Poema del día

Siete poemas para esta semana. Selección de Felipe Garrido

Lunes, 28 de Octubre de 2019
Por: Felipe Garrido

Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria

 

Lunes

Insectario 1
(mariposa nocturna)

I
Tapada, bajo el edredón y ahí estaba
hablando conmigo
hoja cíclope pegada en mi almohada
Sabe de mi tierno temor,
sabe que en tres segundos
yo también apostaré por mis alas
Saldré a la oscuridad, asomaré la cabeza
y ella se habrá ido, cubierta de mi contemplación infantil.

II
Como esmeralda, coronada de mis miedos
brillante, casi fluorescente me mira con su ojo saltón
extiende las alas, me patea los nervios
observa anclada en el techo, laureles en las antenas
No dejaré que se alimente de mi néctar, esta vez no
fingiré que duermo, que soy jorobada, que soy de espinas
que me salen plumas, que soy colibrí, fingiré que no huyo.

III
Vuelve a casa bailando con su jade
mis manos se desvanecen
Perdóname, no habrá más episodios nocturnos
Estoy sentada, observando por la ventana mi lencería
ella se transforma en yedra, avanza por la pared
su ojo me mira y se impregna en la corteza de un árbol
textura de piedra, asombro
se viste de gesto, nostalgia, de letra.

Fabiola Amaro
Insectum
Secretaría de Cultura de San Luis Potosí /
Conaculta / Editorial Ponciano Arriaga
San Luis Potosí, 2013

Martes

Elegía interrumpida

Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.
Al primer muerto nunca lo olvidamos,
aunque muera de rayo, tan aprisa
que no alcance la cama ni los óleos.
Oigo el bastón que duda en un peldaño,
el cuerpo que se afianza en un suspiro,
la puerta que se abre, el muerto que entra.
De una puerta a morir hay poco espacio
y apenas queda tiempo de sentarse,
alzar la cara, ver la hora
y enterarse: las ocho y cuarto.
Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.
La que murió noche tras noche
y era una larga despedida,
un tren que nunca parte, su agonía.
Codicia de la boca
al hilo de un suspiro suspendida,
ojos que no se cierran y hacen señas
y vagan de la lámpara a mis ojos,
fija mirada que se abraza a otra,
ajena, que se asfixia en el abrazo
y al fin se escapa y ve desde la orilla
cómo se hunde y pierde cuerpo el alma
y no encuentra unos ojos a que asirse…
¿Y me invitó a morir esa mirada?
Quizá morir con otro no es morirse.
Quizá morimos sólo porque nadie
quiere morirse con nosotros, nadie
quiere mirarnos a los ojos.
Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.
Al que se fue por unas horas
y nadie sabe en qué silencio entró.
De sobremesa, cada noche,
la pausa sin color que da al vacío
o la frase sin fin que cuelga a medias
del hilo de la araña del silencio
abren un corredor para el que vuelve:
suenan sus pasos, sube, se detiene…
Y alguien entre nosotros se levanta
y cierra bien la puerta.
Pero él, allá del otro lado, insiste.
Acecha en cada hueco, en los repliegues,
vaga entre los bostezos, las afueras.
Aunque cerremos puertas, él insiste.
Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.
Rostros perdidos en mi frente, rostros
sin ojos, ojos fijos, vaciados,
¿busco en ellos acaso mi secreto,
el dios de sangre que mi sangre mueve,
el dios de yelo, el dios que me devora?
Su silencio es espejo de mi vida,
en mi vida su muerte se prolonga:
soy el error final de sus errores.
Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.
El pensamiento disipado, el acto
disipado, los nombres esparcidos
(lagunas, zonas nulas, hoyos
que escarba terca la memoria),
la dispersión de los encuentros,
el yo, su guiño abstracto, compartido
siempre por otro (el mismo) yo, las iras,
el deseo y sus máscaras, la víbora
enterrada, las lentas erosiones,
la espera, el miedo, el acto
y su reverso: en mí se obstinan,
piden comer el pan, la fruta, el cuerpo,
beber el agua que les fue negada.
Pero no hay agua ya, todo está seco,
no sabe el pan, la fruta amarga,
amor domesticado, masticado,
en jaulas de barrotes invisibles
mono onanista y perra amaestrada,
lo que devoras te devora,
tu víctima también es tu verdugo.
Montón de días muertos, arrugados
periódicos, noches descorchadas
y amaneceres, corbata, nudo corredizo:
“saluda al sol, araña, no seas rencorosa…”
Es un desierto circular el mundo,
el cielo está cerrado y el infierno vacío.

Octavio Paz (1914-1998)
Libertad bajo palabra
Obra poética (1935-1957)
Fondo de Cultura Económica, México, 1970

Miércoles

Envío

Vamos a trabajar
el pan de este poema.
Hay que traer un poco de alegría;
que cada quien tome su cesta.
La noche gira sobre la esperanza
y desgasta sus párpados la estrella.
Surgen las graves letanías del trigo
por los labios abiertos de la tierra.
Las espigas se desnudan sobre el aire
y el agua suelta sus cadenas.
Con un poco de esfuerzo y de ternura
vamos a trabajar
el pan de este poema.

Víctor Sandoval (1929-2013)
Las avenidas del cielo. Muestrario
poético de Aguascalientes y Guanajuato
Benjamín Valdivia, editor.
Metepec, Estado de México, 2018

Jueves

La tormenta

Se queja la ciudad en el presagio de la nube; espera el aliento del farol a la brazada terca de la noche. La voz de una muchacha canta a la ciudad marina del derrumbe-
La maraña del relámpago, como un tejido inconcluso, se dispersa en las antenas sobre la calle. Los hijos encantados son pájaros quejándose en el vuelo. Un rescoldo perfora las ventanas.
Vuela el viento furioso, arrastra flores al camino de las piedras, tapiza el puente levadizo, destruye.
La ciudad, devastación acuática, nada en el río del ensueño taciturno.

Mónica Nepote (1970)
Tomado de Árbol de variada luz. Antología de
la poesía mexicana actual, 1992-2002
Estudio preliminar, selección
y notas de Rogelio Guedea
Universidad de Colima, Colima, 2003

Viernes

La vieja bata rosada

La vieja bata rosa en el perchero
traspasada de luz hasta su arruga,
árbol de amparo, madre,
cariñoso piar. Su colgadura
de alto desorden, desasida, leve,
tintinea. Y es la torcedura
del alambre humanado sosteniendo
fantasma rosa alzado sin apoyo
no sé qué dicha que, cayendo, dura
en su desplome, interminable instante.
Ay, irresucitable, y sin historia!
Ay martes disfrazado de domingo!
Y qué secreto nuestro has de llevarte,
rotos de tela que esa luz inunda!

Fina García Marruz (1923)
Antología de poesía latinoamericana contemporánea
Selección de Piedad Bonnett
Norma, Bogotá, 2010

Sábado

Los poemas

¿Por qué se escriben los versos?
¿Por qué salen los poemas
y se echan a andar
a trancos por las calles,
hablando a solas,
sin ver y viendo a todos?
¿Por qué andan sueltos,
como locos los poemas?
Por las noches te acompañan,
conversan,
en el insomnio
sueltan largos monólogos,
te inventan mundos y remordimientos,
recuerdos y temores,
la nostalgia de un amor lejano,
la música distante por la calle.
Toda la noche te acompañan
con un vino agobiante,
y borrachos, al alba, se despiden.

Víctor Sandoval

Domingo

Sin permiso y sin limosna

A qué equivale hablar
sino a correr el propio riesgo
de morder las ideas
y tragarse la esperanza de ser oído
aunque el tono incoloro del verbo sea eso
una tenue culpa de no saber guardar silencio.
A qué equivale la palabra
a qué
no a cuánto
a qué
¿a hacer que parpadee la voz del inconsciente?
¿a cambiar el rumbo del pensamiento ajeno?
¿a estrujar el alma y hacer que revoloteen las crines
de nuestro fuero interno
y de ese libre albedrío que nos da permiso de ser
o mejor dicho de lucir nuestro ego azul y rosa?
Tiempo es lo mismo que respuesta.
Aprendes a guardar silencio con el tiempo
que te pone el índice haciendo cruz sobre los labios
para que te dure el grato sabor que deja
callar
pero no para siempre
el tiempo congela los sonidos
y se corre el riesgo de morirse mudo
por no saber que la palabra vale
cuando se escucha y crece
sin pedir permiso
ni limosna.

Olivia Badillo Iracheta (1944)
Aguaviento
Textos introductorios de
Dolores Castro y
Eudoro Fonseca
Secretaría de Cultura de San
Luis Potosí, San Luis Potosí, 2016

 


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