Poema del día

Siete poemas para esta semana. Selección de Felipe Garrido

Domingo, 17 de Marzo de 2019
Por: Felipe Garrido

Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.

Lunes

Escribir

Las historias de un escritor sólo valen la pena si tienen una resonancia adicional en la memoria. La resonancia tiene que ver con muchas cosas, pero siempre con el hecho de que las historias tienen doble fondo, es decir, de que cuentan al menos dos historias. Una visible, tangible, legible; la otra, sugerida, oculta.
En toda obra de arte narrativa hay siempre estas dos historias: la historia que se narra y la que se sugiere.
El arte de escribir consiste quizá en que la historia narrada deja ver intermitentemente la historia que está detrás, la verdadera historia apenas dicha.
Es imposible sugerir bien la historia que está detrás sin contar bien la que va adelante. Pero sin la sombra de la historia que va detrás, la pura eficacia de contar no tiene resonancia.
La manera más corta de darle sentido a la historia que va adelante es haber respondido cabalmente la historia que va detrás.
Creo haber leído en algún sitio que Tolstoi resumió la historia que hay detrás de su increíble Sonata a Kreutzer con una palabra inesperada pero profundamente ordenadora de su relato: lujuria.
Leído desde esa palabra, el relato tiene una unidad interna extraordinaria que quizá va al fondo de la verdad artística: la revelación de un hecho simple y fundamental de la vida humana desplegada a la manera única, inimitable, de cada narrador.
Los narradores tienen que saber qué quieren decir profunda y simplemente atrás de la complejidad de su historia. Y dejar ver esa intención secreta cada tanto en las distintas peripecias de que cuentan.
[. . .]

Héctor Aguilar Camín (1946)
Milenio, México, viernes 8 de marzo de 2019

Martes

Tarde

Envuelta en un concurso de colores
ha pasado la tarde sin motivo.
Los pequeños cuidados
volvieron las armas a su acerico.
Un pájaro curioso
instala su telégrafo en el techo.
Cuatro nubes envuelven su muestrario
en el mostrador del poniente.
Perfume de violeta
anuncia la hora de la estilográfica.
Siempre los versos consonantes vuelven
un poco antes de la cena.
Olores de ciudad
vienen con ansias de regeneración.
El viento de la tarde
se concentra en los frascos del silencio.
Afortunadamente no hay campanas
que sugieran pecados en sonetos.
En la caja del radio hace cosquillas
desde Detroit la voz de una señora.
Un cigarrillo puede
fracasar el encanto de la hora.
El céfiro se ha puesto en su organillo
a tocar con frescura de sandía.
Una estrella aparece por el norte
a decir “buenas noches” a la tarde.

Genaro Estrada (1887-1937)
Obras
Poesía / Narrativa / Crítica
Fondo de Cultura Económica, México, 1983

Miércoles

La piedra viva

La piedra despertó (y era una piedra
como las otras que hay en la montaña,
con piel de musgo y venas de yedra).
Y abrió los ojos. (Era la hora extraña
en que se enciende el sol, como la hoguera
que calienta al pastor en la cabaña).
Y luego dos pasos. (La ladera
era sonora y bárbara, y los vientos
peinaban su sombría cabellera.)
Y en interiores estremecimientos
se inquietaba la Piedra, hasta que el ansia
le abrió la boca, y dijo pensamientos:
–¿En dónde estás, en dónde estás, distancia
sin relación y tiempo sin medida,
y lo que Dios es, la única fragancia?
¡Oh!, quítame esta túnica: vestida
así, mi ser es cosa, sólo cosa
pues la forma es la cárcel de mi vida.

Alfonso Cortés (1893-1969)
Material de lectura. Poesía moderna. 56
Selección, prólogo y notas de
Jorge Eduardo Arellano
UNAM, México, s/f

Jueves

Fugitivo paisaje

Quién podría distinguir de un latido a otro el movimiento de su corazón,
acaso un ritmo, acaso lo que filtra en la ventana el aire del monte,
o el gemido del aire en el valle de la guerra cristera.
Todo ha venido y pasa como las balas entre “los alzados” con Jesús en la boca.
Mi madre toma de cerca y lejos temores y suspiros,
en un baúl los almacena con un poco de azúcar y galletas por aquello del hambre
que conoce.
Helado el de diciembre, furioso el de febrero, loco el de marzo, el viento,
el viento, el viento, mientras
contemplo sorprendida, la orla de mi falda que cubre apenas las rodillas.
He crecido. Se abren los templos.
Distraía camino hacia el umbral, atravieso la sombra,
o la línea
donde empieza la luz.
Hacia el fondo deslumbra el altar ¡Oh, Maria!
El incienso y las flores, ¡Madre mía!
¡Oh, consuelo del mortal!
Y durante el ofrecimiento
de flores, no bajamos
los ojos
deslumbrados
tal vez,
o abiertos más allá.
Bajo la llama del cirio inclinado,
¡Venid y vamos todos con flores a María!
Entre tanto, qué misterioso el crecer de los huesos,
los movimientos desgarbados,
cuando el cuerpo que apenas rompe el cascarón
y casi de inmediato angosta la cintura,
ensancha la cadera,
y toma por su cuenta la conquista del mundo.
Paso a paso
reconocemos que la paciencia es una flor tardía
y flor temprana la pasión.
“… ¡Amparadme y guiadme
a la patria celestial!”
De un latido a otro, de una ventana a otra,
se reparte el amor en paisajes que huyen:
miro de cerca, huyen.
Desesperadamente
tomo a los fugitivos por los hombros,
o trato de abrazarlos, mientras huyen.
Un beso acaso a una porción de mundo que trato de guardar
como mi madre
en su arcón de los tiempos de penuria.
Permanecer ha sido casi locura, casi
desbarrancadero en diciembre, en febrero y en marzo, en todo el año,
en todos
los años, en que he oído:
oigo que roe, que paciente roe, y cada vez tiene menos que roer mientras me acecha,
y su tarea
ya casi terminó.
Él hace su trabajo:
marchita, cansa, pesa, traspasa con fatiga el día, parece marchitar también las esperanzas.
Pero como en la tarde el ofrecimiento
en que abrí bien los ojos hacia la llama
del cirio, y la cera caliente, cayó
sellándome los párpados,
ahí desde la sombra domesticada,
el fuego
que no es ceniza aún
está incendiando la sombra en el umbral.

Dolores Castro (1923)
En La dimensión en el tiempo
Varios autores
Ediciones Castillo, Monterrey, 1998

Viernes

Contraste

Sobre los troncos de las encinas
paran un punto las golondrinas
y alegres notas al viento dan:
¿Por qué así cantan? ¿Qué gozo tienen?
Es porque saben de dónde vienen
…y a dónde van.
En este viaje que llaman vida,
cansado el pecho y el alma herida,
tristes cantares al viento doy:
¿Por qué así sufro? ¿Qué penas tengo?
Es porque ignoro de dónde vengo
…y a dónde voy.

Josefa Murillo (1860-1898)
Poesía mexicana I, 1810-1914
Introducción, selección y notas de José Emilio Pacheco
Promexa, México, 1979

Sábado

Prólogo

Afuera las ovejas
se miran entre ellas.
Dentro de mí hay
un campo silencioso.
Los pájaros piensan
que es el sol,
pero es mi tristeza
que se oculta.
Quizás mis pájaros
se averiaron
y perdieron su compás.
Quizás yo estoy rota
y aún no lo percibo.
Quizás el viento
se cuela
entre mis dedos
y despeina
mis lágrimas.
Quizás el cansancio
no da cuerda
a mis pulmones.
Y aunque todo pese
demasiado
voy a la vida
como quien respira
de nuevo.

Esther Velázquez (1936-1972)
En La generación de la angustia
Poetas nacidos entre 1936 y 1985
de Armando Salgado
Premio Internacional de Poesía
Ramón Iván Suárez Caamal 2017
Puerta Abierta Editores, Colima, 2018

Domingo

Whisky and soda

Aun cuando yo no beba (quizá por no poder)
ni el familiar e inocuo vermut, no se incomoda
mi moral con el triste cuyo solo placer
es el topacio líquido de su whisky con soda.
Si, como Baudelaire dijo, es fuerza estar ebrios
de algo (virtud, ensueño, vino, amor), yo querría,
más que el tosco excitante de glóbulos y nervios,
vivir borracho de éxtasis, de fe, de poesía…
¡Pero no sé qué atracción singular
por aquellos misántropos de soledad beoda
y lírica, que buscan en el fondo del bar
las mentales caricias de su whisky con soda!

Amado Nervo (1870-1919)
Poesías completas
Editora Latino Americana, México, 1957


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