Poema del día

Los siete poemas para esta semana. Selección de Felipe Garrido

Lunes, 19 de Febrero de 2018
Por: Noticias

Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.

Lunes

Golpes

A dar golpes
golpes
golpes
necesitamos golpes
necesitamos que lo golpees
necesitamos que le perfores el hígado
que lo destroces por completo
él ha ofendido tu fama
mátalo
entiende esto
sal y mátalo
esto no es un poema
no es una metáfora
sal danzando en cuanto toque la campana
y termina de ablandarlo
ya no tiene piernas ni brazos
sólo asesta el golpe preciso
después de haberlo estrujado
él no es rival
míralo
está muerto
sopla y silba con los puños la canción de su funeral
ahora
ahora
Golpes
GOLPES
Y MÁAAAS GOLPES


Dos golpes /

El último golpe que recibió fue un costal de vidrios en su cara
al parecer su carrera en este medio ha terminado
el ganador luce intacto
alza los puños en señal de victoria
las edecanes lo besuquean
las luces se alejan de los ojos del caído
las sonrisas de los suyos se apagan
él siente el cuerpo pesado
no vomita más
ya ha dejado todo en el ring
se acabó


Tres golpes /

Papá cuando yo sea grande quiero ser boxeador
como Julio César Chávez
quiero tener unos guantes así
como los de él
cuando sea día de los Reyes Magos
se los voy a pedir
me voy a portar bien
todo el año
para que me los traigan
y también voy a pedir un calzón corto
con la bandera de México estampada al frente
y también
voy a entrenar muy duro
para ser campeón
y tú
papá
me vas a aplaudir
desde tu sofá
y me vas a ver ganar un campeonato
y vas a llorar de alegría


Cuatro golpes /

Tomé el cuaderno de cuadrículas
el lápiz roído
la regla de treinta centímetros
tracé un cuadrilátero
con un púgil solitario
luego lo taché mientras mi corazón palpitaba
di un puñetazo al cuaderno
lloré
se acabó mi carrera como boxeador
se acabó con cero derrotas
cero empates
cero victorias
colgué los tenis soñados
los guantes soñados
colgué de las cuerdas dibujadas entre las cuadrículas
una toalla


Cinco golpes /

Trazo con el plumín las vendas que nunca me puse en las manos
hago la tarea
golpeo el blanco de los renglones con letras
con vocales heridas
vuelvo la vista a la luna
es una perilla gigante
cada que estrujo a un peluche
sonrío como un asesino
no como un púgil
quise / en verdad quise correr como gacela
tener en los ojos unos moretes de combate
y no unas lágrimas
de espectador entre el público

Pedro Mena Bermúdez (1982)
Tizne
Instituto Cultural de León, León, 2017


Martes

Recordadlo

Los que hoy han nacido tal vez mañana lean
este renglón escrito mientras caen los muertos
de mi época tísica y sus furias.
Invasiones y guerras galaxiales ocurren
ahora, cuando estoy injertando
estas pequeñas ramas en el tiesto de un libro:
nada son, acaso caigan como tantos hermanos
heridos por el poder de los bélicos.
Mas estas esperanzas vertidas en futuros,
si se salvan, dirán a vuestros ojos
cuánto sufrí por tantos vértigos totales.
Caen y están cayendo los árboles. Escucho
llantos de hombres, y escribo. Recordadlo.

Alfredo Cardona Peña (1917-1995)
Viñetas terminales
Joaquín Mortiz, México, 1987


Miércoles

De reojo

Alguien, alguna vez,
te ha visto de reojo.
Alguien, hace un minuto, ahora mismo,
te olió, te oyó acercarte,
advirtió en tu silueta
que una promesa se cumplía,
dio nombre con tu cuerpo
a otro cuerpo que sólo imaginaba
y renunció a mirarte por más tiempo:
renunció a ti, se abandonó a sí mismo,
miró sencillamente hacia otra parte.
Alguien, sin que lo hayas notado.
Alguien, un solo par de ojos,
en un solo momento
de su vida y la tuya,
de la tuya y la mía.
Dedos que no van a rozarte.
Labios que no dirán tu nombre.

Luis Vicente de Aguinaga (1971)
Qué fue de mí
Mantis Editores, Guadalajara, 2017


Jueves

Lápida para una mujer liberada

Como Diana, primero una flecha
al centro de un hombre;
como Penélope,
tejer la tela de araña;
caminar siempre un paso atrás,
como Eurídice;
salir del baño, como Afrodita;
leer de noche, como Minerva;
amar a una bestia, como Pasifae;
cultivar en exclusiva la tierra de tu casa, como Gea;
predecir la infidelidad, como Casandra;
vengar al marido, como Hera;
memorizar uno a uno los rasgos de Narciso, como Eco;
todo para morir en tu país
sin que te lapiden…
como a una extranjera.

Dana Gelinas (1962)
Vientos del siglo. Poetas mexicanos 1950-1982
Margarito Cuéllar, Mario Meléndez,
Luis Jorge Boone y Mijail Lamas
UNAM / UANL, México, 2012


Viernes

Tiempo de agua

Todas las tardes
la lluvia le saca figuras al cemento,
a las maderas rugosas de las puertas
y a los cristales de contener la impaciencia
Una gota es un león dormido,
una araña que se juega ventana abajo la estructura
o un vapor que se convierte en clavel
irremediablemente
Mi madre sabe que el tiempo de agua ha llegado
con sus palabras que no podrán ser dichas
sino en la íntima comunión de la familia,
y que asciende al techo
donde el humo de la olla y del tabaco se confunden
Tiempo de agua
que nos coloca bajo el alero suficiente de la casa
a imaginar historias
donde un oso lleva en brazos a una muchacha que sonríe
con toda la nieve del mundo en el paisaje
Uno se marcha en las ráfagas del tiempo
pero siempre regresa a esta casa,
a las mil conversaciones en la noche
por el hilo interminable de la lluvia

Alex Fleites (1954)
Alguien enciende las luces del planeta
Universidad Veracruzana, México, 2014


Sábado

El cuarto de la agonía

Nunca pensé que al mediodía se pudiera morir, que el jardín estuviera florido mientras él agonizaba. Con qué tardanza las sienes se le pusieron de piedra y los ojos de hielo extraviado. El aliento batía en su jaula como una pluma sin pájaro. Para qué decir que era abril cuando sentí la ceniza en la boca y los niños jugaban en la calle. Creí merecer el silencio y no lo hubo. Creí sentir la noche curándome los ojos, pero la luz era esplendorosa. Él dejó de estar mientras estaba a mi lado; le palpé las costillas, la frente vacía de deseos y después toqué mi frente toda, acontecida, infectada de sombras.

María Cruz (1974)
Vientos del siglo. Poetas mexicanos 1950-1982
Margarito Cuéllar, Mario Meléndez,
Luis Jorge Boone y Mijail Lamas
UNAM / UANL, México, 2012


Domingo

También

Al salir a nada, olvidó
cerrar su balcón. Mañana hará tres días.
De anteayer, cuando quedó sin regresar,
no sé mayor cosa.
De hoy, fecha de enterrarlo,
un poco:
que su calle está desierta en la noche,
que brillan pocas luces (mesuradas
y hasta) angélicas sobre las banquetas
–aunque no hicieron eco, a las diez, mis pasos yéndose
después de música y –por qué no– de hablar:
eso era el siglo último.
En el balcón (sin cerrar)
la cortina palpita, sube, se hincha hasta el desgarro;
después en un alto alarido exterior y blanco y mudo
fustigando la sombra
como entre un vendaval
–que no existe (para nosotros, digo). Muy lo contrario:
desde la acera, el aire está en calma y cálido ahora mismo
y esa tela que azota enloquecida
ahí, en un primer piso negro, abierto,
no nos atañe;
ni deberíamos fijarnos,
pues es incomprensible.
No responde al viento, pues viento no sopla.
Nada la sacude. Nadie hay en la casa.

Gerardo Deniz (1934-20149)
Grosso modo
Fondo de Cultura Económica, México, 1988


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