Poema del día

Siete poemas para esta semana. Selección de Felipe Garrido

Lunes, 17 de Diciembre de 2018
Por: Felipe Garrido
Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.
 
Lunes
 
mi abuelo…
 
mi abuelo
tenía los hombros blancos
por las cicatrices
era el cuerpo entrenado
para abrirle la trocha
al tren
el hombre que ponía el cuerpo
cuando el silbato
anunciaba su cercanía
y un rizo de humo
se dibujaba en el cielo
eléctrico
como una lagartija
          él corría como un fantasma
sobre los campos de caña
colocando rieles
levantando polvo del azúcar
haciendo azúcar
del polvo
de los cadáveres
de los que no consiguieron sacar
el cuerpo a tiempo
          él
que siempre supo
cuál era el tiempo
un día dejó la línea firme
y volvió a lo suyo
          ser arriero
 
Roxana Crisólogo (1966)
Trenes
El Billar de Lucrecia / Conaculta, 2010
 
Martes
 
Encontrar una sonrisa
 
No encuentro en el aire nada que se le parezca.
Hay toda clase de cordones, tijeras, azulejos y cazos de cocina
y no quiero contar las horas que paso contando las horas.
          No encuentro en ningún lado nada que se le acerque
Motores van y vienen por la calle
y no me dejan en paz alarmas y ladridos.
          No encuentro el sabor de tus labios,
pero tampoco me llega la lasitud necesaria para disfrutar el momento:
¿estoy frente a mis libros y no logro que me hablen?
          No logro que me hables.
Virtual o no, te tengo frente a mí. ¿Te parece que te hable de madrugada?
Es la pared de piedra la que parece decirme alguna cosa.
          Sólo pretendo una sonrisa,
no espero más que tu mirada de ojos miopes e intensos,
no busco más que la posibilidad de cantar veredas.
          Y buscar tu sonrisa que guardas muy adentro.
 
Martí Soler (1934-2018)
Estudios 88, vol. VII, primavera 2009
Instituto Tecnológico Autónomo de México, México

Miércoles
 
Novela sentimental
 
Mujeres a quienes tal vez
habremos visto una vez;
y sin embargo,
por fugaces nos dieron la atingencia
de lo imposible y amargo.
      ¿Dónde fue?
¿En las penumbras de un templo?
      ¿En un circo?
             ¿En un café?
          Ello fue una sola vez.
quizás las contemplamos asomadas
al cristal de un “tren exprés”.
          Mujeres momentáneas pero definitivas
que en la médula del alma
se quedan introspectivas
como fecha grabada en un metal.
Mujeres a las que amamos
de una manera especial,
porque con ellas formamos
una novela sentimental.
 
Francisco González León (1862-1945)
Poemas
Compilador: Ernesto Flores
Fondo de Cultura Económica, México, 1990
 
Jueves
 
Soneto en que se previene al alma los
peligros de asomarse al jardín de la belleza
 
Cierra tus leves párpados rosados;
no te hiera el puñal de los colores
y te abracen las llamas de las flores
y te llaguen los cielos estrellados.
          Y piensa, pues están abandonados,
¿por qué nadie se llega a estos alcores?
Y escarmienta en los tristes voladores
que ves sobre las hierbas amatados.
          Por amor de tu paz, ven cautelosa…
más que los cielos huye los rosales;
puede ser que escaparas milagrosa-
          mente de los incendios siderales,
pero en este retiro es cada rosa
un incendio cercado de puñales.
 
Efrén Hernández (1904-1958)
Obras poesía / novela / cuentos
Fondo de Cultura Económica, México, 1965
 
Viernes
 
Canto nocturno
I
No sé si soy yo
la única despierta
en este campo tranquilo,
donde todo sueña,
o si soy
la única que duerme,
con mi sueño tan triste,
en este campo de luna
donde todo vive.
II
Noche, cómo me dueles,
clavada dentro
como garfio en el alma,
parece que has caído
sobre mí
y sellado mis ojos
con luto eternamente.
III
¿Verdad que estabas
tras de la luna
con tu alma inmensa,
que desde ahí
me mirabas en los sueños
nocturnos y sonreías?
Más allá, tras de la noche,
estabas
con tu presencia de luz
toda pureza.
IV
Si con este aliento
bordado en la nostalgia,
que me hace vibrar y desprenderme,
pudiera confundirme
poco a poco con la tierra,
hasta plantar las raíces
de una dicha suave,
tierna y verde,
que con sus dedos hiriera
el centro enfermo de nublados cielos.
V
Hoy vibra tu alegría
entre mis venas,
y mañana vibrará
mi tristeza entre las tuyas.
Ahora de tu juventud
mana la savia
de mi árbol frutecido,
mañana tu alma
se irá secando con la mía.
 
Laura Elena Alemán (1924-1961)
Rueca. Otoño
Año I – Vol. I, México, 1941
 
Sábado
 
El pozo
 
Encrucijada súbita, sorpresa:
coro de vino y miel, trigal oscuro
que suena, granada de leche,
pan de racimo, harina, vid de azúcar,
sal del placer nació, tribu de aromas.
          Música. Y hay un soplo
de gozo en carne viva, y un nocturno
sabor sobre los dientes. La liturgia
del cabello en la sábana, la llave
puesta por dentro, el corazón a saltos.
          Y suben en tu pecho las desnudas
luminarias, el orto emparejado
de la luna y el sol, sobre el sosiego
central del vientre henchido.
          Flores el árbol lleva, raja el fruto
su propia carne germinal, almendra
de un día sin bautismo, y la semilla
engéndrase y sumerge la escafandra
de la raíz en el alba terrestre.
          Y entre las blancas aguas congregadas
de la lumbre florida, el rostro
alegre del abismo, el pozo abierto
cerrado por la luz está; el enjambre
entre el atardecer y la mañana.
          Y decir “tú” de pronto, sin que sepas;
y tus ojos cerrados, y entre dientes
la lengua hallada, y entre labios.
          Y abre sus hojas de oro la paloma
desde el leño encendido; deja al aire
el querubín sus alas rojas; su cabeza
de león enlazada entre las llamas
gemelas, en las alas del incendio
de un águila crujiente. Y amanece
la noche mía en donde vienes.
 
Rubén Bonifaz Nuño (1923-2013)
De otro modo lo mismo
Fondo de Cultura Económica,
México, 1979
 
Domingo
 
La rubia del Metro
Milonga triste
 
Llevaba la manzana
del día en la minifalda;
la tristeza de marzo
en la mirada.
          En la estación de Balderas
dejó pasar el metro;
se sentó y sólo vimos
a una niña deshecha.
          Casi lloraba y ya casi gemía
la rubia del Metro,
con sus muslos de leche,
su atroz melancolía.
          Ay desdichado amor,
escolar y maldito.
¡Ay la rubia del Metro!
          Jamás nadie verá
un dolor como el suyo,
ni angustia parecida
ni tanta soledad…
 
Efraín Huerta (1914-1982)
Poesía completa
Fondo de Cultura Económica,
México, 1988
 

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