Más de veinte años hace que este Instituto, en que se cultivan y florecen tantos buenos estudios, me llamó a su seno sin tomar en cuenta mi mocedad, ni mucho menos lo exiguo de mis méritos, que sólo vuestra indulgencia pudo apreciar; ya que entonces resplandecían en vuestra casa y figuraban en la lista de vuestros conmilitones los más gallardos y sutiles ingenios de que podía envanecerse país alguno de nuestra América.
Vigil, De la Peña, Montes de Oca, Roa Bárcena, Mariscal, Chavero, Casasús, Sierra, Parra, Delgado, Moreno-Cora, Labastida, Sánchez Mármol, López Portillo, eran ornamento de esta corporación y orgullo de la patria literatura, que en ellos se solazaba y complacía. Animadas justas de ingenio, de gracia, de erudición y de finura eran aquellas reuniones que alcancé a ver presididas por dos de nuestros mayores que ahora gozan de vida mejor; pues tales destrozos ha hecho la muerte en nuestras filas, que apenas si vive uno de los numerarios que me llamaron a ocupar un sillón en vuestra compañía, y sólo restamos cuatro de los que ingresamos a la Academia en calidad de elemento de renovación, según solía decir el Director de aquellos días. Si salís por esas calles, oiréis decir tal vez que la Academia es símbolo de opresión y que reina en ella el más severo espíritu conservador: lo que yo he visto resplandecer en la mejicana es sólo la libertad y la cortesía, la cordialidad y el primor de maneras, la más exquisita y la más completa tolerancia para todas las opiniones y el respeto para todas las ideas; preceptos que han sido la norma de cuantos traspasan el umbral de esta mansión.
Tocóme en suerte ser elegido académico de número para suceder al señor don José María Roa Bárcena; y os digo en verdad que si me hubierais puesto a escoger el antecesor de quien debiera hacer el panegírico, no habría pensado en otro que en el literato insigne a quien conocí ya vencido por los años, pero con el espíritu tan entero y la voluntad tan firme como cuando “su elegante persona, gallarda en la juventud, atildada aún en la vejez” lucía en salones y tertulias conservadoras. Era joven en la época de la guerra inicua que los Estados Unidos nos movieron, y de tal circunstancia, en mi concepto, provino la dirección de su vida. No sólo las cosas que vio lo llevaron a escribir su elegante y bien documentada historia de la guerra en que el país vecino nos destrozó condenándonos a ser sus eternos arrendajos, sino que le indicaron que el remedio de nuestros males se debía buscar en Europa y contraponer la potencia de los países de nuestra raza a la de los de habla sajona. Que se equivocó Roa Bárcena es cosa indudable, pues él mismo tuvo que alejarse del débil y mal aconsejado príncipe cuyo fin había de cantar en versos inolvidables.
Tarde se había de dar cuenta de que, como dice el más cabal y acertado de sus biógrafos, el Ilmo. Montes de Oca, resultaba “candor de infancia el transplantar a mejicano suelo un Príncipe alemán y usos de Francia”. Pero no era sólo que al Habsburgo le faltara el “alto don de imperio”. Es que resultaba imposible una monarquía fundada sobre datos tan equivocados como lo eran la duración del gobierno francés y el triunfo de los surianos rebeldes en los Estados Unidos. No tuvieron en cuenta los ingenuos conservadores, que Napoleón trataría siempre de sujetar a su poder al Emperador mejicano (el cual habría venido a ser una especie de súbdito del soberano francés, cosa que difícilmente se concilia con la idea de autoridad suprema), y que aun en el caso del triunfo de los surianos, éstos habrían sido más inexorables y absorbentes que sus enemigos del norte.
La caída de Maximiliano ocasionó a Roa las molestias y los riesgos que a todos los servidores del desgraciado archiduque; él los afrontó con ánimo sereno, y también con ánimo sereno dejó el periodismo de combate que había sido su vida, para dedicarse al comercio de los amigos y de las musas, y al comercio de las combinaciones y de los números, que le había de dejar una fortuna tan abundante y bien saneada, como honradamente adquirida.
Y tanta era su convicción de la verdad que defendía, y empleaba tal comedimiento para con los adversarios, que los mismos escritores liberales cuyas ideas había combatido, pidieron y obtuvieron que para Roa no se prolongaran las molestias del destierro o de la prisión, que eran anejos entonces, como lo han sido después, a la suerte de los partidarios del régimen caído.
Escritor castizo y puro, nos dejó la bellísima Noche al Raso; traductor atinado y discreto, vertió en excelentes versos castellanos los de Byron, de Shelley, de Heine y de Goethe; narrador regocijado, contó en elegante prosa los mil lances de nuestra vida rural y ciudadana; poeta exquisito, escribió la extraordinaria Noche de Querétaro y la bellísima Salutación a Maximiliano, que tiene todo el “magna sonaturum” horaciano; satírico acabado y feliz, refirió en ficción exquisita la suerte de los países que dejan a la plebe la dirección de los negocios públicos. Pero en lo que cifró todo su empeño hasta constituir, por decirlo así su obra maestra, fue en las biografías de Pesado y de Gorostiza que compuso. Cualquiera de estas obras bastaría para inmortalizar a un prosista, a un historiador y a un patriota.
Esas vidas, sobre todo la de Pesado, en que defiende su fe conservadora y relata las andanzas de su maestro y amigo, son modelos de composición histórica y de fino y elegante decir. La de Gorostiza (que no es héroe de mi predilección, pero cuyas aventuras diplomáticas y guerreras reconozco sin trabajo, se prestaban de sobra para un lienzo a lo Franz Hals, como el que trazó Roa) está llena del vigor de este comediógrafo y comediófilo inolvidable. Pero para mi gusto, la semblanza de don J. Bernardo Couto, uno de los salvadores de nuestra nacionalidad en 1848 y que se encuentra esparcida en muchos lugares de las obras de nuestro don José María, merece toda mi admiración por el alto sentido patriótico que revela, por su caudalosa erudición y por lo atinado de sus juicios.
Al juzgar los Recuerdos de la guerra con los Estados Unidos, ha dedicado sus vigilias uno de nuestros más doctos colegas; pero ese libro ha merecido la consagración mejor que podía apetecer un historiador: el escritor norteamericano que con más documentos y con más suerte ha hecho la narración de nuestras vicisitudes en aquella época luctuosa, ha dicho que Roa es tachable porque mira las cosas desde el lado exclusivamente mejicano, reproche que en vez de denigrar al gran veracruzano lo levanta y exalta a nuestros ojos.
Los azares de la política fueron para Roa menos duros que para muchos de sus coetáneos y sucesores. No trepó nunca, como Labastida, Hidalgo, Ramírez y Gutiérrez Estrada, los duros peldaños de la escalera ajena; pero sí sufrió las amarguras y las tristezas de los que, amando hondamente a nuestra patria, hemos visto desvanecerse, en nubes de sangre y en tempestades de odio, nuestras ilusiones más caras. Por eso tal vez no parezca desatinado hablar de filología vernácula al ocupar el sillón que honró el cristiano poeta. Estas páginas, concebidas en la soledad, compuestas en la tristeza, y presente siempre el recuerdo de la tierra ausente, quizá sean tributo que acepte la buena memoria del noble y sincero adalid de las causas perdidas, que casi siempre son las buenas causas.
Al estudiar algunos documentos tocantes a la historia de las regiones que fueron españolas y mejicanas, en las partes del sur y del occidente de los Estados Unidos, tropecé con una cantidad tal de palabras castellanas puras o del castellano que hablamos en México, que me propuse catalogarlas por vía de recuerdo de aquellas tareas.
Y pensándolo bien me dije: pues qué, ¿no es escribir historia hacer el catálogo de las palabras que una civilización ha dejado incrustadas en otra y que siguen funcionando como organismos vivientes y sufriendo las modificaciones y los cambios que les imprime su nuevo estado? ¿No son esas palabras prueba de la vitalidad, muestra de la influencia y prenda de la duración de la gente que abandonó por azares de la fortuna su predominio político, y que conserva todavía, más o menos desvanecida, su influencia sobre los espíritus? Da mihi animas; coetera tolle tibi.
No puede llamarse muerta una raza ni decadente un pueblo que han dejado su huella lo mismo en las más altas especulaciones que en los menesteres más humildes, en las artes útiles que en las de adorno, en los deportes que en el cultivo de los campos, en la legislación que en la tarea de dar nombre a las cosas que al paso encuentran el entendido, el trabajador manual o el estudioso.
Los vocablos tienen tal virtud, es tanta su fuerza atractiva (para expresarme con un término de la jerga jurídica), que por el solo hecho de acudir a la mente unos de preferencia a los otros que son sus sinónimos y sucedáneos, indican tan especiales direcciones del pensamiento que vienen a constituir a quien los usa, en feudatario del pueblo que primero los trajo a vida.
“Para quien estudia la existencia de las naciones, nada más interesante que los nombres que tan claramente demuestran la dominación de otra raza. Como los romanos, sajones, daneses y normandos dejaron sus monumentos en Inglaterra, así encontramos en las fuentes, ríos, pueblos y divisiones políticas, las pruebas de una civilización anterior”.[1]
Las palabras tienen su vida, su autonomía, su razón de ser; obedecen a razones étnicas, eufónicas e históricas, que yacen en la constitución misma del pueblo, en sus antecedentes y en su modo de manifestarse. ¿Por qué en Méjico se usa alhucema, voz arábiga,[2] y nunca se oye espliego, palabra de cristiano y seguro abolengo? ¿Por qué conocemos el almaizal,[3] e ignoramos el humeral? ¿Por qué mencionamos de un extremo al otro del territorio los duraznos y sólo son de una curiosidad erudita los melocotones?[4]
Es que los andaluces, que primero colonizaron nuestra tierra, nos transmitieron las palabras que habían oído de la morisma recién dominada, y nosotros las recibimos y las aceptamos, unos a sabiendas de que había sinónimos castellanos que las trasladaban, otros creyendo que era la única lección que existía.
Así como nuestra lengua posee palabras que son restos de antiguas civilizaciones, de ideas y de prácticas olvidadas, e inconscientemente y sin de ello darnos cuenta, las traemos a colación, así vemos verificarse a nuestra vista la transformación dialéctica de palabras del castellano, puro o mejicanizado, que pasan dentro de una lengua extraña como fragmentos de soles apagados que hace siglos dejaron de calentar con su fuego y de deslumbrar con sus resplandores.
Las hay de uso constante; las hay que se emplean de modo circunstancial y en ocasiones determinadas; de ellas algunas se han fundido en el léxico popular; otras se conservan entre las clases bajas; la mayoría se guarda como reliquia piadosa entre las gentes de nuestra estirpe; gran número de ellas han alcanzado la consagración más alta que podían apetece, la de formar parte del lenguaje literario y ser usadas por los autores, mientras de otras se conservan sólo los nombres en los glosarios como flores secas que guarda el botánico en sus colecciones. A presentar el catálogo de esas palabras, a estudiarlas aunque sea ligeramente, y a hacer someras reflexiones sobre su desarrollo y su florecimiento, va encaminado este breve estudio.
A veces no pasan las palabras íntegras, pero quedan sus elementos esenciales, que son las letras que las componen “las cuales no pueden perderse, que apenas si se pueden transformar y que si desaparecen, debe la etimología rastrear hasta sus vestigios”… “Yo compararía las metamorfosis literales de una lengua a otra, a las metamorfosis anatómicas que consienten estudiar el paso de los animales de un orden a otro. ¿Qué pasa con los huesos de que se forma el brazo de un hombre cuando aquél se trueca en pata delantera de mamífero, en ala de ave, en aleta de ballena, en miembro rudimentario de ofidio?”[5] ¿Cómo se transforman, diría parodiando a Littré, las letras que vienen a ser los huesos de una palabra española, mejicana o indígena, cuando se convierte en inglesa? Para el etimologista, como para el anatomista, hay un esqueleto que no desaparece, pero que se va modificando.
No se me ocultan los defectos de mi trabajo; sé bien que la filología moderna es casi una ciencia exacta y que si admite las hipótesis y las inducciones, va también con pies de plomo antes de aceptar conclusiones, de modo que “no asienta partida si no le muestran quitanza”. Habría que emprender el estudio de cada palabra, de sus orígenes, de su significación actual y de su significación pretérita y eso requeriría tiempo y calma de que yo no he dispuesto. Habría tenido además que contar con los libros que los curiosos han escrito en las diferentes regiones americanas, y, aunque he podido disponer de algunos, no he logrado allegar todos.
Sin embargo, tal como es, puede servir de base a indagaciones de gentes más bien dotadas que yo o con elementos mejores de investigación. Ellas perfeccionarían el esbozo que ahora presento.
I
La ley de endósmosis y exósmosis que funciona constantemente para vigorizar y mantener vivas las lenguas no exceptuó al español y al inglés. Los apólogos indostánicos que se conocen con el nombre de Fábulas de Pilpay[6] se tradujeron del árabe al castellano antes que a ninguna otra lengua moderna y la versión que se conoce de Kalila e Dimna recorrió toda la Europa civilizada. El libro de los Engannos e Assayamientos de las Mogieres, traducido también del árabe, pero de fuente sánscrita, fue de uso corriente en todos los países y sus máximas eran populares en Inglaterra. El libro de los Bocados de Oro fue traducido al inglés por Lord Rivers, quien estuvo en el sitio de Granada, y la colección de proverbios conocida por Dictes and Sayings of the Philosophers contiene no sólo extractos de la traducción de Rivers, sino de otros muchos libros trasladados del sánscrito al árabe y al español, que a la sazón empezaba a circular en Francia.
El libro de los Castigos y Documentos del Rey Don Sancho fue parafraseado en el de Sandford and Merton, así como la literatura de ejemplos, apólogos y moralejas, sobre todo de Don Juan Manuel (Canterbury Tales); el Libro de los Gatos y el Espejo de los Legos estuvieron en gran boga hasta que la Celestina empezó a conocerse y admirarse al grado de estamparse de ella dos traducciones en poco tiempo; pero pocos libros llegaron a tener la influencia positiva que los de Don Antonio de Guevara, obispo de Mondoñedo. Casambon, en el prólogo del Marco Aurelio, llega a decir que después de la Biblia pocos libros se habrán impreso tan a menudo y en tantas lenguas como éste. El Reloj de Príncipes, el Menosprecio de la Corte y Alabanza de la Aldea y casi todo cuanto el remilgadísimo prelado, que tuvo en sus tiempos una fama tan injusta como el olvido en que ahora se le tiene, fueron también así de famosos. (Recuérdese que los eufuístas o culteranos ingleses se llamaron también guevaristas).
No olvidemos que la primera traducción que se hizo del Quijote en lengua extranjera es la inglesa de Shelton en 1612, y que el Caballero de la Triste Figura y su sentencioso escudero son tipos familiares en la literatura inglesa.
Los novelistas picarescos, los poetas bucólicos, los historiadores, los dramaturgos, tuvieron gentes que los celebraran e imitadores que extendieran su ingenio, habilidad, chiste y gracia; pero sin duda que la influencia de la lengua inglesa sobre la española es mayor aún.
La del ciclo caballeresco —Merlín y Viviana, el rey Arturo, los Doce de la Tabla Redonda y la Conquista del Santo Grial—, fueron el tema de infinidad de novelas españolas originales o traducidas y de infinidad de romances que se leyeron en la península y que ejercieron influencia hasta sobre la mentalidad de los conquistadores del Nuevo Mundo.
Así fue asimilando la lengua inglesa muchos elementos de la nuestra. Las palabras que, en concepto de los extranjeros, simbolizaban el honor —castellano, hidalgo, don puntillo, pundonor, duelo, conquistador—, la que denotaba el cargo omnipotente con que el rey manifestaba su autoridad —alcalde—, las que recordaban a los alegres isleños los placeres de las soleadas tierras del mediodía —castañuelas (castañeta), toreador, banderillero, matador—, que probablemente ingresaron a fines del siglo XVIII, fueron las que aparecieron en el sermón popular y literario.
Los nombres de cosas relativas al arte de navegar deben de datar de la época de Isabel:armada, flota, flotilla, escuadra (squadron), Guardacosta, Carga (cargoe) y más tarde estibador(stevedor), marina, desembarcadero.
También se tomaron del español palabras como desperado[7] que data del siglo XVII;guerrilla y guerrillero que se naturalizaron gloriosamente en 1813 en los despachos de Wellington; camarilla, que llegó en los tiempos de Fernando VII; camarada, que proviene del siglo XVI.[8]
El comercio influyó en gran manera para la introducción de palabras de origen peninsular; tales fueron sasafrás:: sassafrass, jerez:: sherry, vainilla, zarzaparrilla:: sasaparrilla, coca,cochinilla,[9] cacao:: cocoa, coco, banana,[10] chocolate.[11]
Otro tanto pasó con los nombres de animales, por ejemplo, alligator[12] (caimán o cocodrilo).
Y la influencia del español sobre el inglés ha sido tal que un autor calcula[13] son 716 las palabras españolas que están en uso en esta lengua; y si se tiene en cuenta que muchísimas que señala como italianas o portuguesas son netamente españolas, se tendrá que el nuestro es el que más ha influido sobre el inglés, sin contar el francés, el latín y el griego.
Se encuentran rastros de palabras castellanas hasta en el oriente remoto y son pruebas patentes de la lucha entre españoles y portugueses en aquella parte del mundo; y el predominio mayor que obtuvo el idioma afine da a conocer la influencia más duradera que adquirieron los lusitanos, al grado que el portugués es aún lingua franca en aquellas partes. Pero para conocer el origen de esos coloquialismos, no basta la lengua portuguesa sino que hay que recurrir a la castellana. Una pequeña lista de palabras usadas en la India y ahora incorporadas al inglés, que tomo del importantísimo libro de Yule y Burrel, da idea de esta compenetración de ambos idiomas. Goglet::: gorgolita; gran:: grao;[14] Plantain:: plátano;[15] muster:: mestizo; caste:: casta;[16] peón;[17] padre;[18] mestri o maistry:: maestro; almira:: almario; aya; cobra; mosquito;[19]camees:: camisa;[20] palmira; picotta; rolong:: rolao; pial:: poyal;[21] fogar:: fogaza; margosa:: amargosa; batel; brab:: bravo; foras;[22] cart:: orta; vellard:: vallado; yoss;[23] compadre; linguist; moor:: moro (mahometano); gentoo:: gentil; mestees:: mestizo; castees:: castizo;[24] bandeja; kitysol; cuspadore.[25]
Otras palabras son de origen indígena, pero presentan la huella española o portuguesa, como palanquín, mandarín, mangellín,[26] monsoon, typhoon, mango,[27] mangosteen; chop::chapa; nabab; betel area, benzoin, cargo.
Hasta el dialecto indostano han trascendido el portugués y el español, y han dejado chavi:: chave; baola:: baúl; balti:: balde; martol:: martillo; tauliga:: toalla; sabún:: jabón;[28] basau:: bacía; lilan:: leilao (remate).
II
La mayor cantidad de palabras nuestras llegó al inglés después del descubrimiento de América, cuando el castellano alcanzó a ser idioma universal y a estar de moda; cuando, por el contacto con imperios relativamente civilizados o con tribus bárbaras y exentas de cristiana policía, pasaron al español nombres de países incógnitos, de “mares nunca de antes navegados”, de plantas y de animales que no se conocían en Castilla, de teogonías, religiones, usos y costumbres que diferían de los que el mundo había oído en continentes antiguos.
Desde el primer viaje de Colón, escribe el insigne Cuervo, se conocieron en España voces del Nuevo Mundo, como canoa,[29] que puede decirse la primogénita de ellas, pues que Nebrija le dio cabida en su diccionario castellano que se imprimió en 1493; ajes, mencionado por Pedro Mártir de Anglería en carta escrita en Barcelona por septiembre del mismo año. Colón supo en Haití que al Rey le llamaban cacique, (Casas, Hist. I. pág. 382);[30] en la relación del segundo viaje, hecha por el Doctor Chanca, se habla del ají;[31] en la del tercero recuerda Colón que él llevó maíz a Castilla y que allá hay mucho. (Navarrete, Colección de los Viajes, I, pág. 251). En el glosario que acompaña las tres primeras Décadas de Pedro Mártir de Anglería, publicadas en Alcalá, el año de 1516, se encuentran batata,[32] bohío, cazabe, canoa, caribe, canivales (sic),[33]copee, guaczabara (sic), guanaba (sic), guanines, hibuero, hobos, iguana,[34] iucca, maguey;[35] maíz, mamú, manatí; voces que no pueden ser sino de las Antillas o de la Tierra Firme hasta entonces conocida.
El descubrimiento y conquista de Méjico y de todos los Estados independientes del supuesto imperio mejicano, aumentó el caudal de voces que se añadieron al inglés, no sólo por las numerosas lenguas y dialectos que se hablaban en la enorme extensión que abarcaba la Nueva España, sino por la vecindad en que, andando el tiempo, habían de quedar unos y otros colonos.
Carezco de documentos para indicar la época en que fueron pasando al lenguaje de los ingleses establecidos en la Unión Americana los diferentes vocablos de procedencia india o española; pero eso debe haber obedecido al conducto diferente por el cual solían dichas voces arriba. Unos, que los ingleses aquistaban durante sus incursiones y piraterías en las Costas de las Indias Occidentales, deben haber llegado directamente de Cuba y la Española; otros, que los Peregrinos usaban o aplicaban de preferencia, llegaron de seguro por Texas y Luisiana a Virginia y Kentucky, sobre todo después de la guerra de 1812, con la apertura del oeste americano.
Pero ¿cuál fue el proceso de la alteración fonética y cómo empezaron a usarse las palabras indias en el inglés? Se desconocen tales circunstancias, y apenas si, con los documentos actuales, algo podemos conjeturar. Pongamos dos ejemplos que en mi concepto aclaran más que las simples inducciones. Corn, en inglés ortodoxo, significa un cereal para el consumo humano y sobre todo el trigo: por ejemplo, las Corn Laws. Los primeros colonos, siguiendo la costumbre, llamaron Indian Corno al gran que los españoles, tomando la palabra de los indios, llamabanmaíz. Pero gradualmente el adjetivo se olvidó y a mediados del siglo XVIII el maíz se llamó simplemente corn y los granos en general breadstuffs. En 1774, Thomas Hutchinson, dirigiendo la palabra a Jorge III, usó corn en el sentido de maíz y centeno mezclados. “What corn?” preguntó el Rey. —“Indian corn, explicó Hutchinson, o, como los autores le llaman,maize”.
Pero quizá resulte más conveniente el ejemplo de una palabra que se ha desarrollado simultáneamente en los dos países, aunque no podamos decir si de México pasó a los Estados Unidos, como parece probable, o si los colonos del Sur la recibieron directamente de las Islas.
La palabra barbacoa es de uso común en el norte de nuestro país y sobre su origen y significación se han dicho cosas estupendas.
La Academia la define como voz americana, y dice es “carne asada en un hoyo que se abre en la tierra y se calienta como los hornos”.
Pero es el caso que la barbacoa sólo se prepara así en México y en los Estados Unidos. En el sur y el oeste yanquis la barbecue es ceremonia muy sonada, casi siempre política.
“Un cerdo en barbacoa, con whiskey en abundancia, hace ganar elecciones hasta en América”, (Fanx, Memorable Days 1892).
Desde 1690 empleaba la palabra Mrs. Behn, “Asemos (let’s barbicue) a este bribonazo”. Solamente Thornton cita diez y siete ejemplos desde 1690 a 1852 que demuestran el uso antiguo de la voz en América e Inglaterra:[36]quizás en la literatura nuestra no fuera posible reunir tantos y en tan perfecta sucesión, desde la época colonial hasta la presente. En la Carolina del Norte hay un río Barbacue, e inmediatamente una iglesia presbiteriana (Barbecue Church) edificada hacia 1765 (W.H. Foote, Sketches of N. Carolina, p. 123, N. York, 1846). Qué sea labarbacoa lo sabemos por la definición de Johnson, quien afirma es término perteneciente a las Indias Occidentales y significa asar un puerco a la parrilla. Se autoriza con dos ejemplos, uno de ellos de Pope:
Old field with more than happy throat endued
Cries, send me. Gods, a whole hog barbecued.
Consiste en un cerdo o sollo asados al aire libre y a fuego manso.
Pickering citando a Burnley’s, Travels in North America, dice que no es más que un puerco muerto en la forma ordinaria, sazonado con especias y otros sabrosos ingredientes y reahogado en vino de Madera. Es, añade, plato muy fino y, según dice, muy costoso.
Uno de esos viajeros que abundan por el mundo sostiene que “Cet amusement barbare (barbacoa), consiste à fouetter les porcs jusqu’à la mort pour en rendre la chair plus delicate. Je ne sais pas que les cannibales mêmes les pratiquent”.
Las descripciones antiguas coinciden casi con una de las de Oviedo que mencionaCuervo: “Asan la carne sobre unos palos que ponen a manera de trébedes o parrillas en hueco (que ellos llaman barbacoas), e la lumbre debajo”.
Parece que hay ambos significados y que los yanquis y nosotros tomamos exclusivamente uno de ellos, el cual a su vez es desconocido en el resto de América, excepto El Salvador, donde se introdujo hace pocos años por el contacto con gente mejicana. (Santiago I. Barberena,Quicheísmos, p. 28).
En las demás regiones se sigue el espíritu de las definiciones que da Oviedo: “Ciertas camas levantadas sobre la tierra en puntales”, “Andamio en que se ponen los muchachos para guardar las sementeras de maíz”; o Las Casas, “Zarzo en donde se guardan los granos”.
Es curioso que en inglés exista el mismo significado equívoco. Stanford cita un trozo de los Viajes de Dampier: “Toda la noche descansamos en nuestras barbacue’s o armazones de madera altos tres piés sobre el suelo”; y otro de Mac Farlane, Banditti and Robers, p. 360. “Durmió en su cama o barbecue de varas, alta dos piés sobre el suelo y con colchón de zaleas de chivo”.
El primero se usa en Costa Rica y el nuestro se desconoce de tal manera que Gagini lo creyó un error de la Academia. La significación de desván es privativa de Cuba, y las de camilla, parihuela, aparador, vasar y anaquel son de Colombia.
Como una curiosidad, pues el origen indio está bien establecido, señalaré la suposición de que pudiera venir del francés barbe-à-queu, por lo cual el animal asado debía estar íntegro (de la barba a la cola) (Farmer).
No hay ahora en verdad la comunicación y el trato que debe haber habido entre las regiones recién poseídas en el siglo de la conquista. Pronto corrieron por el mundo las voces isleñas que señalé arriba y otras muchas así de expresivas, y otro tanto sucedió con las mejicanas. Casi en todas las lenguas modernas se hallan aguacate:: avocat, cacao, chocolate, copal, guayaba:: guava, iguana, nopal, ocelot, huracán,[37] papaya, petate, sapayo, zapote, tomate,[38] y otras que sería muy largo enumerar.[39]
No hay que decir que en el dialecto de la gente culta en Méjico y en España cundieron prontamente porque respondían a una necesidad real, como era la de designar objetos que no tenían equivalentes en castellano. “La política española, por otra parte, amalgamaba en nacionalidades homogéneas a conquistadores y conquistados y las consecuencias podían mirarse en el lenguaje”.
Naturalmente, la comunicación y el trato, primero con los colonos tejanos, después con los nativos de California, Arizona, Nuevo Méjico y demás regiones fronterizas, tras de la ocupación por los Estados Unidos, ha traído grandes novedades a este respecto. “El dialecto mejicano lo usan extensamente en Nuevo Méjico la gran mayoría de las personas de raza española y los aborígenes convertidos al cristianismo; y esa misma lengua se emplea por razones de conveniencia entre los que tienen negocios con la raza mejicana... y así fue como, mediante la comunicación con mejicanos, se han introducido palabras españolas en el lenguaje común de nuestro país”. (Blackmar).
Sería imposible señalar todas las palabras castellanas o indias que por conducto de Méjico han venido a los Estados Unidos; pero todas ellas son, sin duda, testimonio de nuestra influencia y preponderancia espirituales en la tierra que perdimos. La arriería, por ejemplo, fue ejercicio nuestro, que heredamos de los andaluces, que a su vez lo tenían de los moros.[40]Esta forma de actividad la transmitieron los mejicanos a los yanquis, que la han estudiado y perfeccionado como si fuera una ciencia.
En el Manual of Pack Transportation,[41] que es una monografía completa de la arriería y del aparejo (appa-ray-jo), se mencionan los burros, arrieros, gruperas, cargas:: cargos,cargadores, carona:: corona,[42] cincha, jalma, sobrenjalma, cantina, látigos, cabeza de silla,tapaderas, etc.
Antes de la guerra hispano-americana, los arrieros militares dedicaban sus ocios a “bordar con sedas de colores en la grupera y en la carona la figura de algún animal, ave, insignia o leyenda”, costumbre que Daly cree proveniente de la época en que los nobles engalanaban sus bestias de carga con ricas telas recamadas de oro, mientras las bridas estaban trenzadas con hilos de plata. Recuerda la conquista de Granada en que la Reina Isabel, en 1486, organizó, equipó y mantuvo 14,000 mulas y burros para proveer al ejército de 13,000 jinetes y 40,000 infantes, y el equipo de los nobles de calidad, como D. Íñigo López de Mendoza, Duque del Infantado, que llevaban sus asnos y mulas enjaezadas como los caballos.
El descubrimiento del oro en California hizo ver la conveniencia del aparejo para la comunicación entre lugares donde no podían llegar los carros. La arriería se hizo profesión corriente en el Oeste y proporcionó pingües ganancias a los americanos.
En las luchas contra los indios, durante la guerra civil, en la conducción de efectos en Oregon, Washington, Montana, Nevada, Idaho y California, el aparejo y el arriero prestaron servicios incalculables.
En la minería, que se desarrolló desde 1848 en adelante, los mejicanos suministraron mucho del vocabulario corriente y del tecnicismo legal. En Bret Harte, en Mark Twain, y, sobre todo, en la prensa periódica, se pueden encontrar a porrillo abra, tajo, amparo;[43] barranco,arrastra,[44] placer,[45] porción (por metátesis, proción), quebrada, buscón, cateador, bonanza.[46]
El denuncio es el procedimiento conforme al cual, según la ley mexicana, se obtenía el derecho de concesión de una veta o porción de ella, trabajada o sin explotarse, conocida o desconocida, que un minero escogía para sus trabajos. (Ward, México, 1827). Ya no se usa conforme a la nueva ley minera, pero en la literatura californiana se halla a menudo.
Otro tanto pasó con los términos de campo y de instrumentos de trabajo o deportes campestres. El rodeo, que consiste en reunir en un corral las manadas de ganado de las diferentes haciendas para separarlos y marcarlos (una animada y linda descripción de esta ceremonia campestre-religiosa se halla en Recuerdos de un Emigrado, de Salvador Quevedo y Zubieta), se practicaba y practica en el suroeste de los Estados Unidos, casi con ceremonias idénticas que en Méjico. “Todos los dueños de ranchos están en la obligación de practicar un rodeo anual... La persona que haga el rodeo tiene que dar aviso a los dueños de las fincas inmediatas, por lo menos cuatro días antes del rodeo para que separen y marquen sus ganados respecticos”. (Leyes de California, cap. XCII). Existe el verbo rodear (to rodeer), y el Juez de Campo, que determina los derechos de los contendientes en caso de disputa.[47]
El mustang (pronúnciase m.e.s.t.e.n.g.) es el caballo mesteño de las praderas del norte, que s multiplicaba en tal proporción que era necesario hacer matanzas anuales porque acababa con los pastos y mataba las yeguas y los sementales. (Véase un artículo muy interesante sobre el mesteño en Bancroft, California Pastoral).
Mesteño parece venir de mesta,[48] reunión de los dueños de ganados mayores y menores que cuidaban de su crianza y pasto. Ni siquiera es común en toda la República, pues los caballos salvajes se llaman broncos, brutos, serranos y de otras maneras, mientras que en el suroeste de los Estados Unidos el bronco es el mesteño a medio amansar o el cruzamiento entre el caballo europeo y el mesteño (Cornhill Magazine, Núm. 39, p. 305), por más que éste tuviera origen tan calificado como el mejor, pues procedía de los caballos andaluces que trajeron los conquistadores o introdujo el Gobierno Colonial. Según Bartlet, el mustang era casi siempre bayo y rucio rodado. La palabra fue ya usada por Pike (Thornton), Sources of the Mississippi, III, 273. “Pasamos varias manadas de mustangs”, “Obtuvimos caballos nuevos y sin amansar que los cazadores llaman mustang”. (Alberto Pike, Sketches, 74, 1834).
Tan popular era el nombre en la época de la guerra con Méjico, que el corresponsal de Picayune de New Orleans escogió el pseudónimo de Mustang para sus escritos. Rancho, que existe todavía, se describe por Bartlet como tierra de pasto nunca menor de cuatro millas en la época mejicana, y pudiendo tener hasta treinta. Desde la ocupación americana rancho se aplicó a granjas pequeñas y a casas aisladas. De ahí ha venido to ranche. También se usan ranchero yranchería. “Al llegar al rancho encontramos varios muchachos para llevar el caballo” (Pike, 1808,Sources of the Mississippi, III, 254).
La palabra rancho parece que se emplea para designar la granja; en algunas veces sólo la casa de la granja y hacienda para indicar una finca o bien la casa de habitación en ella. Life of Benjamín Lundy, 159, Thornton.
Reata:: lariat:: lasso es la reata clásica mejicana. Ya se habla (Gregg’s Commerce of the Prairies) de la destreza de los arrieros en manejar lariat; de que los mozos de California (Emori’sNew Mexico and California) lanzaban lariat con la precisión de una bala de fusil; de los sobresaltos de Fray Pedro (Bret Harte, Friar Pedro’s Ride) que había lasoed una pareja de fantasmas y de que se dejaban los animales lariated para pastar.
Una cosa extraña hallo en esta acepción; el lariat out que es (Farmer)tierra vendida por el gobierno pero que no está ocupada aún. Probablemente proviene de tierra adjudicada ya, medida con cuerda.
Familiares son también recogida, res, mecate, mocho, orejano, panino, mochilas (trozos de cuero que cubren el fuste), lazar, caballada, manada, borregada, etc. Y Bancroft que da estas palabras como usuales en California advierte atinadamente que la manada de yeguas es grupo de hembras aptas para la fecundación, puestas bajo el cuidado de un garañón; que para producir yeguas se reúne a éstas un caballo volteado y que la yegua que tiene contacto con el manadero se llama yegua aburrada.
No anda tan en lo cierto el citado Bancroft cuando dice que realar o echar realada, es recoger por orden real. Es inexacto que tenga esa significación. Rehala en Engelmann es hato, cabaña de ganado (Sánchez) que Pedro de Alcalá tradujo por hato. Esta etimología es de Sánchez pero dudo que sea exacta. El hato de P. de Alcalá no es cabaña de ganado sino el ganado mismo. Los trece artículos siguientes, hato de vacas hato de ovejas, etc., lo prueban. Luego el árabe rahl con pronunciación suavizada rahl habrá difícilmente dado origen a rehala en castellano. Los versos del Arcipresete de Hita a que se refiere la nota de Sánchez son éstos (Copla 1196):
Rehalas de Castilla con pastores de Soria,
Recíbenlo en sus pueblos, discen del grand estoria;
Taiendo las campanas en diciendo la gloria;
De tales alegrías non ha el mundo memoria.
Dozy
En tierra de rebaños como California se comprende que rehalar y echar rehalada hayan sido cosas corrientes. (La Academia pone sólo rehala y no anota esas voces que todos los mejicanos usamos en sentido natural y figurado). Rehala es campamento y como el verbo rehala significa viajar, bien se puede haber dado el nombre de rehala a la reunión de tiendas que alzaban los pastores para pasar la noche (Dozy-Eguilaz). En la crónica de D. Alonso, XI, p. 402, se lee: “Aqueste Zaid Arraxid Miramamolin, tenía en la tierra del Algarbe sus siervos que recabdaban por él el pecho de los arneses rehales, queran los que labraban las tierras en non avian moradas en ningunas villas nin en ningunos lugares ciertos”. Dozy.
(Cuarta, quirt). Derivados verbales, quirted, quirting. La Academia lo trae como mejicanismo: látigo corto para las caballerías. Mejor lo definen los Diccionarios especialistas americanos; “Látigo de cuero crudo curtido, trenzado o con un hierro en la empuñadura que sirve para azotar las caballerías” (Chapin). Parece que en alguna región de Méjico se emplea en la acepción que le da el señor Icazbalceta: “Soga larga y gruesa que en los carros y coches de camino se usa como tirante”; pero la principal es la de látigo que parece se conoce también en Cuba. Thornton trae una cita de Mayne Reid (1851) que está conforme con nuestro modo de hablar. “El joven cazador azotó con su quirt los flancos del mustang”; y otra de Weber (1853): “Laquirt con fuerte azote de cuero crudo anudado”. Román trae huasca, que no corresponde a la acepción mejicana, pues Lenz dice que es látigo de cuero u otro material afirmado en un mango largo de palo con que los cocheros avivan o castigan caballos, mulas o burros (a eso le llamamos en México chirrión, chicote, o azote).[49] También afirma que lleva mango corto y es usado por caballeros montados a la inglesa (es el fuete nuestro). Chirrión existe en California y aun el mejicanismo olvidado, dar una pela de chirrionazos (Bancroft).
Como californianismo existe chichiguo, que es el becerro mamón, mientras se llama toruno al que ya está crecido. Chichigua es término azteca que se aplica también a las vacas y aun a las nodrizas.
La acción de pelar los ladrones una res, en California recibe el nombre de cueradera, y la palabra cuero se usaba hasta hace poco.
Términos agrícolas como jilotear están en uso. Bancroft lo juzgó disparate y dice que el correcto es elotear. Ambos verbos existen. Jilote es el estado de sazón de la milpa cuando apunta el elote; elotear es el tiempo en que la milpa produce elotes o en que éstos se cogen tiernos antes de convertirse en mazorcas.
Caporal, cerrero, (ganado) cimarrón, cicatriz (huella que deja el hierro en el ganado), crin,cuatezón, empeine (el manojo de cerdas que se crían en la cuartilla del caballo), fierro, huella(huaya), añejo, abajo, machete, pezuña, potrillo, potra, potranca, reparadero, sendero,sestiadero, sudadero, jorra (vaca estéril), majada, tilpah (tilma), jáquima (transformado en hackmare), ligadero (legadero), látigo (larigo), vaciero (el que cuida a los pastores en las haciendas de ganado), vaquero, etc., demuestran el gran influjo que alcanzó el dialecto mejicano en la región que dominamos, pues unas se oyen en la conversación corriente y otras están en las obras de literatura.
Ya que hablo de estas cosas de campo, diré que chivarras viene probablemente de chivo, por la piel del animal con que se hacen. Dépriméry (en Dozy, 378) la trae del árabe shirwal, pantalón de caza o de viaje, mientras Talichet se figura venga de chavary, cierta tela para vestido. En mi concepto es adelgazar demasiado las cosas ocurrir a tales suposiciones para asunto tan sencillo.
Las chaparreras que ahora se llaman chaps, chaparra, chaparego o chaparajas (Sylva-Chapin) son las mismas chivarras aunque sin pelo, pues pueden hacerse de cualquier piel resistente contra los matojos del chaparral.
Un discretísimo diplomático brasileño, el Dr. Oliveira Lima, dice que el paladar es el último reducto del patriotismo en el individuo. Si así fuera, en el sur y en el oeste de los Estados Unidos, se conservaría vivo el recuerdo de México. No hay manjares tan conocidos como los tamales y elchile con carne. El tamal (tomale), tamales (tamauli, tamali). “Los charlatanes atrajeron una gran muchedumbre que llamó a algunos vendedores de whiskey, tortillas y tamaulis, y que constituían un grupo tan pintoresco como lleno de colorido”. Olmsted’s Texas (Bartlet).
“Un tamale es una combinación tan curiosa como divertida de pollo, picadillo, harina, aceitunas, chile colorado y no sé qué otras cosas encerradas en una hoja de maíz”. Kate Sombares, California.
El chile con carne es plato que de seguro se usaba en la parte norte de la República, pues en lo que ahora existe no se conoce tan abominable mixtura.
Panocha (panoche), pinoche (peanoche), es la mazorca de maíz y sobre todo la azúcar sin refinar. “Hay caña en abundancia (en el Valle de Santa Clara) con la cual fabrican panoche, azúcar de que los naturales gustan mucho. La miel proviene del zumo de la caña hervido y puesto en moldes de a libra. La apariencia es la de azúcar de pino (maple sugar). Edward Bryan,What I saw in California, p. 210, 1848. (Thornton).
Todavía se vende la Mexican peanoche, dulce confeccionado con azúcar morena, leche y maíz.
También se usan chile, aceite, agrito,[50] atole, frijoles,[51] nogada, tortillas, chilaquiles,chiltapin, chilepiquín, calabaza,[52] camote, biznaga, chapote,[53] chilchote, garbanza,[54]guajolote.[55]
La desinencia inglesa se ha conservado al pasar las palabras castellanas a formar parte del otro idioma; pero hay casos especiales en que dicha terminación aparece con atribuciones distintas de las que tenía en su origen. Así cafeteria y groceteria o grocetereria (también he vistosmoketeria), no son sólo fondas o almacenes de ultramarinos, sino que tienen un carácter especial, esto es, que el cliente se sirve a sí mismo y paga a la salida lo que lleva o consume, para evitar así el gasto de dependientes y criados, que en los tiempos actuales son tan caros (help yourself). La desinencia ria, extraña al inglés y procedente del castellano, ha adquirido una connotación nueva y de conveniente aplicación.[56]
La palabra vamos (vamosed) (se pronuncia vamoosed), significa salir inmediatamente o salir expulsado. “El invierno abdicó su trono y vamosed), 1849 (Dovo paten Sermons). “Ahora sal de ese cuarto; vamosed del rancho ¡pronto!”. Knickerbocker Magazine XI, 111, p. 453. “Nuestro héroe vamosed a toda prisa”. Oregon Week Times, 1845 (Thornton).
“No pude permanecer más en aquel cuarto, pues de la calle llegaban voces comparadas con las cuales eran dulces las notas de un serrucho, y por consecuencia, vamosed”. N. York Mirror. Mayo, 1848.
“Nuestra ciudad pasó el domingo en un estado de inmensa excitación por haberse escapado setenta u ochenta esclavos. Dieron la alarma algunos negros a quienes dejaron atrás y que tenían dispuestas las cosas para vamosed”. (Wash. Paper).
Se ha formado también la locución vamosed the ranch (escaparse) que se emplea con mucha frecuencia. “Los comanches llegaron a cosa de una legua de nosotros, pero vamosed the ranch cuando supieron que los rangers estaban aquí”. Southern Sketches, p. 141. (Bartlet).
Sabe:: saveg:: sabbi:: sawey son muletillas muy usadas en España y sus antiguas colonias, y deben de haberse transmitido a los Estados Unidos por nuestras fronteras del norte.Fennell piensa procedan de savoir las formas savvy, sawey, pero no se necesita conocer mucho francés para darse cuenta de la gran diferencia que hay entre la locución francesa y el sabe. “Tienes ya todo el sabe de la mujer de un fronterizo” dice Bret Harte (Longinans Magazine, II, 441), es decir, posees la habilidad, la maña, la gracia de la persona que habita en un lugar.
Pero como organismos vivos que son las palabras, han corrido las aventuras y sufrido los reveses que son naturales a las cosas que entran en la corriente ordinaria de la existencia. Unas han restringido su significación, otras la han ampliado, no pocas han cambiado del todo; las mutaciones fonológicas y gráficas son numerosas; en suma, se ha verificado el fenómeno que era natural ocurriera a través de las varias generaciones que han usado como instrumentos de comunicación esas voces. Voy a examinar algunos de tales casos para dar idea de los fenómenos operados.
El ejemplo más notable que encuentro es el de la palabra pueblo. Pueblo no es población pequeña, ni gente humilde de una población, ni conjunto de personas de un lugar, región o país. “Pueblo en americano es casa comunal... propia de los habitantes de Nuevo Méjico y regiones adyacentes” (Standard); “la aldea que habitan indios católicos a medio civilizar”. (Bartlet). “Nuestro campo estaba frente a un pueblo situado en la otra orilla, llamado Isleta”. Wislizenes (1846), Tours in New Mexico, p. 135 (Standard). “Los que más nos interesaron entre los habitantes de Nuevo Méjico, fueron los indios pueblerinos (pueblo indians), descendientes de los antiguos señores de la tierra. Así se les llama porque habitan aldeas y viven de la agricultura en vez de morar en cuevas y mantenerse de la caza como los salvajes” (Davis, 1848, Los Gringos, p. 114).[57]
“Son ruinas que existen en Nuevo México, Arizona, y particularmente entre los ríos Colorado y Gila que proceden de una raza semicivilizada distinta de las otras. Uno de los más notables es el Pueblo Pintado. Está edificado con losas de piedra arenisca grisácea; entre los sillares, hay chinitas de colores y a lo lejos parece un mosaico resplandeciente. Su altura sobre el suelo es treinta pies, tiene tres pisos y en lo alto de cada uno, una terraza. El tamaño del edificio es ciento treinta yardas y contiene en el piso bajo cincuenta y tres cuartos. El pueblo Una Vida tiene ciento treinta yardas de largo; y el que llaman Chettro Kettle es de cuatrocientas treinta yardas y cada piso tiene ciento veinticuatro habitaciones”. Ch. Morris, Monuments of Ancient America (Farmer).
Esta acepción que es la que ahora subsiste no es la primitiva que se usó, pues en 1818 se llamaba pueblo lo que en castellano apellidamos así:
“There was in almost every valley a pueblo of submited and peaceful indians”.[58]
Sombrero no es cualquier sombrero sino uno adornado con toquilla de galón y de copa cónica y elevada. Hasta suele llamarse the sombrero el que llevan las mujeres caballistas y vaqueras. Joaquín Miller dice lindamente:
...Behold the vaquero
how dashing and bold in his broad sombrero
Hombre no significa un individuo del sexo masculino, sino el mejicano vendedor de golosinas a quien llaman los niños con este vocativo en los lugares de Tejas y Nuevo Méjico, y el peón mejicano.
La milpa no es un simple sembrado de maíz, sino uno que tiene ciento setenta y siete acres de extensión. Labor no es trabajo en general, ni siquiera espacio de tierra labrada, sino medida legal de un millón de varas cuadradas. Función no es el function inglés, ni cualquiera de las acepciones de la palabra en castellano, sino una ceremonia de iglesia o ceremonia en general.
Loco no es el individuo falto de seso, sino el que se torna imbécil con alternativas de locura furiosa. Se toma del ganado que come excesivamente, bebe agua contaminada e ingiere una leguminosa que en Tejas y Nuevo México llaman Loco grass o Loco weed (Astragalus Mollissimus y Oxytropic Lambertyi). Por eso de la persona que no está muy sana de entendimiento se dice que está locoed. Es curioso que la planta que se conoce por rattle weed en razón de sus propiedades especiales, y el término rattled se derivan del efecto que aquélla produce sobre los animales. Por tanto rattled significa una forma larvada de locoism. Hay también un melón loco, calabaza del tamaño aproximado de una naranja.
“El alguacil Cooke trajo ayer del Quemado dos familias mejicanas que parecen estarlocoed”.
Mesa y mesilla tienen la connotación especial de la mesa elevada. “Todas las formaciones de mesas y jornadas en el distrito pertenecen a un sistema distinto de las cuencas de los ríios que son de las edades terciaria o posterciaria”.
“La mesa se presenta sólo en las líneas de valles formados por ríos que corren entre colinas como resultado de las fuerzas de erosión subsecuentes a la formación de los lechos”. (Reports of the Pacific Rail-Roads Survey, 1, p. 84). bartlet.
En los Estados Unidos la palabra es muy antigua. Una referencia de Thornton data de 1775. “This table lared is called Mesa María”. Rommans Florida op., p. 57.
Suerte es sólo un terreno sin riego, de extensión de 152,352 varas cuadradas, veintisiete acres (Dialect Notes).
Ceja es nada más la parte alta del chaparral.
Copa y copita son las cimas de los árboles.
Jornada, en Tejas, significa una medida de extensión: es la cantidad de tierra que puede andarse en u día o terreno extenso sin agua.
Propio se usa en el sentido de edificio que pertenece a un pueblo y se destina para los gastos públicos.
Ampliación del significado
La extensión del significado de una vz es mucho más frecuente que la limitación de aquél.
Corral:: carrel (1845):: corals (1853):: corel (1860). Corral no significa solamente lo que en castellano, sitio cerrado y descubierto en las casas de campo, ni siquiera es acorralar, sino también coger, capturar.[59]
Si hemos de tomar como indicio de la evolución histórica de la palabra, la serie de ejemplos que pone Thornton, de 1845 a 1860 se usó en su sentido literal, y desde 1860 adquirió el translaticio que conserva hasta la fecha.
“Quiero corel a usted para conversar un rato”. (Kinckbocker, Mag. IV, p.100, enero de 1888). “Separaremos un poco de helado”, (We will corral some of the ice cream.), N.Y. Times, diciembre 30 de 1888.
“En todas las clases, desde las más cultas hasta las más rudas, se usa igual occidentalismo: el que experimenta dificultades de cualquier clase está corraled. Los indioscorraled a los blancos en las praderas. Las tempestades corraled a los viajeros en las montañas. Los criminales están corraled en la cárcel. La zagala inocente está corraled por la crinolina. El negociante corraled por las cuentas o por competidores más animosos. El político cuitado se siente corraled por los palurdos o los colonos. El ministro está corraled cuando llega un pastor de la congregación, y el jugador corrals el polvo de oro del minero”. (A. K. McClure, Rocky Mountains, p. 210).
El coyote:: collote:: cayote:: kiota, además del significado de vulpes india, tiene los siguientes en los Estados Unidos: a), Hoyo para sacar metales, parecido a las madrigueras de los coyotes, (se les llama coyoting por la semejanza que se les halla con las madrigueras de los coyotes), J.A. Phillips, (1867), Mining, p. 164. b), Ese género de trabajos mineros se llama to coyote, (término minero de California, que significa abrir en las minas de oro socavones semejantes a los de los coyotes”, Clapin). c), El individuo u objeto originario de un lugar o indígena del país, (Bancroft, California Pastoral, p. 5291, halse, 118). d), El doméstico, (Halse, 118). e), Pícaro, ruin y mal hombre, You old coyote... This miserable coyote. (San Francisco Chronicle, sept. 4, 1918). Quizás estas denominaciones se funden en la definición de Alcedo (V, p. 71): “Voz genérica que se da a las producciones de la tierra, o sea, del país, en Nueva España, como indio coyote, lobo coyote, cidra coyote”. Socoyote (xocoyotl), no sólo es lo que en Méjico, hijo menor, sino también el sirviente de categoría inferior.
Estampado:: stampede:: stampedo. Lo mismo que corral, stampede tuvo al principio un sentido literal idéntico al español: salir de estampida, salir de repente, sin preparación ni anuncio alguno. “Un centinela estúpido alarmó anoche... el campo y produjo una stampede en el resto de los caballos”. (Doc. Sec. del Senado 23, vol. I, 74, 1834).
Después se cambió hasta ser el “término que se usa para describir la escena que se observa en una convención, cuando después de una larga disputa los delegados abandonan su primer candidato y bruscamente se pasan a las filas de un desconocido que empieza a ganar favor entre los votantes. La primera stampede ocurrió en la designación de James Knox Polk en 1844” (O. C. Hem en Cyclopedia of American Government, tomo III). “Lo que produjo la reciente alarma (en París), fue la stampede entre los Jefes de aquella maravillosa institución, El Credit Mobilier”, New York, Hour of Comm., oct. 12 de 1856 (Bartlet). “El resultado fue una formidablestampede de electores alemanes en toda Indiana”. Oregon Argus, 1860, Thornton.
Cañón no tiene en Méjico y en los Estados Unidos solamente las acepciones que da la Academia, sino la de paso estrecho en forma de túnel entre orillas altas y cortadas a pico (1834, Pike, Sketches, p. 20). La profundidad suele ser de cientos y hasta de miles de pies (Johnson,Sights in the Gold Region, p. 164). (Thornton).
El terreno angosto y con tendencias a formar túneles y pasos estrechos se llama acañonado (Thornton), y también hay el diminutivo cañoncito (Sylva Claplin), que es el que se abre en el chaparral o en el monte.
Como dice justamente Blackmar, las palabras gulch, valley, gorge y otras, no expresan las significaciones americana y mejicana.
“Las formaciones especiales del alto Río Grande y sobre todo del Colorado, dan origen a muchos cañones. Para esto son menester nuestras condiciones especiales. En primer lugar, se necesita una región de altura considerable sobre el nivel del mar. La región debe ser árida y tener montañas suficientemente altas que puedan gozar de los beneficios de la lluvia y de la nieve, de manera que las grandes avenidas se precipiten sobre los terrenos áridos donde abran lechos y penetren en canales profundos bajo el nivel del terreno circundante. La perpendicular de las márgenes de estos canales o canyons, como se les apellida, depende del volumen y persistencia de la corriente, de la aridez del terreno y de la formación de éste”. (Dellebough).
Los nombres de los sitios como Cíbola, Río del Tizón, Tusayan, Valle de Corazones y muchos así de romancescos, y las hazañas de Cabeza de Vaca, Coronado, Fr. Marcos de Niza, Alarcón, Melchor Díaz y otros cien vienen a la memoria al hablar de esta región; pero sobre todo se evoca el de Juan de Oñate, mejicano por nacimiento, y de García López de Cárdenas, que descubrieron y dieron nombre al Gran Canyon. Éste, en unión de tres compañeros animosos, vio los pilares “que desde arriba no parecían mayores que un hombre y eran abajo más altos que la torre de la Giralda de Sevilla, y las barrancas del río que, puestas al lado de ellas, parecía al otro borde que tenían más de tres o quatro leguas por el ayre”. (Castañeda, citado en Weirship’sFourteen and Repp. Bureau of Ethnology, p. 429).
Los misioneros Consag, Escalante (que dio el nombre de Vado de los Padres a un sitio enGlen Canyon) y Garcés (que visitó ampliamente la región y se detuvo mucho tiempo con los indios Havasupais en Cataract Canyon), son muestras de la actividad de aquellos héroes evangélicos. (James).
En Méjico también existen cañones como el espléndido de Juchipila y el imponente de Tomellín, y en los Estados Unidos se conservan nombres españoles como el de cañón de la Herradura, de la Desolación, y otros que probablemente fueron impuestos por los exploradores primitivos. También hay el nombre de Cañón City que lleva un pueblo del Condado de Fuinant y que está habitado casi exclusivamente por mejicanos (Parsons).
Creo que cañón o canyon es voz exclusivamente mejicana y yanki, y me confirmo en ello porque no la registran Granada ni Cuervo que conocían tan bien el lenguaje sud-americano; sin embargo, lo hallo como vocablo argentino en el glosario que trae Larden. Sería descomunal que un extranjero descubriera un modo de hablar que se hubiese escapado a tantos filólogos y al Diccionario de la Academia.
Adobe. Ladrillo de lodo secado al sol. Los españoles dejaron numerosas construcciones de esta clase en Utah, Colorado, California, Tejas y, sobre todo, en Nuevo México.
El significado es idéntico al castellano, aunque no pocas veces, traslaticiamente, no al material en particular, sino a la construcción entera: She lived in her old adobe. Se usa también en el sentido de terreno a propósito para edificar o fabricar con adobes: An adobe soil, an adobe house. También se usan dobe y dobie. (Blackmar, 92).
Cincho y cinchar, no sólo significa la faja de esparto o cuero que sirve para asegurar la silla, ni el acto de afianzar ésta apretando la cincha, sino también cosa firme e invariable. To have a cinch en alguna cosa es tenerla completamente asegurada. Cinch en general es cosa fija y segura. (Dialect Notes, 1).[60]
Pero lo particular es que en el lenguaje americano no predominan los nombres castellanos de pura cepa, sino mejicanos o americanos en general, esto es, los arcaísmos, las corruptelas, o los modos de hablar propios de nuestra tierra.
“En la región del suroeste —dice Blackmar— donde la civilización inglesa no ha dominado u obliterado la civilización española, el uso de la lengua castellana ha añadido no pocas palabras a nuestro idioma usual”. Según dicho autor, hay dos dialectos, el vulgar y el old castilian, que usan las familias aristocráticas (?) de pura sangre.
“En el extremo oeste (Blackmar), nadie dice raw, hide rope sino lariat; head stall o haltersino jáquima; estate sino hacienda; companion sino compañero; yard stick sino vara... Caw pan,barn yard, farm yard, sino corral”.
El buscón no es como en España la persona que hurta rateramente o estafa con malicia o socaliña (llena está la literatura clásica de buscones y busconas), sino que puede ser honradísimo, “si es que el pobre puede ser honrado”. El buscón en California y en Nuevo Méjico es el minero pobre que se ingenia para trabajar sin recursos y generalmente en minas abandonadas.
La cañada no es el espacio de tierra que hay entre dos montañas o alturas poco distantes entre sí, sino como lo define Bancroft, barranca profunda o valle estrecho con los extremos cortados a pico.
Aguaje se usa en el sentido mejicano de manantial o repuesto de agua para que beba el ganado, y no en el español de corriente de mar.
“El gorgús es arma arrojadiza como dardo crecido a manera de los que los moros llaman azagayas”, (Ocampo, en Dic. de Autoridades), lançuela (Almirante). En California se llama así a la hijada que sirve para aguijar a los bueyes en los trabajos de labranza.
En Tejas todavía se da el pilón. La palabra es antiquísima, y procede de la costumbre de obsequiar con un trozo de azúcar hecho en pilón, a los marchantes, sobre todo a los niños. En Luisiana se usa la ñapa de la cual más extensamente hablo en otro lugar.
Chulo no se conoce en buena parte de la América española, con ninguna de las acepciones que da la Academia. El chulo no es el que dice o hace las cosas con gracia, ni el pícaro, ni el que ayuda en el matadero, ni el que asiste a los lidiadores. Chulo sólo significa bello, lindo, robusto, bien plantado. Chula muchacha, ¡Qué chula está!, Ven, chula; y secundariamente el hombre que vive a costa de una mujer pública.
De las explicaciones que conozco de la palabra, ninguna coincide con las acepciones que nosotros le damos: a), No es chancearse como supone Díez, Dic. 133, que lo asimila a chusco, y lo trae del italiano zurlo, (stare in zurlo, estar alegre). Petrocchi, N. Diz. Della Lingua Italiana; b), Tampoco tiene que ver nada con fanciullo, muchacho, como quiere Salillas, (Dic. de Germanía); c), Se aleja mucho del árabe menchual, menchualen, (mancebo), Dozy, 255; d), Más distante está del gitano chulo:: peso fuerte:: cuchillo, (sánscrito, chultoo), (Borrow, 380); e), No puede asimilarse a las acepciones portuguesas (Valdez), cosa lasciva, lúbrica, libre o burlesca f), Menos es pariente del chulo colombiano, zopilote o gallinazo. (Cuervo, 964).
Lo único que algo se parece a nuestro modo de hablar es: I. — La forma árabe que anotaDozy, jaule (el diptongo au se convierte en ou en la lengua vulgar), que es como llaman los árabes a todas las gentes a quienes dirigen la palabra. II. —La acepción de rufián que da Salillas. (Vocabulario de Caló Jergal, 230).
En California se usaba y se usa la acepción mejicana, y quedan de él rastros de las designaciones geográficas como Chulavista, pueblo situado a poca distancia de San Diego.
Cuera. La jaquetilla (a veces perfumada con ámbar), que se usaba sobre el jubón, se vino a convertir en California en chaqueta de gamuza u otra piel que usan las tropas presidiales que persiguen a los bárbaros (Bancroft). Quizá haya sido por la razón que da Covarrubias que “de las pieles de los búfalos se hacen coletos tan fuertes que la punta de una espada o lanza no los pasa, y llámanse cueras de ante porque arman con ellas el pecho y la delantera del cuerpo.
Recia cuera el soldado reforzaba
O el perpunte que usaba el asturiano.
Barón de Biguezal. Cerco de Zamora.
...Quién puede?
sobre la cuera y la enmallada cota
vestir ya el duro y centelleante peto?
Jovellanos, Sátiras.
Vallado, en el oeste americano, no es como en España, cerco de tierra y arbustos que se levanta para defensa de un sitio, sino como en Méjico, zanja profunda que tiene en una de sus orillas la tierra que de ella se ha extraído. (bancroft).
Petaca se usa como en Méjico y significa baúl o maleta. En España se llama petaca a la caja de cuero u otro material en que se guarda el tabaco. La acepción mejicana es perfectamente legítima. Engelman supuso que venía del árabe bitaca, que procede del griego pital takion, trozo de papel o carta. Müller, que creía translaticia la acepción, cita la transformación de alcartaz ocorneta; pero fue rectificado por Dozy y Díez, (éste pone como equivalente portmanteau y wallet). Es del mejicano petlatlacalli, que precisamente significa cofre (Dozy, p. 385).
El chapopote, asfalto, se aplica a la brea, del mismo modo que entre nosotros. (Ramírez,Noticia de la Riqueza Minera de México). También se llama así en Cuba y en Santo Domingo.
Nombres geográficos
Es imposible calcular el número de nombres geográficos españoles y mejicanos que existen en los Estados Unidos. Ocho Estados americanos llevan nombres españoles o puestos por españoles, a saber: Tejas, Nuevo Méjico, Arizona, California, Florida, Nevada, Montana y Colorado, que atestiguan suficientemente el influjo de nuestra lengua en la parte que dominaron los españoles.
Nombres castellanos, indígenas castellanizados o mejicanos, existen en estas regiones con profusión extraordinaria. “Todavía, dice la Sra. Van Griffith Sánchez, respira y vive en esos nombres el alma de nuestro romántico pasado y suena como el eco que llega a través de las edades a hablar del tiempo en que el salvaje edificaba sus chozas en forma de colmenares a la orilla de los ríos y se oía por el Camino Real el retintín de las espuelas del caballero español”.
Y esos nombres son tan gratos, que uno de los maestros de la prosa inglesa dice con justificado entusiasmo:[61]
“Nadie que se ocupe en cosas de literatura puede dejar de complacerse en el sonido de las palabras; y no existe en el mundo lugar alguno en que la nomenclatura sea tan rica, poética, graciosa y pintoresca como en los Estados Unidos de América... Los nombres de los estados y territorios forman por sí solos un coro de los más dulces y románticos vocablos... Hay pocos poemas que contengan música más exquisita que los de aquella tierra cantante y armoniosa; y si brota del continente occidental el nuevo Homero, su verso será el más rico, sus estancias cantarán por sí mismas con los nombres de estados y ciudades que cautivarían la fantasía”.
Como es claro, no siempre recuerdan esos nombres cosas gratas ni fueron impuestos por nosotros. “Los campos de batalla de la guerra de México se conmemoraron en dieciocho Buenas Vistas, dieciséis Monterreyes, nueve Palos Altos y tres Resacas, y los nombre de los héroes dieron origen a una región de Tayolrs y Taylorsvilles, Worth y Worthvilles, Pierces y Piercevilles, Piercetown, Pierceland y Piercepoint; hay algunos Polks y Polksvilles, Polktown, Polk City, Polk Patch, Polk President y Polk Run, además de dos Quitman”. (Bartlet, Introducción, p. XXXVI).
Los de localidades son generalmente nombres de santos, bien el del día en que se efectuó el descubrimiento o se hizo la fundación, bien el del patrono del conquistador o misionero. Es difícil clasificarlos porque como dijo Mark Twain, casi hay en estas regiones tantas ciudades santas como personas pecadoras.
Eran a veces los soldados quienes imponían los nombres, y entonces resultaban éstos más pintorescos e interesantes. Llamaron los conquistadores Río de la Merced, en California, al primer lugar en que pudieron encontrar agua potable; Río del Pájaro, a aquel en que vieron una ave de gran tamaño —quizás el buitre americano—; Cañada del Hambre, a un sitio en que estuvieron a punto de perecer de inanición; Roblar de la Miseria a uno en que estuvieron en circunstancias apretadas; Cañada de los Llorones, al punto en que los recibieron varios indios que al mirarlos se deshacían en llano. Los lugares en que topaban con corrientes de agua eran especialmente señalados: Agua Amargosa, Agua Caliente, Agua Cayendo, Agua Dulce, Agua Fría, Agua Hedionda, Agua Mansa, Agua Puerca, Agua Tibia, etc., etc.
Pocas veces conmemoraban personajes o hechos históricos como Monterrey, Cabrillo,Coronado, Argüello, Carne Humana, Las Calaveras.
Con frecuencia hacían alusión a plantas, animales u otros objetos que abundaban en el lugar o lo determinaban: Los Alamitos, Alcatraz, El Alisal, Atascadero, Los Berrendos, Los Berros,Bolsa del Chamizal, El Mezquite.[62]
Los nombres de bahías, puertos, arroyos, ríos, cañadas, llanos, rincones, rinconadas y demás señales materiales abundan grandemente.
No faltan los patronímicos de personas: López, Estrada, González, Jimeno, Lugo, etc., ni son escasos los de denominación reciente como Allessandro, ridículo nombrecillo que le aplicó Mrs. Jackson al héroe de su linda novela Ramona.[63]
Los nombres de las lenguas indígenas de estas partes no caen bajo mi jurisdicción; pero debo advertir que muchos son de procedencia netamente española. Hay monografías muy extensas y completas sobre los indios de California, como las de Bailley, Powers, Merriam, Barret, Mivook Mastin, Garmet y Kroeber; pero sólo tengo a la mano la de este último.
Debo advertir que los nombres que se toman por indígenas son procedentes del español o de otras lenguas.
Cayuco (embarcación), es probablemente de los idiomas de las islas.
Chimiles puede ser muy bien el quimilli, y Cuati el cuate aztecas.
Cisco, Cortina, Guijito (¿Guajito?), Marín, Pala, Recua, Requa son castizamente españoles.
Hay nombres usadísimos en Méjico cuya significación aquí se ignora, por ejemplo Toluca y Pirú; otros son tan conocidos como Tamales, Tomales y Coyote. Este último lo atribuye Garmetal dialecto cushima y de otras tribus que habitan el Valle de Sacramento.
Tepusquet, probablemente es azteca (oro de tepuzque se decía en el siglo de la Conquista, es decir, oro mezclado con cobre), aunque Kroever declara desconocer el significado.
Diferencias fonológicas
Las diferencias fonológicas entre el español clásico y el que en estas partes se habla, las resume así Talichet: “Han obscurecido o desvanecido las vocales finales, así San Antonio es San Antón”.
“Las consonantes han sufrido grandes variaciones. La d queda elidida especialmente en las sílabas finales, cuando se halla entre vocales: salao, colorao”. Es defeco andaluz y quizás peninsular, aunque no se incurra en él en todo Méjico. En el sur de los Estados Unidos existen dos escuelas, si podemos hablar así: la una suprime la d, ésta es la de los antiguos habitantes del territorio o sus descendientes. La otra pronuncia la a como el diptongo ai, sin evitar la d. Se exceptúa pelado, hombre del bajo pueblo de México, que en todos los Estados Unidos se pronuncia pelao. “La c y la z se pronuncian lo mismo que en Méjico y el resto de Hispano América”.
Este defecto, si lo es, data nada menos que del siglo de la Conquista. Fray Pedro de Córdoba (citado por Viñaza, col. 2083), trae este pasaje y en su Arte en Lengua Zapoteca, México, 1578: “Porque entre nosotros y en Nueva España es lo mismo: que los de Castilla la Vieja dicen hacer y en Toledo hazer. Y dicen xugar y en Toledo jugar. Y dicen yerro y en Toledohierro. Y dicen alagar y en Toledo halagar y otros muchos vocablos que dexo por evitar prolixidad”.
“La j y la g han perdido su aspiración gutural o se reducen a espíritus suaves o meros hiatos: “Bé’ar en vez de béxar, Val’eo por Vallejo”.
“La b y la v se truecan indiferentemente al hablar y al escribir: Benavides. Venavides”.
“La r y la rr no llegan a distinguirse en la pronunciación: guerrero, herrero:: guerero,herero”.
“La ll se pronuncia como l o y, casi siempre como y cuando se halla enmedio de palabra:llamo:: lamo; tortilla:: tortila:: tortiya”.
“La h se aspira como en hondo”, arcaísmo que todavía subsiste entre la gente de campo en nuestro país.
“A la s se le da el valor de z inglesa, sobre todo entre vocales”.
Se dan casos de disimilación de letras o sílabas: desperado:: desesperado;carcolar::caracolear; de consonantes: tilpah:: tilma, de vocales: candelia, membrío:: candelilla(helada ligera que todavía se llama así en el norte de Méjico), membrillo.
De metátesis: proción:: porción; cabresto:: cabestro; gabazo::bagazo.
Mejicanismos desconocidos en Méjico
Muchas palabras usadas en los Estados Unidos no pueden clasificarse como mejicanismos o han dejado de serlo totalmente por la evolución natural de los acontecimientos históricos, de los usos y costumbres de la tierra, aunque figuren como occidentalismos americanos.
Así, por ejemplo, un fresno enano espinoso (Xantoo Xylum Ptelora), que en Tejas llamancolima, es ignorado en Méjico y sobre todo en el Estado de Colima.
Si alguna vez existió en Méjico el monjierio, lugar en que residían en las misiones las indias solteras o viudas, que carecían de familia, la palabra está abolida.
No se llama tardeada el hecho de empezar tarde la jornada del día. En la frontera con los Estados Unidos la tardeada es tarde de placer o de holganza.
No he sabido nunca de la denominación de tecolero, maestro de ceremonias en los bailes.
El tequio, que la Academia inserta, es tarea que en las misiones se imponía a los neófitos antes de permitirles formar parte de la obra (Bancroft); pero en Méjico se desconoce ahora, aunque fue de uso corriente en los siglos XVI y XVII.
El ayunte (jayunte entre los indoctos) no es la reunión de indios varones y de chicos ya medrados y su morada en la misión, puesto que no existen ya las misiones.
Nadie recuerda (si alguna vez existió en Méjico) el berruchi, clase peculiar de zapatos que antaño se llevaban y que tal vez se llamaron así por el material de que estaban hechos.
El cedazo, figura de la contradanza que tal vez se haya usado en el país, ahora está del todo olvidado.
No sé que en el interior de Méjico se conozca al chacate, arbusto muy común en el sur y el oeste de Tejas (Krameria Canasceus, Gray), cuya corteza se emplea como tintóreo.
En Tejas se conocen dos géneros de lobos, el lobo wolf (canis occidentalis) y el de las praderas o coyote (canis latrans). En Méjico, sólo hay esta última especie.
En los Estados Unidos suele usarse el aztequismo conepate para designar el skunk omofeta (zorrillo mejicano). La Academia no admite zorrillo y sólo da mofeta. Román lo llamachingue (mephitis chilensis) y menciona el mephitis patagónica de la República Argentina y elyugure de Paraguay.
En cambio, la Enciclopedia Española señala entre las especies de mefitis la zorrilla, que por lo que de la descripción aparece es idéntica al zorrillo mejicano, aunque la Enciclopedia dice ser peculiar de África y el Asia Menor.
Es curioso que en el Brasil se llame surilho a un animal idéntico al zorrillo. El nuestro debe, pues, ser término antiguo y naturalmente castellano. No creo que exista de un extremo al otro de la República la voz conepate.
Hobson-Jobson
“...El instinto popular, dice el ilustre Cuervo (922), que supone que toda palabra ha de ser significativa, las acomoda a la forma de otra que bien o mal las explique. Esta es la razón por qué se ha dicho y se dice altamisa (artemisa), arremueco (arrumaco), vagamundo (vagabundo),sabihondo (sabiondo)”.
Dos filólogos ingleses, Henry Yulle y A. C. Burnell, compiladores de un diccionario de términos anglo-indios, observaron que los soldados ingleses en la India, al oír palabras desconocidas de boca de los naturales, frecuentemente las volvían en otra inglesa de sonido semejante aunque de significado muy diverso. Así, las voces Hasson y Hossum, que los mahometanos usan en sus devociones, las convertían en Hobson y Jobson.
Esa ley se observa en Méjico con suma frecuencia; por ejemplo: Quauhnahuach se transformó por los españoles en Cuernavaca; Huitzilopochtli, en Huichilobos; Uyutan en Yucatán;Tarascue en Tarasco. Y eso ha dado motivo a los declamadores para decir que los recién llegados e ignorantes conquistadores adulteraban a sabiendas los nombres de los ricos y filosóficos idiomas indígenas.[64]
No dejaron de hacer lo mismo los residentes en otras partes. Así, Temelpah (cerca del mar, según unos, o monte cercano a la bahía, según otros) vino a ser Tamalpais. (Sánchez, p. 213).
Tivvona (Desde el mar), llegó a ser Tijuana; para los yanquis Tía Juana. (Sánchez, p. 47).
Tequesquite se ha vuelto esquite; gaucho es gancho (hook and crook).
A la inversa, la jáquima ha venido a ser en inglés hackmare; la sobrenjalma, suor in hammer y los ligaderos, legg guards.
Pero el ejemplo más curioso de esas transformaciones, es sin duda el de la palabra mejicana verduguillo (estilete o estoque). La Academia admite verdugo (de virgultum, vara, verga) como estoque; y verduguillo como navaja para afeitar, más angosta y pequeña que las regulares.
Pocos podrían imaginarse que en los restos de español que en los Estados Unidos aparecen, se hallaría la explicación de estas palabras. Verdugo no es más que belduque (Cap. J.G... Bourque, Dialect Notes, part. V, p. 243), y su formación la señala Talichet poniendo la palabra como muy usada en el Este de Tejas: Belduque:: berduque:: verduque. Fácil fue, pues, el tránsito de belduque a verduque, de verduque a verdugo y de verdugo a verduguillo. Este vendría, pues, a ser sólo velduquillo (belduque de tamaño o anchura reducidos).
La palabra belduque usada en toda América, tiene su origen, dice Cuervo (656) en la ciudad de Bois le Duc en Holanda, que los españoles llamaban Bolduque o Balduque. En una “caluación hecha en la villa de Bilbao, de las mercancías que venían de fuera del reino”, a 26 de abril de 1563, se encuentra “Cuchillos de Flandes, de Balduque y Malinas”.
Entre las cosas que se llevaron, continúa el autor citado, para preparar las fiestas que el Duque de Medina Sidonia dio a Felipe IV en el coto de Doñana, figuraban, según el cronista Pedro de Espinosa, doscientos cuchillos de Balduque. La forma Valduque para designar la Ciudad se lee en Calderón; Bolduque dicen Coloma y Don Bernardino de Mendoza; más antiguamente se halla Bulduce.
Bueno es estar prevenido contra las atribuciones de palabras mejicanas o españolas a idiomas extranjeros, de éstas o aquéllas contra el cambio de sonido o significación de las voces criollas.
“Es curioso ver, dicen Yulle y Burnell, con cuanta frecuencia al rastrear el origen de las palabras que han caído en el campo de nuestras investigaciones, nos hallamos con un dilema o bifurcación; por ejemplo, dos o más fuentes casi de igual probabilidad y completamente diversas entre sí... Tank, recipiente de agua, sin vacilar la derivamos de stagnums; español, estanque; francés antiguo, estanc; inglés y escocés antiguos, stank; portugués, tanque. Pero a su vez los portugueses lo consideran un indianismo, lo cual explica la existencia de tanka en Guzarat y Rajputana como palabras indígenas y con plausible etimología sánscrita”.
“Veranda, se ha derivado por algunos etimologistas (entre ellos Déprimery, erudito muy distinguido), del persa baranda o proyección, balcón, etimología en verdad difícil de comprobarse... y que Mr. Beames ha tratado con indebida ligereza, sosteniendo el incuestionable origen sánscrito de baranda, pórtico. Burnell ha observado que no pertenece al sánscrito antiguo y que sólo se encuentra en obras modernas. Sea de ello lo que fuere, no cabe duda que la palabra veranda usada en Francia y en Inglaterra, fue importada de la India por los europeos que ya la usaban; pero más exacto es todavía que en el mismo sentido o en otro que mucho se le asemeja la palabra existía en castellano y en portugués, sin tener nada que ver con el portugués ni con el castellano. Así se comprueba por el Roteiro da viagem de Vasco da Gama, de 1497, y por el Vocabulario de Pedro de Alcalá, impreso en 1505, que impiden creer que los portugueses lo hayan llevado a la India.”
Tequesquite, en Tejas, no es la excresencia salina natural formada por carbonato de sosa (la palabra parece derivarse de tetl, piedra, y quiztlia, parecido o semejante), sino el esquite (maíz tostado).
Gaucho no es el hombre de campo como en América del Sur, sino el cayado con gancho (hook and crook) que usan los actores populares en las pastorelas de la época de Navidad, en las poblaciones de la frontera.
Ñapa:: llapa:: yapa:: yapana:: laguiapee. El Dic. Académica (que acepta llapa), dice que es azogue que en las minas del Perú se añade al mineral argentífero para facilitar el término de su trabajo en el buitrón. La ñ debe venir de asimilación regresiva en la forma primitiva yapana.Cuervo dice que no halla la palabra en Barba ni en Arona; pero yo sí encuentro en Halse, llapa y llapar, como propias de las minas de Cerro de Pasco, Perú: “cantidad de mercurio que se añade, y azogue que en el proceso de patio se junta a la masa después del incorporo, que consiste en mezclar magistral y mercurio al mineral en el lamero”.
A Granada se le figura chocante y fea la forma ñapa, pero es la que prevalece en toda América, excepto, tal vez, en el Perú y el Uruguay. Figura en las Apuntaciones para la crítica del lenguaje maracaibero (Lenz, 918), con la definición de adelantado, añadidura. En los Estados Unidos se define el décimo tercer panecillo en la docena del tahonero (Sylva Chapin). Mark Twain la califica “a nice, lender, expressive, handy word”. “Recogimos una palabra excelente, dice, una palabra que por sí sola valía la pena de ir a New Orleans para oírla, una palabra linda, flexible, expresiva y ligera: lagniape. La pronuncian Lanny-yap y la dan como española. La descubrimos desde el primer día, al principio de una columna de sueltos en el Picayune; al segundo, la oímos a veinte personas; averiguamos su significado al tercero y fácilmente la adoptamos al cuarto. Tiene significado restringido, pero me pareció que la gente lo extendía un poco según su buen placer. Es el equivalente del décimo tercer panecillo en la docena del tahonero. Es algo que se obtiene gratis y por favor. La costumbre vino del barrio español de la ciudad. Cuando un chiquillo o criado compran algo en una tienda —y hasta el Alcalde y el Gobernador, según me aseguraron— concluyen la operación diciendo: “Deme algo de lagniape”. El tendero accede siempre y da al pituso un pedazo de azúcar, al criado o criada un tabaco o una madeja de hilo, al Gobernador... ignoro qué le dé al Gobernador, como no sea su voto en las elecciones. Si lo invitan a usted a beber (y en New Orleans para esto a cada momento), y al “¿qué va a ser ahora?”, usted responde: “No, ya es bastante”, su amigo le dice: “Sólo una más; es lagniape”. Si el criado en el restaurant le derrama a usted un chorro de café por el pescuezo, le dice: “Es lagniappe, sah”, y le da otra taza sin cobrarla aparte”. (Mark Twain, Life in the Mississippi, p. 404-405).
La circunstancia de llevar ñ la palabra y usarse en New Orleans, hizo que se le creyera francesa. French Contribution, la llama Memcken, American Language, p. 86; y Bartlet escribe que en bungo french la palabra criolla es laguiappe. La cita más antigua que conozco enamericano es de 1853.
Palabra tan clara como ligadero, correa que sostiene el estribo, se cavila si vendrá de leg-guards. “Es el único ejemplo de palabra inglesa que pasa al español o al mejicano y torna a nosotros disfrazada como chiquillo hispánico, robado y restituido a nosotros. Las correas que sostienen los estribos en las grandes sillas mejicanas son de hecho guarda-piernas (leg-guards), y ésta es la Cenicienta casera que la lengua española, como príncipe real, transformó en ligaderos”. (Farmer). Yo no sé por qué, para mencionarse acción o arción, que sólo liga estribo y cuerpo de la silla y para nada protege las piernas, se había de ocurrir al inglés. Para mí, la palabra es castellana, con tanta más razón que no existe la palabra acción en el dialecto del oeste norteamericano, y antes de que se hiciera semejante trocatintas, debía tener nombre esa parte de la silla como lo tenía el látigo- látigos:: larigo, el fuste, las cantinas, y todos los demás accesorios de la montura, conforme explico en otra parte.
Pero el colmo del delirio es creer que la palabra tan castellana como juzgado pueda tener origen inglés. “Desde el primero de julio de mil novecientos diez y nueve hay prohibición de vender bebidas (come dry); sólo la policía puede cargar armas (tote guns, del surianismo, llevar carga sobre los hombros) y hasta el bridge de a centavo la apuesta, puede llevarlo a usted al Juzgado (cárcel), house gow del inglés house, casa, y del escocés gow, ¡habitación en que no se paga renta! (Chambers, Scotts, Dialect Dict., London,1911. Fred Simplich., Along Our Side of the Mexican Border, 61, National Geographical Magazine, julio de 1920).
Conveniente es evitar del mismo modo el vicio de querer derivar todas las cosas de una lengua sola y hacer etimologías conforme a sistema.
Nuestro Padre Mier, que en su “Carta de Despedida a los mejicanos escrita desde el Castillo de San Juan de Ulúa”, saca que Méjico proviene de Mexi:: Mesías, y hace una terrible ensalada, con la Historia Sagrada, la mejicana anterior a Cortés, el hebreo y el náhuatl, es el prototipo de esos desvaríos.[65]
Don Julio Calcaño pone a contribución “las lenguas del obre entero” para caer en un gótico que al decir de Lenz es sospechoso “porque viene de fuente muy turbia; son formas del alemán moderno o de dialectos germánicos”. Así, según Calcaño, bosque es del gótico boschen; arnéses del gótico harnish; balcón, del germánico balko; albergue de herberghe; hostería del góticohaus.
Barberena lo analiza todo y todo lo deriva del quiché. Abur o agur (el antiguo saludo español, probablemente derivado de augurium, agüero). “Creo que son la voz desear y ur-andar, venir presto, así es que ah-ur-ajur, y después agur significan “deseo vengas presto”, es decir, “deseo volver a verte pronto”.
Agua. —La palabra agua se deriva del latín aqua, que no es más que un compuesto de dos raíces quichés: a-agua y qua, fuente, manantial; así es que a-qua es manantial de agua y por antonomasia el líquido mismo que mana de la fuente.
Palta del quiché, una fruta. Persea gratissima, en Centro América aguacate. El vocabl-opalto o palta, empleado en el Perú y en Chile para designar el aguacate, alude también a las virtudes eréctiles del fruto antedicho; se compone de estas dos raíces quichés: pal, raíz depaleh:: levantar, y to:: ayudar, servir, así es que palto:: sirve para levantar.
Al chile o pimiento americano se le da el nombre de ají. Esta voz pertenece al extinguido idioma de los aborígenes de Haití, que era de la familia maya-quiché y significa los apetecidos o deseados pimientos...
En fin, todo lo ataca con su escalpelo etimológico y corta en unas cuantas raíces hasta la Loreley famosa por la poesía de Heine. El idioma quiché, que tantas analogías tiene con el antiguo germano suministra, en mi concepto, mejor interpretación que ese vocablo; de lor, adormecer, y de eleg, dar fin, acabar; así es que lor-eleg o Loreley adormece (con sus cantos) para dar muerte a los navegantes.
Pero, ¿qué más, si hasta los lingüistas serios dan en rarezas muy especiales por las semejanzas que creen notar en los idiomas? El profesor don Aurelio M. Espinosa, cita jara(p.425), y jairiar (p.427), como corrupciones de harrow, flecha, cuando todo el que haya vivido en México sabe que lo que allá se llama jara y probablemente también en Nuevo México es el “paño de punta aguzada y endurecida al fuego, que se emplea como arma arrojadiza”.
En cuanto a jairiar, probablemente es jariar, o jarear, usado en Méjico como locución vulgar, y no puede ser más elocuente y expresivo; es el aspecto del que se tambalea vencido por el alcohol, vacilando a manera de jara que acaba de tocar el hito. “Se iba jariando”, “no te jariés”, son locuciones que en Méjico se oyen con desoladora frecuencia.
Rengachi:: traingang, según el Prof. Espinosa, quizá no sea sino el acto de engancharse de nuevo el trabajador.
Trique, no debe ser trick, sino el trique castellano que en Méjico aplicamos a todo, como los cuentos en Centro América y los corotos en Venezuela.
Estudioso tan distinguido como Lenz, cuyos aciertos superan con mucho a sus errores, supone mapuche la palabra lapa (es seguramente, dice, nombre del marisco en mapuche), a pesar de citar a Gay, Zool VIII, que asegura que las especies son numerosas y viven como asidas a las peñas.
La Academia lo da como molusco gasterópodo de concha cónica aplastada, lisa o con estrías, que vive asido fuertemente a las rocas. Lo trae del latín lepas y del griego lepás. En efecto, lepás, que primariamente significa roca desnuda, en una segunda acepción es el molusco que a ella se adhiere; (Liddel, A Greek English Lexikon); y en latín es lopades genus conchae marinae: Non: lepades ostreas captamus. Plant Rud 2.1.8; id. Cas 2.8.57., Lewis J. Short.
Considera Espinosa entre los adjetivos corrompidos de la lengua inglesa huilo, que en su concepto es degeneración de vooly, foolish. No es tal cosa sino un hispano-americanismo antiquísimo. Para Bancroft significa hombre sin fuerza física o débil de piernas. ¿Tendrá que ver con huila, girón de vestido roto, que, según Febres, citado por Lenz, viene del mapuchehuilmill, tasajos de carne largos como orejones o los mismos orejones? La misma es la connotación mejicana de huila, que se aplica a la cometa pequeña que empinan o encumbran los niños de corta edad, a diferencia del papalote, que es diversión de mayores. “Pobre huila con tanto aire”, se dice del que acomete empresas superiores a sus fuerzas o sus medios. “Estarahuilado es expresión para designar al que está abatido y triste.
Ramos supone sea adulteración de huilotl, paloma. ¿Parecería fantasear demasiado el suponer sea voz concordante con papalote (papalotl, mariposa), aplicado a la cometa de mayor tamaño? Yo me inclino a ese origen, pues me parece mucho trecho de recorrido para tan insignificante palabra. Según el mismo Ramos, huila sería ramera pelandusca en varias regiones del país.
No sabría decidirme respecto a la procedencia de bayou, corriente de agua estancada, proveniente de un río o lago que pone en comunicación dos masas de agua. Hay quien lo traiga del francés boyau, tripa; pero en francés no se llama así a las corrientes de esa clase, y la palabra existe sólo en las provincias que estuvieron dominadas por España (Louisiana, Mississippi; a este último se le llama Bayou State). ¿Provendrá de bahía o de bay como opina el Capitán J. G. Bourque? (Dialect Notes, 243 y ss., parte V). Es difícil determinarlo. Por lo menos la procedencia francesa creo se debe descartar del todo.[66]
Voces tan antiguas y tan castellanas como azacán, se derivan del náhuatl atl (agua), yzacán (cargador). (Ramos). En el portugués existe açacal, açacual (el que lleva y vende agua).Marina lo deriva del verbo zacana, llevar cargas; pero Dozy opina que la significación se ha ampliado hasta hacer del que lleva agua uno que conduce cargas en general. Marina se apoya en un pasaje del Fuero de Plascencia: “Todos los azacanes e leñeros que carga traen”. Como no se conoce íntegro el pasaje, es difícil saber si se llama azacanes a los aguadores y a los leñeros que traen carga, o enumera a los azacanes entre los leñeros.
También se llama azacán al cántaro o vasija (que quizás sea la acepción primitiva). “E entonse se fueron las dueñas para sus posadas, e tomaron barriles e picheles e terrasos e calabazas e botijas e azacanes, cada una con cualquiera cosa que pudiera llevar agua”. (La gran conquista de Ultramar, lib. III, cap. XXV). (Eguilaz).
De todas maneras, en Méjico nunca se ha llamado azacán al aguador ni al cántaro ochochocol.
El mismo Ramos supone que cambujo venga del latín scambus, de piernas torcidas. En Méjico no se empleó sino como expresión de negruzco. El caballo morcillo se llama cambujoporque es negro-rojizo, y pollo cambujo es el que saca la piel oscura; por eso cambujo era elcasta que descendía de negro y albarrazado; y eso aunque caballo, pollo y mestizo tuvieran las piernas derechas.
Este discurso sería una incongruente aglomeración de hechos de lenguaje, que lo más merecería ser hojeado por curiosidad, si no respondiera a un fin más alto, que es el que me propuse al componerlo y al presentarlo como trabajo de ingreso en la Corporación que me hizo el honor de traerme a su seno. Ese fin es llamar la atención de la Real Academia Española acerca de la inmensa herencia lingüística que tiene esparcida por el mundo y que debe cuidar y recoger para formar su Diccionario y regimentar su vida ulterior. En los Estados Unidos se dan casos como el de Nuevo Méjico, en que el castellano —el pobre castellano de aquellas partes— se cultiva con verdadero amor y se riñe por conservarlo con positivo ahínco. Un autor que en estas páginas llevo citado largamente, refiere de una convención de maestros que ocurrió hacia 1915, en la cual, de los varios miles de enseñantes que estuvieron presentes, el 75% hablaba sólo castellano y desconocía el inglés, y apenas el 25% se explicaba en ambas lenguas. En el sur de California se hablaban por igual castellano e inglés no hace todavía muchos años; ahora el inglés, principalmente entre la gente moza, está conquistando el lugar de su antagonista y queda sólo una pequeña porción que hable por gala el viejo idioma de los habitantes de la tierra.
En gran parte obedece esto a la falta de predominio político; y tan cierto es que la influencia material corre pareja con la influencia lingüística, que el castellano, que era la base principal del dialecto chamorro de las Islas Marianas, desde el año noventa y ocho acá se ha obscurecido y tiende a desaparecer.
El Diccionario y la Gramática escritos por el Padre don Aniceto Ibáñez del Carmen y publicados en 1865, no resultaban aplicables en la actualidad. Nadie, entre los vivientes, recordaba las palabras anotadas por el sacerdote español: había bastado el transcurso de una generación para que se efectuara aquel cambio fundamental.[67]
Pero a veces falta la ocasión de practicar el castellano, y el instrumento se va olvidando o enmoheciendo al extremo que dejará de existir prácticamente el predominio de la lengua en todos los países que la usaron, si no se ayuda en cualquier forma a su desarrollo. Algo semejante a las verein alemanas, a las sociedades italianas a estilo de la Dante Alighieri, o las que tengan parecido con la Alliance Française, son necesarias si se quiere conservar un poco de esa herencia espiritual que amenaza extinguirse.
Los hispano-americanos creemos, como Rodó, que existe una España niña siempre en mutación, siempre en crecimiento, siempre llena de brío y capaz de renacer. La figura de la dueña eternamente aterida que aparece en las ficciones de alguno de los grandes novelistas españoles, no la entendemos nosotros, porque miramos en todas las repúblicas hijas de la “España fecunda”, el afán de renovación, el ansia de creciente expansión espiritual, el propósito de prolongar la vida de la raza mediante el trabajo de los epígonos que refuercen los bríos de la madre todavía lozana y floreciente.
Y yo creo que no hay lazo que pueda unirnos más eficazmente que el del lenguaje. Por mucho tiempo los eruditos hispano-americanos consideraron piedra de toque inapelable la del Diccionario de la Real Academia: palabra que no figurara en ese Korán de la lengua debía ser excluida con el ignominioso sambenito de disparate, corruptela, gazapatón y provincialismo. Y a esa actitud correspondía la de los escritores españoles, que con Clarín sostenían eran los amos de la lengua y que a nosotros tocaba solamente respetar y acatar las decisiones que Castilla dictara.
Por lo menos desde mediados del siglo pasado comenzaron a estudiarse los hispano-americanismos por hispano-americanos eminentes. El cubano Pichardo que sigue a Alcedo como decano de esa falange que tan bien ha trabajado por la unificación de la lengua, empezó la tarea que habían de seguir tantos amantes de sus países y tantos curiosos de la ciencia filológica, hasta que vino el doctísimo Cuervo, cuya inmensa labor había de servir para probar que los localismos nuestros no eran vanos caprichos, ni ridículos disparates, ni faltas imperdonables de locución; sino que tenían su origen en la vida misma del sermón nacional, y que si bien muchos merecían desterrarse por mal traídos o mal formados, la mayoría procedían de peculiaridades de nuestra vida, de objetos de nuestras tierras, de palabras de los idiomas indígenas y, sobre todo, de voces netamente castellanas que han quedado incrustadas en el castellano que se habla en los diferentes países. Mirar con desdén o declarar de plano ilegítimos esos vocablos sólo porque no se usan actualmente en España, es error notorio y falta de comprensión de lo que ahora ha avanzado la ciencia filológica, y obrar contra ese espíritu de panhispanismo que se dice predomina en las relaciones de los países de nuestra raza.
Hay, por ejemplo, vulgarismos que tienen origen en cosas o sucesos tan distantes, pero tan legítimos, que sería error notorio desecharlos sin examen o condenarlos sin estudio. No hay ahora persona nacida que en Méjico no ría si oye decir masque en el sentido de “no obstante”, “no importa”, “a pesar de todo”, y sin embargo masque es un lusitanismo o un hispanismo que probablemente recibimos de la China o de la India. Figurando en el English pigeon se usa todavía, y de ese masque que por baya se supone procedente del verbo mascar, se han sacado mil divertidas locuciones que la gente repite sin cesar.[68]
Y sobre todo ¿por qué ha de ser más castizo y más digno de estudio un localismo de Palencia o de Albacete que cualquier vocablo americano —supongamos ñapa— que se use desde los confines del Canadá hasta Tierra del Fuego?
Los hispano-americanos han hecho algo —han hecho mucho— para depurar sus dialectos vernáculos y las obras que diariamente se publican son prueba de su gusto por esta clase de estudios. Yo desconozco la contribución que los españoles hayan aportado a esa importante rama de la actividad espiritual que constituye la prenda de nuestra solidaridad, el lazo que nos ata, la forma de nuestra comunicación y la exteriorización del sentir y el pensar colectivos. Lo que el conde de la Viñaza cataloga en su repertorio es de poca importancia en comparación de lo que hasta la época de la publicación habían trabajado los americanos. Quizás después hayan aumentado los trabajos sobre especialidades lingüísticas que serían menester para completar la obra que se requiere en esta dirección; pero me temo que se haya avanzado poco, pues, que yo sepa, el diccionario de andalucismos, que Cuervo se figuraba sería la explicación de muchísimos americanismos, no se ha publicado aún.
Y si en un país como los Estados Unidos, en que el castellano está extinguido o extinguiéndose a grandes pasos, se puede encontrar tal cantidad de palabras todavía vivas e incorporadas al habla popular y a la erudita ¿por qué no había de procurar la Academia española aprovecharse de ese caudal lingüístico y del que está esparcido en muchísimos lugares en que España dominó, a fin de perfeccionar y aumentar su acervo, de legitimar y aprovechar las formas americanas que sean de ley y enriquecer el idioma mediante la reivindicación o la aprobación de las razonables y dignas de la consagración del Diccionario? Tal es mi sentir más íntimo y mi deseo más sincero. Los hispano-americanismos tendrían entonces la sanción suprema y merecerían ser usados con libertad, como gala y decoro del lenguaje, en vez de ser vistos como aventureros advenedizos, indignos de alternar con las palabras de rancio abolengo.
[1] F.W. Blackmar, de la Universidad de Kansas. Spanish American Words en Language Notes, tomo VI.
[2] Alhuzema, por alfazema (al kouzema), que P. de Alcalá tradujo por espliego. Dozy.
[3] Almaizar, almaizal (especie de toca o velo), de al-mi-zar. Vid. Dozy, Dict. Des noms des vet., p. 42 y sig. En Méjico no se oye nunca humeral.
[4] Durazno. “Viene esta palabra del árabe dourankin o del griego durakion?” (Müller). Ni una cosa ni otra, sino del latín perica duracina (en Plinio). “Melocotones de carne dura”, como Müller habría encontrado en Diez II 120 (Dozy). El Diccionario lo trae del griego pero la voz no se usa en España y sí se emplea constantemente en Méjico y en casi toda América, donde el género es durazno y hay varias clases de ellos: priscos (pércicos), abridores, melocotones, albérchigos, etc.
[5] Littré, Dictionnaire de la Langue Française. Préface, XXX.
[6] Cf. Martín hume, Spanish influence on English literature, passim. London, 1905
[7] Stanford trae textos de 1654 y 1674 en que la palabra está empleada en el sentido de rufián, pícaro, hombre dispuesto a todo. “Aquellos desperados turcos los spahis”, J. Frapp Com Old Fist. Uno de los desperadoes del lugar, Compl Gamester, Pág. 10.
[8] Barret, Theor of Warres (1598), dice que es palabra española y la define como media escuadra —esto es, diez o doce soldados unidos en alojamiento, comida y amistad y mandados por un cabo de cámara. No parece muy clara la definición que da Almirante, por más que inserte una ordenanza de 1632 previniendo que los soldados vivan con sus camaradas.
[9] Cochinilla puede tomarse como tipo de la alteración que sufre la escritura de las palabras españolas al adaptarse a la pronunciación inglesa. El texto más antiguo que trae Stanford es de 1572 de los viajes de Hakluyt. “Se cosecha cochinilla en esta población”. En el siglo XVI se cambió en cochimile, cochinilia, cutchanel, cochinell, cochonillio, cochenillo y cochinile; en el XVII fue cochenel, cochinille, cuchenille, cutchanel, cuthanele, cochanele, cochinilio, cutchoenale y cutcheneale: en el XVIII se transformó en cochinell, para ser cochineal en la actualidad.
[10] El profesor Robertson Smith cree con suma verosimilitud que la palabra proviene del árabe banan, dedo de las manos o de los pies. Banana significaría, pues, un solo dedo.
[11] La Literatura del chocolate es antigua en Inglaterra. En 1640 imprimía Jo. Oakes A treatise on Chocolate y en 1673 daba desde los Países Bajos recetas eficaces para la fabricación del brebaje, un inglés llamado J. Ry, incluyendo como elemento indispensable el achiote, “género de tierra roja que se trae de la Nueva España”.
[12] El Dr. Johnson no da la etimología de esta voz; pero el Century Diet indica en esta forma los cambios que ha sufrido: lagarto, alagarte, alligater, alligarta, aligarte, alegarte, alligator. Esta curiosa corruptela dio origen a la clasificación zoológica. La familia de los Alligatorida comprende el orden de Crocodilia, (antiguamente familia de los Crocodilidae, orden de los Saurios). Los naturalistas discuten las diferencias entre cocodrilos y caimanes y forman con unos u otros el tronco principal de la familia, que el vulgo confunde siempre.
El ejemplo más ilustre del empleo de la palabra se encuentra en Shakespeare (Romeo and Juliet, V, Act I.):
In his needy shop a tortoise hung
An alligator stuff’d and other skins.
En cambio, creo imaginaria la etimología de alligator-pear (Ahuacate), que se dice proviene del avocada-pear.
[13] Stanford, p. VII
[14] Gram en portugués, grao, cualquier grano o cereal; pero se aplica especialmente al garbanzo.
[15] Plantain- plátano, es español y procede de los lenguajes de las islas. La palabra portuguesa es bananay proviene del árabe.
[16] Parece que mediante los portugueses se conocieron las divisiones artificiales de la población de la India y que el nombre de casta se transmitió a todos los idiomas de Europa, suponiendo que fuera el que usaban los naturales. Es materia muy discutida y que está en vías de aclararse aún.
[17] La lección portuguesa es peao y la española, que es la que subsiste en la India y en todos los países de habla inglesa, es peón.
O rei de Badajos era alto Mouro
Con quatro mil cavalos furiosos
Innumeros peoes d’armas e d’ouro
Guarnecidos, guerreiros e lustrosos.
[18] Padre es también en americano, pero no llegó aquí por ministerio de la India o de Inglaterra, sino de España y de Méjico. Padre es especialmente el misionero de los antiguos tiempos, distinto de father, sacerdote del clero secular.
[19] Mosquito es español; y aun el portugués lo ha tomado de nuestra lengua.
[20] Camisa es del latín camisia. Es curioso este pasaje de San Jerónimo, Epístola ad Fabiolam, LXIV III: “Solent miletantes habere líneas quas camisias vocant sic apris mebris et adstrictas corporibus… quocumque necesitas traxerit”.
[21] Pial-poyal, de poyo español, de pódium latino. Poyal es escala para montar a caballo.
[22] Foras lands. Tierras ganadas al mar.
[23] Yoss. Templo de ídolos en China y Japón. Parece que es corrupción de Gran-Dios (Grande Yos House). La palabra sería española, pues faltan los elementos del Deus portugués.
[24] Castizo. Hijo de portugués nacido en la India. Es distinta de nuestra denominación nacional.
[25] Cuspadore. Escupidera. Usada hasta hace poco en la tarifa india de aduanas.
[26] Mangellín, peso para perlas equivalente a un quilate (cinco gramos, tres quintos).
[27] Mango es planta originaria de la india. La palabra en tamil es man-key o mangay, de la cual los portugueses formaron manga y nosotros mango.
[28] Sabún es, probablemente, una mezcla de las dos lecciones, savao y jabón. De ésta tiene la terminación y el prefijo de la primera.
[29] En inglés, el ejemplo más antiguo que cita Stanford es de 1555. “Por la mañana temprano acostumbran ir cinco, siete o más en una de sus canoas o barcas a cualquier puerto del mar”. (R.Edere, Decades Sect. II. p. 213)
[30] Del mismo autor y de la propia obra es la cita en que se habla del “cacique o rey de aquellas partes”.
[31] Mencionado en la traducción inglesa de la Historia Natural de la Indias, del Padre Acosta (1604). Se habla del aji verde, amarillo y de color encarnado, que es el más picante de todos y al cual llaman caribe.
[32] También conocido mediante las Decades de Edere que los llama hongos de tierra y escribe botadas.
[33] Lo menciona Edere, en Newe India, (1555).
[34] En Edere, Decades, (1555).
[35] En R. Parke, trad. de Mendoza’s Hist. Chris. (1589).
[36] 1690. Let’s barbieu this fat rogue. —Mrs. Behn. (N.E.D.).
[37] Si acaso, como sostiene el Sr. Chavero, huracán es voz mayaquiché.
[38] Los tomates no sólo son conocidos en todas las lenguas, sino que las lecciones exclusivamente mejicanas, jitomate (el tomate rojo), y miltomate (el tomate de milpa), eran familiares en América. Pedro Mexía de Ovando escribe en El Epítome del Gobierno de las Indias (citado en el prólogo de La Ovandina, p. XCVII), refiriéndose al Perú, puesto que habla de camaricos: “también les obligan (los clérigos) a que lleven el indio o india más pobre el melón, la calabaza, los hitomates, miltomates, ajíes y pimientos, y cuando van a decir el responso sobre la sepultura hácenles ofrezcan de más a más medio real por persona”. Jitomate proviene del náhuatl xictli, ombligo. Significa, pues, tomate de ombligo (xic.-tomatl). Robelo, 389, 575.
[39] A. Hatsfeld, A. Darmesteter y A. Thomas, Dict général de la Langue Française, I, p. 36.
[40] Las Cortes representaban, en 1502, a Felipe II, que los moriscos se dedicaban con preferencia a los ejercicios propios de trajín y comercio menudo de subsistencias, sin tratar de adquirir bienes raíces; y proponían que se les obligase al cultivo de tierras y a que sólo vendiesen sus propios frutos y cuando más se les permitiesen las profesiones de industria sedentaria y residencia fija en los pueblos. Eran los moriscos tan dados a la arriería, que según el autor coetáneo de unos Discursos Políticos sobre la provisión de la Corte, que existen manuscritos en la Biblioteca Nacional y que cita Pellicer, la falta de arrieros que produjo la expulsión a principios del siglo XVI, hizo encarecer extraordinariamente los portes. En especial de los riscos de Hornachos, pueblo de Extremadura, distante cinco leguas de Llerena, cuenta Salazar de Mendoza, Canónico de Toledo, en su libro de las Dignidades de Castilla, que muchos eran arrieros y así sabían cuanto pasaba en España y aun fuera, pues tenían correspondencia con turcos y moros. (Clemencín. Notas al Quijote, Nota XVI del Capítulo 16).
[41] Conozco tres ediciones distintas de este libro de H. w. Daly, 1908, 1910 y 1917, y en cada una la materia va mejorándose notablemente, al grado de que las 198 páginas de la primera impresión, ahora son ya casi 400.
[42] Es caso curioso que en la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, al pedirse un crédito para diez mil coronas, un miembro de la reunión, indignado, reclamara por el derecho que significaba la compra de diez mil máquinas de escribir de marca Corona. Hubo que explicarle que se trataba de coronas para las bestias, esto es, de “pedazos de tela gruesa acojinados, que se pone a las caballerías entre la silla o albarda y el sudadero para que no se lastimen”.
[43] En Tejas, el permiso que se acordaba para suspender los trabajos de una mina sin perder la concesión.
[44] Molino de traza primitiva para moler metales.
[45] Se distinguen placer diggins y placer mining. El primero se aplicaba a las localidades en que el oro se encontraba en la superficie; el otro, a los trabajos emprendidos en quiebras o cañadas.
[46] La Academia ha dejado fuera del Diccionario a Bonanza en el sentido de súbita riqueza en placeres o minas. Se define buen tiempo o prosperidad, y así se aplicó en halse: “Un gran depósito de mineral escogido”. Molina dice que es “la concentración de la mena en la masa” y trae como sinónimos ennoblecimiento y boya, de Cerro de Pasco, Perú. Esta palabra, advierte Halse, ha sido adoptada tiempo ha por los anglo-sajones y se usaba especialmente para designar los depósitos de metales preciosos. Se dice que una mina se halla en bonanzas cuando da grandes rendimientos. En Méjico ocurren las bonanzas en las zonas más ricas, o en las que contienen sulfuro de plata mezclado con sulfuro negro de antimonio.
La explicación de la palabra parece razonable, tanto más que el antónimo de bonanza viene a ser borrasca, que, según el mismo Molina, es “la difusión de la mena en la masa”, y que se usan dar o caer en borrasca y emborracharse, esto es, dar en piedra bruta, en roca desnuda o estéril, en pedernal duro, como dice Gamboa, el docto comentador de nuestras Ordenanzas de Minería.
Sin embargo, si se advierte que borrasca puede ser sólo corrupción o extensión de borra, que tiene el mismo significado, la contraposición no resulta tan clara. Con la desconfianza natural con que debe procederse en esta clase de asuntos, yo me permito preguntar si bonanza no vendrá del bajo latín bonas, tesoro oculto encontrado. Dyucange lo explica diciendo que es bona fortuna thesaurus se potius thesaurus inventio. Usat Barciniens, Mss. c. 106. De rustico si invenerit Bonas Rusticus vero si invenit aureum vel argentum quo vulgo dicitur Bonas... statim denunciet domino suo.
En los Estados Unidos parece que el nombre se aplicó primero en una Mina de Nevada que inesperadamente llegó a tener una gran producción de metales. “Las Minas... están produciendo una cantidad de metales que pueden llegar a tener una bonanza tan grande como la que hace años dio millones a San Francisco”. San Francisco News, feb. 4, 1868, en Farmer.
Mina rica, refiriéndose a la Bonanza Mine (Thornton), “(Trabajaba) con la ilusión de topar con una bonanza”, Baadle, Western Wild (1878).
“La Star Roure Cases es una gran bonanza” (Encabezamiento de The Critic Wash, Dic. 23, Thornton.
[47] Por la Ley I, Título I, Libro V de la Recopilación de Indias, extendió Carlos V la jurisdicción del Tribunal de la Mesta a la Nueva España y determinó se matara el ganado sobrante, que dañaba las sementeras y animales de las estancias.
[48] Nuestro “rodeo” se ha extendido por el mundo. En The New York Evening Post, de 24 de enero de 1924, me hallo este trozo que prueba cómo nuestra diversión nacional ha tomado carta de naturaleza hasta en Inglaterra, país clásico de los deportes:
“Charles B. Cochran, another producer, came here to ‘round up the rodeo’ for the British Empire Exposition in London next June”.
[49] Estas palabras, chirrión y chirrionero, son muestra curiosa del proceso que se siguió para formar mejicanismos y de las transmigraciones que han tenido las palabras. Chirrión fue en principio lo que es en España, “Carro fuerte de dos ruedas y eje móvil”, que chirria mucho cuando anda; y “chirrionero” al que conducía el chirrión. Tales cosas demuestran las citas siguientes respecto de chirrioneros, que me suministra el diligente investigador don Francisco Fernández del Castillo:
Chirrioneros (conductores de chirriones).
“1573. Hernán Vázquez, Inquisición. Tomo 76, expediente 53 y tomo 100, expediente 3.
“1576. Rodrigo Arias. Era el encargado de conducir los reos a Veracruz. Inq. Tomo 81, exps. 6 y 7.
“1585. Ontiveros. Inq. Tomo 139, exp. 20.
“Hay otros varios, entre ellos uno de 1553; pero no tengo el apunte a la mano. Creo que para la anotación que Ud. desea, con las cinco citas anteriores le bastarán, pero si no fuere así buscaré más”.
[50] Es curiosa la transformación de esta palabra; agrito, una frutilla de terrenos pantanosos, se ha venido a convertir en algirita, algereta, algarote, aquirite y alquirette.
[51] Hay tambien frijolillo, leguminosa muy tóxica (Saphora Secundiflora).
[52] En Texas se conoce la llamada en Méjico calabacilla jedionda (cucurbita factidíssima).
[53] Los mejicanos llamaban así a diferentes especies que nada tienen de común entre sí. Luma Salicifolia (Kunt). Dejospiras obtusifolia (Wild), Casimiros edulis (La Llave), Acras sapota. Mammea americana (Linneo). Es curioso que en el este de los Estados Unidos se pronuncie y escriba chapote que recuerda la primitiva grafía y la transformación de z-tz-x en ch. Un documento de Sahagún de 904 usa las formas sauroy duen auro; otro de cartulario de San Juan de La Peña, correspondiente a 1024, da Lope Sauxi; en el Fuero Juzgo hay xegar (llegar), xagar (llagar); xamar (llamar). (Cotarelo). ¿Sería esa la forma primitiva que emplearon los españoles para representar el sonido de tzapotl?
Ha sido también de las palabras aztecas más andariegas, pues se halla en alemán, sapotill-baum (Muret.—Sanders Enzyklopedisches Wörterbuch); en portugués, sapotilha, sapotilhe (Hatsfeld et Darmester); en italiano sapotiglia (Petrochi, Dic. Universale de la Lingua Italiana); en inglés, sapota, sapotaseas. (Cent. Dict.).
[54] El Diccionario ignora la garbanza; pero en Méjico todos saben que es un garbanzo de mayor tamaño, más suave de consistencia y de sabor más exquisito que el simple garbanzo. En España se vende en la clase primera de Sauco. Los diccionarios de americanismos lo dan como corruptela. Hablando del pueblo de ese nombre, que escriben Garvanza los americanos, el ilustre profesor Lummis dice (Sánchez) que fue bautizado por Tenderfeet y no por españoles; tal vez, pero es de creerse que haya habido una variedad de garbanzo llamado así en España. En todo caso, es un mejicanismo y no un barbarismo, como supone Lummis.
[55] El náhuatl es tan ágil y escurridizo que ha llegado a filtrarse hasta en la lengua gitana. En esa tribu se da el nombre de guejolote (meleagris gallopavo), al guajolote mejicano, por más que se hace venir del sánscrito (Borrow, 387).
[56] En estos días recorren las columnas de la prensa párrafos como este, que tomo del San Francisco Chronicle:
“The Government, represented by Assistant United States Attorney George B. Finnigan; and San Francisco bootleggeria, represented by Attorney Hugo K. Asher, paid not the slightest bit of attention to the warning wave of the Commissioner’s good right hand”.
Parece como si la desinencia tomara la misma significación de la nuestra. El lector se servirá recordar que bootlegger es el vendedor clandestino de bebidas alcohólicas; bootleggeria es pues, la hermandad o la reunión de contrabandistas de alcohol, significado que no se aparta mucho del nuestro.
[57] He aquí unos cuantos títulos de la literatura de pueblos: Pueblo Indian Folk Stories by Charles F. Lummis.
Summer Ceremonies of Zuni Pueblo... Ceremonies at the Tusayan Pueblos by J. W. Tewkes en A Journal of American Ethnology and Archaeology.
The American Indian as a Product of Environment, with Special Reference to the Pueblos, by A. J. Tyrm.
A General View of the Archaeology of the Pueblo Region, by E. L. Hewet.
The Phisiography of the Rio Grande Valley, New Mexico, in Relation to the Pueblo Culture.
The Chief Dwellers and Pueblos, Rev. S. D. Peet.
The Land of the Pueblos, Mrs. Lew Wallace.
Culture of the Ancient Pueblos, W. Hough.
Reports upon... Ruined Pueblos of Arizona and New Mexico, F. W. Putnam.
[58] American State Papers- Foreign Relations, IV, p. 307.
[59] La edición moderna del Diccionario de Webster acepta corrál; las anteriores ponían córral.
[60] He hablado con algunos de los que se dicen old castilian y puedo asegurar que su lenguaje es peor que el nuestro, porque su acento, formas dialectales y sintácticas, apenas si tienen parecido con las que en Méjico se usaban setenta años hace. Cuando escriben en castellano, incurren en anglicismos o barbarismos verdaderamente curiosos, y no guardan nada del old castilian.
[61] Robert Louis Stevenson, citado en el libro arriba mencionado. Los patronímicos españoles no son menos agradables a los oído yanquis. En la familia Vallejo la madre se llamaba Doña María Antonia Lugo; los hijos, Isidora, Josefa, José Ignacio, José de Jesús, Juana María Gertrudis, María Magdalena, Prudencia, Mariano de Guadalupe, Jerónima, Encarnación, María Paula, Rosalía, José Manuel, Salvador, María de Jesús y Juan Antonio. Soulé, que los cita en The Annals of San Francisco, p. 770, ed. 1855, dice que: “From a spanish mouth these names flow forth softly as oil upon water, or as the sweet strains of music from a harp”.
[62] Una de las plantas más populares en todas estas llanuras es el mezquite:: muskeet:: musquito:: mosketh:: mesquit:: nesquit (Algarobia grandulosa). “Crecen en la llanura mezquite y otros arbustos”, A. Willizemes, Tour in New Mejico, p. 48. (1846). “Iba el camino entre lindos mezquites”, Ib., p.69. (1849). (Stanford). “Hallamos el río cubierto con muchos árboles de mezquito, que produce una vaina excesivamente dulce”. Narrative of J. O. Pottie, p. 59, 1833. (Thornton).
Mesquit grass Hog. Wall mesquit:: Stipo Spota. Especie de pasto corto que crece con mucha lozanía en las praderas del oeste de los Estados Unidos. Es muy nutritivo y agradable para el ganado, caballos, carneros, y tiene la ventaja de conservarse dulce y suave aun en el riguroso invierno. (Bartlet).
[63] “Los González y los López abundan tanto en los Estados del Sur y del Oeste como los Smith y los Jones”. (Mengken).
[64] La ley de Hobson-Jobson se observa en Méjico en palabras que pasan del castellano al azteca. Por ejemplo, el jeroglífico con que representaron los indios el nombre del virrey Mendoza durante su expedición contra los tzacatecas y caxcanes, fue una tuza devorando el corazón de un maguey (metltozam, de metl, maguey; tozay, tuza).
Otro tanto ocurre en sentido inverso, esto es, pasando del azteca al castellano. Se llama agua miel a la atl metl (agua de maguey). Los ejemplos podrían multiplicarse hasta el fastidio.
[65] “¿Y Mexi, pregunto yo, qué significa? Pronunciado como lo pronuncian los indios es una palabra hebrea que significa lo que, tomándolo del latín unctus, llamamos ungido, tomándolo del griego Cristous llamamos, y tomándolo del hebreo Mesci llamamos Mesías”. Todo el papel es una serie de extravagancias eruditas que hacen dudar de la integridad mental del autor. La carta se insertó en El Porvenir de Monterrey, número especial del 16 de septiembre de 1920.
[66] El ejemplo más antiguo que conozco es el siguiente: “A las mismas horas de dicho día tres emprendí mi marcha para esta Presa, pasando en Balsa el Río de Trinidad y el Vayuco grande, viniendo a hacer noche a las Rancherías”. Diario derrotero del carabinero graduado de sargento José del Tor en busca de los desembocaderos de los ríos Trinidad y Orechas. Mss. Archivo General, Prov. Int., T. 239.
[67] Dictionary and Grammar of the Chamorro language of the Island of Guam...by Edward von Prussy, Washington, 1918.
Casi todas las palabras poseen equivalente español e indígena y aquéllas tienen diferencias semánticas, morfológicas y fonológicas muy especiales. Así abanico es también purno lato o panaglato (espanta moscas). Abundancia tiene varias formas de expresión: abundansia, inabundansia, rico, micosas, minege, etc.
El vendedor de telas se llama benteron y magago.
El grito que indica rendición es basta y para, y también se usa resigna.
El irrespetuoso tiene varios nombres: bastos, desatento, malamaña, presomido, chaleg y machaleg.
[68] Masque, Mazkee, término que en Chinese pigeon (la jerga que constituye el medio de comunicación en los puertos chinos entre los ingleses que no hablan chino y los chinos con quien tienen que comunicarse) significa “no importa” y se usa de continuo en boca de los europeos de China. Se supone que es corrupción o elipsis de alguna frase portuguesa; pero no hay nada satisfactorio al respecto. Skeat escribe: “Probablemente es tan sólo el portugués mais que importado directamente por conducto de Macao en el sentido de “although, even, in spite of, malgré”.
Bienaventurado anduvo el señor don Victoriano Salado Álvarez con la herencia que le tocó en suerte de venir y ocupar en esta casa —que desde hace varios años era suya—, el sillón que con tanto lucimiento y honra tantísima, a su vez ocupara por sus propias y altas virtudes aquel varón egregio llamado en el mundo José Ma. Roa Bárcena, espejo de caballeros y modelo de escritores, que, con idénticas excelencias acertó a ser durante su ejemplar y larga vida, caballero de su Dios, caballero de su rey, caballero de su dama y caballero de las Letras. Para ser recibido, según nos place recibirlo, el señor Salado no había menester, seguramente, de ampararse a una sombra tan respetable y respetada; los merecimientos suyos, alquitarados y sólidos, tienen que franquearle todos los umbrales y que ganarle todos los aplausos. Yo lo felicito, sin embargo, por el cálido elogio que de su predecesor acaba de hacernos, porque si en todas las épocas conviene de cuando en cuando asomarse a las tumbas en que duermen y esperan los muertos ilustres, y resucitar el recuerdo de sus actos y palabras para que no se borre de la memoria quebradiza de los hombres y de la ingratitud orgánica de las sociedades, aquella conveniencia sube de punto en épocas como la nuestra, de honda inquietud y desorientación pavorosa, de negaciones e interrogaciones formidables, en que las disciplinas míranse relajadas, invertidos o dislocados los valores morales, profanados los altares, los hogares en ruina, la justicia a remate, vilipendiado el derecho, ignorado el deber, desnudas las vírgenes, prostituidas las juventudes, marchitas las infancias. Es bueno entonces, interrumpir el sueño eterno de los que se nos fueron, y repetir a los que asistimos anhelantes y pávidos a esta parodia sin grandeza de la orgía del Paganismo, cómo entendieron ellos la vida, cómo supieron vivirla noblemente y embellecerla y purificarla, no obstante que es de suyo bajuna y deleznable. Evocar y elogiar figuras como la de Roa Bárcena, no es únicamente acto de justicia, es algo más, acto de suprema moral y de objetiva enseñanza, signo de inconformidad y de protesta, inequívoco augurio de que el arrepentimiento y el alivio no andan muy lejos. Y pues habéis realizado acto tamaño, señor Salado Álvarez, sed doblemente el bien venido.
Aunque yo sepa a ciencia cierta que vuestra personalidad, la literaria sobre todo, es harto conocida y estimada para los señores Académicos, para el selecto auditorio que con su amable presencia nos favorece la noche de hoy, para el país entero, cuyas fronteras se allanaron más de una ocasión al propósito de que también los extraños supiesen de vuestros talentos, mi encomienda de responder a vuestro discurso y las imperativas solicitaciones de la vieja amistada que nos ata, oblíganme, y con viva satisfacción de mi parte, a reseñar aquí a grandes rasgos, cuál ha sido vuestra existencia y cuál es vuestra obra.
En la antigua Teocaltech de Jalisco, que en romance significa “lugar del templo”, nació, pronto hará 56 años, el nuevo Académico numerario de la Mexicana. A los 23, gana en Guadalajara el título de abogado, y durante una década comienza a abrirse paso, ora al lado de don José López Portillo y Rojas, nuestro Director recién desaparecido y lamentado siempre, ora desempeñando empleos afines a su carrera: juez, defensor, agente del Ministerio Público. En esos años mozos, ya despuntaba, a guisa de simple afición, lo que corriendo el tiempo convertiríase en ministerio esencial de su vida: una entrañable devoción hacia las letras, que tan generosamente habían de recompensársela con lauros y honores. Sus primeras lanzas las rompió en 1895 en El Correo de Jalisco, redactado por él solo en distintas temporadas. En 1901, después de intermitentes visitas rápidas a esta ciudad capital, que tanto atrae y fascina a las ambiciones tempranas de los provincianos, llamado por el maestro periodista Rafael Reyes Espíndola, Salado vino a plantar aquí su tienda. Poco permaneció en El Imparcial, un año escaso, y a su término vémosle sirviendo en la Escuela Nacional Preparatoria la cátedra de lengua castellana, ganada en reñida y brillante oposición. Mexicano por sus cuatro costados, Salado Álvarez no iba a substraerse a los arrumacos y carantoñas con que esa mala hembra que se apellida Política, engaña y se conquista suspirantes y seguidores; por lo que el año de 1902, representando a un Estado fronterizo, tuvímoslo en calidad de propietario, instalado en una curul de la Cámara de Diputados, en la que había de permanecer, nominalmente, hasta 1910, pues de hecho alejóse de ella en 1906, a fin de ir a desempeñar en el Estado de Chihuahua las fatigosas funciones, si a conciencia se desempeñan, de Secretario de Gobierno; y luego, para iniciarse en la carrera diplomática, como segundo Secretario de nuestra Embajada en Washington. En 1908, torna a la curul y a la cátedra; en 1909, es Subsecretario interino de Relaciones Exteriores por seis meses, y aún vuelve a la Cámara, como Presidente, para marchar a Buenos Aires, en 1910, como Presidente ahora de la Delegación de México a la cuarta Conferencia Panamericana. A su regreso, queda de Subsecretario efectivo de Relaciones Exteriores, hasta el año siguiente, en que lleva nuestra representación diplomática a Guatemala, primero, y al Brasil, después, donde la revolución constitucionalista, vencedora, lo abandona a sus propios esfuerzos. De ahí arranca una larga odisea que ha concluido apenas con su regreso definitivo, en la que no quiero seguirlo, por miedo de que su espíritu y el mío, que juntos degustaron inolvidables acíbares lejos de esta tierra nuestra, se nos ensombrezcan demasiado.
La obra literaria de Salado Álvarez, sin ser copiosa precisamente, sí es intensiva y perdurable. Por algún tiempo, él mismo debe haber sentídose novelista. Y novelista parece, en efecto, con sus libros De Autos, Cuentos y Sucedidos, que ven la luz en 1901, y De Santa Anna a la Reforma y La Intervención y el Imperio, que en 3 y 4 gruesos volúmenes, respectivamente, aparecen en 1902 y 1903; libros, estos últimos, que mucho recuerdan en trama y factura, los deliciosos Episodios Nacionales del incomparable Pérez Galdós. Por las 4,000 y tantas páginas de apretada lectura de esa doble colección de novelas, encadenadas entre sí, desfilan personas y sucesos, habilísimamente acordados, de aquellas dos épocas palpitantes de nuestra dramática historia nacional, a que sus sendos títulos se contraen. Y no se sabe qué ha de saborearse más, si el respeto y miramientos que el autor guarda a la verdad histórica, aquí y allí disfrazada a la fuerza por exigencias ineludibles de la naturaleza novelesca de la narración, o la maestría en el manejo del idioma, en los diálogos muy particularmente, y en la descripción circunstanciada y sabia de sucesos, parajes y prójimos. La parte propiamente histórica, ofrece detalles y sorpresas de señalada importancia, que las historias tituladas a veces callan o menosprecian, pero que mucho completan y perfilan este acaecimiento, antes impreciso o preterido, y aquella figura o figurón secundario de entonces. Es libro que se apura de un sorbo, y que entretiene y enseña. De continuar Salado Álvarez roturando y sembrando los campos dilatados de la novela, sin duda habría llegado a levantar una cosecha opima para bien suyo y para el de nuestras Letras, desmedradas hasta hoy, por desgracia, en esa rama, a mi juicio, floración la más preciada y exquisita en todas las literaturas. Engolosinado probablemente con el éxito halagüeño que sus episodios le acarrearon, después de tantear la polémica en su libro De mi cosecha, se aventuró resuelto por los senderos espinosos de la crítica y la biografía; y así nos dio, en 1906, su José Ives Limantour, tras el seudónimo de Un aprendiz de retratista, y en 1909, una Disertación sobre la inmoralidad en la Literatura, diz que “compuesta por D. Querubín de la Ronda, del gremio y claustro de la Real y Pontificia Universidad de Salamanca y su catedrático de prima de leyes. Impresa en México, en la casa de los sucesores de Juan Pablos”; precioso trabajo lleno de erudición, y escrito con un donaire y un gracejo tan intencionado y sutil, que de veras honrara al mejor universitario salmantino de antaño o de hogaño. Y conste que si no lo alabo más, débese a que el tal fue escrito en espontánea y generosa defensa de cierta novela de mi fábrica, por aquellos días nacida, y anatematizada por corajudo censor hispano, más parecido a Zoilo que a Aristarco, a pesar de su tonsura eclesiástica.
Tampoco en los dominios de la crítica quiso Salado sentar sus reales; con lo que nos perdimos de un crítico de cuerpo entero, según lo hubiese sido, a poco que a ello se pusiera. Es que su verdadera vocación intelectual, la que mejor cuadra a su temperamento, carácter y aficiones, es la de historiador; pero no historiador como por ahí andan tantos que nos presentan en grandes lienzos pintados a brochazos, lo que acerca de épocas e individuos dijeron otros, sin curarse éstos de averiguar cuándo estuvieron aquéllos en error —involuntario o malicioso—, o cuándo en los cierto. Menos es de los historiadores que por soldada, interés banderizo o inmediata conveniencia, pónense adrede a desfigurar hechos y personas; proceder eficaz para halagar a quienes los pagan y protegen, pero también ¡ay! Para lograr a la postre que los criterios se tuerzan, las juventudes escolares se envenenen, y las masas ignaras, dondequiera representantes de la fuerza y el número, engañadas y ciegas mientras no tercian las rectificaciones justicieras, si es que tercian, otorguen sus admiraciones a los falsos dioses, que tanto abundan en las teogonías político-sociales de todos los pueblos, y los dioses verdaderos, calumniados y escarnecidos, vayan borrándose de la memoria flaca de los hombres, hasta caer para siempre hecho polvo, en el abismo sin fondo del olvido.
¡El señor Salado, al contrario! Desde luego no gusta de abarcar conjuntos; su campo de observación y examen es reducido, casi individual, diría yo; lo que le permite enfocar a sus anchas la lente poderosa de su cerebro, y darnos retratos tan perfectos y acabados de seres, sitios y sucedidos, que los seres readquieren la vida que perdieron, los oímos hablar conforme hablaron, sin eufemismos ni componendas a posteriori; los sucedidos, a maravilla reprodúcense y huelen a verdad; y los sitios, no nada más los vemos y nos los representamos con exactitud pasmosa, sino que los recorremos en la amable compañía del autor, asidos a su mano honrada, y todavía él nos ameniza la caminata contándonos en lenguaje que sabe a literatura picaresca, pero sin las licencias de ésta, a lenguaje de Siglo de Oro, porción de reflexiones y comentos que no tienen desperdicio.
No obstante lo recio de sus espaldas, mucho témome que la tarea que encima les ha echado se la dobleguen y lastimen, pues eso de proponerse enderezar criterios torcidos, que los que no quieren ver, vean, y los que no quieren oír, oigan, lo mismo hoy que ayer y que mañana, resulta empeño temerario y de cuidado. La incredulidad fingida, mil veces peor que la sincera; las reputaciones artificiales, que conviene mantener sobre el pavés para asombro de lobos, y la moneda falsa, que como buena corre entre nosotros, han de poner el grito en el cielo y el puño en la tizona, para castigar la insolencia de este Savonarola de nuevo cuño, que parado a los medios de la plaza pública, grita verdades, y las leyendas las deshace, y a los ídolos, de sus pedestales los apea. Mientras el siniestro se produce con sus libros futuros, algunos de los cuales ya respiran y crecen, él se ha especializado en labor plausible y patriótica, de la que lleva dadas diversas muestras; la historia de las relaciones entre México y los EE. UU. De América, bebida gota a gota en sus fuentes originales, los archivos de allende el Bravo, donde dormitaban a pierna suelta, sin sospechar que nadie fuera nunca a sacudirlos y echarlos a la calle para enseñanza, escarmiento y vergüenza de muchos.
Por lo que mira a su trabajo de esta noche, exponente de que los achaques de pluma nuestro Académico los conoce y domina todos, las manifestaciones de agrado con que lo han recibido son mucho más elocuentes que el mejor elogio de mis palabras para realzarlo. En cambio, sí he de subrayar los puntos de vista que en él se preconizan, porque, aún más extremados quizá, fueron siempre parte muy principal de mi credo en esa materia. El idioma es, sin duda alguna, el postrero y más inexpugnable reducto de las razas que no quieren morir; y es tan resistente, se adentra tantísimo en el alma de los pueblos, que hasta cuando éstos son bárbaramente mutilados —el caso nuestro—, mutilado él también, sobrevive a la catástrofe, quédase adherido en el terruño que fue suyo; en los labios de los supervivientes, que lo guardan con más santa codicia que los muebles familiares, que las heredades de los abuelos, que los juguetes de los hijos muertos. Y en las horas íntimas, cuando el conquistador no nos escucha ni nos mira, junto a la mesa en que la cena triste se cansa de esperar a que nosotros nos cansemos de llorar; junto a las cunas en que arrullamos a esos pedazos de corazón que son nuestros hijos; en los tálamos legítimos, en los que no es pecado que las bocas se junten y los castos amores se consuman; frente al altar donde la Sagrada Forma nos mira divinamente, y nos escucha, y nos promete todo lo que no alcanzaremos jamás aquí abajo, el idioma nativo reaparece con sus modismos, con sus halagos, con sus dulzuras, y sólo empleándolo, repitiéndolo, cantándolo, sollozándolo, volvemos a sentirnos lo que fuimos. A cada generación nueva, vase extinguiendo, muy poco a poco, con terca resistencia increíble. El día nefasto en que no se le habla, ni desfigurado y trunco, quiere decir que la raza subyugada ya fue absorbida. Por dicha, no es ese el caso con el idioma castellano, según acaba de puntualizárnoslo el señor Salado Álvarez; ya lo habéis oído, perdura y perdura a pesar de todo, aunque no con la pureza a que es acreedor por su limpia prosapia, y que nosotros debemos procurarle. Mientras mejor lo guardemos y mejor podamos hablarlo, nuestra personalidad se afirmará más y más, nos sentiremos más fuertes, más eternos, más nosotros mismos, en una palabra. Bien se merece culto semejante, puesto que nos sirve de escudo y defensa, y para que no se nos confunda ni menosprecie. Demostremos cada día, dentro del patriotismo irreductible y bendito que nos distingue y caracteriza, que somos hijos independientes ¡pero legítimos! de la España grande y gloriosa.
Y si alguna vez, que ojalá nunca llegue, hubiéramos de desaparecer como nación y como pueblo, que tal escudo nos sirva de mortaja, y que nuestra última maldición al Destino, o al enemigo que nos acabe, nuestra última palabra de amor para los nuestros, y nuestra última plegaria a Dios, nosotros y nuestros hijos, y los hijos de nuestros hijos, las exhalemos en castellano.
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