesto aquí, pues Ia razón de ser de nuestra Academia es cabalmente la lengua. Y los diccionarios son, desde hace milenios, brújula imprescindible para navegar, sin peligro de extraviarnos, por los mares del lenguaje.

Pero, además de brújula, ¿qué es un diccionario? No vayamos a éste para leer Ia autodefinición. Oigamos mejor la voz del altísimo poeta, premio Nobel de Literatura, que fue Pablo Neruda. La traigo para ustedes en trozos de su Oda al diccionario:

Lomo de buey, pesado 
cargador, sistemático 
libro espeso: 
de joven 
te ignoré, me vistió 
la suficiencia 
y me creí repleto 
… 
Pero un día, 
después de haberlo usado 
y desusado, 
después 
de declararlo 
inútil y anacrónico camello, 
cuando por largos meses, sin protesta, 
me sirvió de sillón 
y de almohada, 
se rebeló y plantándose 
en mi puerta 
creció, movió sus hojas 
y sus nidos, 
movió Ia elevación de su follaje: 
árbol 
era, 
natural, 
generoso 
manzano, manzanar o manzanero, 
y las palabras 
brillaban en su copa inagotable, 
opacas o sonoras, 
fecundas en Ia fronda del lenguaje, 
cargadas de verdad y de sonido. 
… 
Diccionario, no eres 
tumba, sepulcro, féretro, 
túmulo, mausoleo, 
sino preservación, 
fuego escondido, 
plantación de rubíes, 
perpetuidad viviente 
de la esencia, 
granero del idioma...

De brújula, me aventuré a calificar al diccionario. Más bella y profundamente, el poeta de la Isla Negra lo llamó árbol. Como todo árbol, los diccionarios nacen, crecen, se les secan hojas, pierden ramas, mueren. Algunos se fosilizan. El diccionario de mañana, el de los medios electrónicos del que nos ha hablado Gómez de Silva —abonado, claro, por la mente humana— será más frondoso y de más larga vida. Como las gigantescas y milenarias sequías del México irredento —la Alta California—, como nuestros centenarios ahuehuetes.

Antes de entrar en el tema dcl discurso, Gómez de Silva hizo —como es tradición en esta casa— un breve recuerdo de sus siete antecesores en la silla I que ahora ocupa. Ya metido en la materia de su discurso, nos ha brindado una sabia exposición sobre los diccionarios. Exposición salpimentada con ilustrativos paréntesis y citas, escogidos ambos con fino humor, Exposición de la que mucho hemos aprendido y con la que nos ha dado nuevas ideas sobre lo que tendrían o tendrán que ser algunos diccionarios. Pienso especialmente en lo que asentó acerca de los bilingües. Pienso —ya lo anticipé— en lo que nos dijo sobre el diccionario de mañana: el de Ias computadoras y discos compactos.

Aquí, por paréntesis, señalo que nuestra Academia, para sus diversos quehaceres, cuenta ya con un equipo de cómputo donado generosamente por Hewlett-Packard. Varios de nuestros académicos son duchos en el uso de esos admirables y casi mágicos auxiliares que son las computadoras y los discos.

IX

Cuatro sociedades cuentan a don Guido Gómez de Silva entre sus miembros. Lo es —y vitalicio— de la International Phonetic Association, de Londres. En Ginebra, de la Association Internationale d’interprètes de Conférences (AIIC). The American Association of Language Specialists (TAALS), de Washington, lo tiene también como miembro. En México lo es de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, y es presidente del Colegio Mexicano de Intérpretes de Conferencias.

Si yo creyese en agüeros, diría que al nuevo académico lo estaba esperando por mucho tiempo nuestra corporación. En efecto, hace cuarenta y sesi años, cuatro de los cinco sinodales en su examen de maestría eran, o fueron posteriormente, académicos:Julio Jiménez Rueda, Manuel González Montesinos y Amancio Bolaño e Isla, que ya se nos fueron. El cuarto todavía da guerra por estos mundos de Dios: es quien les habla. Y seis años después, en su examen de doctorado había tres académicos como miembros del jurado: los dos mencionados Julio Jiménez Rueda y Amancio Bolaño e Isla; el tercero, el hoy académico honorario don Gutierre Tibón. Como yo vivía entonces fuera del país, tuvo la buena fortuna de no padecerme por segunda vez.

Pero como no creo en presagios ni en otras zarandajas del mismo jaez, muy otras son las serias razones que movieron a los académicos para llamarlo a ser el octavo ocupante dc la silla I. Sus conocimientos lingüísticos, su entrega a la palabra y sus virtudes humanas e intelectuales le abrieron, como académico electo, las puertas de nuestra Casa. A partir de esta noche, por el docto discurso que acabamos de escucharle, es ya académico de número.

Por todo ello, me es muy grato dar a don Guido Gómez de Silva la bienvenida a nuestra Academia, con el beneplácito y el aplauso de sus colegas.

La publicación de este sitio electrónico es posible gracias al apoyo de:

Donceles #66,
Centro Histórico,
alcaldía Cuauhtémoc,
Ciudad de México,
06010.

(+52)55 5208 2526
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo. 

® 2024 Academia Mexicana de la Lengua