Poema del día

Siete poemas para esta semana. Selección de Felipe Garrido

Domingo, 13 de mayo de 2018
Por: Felipe Garrido

Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.

Lunes

Mujeres

Siempre me descubro reverente al paso de las mujeres elefantas, maternales, castísimas, perfectas. Sé del sortilegio de las mujeres reptiles –los labios fríos, los ojos zarcos– que nos miran sin curiosidad ni comprensión desde otra especie zoológica. Convulso, no recuerdo si de espanto o atracción, he conocido un raro ejemplar de mujeres tarántulas. Por misteriosa adivinación de su verdadera naturaleza vestía siempre de terciopelo negro. Tenía las pestañas largas y pesadas, y sus ojillos de bestezuela cándida me miraban con simpatía casi humana. Las mujeres asnas son la perdición de los hombres superiores. Y los cenobitas secretamente piden que el diablo no revista tan terrible apariencia en la hora mortecina de las tentaciones. Y tú, a quien las acompasadas dichas del matrimonio han metamorfoseado en lucia vaca que rumia deberes y faenas, y que miras con tus grandes ojos al amanerado paisaje donde paces, cesa de mugir amenazadora al incauto que se acerca a tu vida, no como el tábano de la fábula antigua, sino llevado por veleidades de naturalista curioso.

Julio Torri (1889-1970)
De fusilamientos
En Tres libros
FCE, México, 1964

Martes

Hoy, por cortesía de Jaime Bali.

Lo primero fue descubrir una oquedad: algo faltaba, sencillamente. Pero, de pronto, todo podía dar un giro, las cosas, sin abandonar su sitio, empezaban ya a estar en otro. La poesía no estaba para mí en lo nuevo desconocido, sino en una dimensión nueva de lo conocido, o acaso, en una dimensión desconocida de lo evidente […]
. . . . .
Señalar fines a la poesía, por elevados que estos sean, es no comprender que el poeta ha de vivir dentro de ella como dentro de algo que lo excede y no que él maneja a su gusto, de modo que se puede decir que la poesía vive menos dentro de él que él dentro de la poesía, como creyó la vieja teología que no era el alma la que estaba dentro del cuerpo sino el cuerpo dentro del alma. Es porque la poesía no es otra cosa que el secreto de la vida […]
. . . . .
Todo poeta siente, al trabajar, que sus palabras son moldeadas por un vacío que las esculpe, por un silencio que se retira y a la vez conduce el hilo del canto, y toda su impotencia y toda su fuerza consiste en la necesidad de desalojar a ese único huésped necesario. El silencio es en la poesía, como en la naturaleza, un medio de expresión. La poesía vive de silencios, y lo más importante es, quizá, ese momento en que el pulso se detiene y va a la otra línea de abajo […] Poesía palabrera no es poesía.

Fina García Marruz
“Hablar de la poesía”
Granma, La Habana, 20 de abril, 2018

Miércoles

El tiempo largo

A veces, en raros
instantes, se abre, talud
real y enorme, el tiempo
transcurrido.
Y no es entonces
breve el tiempo. Como el pájaro
al elevarse abarca con sus alas
un diminuto pueblo o costerío,
la inmensidad de lo vivido arrecia,
y se mira remoto el ayer próximo,
en que el pico ávido bajaba
en busca de alimento.
¡Qué eternidad
de soles ya vividos! ¡Y qué completa
ausencia de nostalgia! Para crecer
se vive. Para nacer de nuevo
y rehacer la mala copia original.
Para crecer, se sufre. No se quiere
volver atrás, ni tan siquiera al tiempo
rumoreante de la juventud.
Que no para que el rostro
luzca lozano y terso se ha vivido.
No para atraer por siempre con el fuego
de la mirada, no con el alma en vilo,
por siempre se ha de estar.
De cierto modo
la juventud es también como una cierta
decrepitud: un ser informe,
larva, debatíase, qué peligrosamente
amenazado. Se vivió. se salió,
quién sabe cómo, del hueco,
de la trampa:
valió el otro
del bosque de la vida, el pleno encanto
de los claros del sol entre lo umbrío
para pagar su precio: lo tanto
costó poco; poco el sufrir inmenso
para esta dádiva: al rostro
orne la arruga como el pecho la cinta coloreada
de un guerrero
o como al niño la medalla premia
por la humilde labor.
Como el avaro
el peso de un tesoro, encorva
la espalda anciana el peso
del vivir.
Mas ya, arriba,
a la salida, ya, se mira
hacia atrás sonriendo, renacido,
como agrietada cáscara el polluelo,
ya se van desligando las amarras,
del extraño navío, y como novio trémulo
locamente lo incierto hace señales.
Costó dolor, muerte costó, la vida.
Y al tiempo, breve o largo, siempre corto,
como el relámpago del amor, se le mira
ya sin recelo ni amargura
como a las heridas de la mano, en el arduo
aprender de su oficio,
contempla el aprendiz.
Bella es toda partida.

Fina García Marruz
El instante raro
Pre-Textos, Valencia, 2010

Jueves

A fin de cuentas…

A fin de cuentas, uno se muere
y ya
mientras las sábanas sueltan su olor
a piel de yerbabuena
para el té que no podrá curar
ausencias, la tuya, la de tantos,
al igual que esos medicamentos indeseables
que solamente prolongan el estar aquí
cuando nuestros deseos no son designios
sino aullido de perro abandonado
en este tránsito donde la soledad
me vuelve rencoroso
para mal convivir conmigo y otros.
Aunque te sueño a diario, casi,
y eso nos acerca,
tu recámara vacía donde monologo
no me cura este dolor que cargo al caminar
conmigo a cuestas.
No me entiendo, aún no sé lo que busco
porque nada concreto;
soy reverencia ajena de quienes todo ignoran
de mí
y lejanía de cuanto busco amar.
Para qué estoy, para qué me dejaste
tan yermo como nuestra casa
donde un frío de invierno me congela.

II
Uno, los demás, también se mueren,
dicen
pero aún sigo aquí
como mi aguacatal que le cayó una plaga
tal vez porque te fuiste
o porque mi tiricia lo contagió
y no quiere dar frutos.
Sabes tantas cosas que no sé y no tendré
respuestas
porque no pregunté en tu tiempo,
cuando tu voz me acariciaba
y me curaba el miedo de vivir;
cuando esta casa era hogar y refugio seguro
porque estabas.
Me he vuelto apenas un hueco entre tus sueños
donde me arropas para contarte
lo que me preocupa sin que lo sepa resolver;
para esperar de ti, mientras me abrazas,
ese consejo que me dejaste untado
cuando prometiste no abandonarme nunca.

III
Tal vez ya no es lo mismo que eso es todo.
Diría, acaso, estoy aquí, pero, ¿en verdad estoy?
¿Estamos?
Sólo es una pregunta que me hago
después de cada noche cuando platico con mis muertos,
con los que ya se han ido,
en mis sueños, como gran privilegio,
aunque sé que igual que yo casi no pertenecemos
a esta tierra,
pero estamos iguales
y puedo preguntarles algo, jugar con ellos,
vivir cosas pasadas y presentes,
sentir el gran cariño entre sus brazos
hasta borrar el tiempo,
porque en el sueño y en la muerte no hay horarios.
El sueño es la pasión de un bien morir;
si pudiera elegir escogería un buen sueño,
con mis personajes favoritos,
al momento de dejar este sueño que vivo en carne propia.

IV
Hoy espero soñar contigo, madre,
para seguir vivo
un día más.

Julio Ramírez (1953)
A fin de cuentas
Gobierno del estado de Oaxaca (en preparación)

Viernes

Nupcias

Como una cebolla de cáscara agrietada,
lastimada por el polvo y la intemperie
morada o blanca
–visualícela al gusto–
anónima cebolla
entre el montón apilado de cualquier
mercado o estanquillo,
en las tosquedades de su superficie.
Algo vino
a pelar su rudeza,
a eliminar sus sucesivas pieles
maltratadas. No fue de golpe, tomó
tiempo. Un pasar de días y de años
mientras poco a poco adelgazaba
la pasiva cebolla de su alma: de pronto
tuvo luz como un diamante.
De pronto aparecieron las palabras. De pronto
pudo oírla pues era un velo finísimo de novia
que abría su voz traslúcida de agua.

Araceli Mancilla Zayas (1964)
Brazos del tiempo
Universidad Autónoma Metropolitana, México, 2017

Sábado

Al Sur

Pasión que sueña que la muerte miente.
Vicente Aleixandre

Alguna vez
también pensé estudiar filosofía.
Mas tropecé de pronto
con la justificación total de la existencia
en el incómodo placer de amarte
sobre el asiento trasero de un Volkswagen,
alejados de la urbe y sus lamentos
al equilibrio fiel
de esta soledad que nos respira.
Colinas más atrás, al filo de las cercas,
se extiende la ciudad imperdonable,
sólo las aves nos ven a través del parabrisas:
se burlan de la tosquedad en el cortejo
y los insectos
van propagando en los trinos de sus patas
un nuevo Canto de Altazor que sabe a hierba.
Y son mis manos
unas palabras torpes jugando a descifrar
el acertijo de una fábula inconclusa
en la que habita el dueño de la muerte.
No mires al sur;
comienzan a encenderse
la ciudad y sus trastornos grises
el ángel del crepúsculo que llega
te mudaría estatua de sol entre mis dedos
y te prefiero así;
perla de cabellera enmarañada
que de tarde en tarde
robo a la ostra citadina.

Juan Marcelino Ruiz (1963)
Quinteto para un pretérito
Con otros autores: José Luis Domínguez,
Andrés Espinosa Becerra,
Dolores Guadarrama y Raúl Manríquez
Instituto Chihuahuense de Cultura,
Chihuahua, 2000

Domingo

Sé de besos…

Sé de besos más nocturnos que la tierra
Animales sumergidos entre violentos árboles
vienen a la cima de las bocas convulsivos oleosos
Sé de la grandeza fulgurante ondulada y eléctrica
de las bocas ávidas y de la sangre que viene del fondo
como un incendio que florece en labios espumosos
Sé de una extraña suavidad y de un pensativo ardor
que modula el beso en una espera fascinada
¿Quién pudiera nombrar la gloria fluida y ardentísima
de estos líquidos músculos que desembocan en estuarios de espuma?
Sé de besos como abejas de sol y como una agonía
de una larga gloria Conozco las materias saladas
y agridulces la arcilla la savia el vino
y el gres de las axilas la luna negra del pubis
Conozco el sabor inflamado y espeso de lo intacto
que inmediato se entrega en la violencia silenciosa

Versión de Piedad Montero y Luis María Marina

Sei de beijos mais nocturnos do que a terra/ Animais submersos entre violentas árvores/ vêm ao cimo das bocas convulsivos oleosos/ Sei da grandeza fulgurante ondulada e eléctrica/ das bocas ávidas e do sangue que vem do fundo/ como um incêndio que floresce em lábios espumosos/ Sei de uma estranha suavidade e de um pensativo ardor/ que modula o beijo numa demora fascinada/ Quem poderia dizer a glória fluida e ardentíssima/ destes líquidos músculos que desembocan em estuarios de espuma?/ Sei de beijos como abelhas de sol e como uma agonía/ de una longa glória Conheço as matérias salgadas/ e agridoces a argila a seiva o vino/ e o grés das axilas a lua negra do púbis/ Conheço o sabor aceso e espeso do intacto/ que imediato se entrega na violencia silenciosa.

António Ramos Rosa (1924-2013)
Dispersa sed. Antología
La Otra / Escritores de Cajeme
Camoes Instituto de la Cooperación y de la Lengua, Portugal
Guadalajara, 2014


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