Poema del día

Siete poemas para esta semana. Selección de Felipe Garrido

Lunes, 27 de Julio de 2020
Por: Felipe Garrido

Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria

 

Lunes

1215 Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.
21-VII-2020. Selección de Felipe Garrido.
Miguel Ángel Porrúa, editor; Academia Mexicana de la Lengua; Creadores Eméritos FONCA

En tierras bajas

1
De niño, mi abuelo estuvo a punto de morir en una estampida de caballos. Y mientras todos gritaban él escuchaba en su interior el sonido de una música primitiva. Desde entonces comenzó a soñar con caballos. También soñaba que quemaba el bosque de su padre. También soñaba que él era un incendio. En las raíces de los árboles había buscado la textura del miedo.

2
Mi abuelo no era Caín pero mató a su hermano. Le atravesó una navaja en el cuello, y después el mar se hizo árbol y se sacudió todos sus pececillos en un canasto de fruta seca.

Y entonces nos desbaratamos sobre la tierra:
primero fueron las palabras,
luego los días que nadie supo dónde colocar en su memoria.
De pronto nos descubrimos abriendo puertas.
Desatando nudos.
Asemejábamos pájaros de distinta especie que no querían
permanecer juntos en la misma jaula.
Distintos por el plumaje.
Distintos por la lengua.
Distintos por el canto.

La violencia comenzó en las palabras:
esas fieras terrosas
que todo lo confunden con el agua y las sombras
y tienen la capacidad del musgo
de recorrer habitaciones enteras
y de repetirse una y otra vez,
hasta que las tierras sean de otros
o el Gobierno las expropie
y sólo quede un manojo de sendas desiertas,
carreteras, insectos o ramales de falsas vías.

Leonarda Rivera (1984)
El cazador sueña un león herido
Ediciones Simiente / Simonía
Estado de Morelos, 2019

Martes

Una muchacha sola…

Una muchacha sola en el muelle
El calor es muy intenso. La luz es blanca, lastima
Es tan violenta esta luz, que la desnuda, la despoja
La luz es interminable. Tiene que cerrar los ojos
El niño se suelta de su mano
Ella está allí por primera vez y para siempre
La luz queda vacía. Desciendo
A través de persianas cerradas música que nunca he escuchado
Desciendo
Vendedores con frutas desconocidas
Desciendo
Despacio interminable descenso
Otra vez la misma escena. La mujer en el muelle. Deslumbrada
El niño corretea en el malecón. El marido va por delante
En lo adentro para siempre la añoranza. Más allá
del mar la otra orilla de la nostalgia. Fui injusta con
mi madre y después de todo ¿qué hice yo con mi vida?
Desciendo.

Gloria Gervitz (1943)
Nueva poesía latinoamericana
Prólogo y selección
de Miguel Ángel Zapata
UNAM, UV, México, 1999.

Miércoles

Me desordeno, amor, me desordeno

Me desordeno, amos, me desordeno
cuando voy en tu boca, demorada:
y casi sin por qué, casi por nada
te toco con la punta de mi seno.
Te toco con la punta de mi seno
y con mi soledad desamparada:
y acaso sin estar enamorada
me desordeno, amor, me desordeno.
Y mi suerte de fruta respetada
arde en tu mano lúbrica y turbada
como una mal promesa de verano.
Y aunque quiero besarte arrodillada,
cuando voy en tu boca, demorada,
me desordeno, amor, me desordeno.

Carilda Oliver Labra (1922)
En La pasión de los poetas. La
historia detrás del poema de amor
De Jorge Boccanera
Laberinto Ediciones / Universidad
Autónoma de Aguascalientes,
México, 2018

Jueves

Se equivocó la paloma

Se equivocó la paloma.
Se equivocaba.
Por ir al Norte, fue al Sur.
Creyó que el trigo era agua.
Se equivocaba.
Creyó que el mar era el cielo;
que la noche, la mañana.
Se equivocaba.
Que las estrellas, rocío;
que el calor, la nevada.
Se equivocaba.
Que tu falda era tu blusa;
que tu corazón, su casa.
Se equivocaba.

Rafael Alberti (1902-1999)
Antología poética de la generación del 27
Selección, estudio y notas
por Manuel Cifo González
Santillana, Madrid, 2002

Viernes

[Nota 1: Debo confesar que dispongo la
palabra en el papel, a brincos, como una forma
de ocultar la prosa. Dejo lagunas de nieve entre
las letras, una coma en lugar de un minarete,
cajas de cinta negra sobre la hoja en blanco,
el murmullo silencioso de los grillos, la olorosa
voz de las gardenias. Y todo porque no trato
de fabricar poemas sino un procedimiento
para cazar corazones en la ciénega.]

[Nota 2: Con frecuencia me preguntan
qué cosa es un poema y digo que un gato
agazapado con un cangrejo de silencio adentro.
Pero debemos proteger a las marmotas y
acabar con la plaga de pájaros que habita en
los libros de poesía. La pregunta suena mal, a
no dudarlo, cuando los caminos atraviesan la
sequía. Una gota de tinta en el vaso de la leche
y amor, la palabra, escrita en el revés de una
cuchara. No tiene mucho caso ver el poema en
el ojo ajeno si no puedes ver los incendios en el
propio. El terreno está lleno de carcasas.]

Norberto de la Torre (1947)
Las horas frágiles
Salta P’atrás Ediciones,
Torres Blázquez Abogados,
San Luis Potosí, 2018

Sábado

De Benjamín Argumedo
Mañanitas

Para ponerme a cantar pido permiso primero,
señores, son las Mañanas de Benjamín Argumedo.
Último día de febrero, novecientos dieciséis,
han sacado a Benjamín entre las nueve y las diez.
Pues era un martes por cierto, presente tengo ese día,
cuando lo sacó la escolta de la Penitenciaría.
Lo llevaron por la calle, bastante gente acudió,
se llenó la Plaza de Armas a ver lo que sucedió.
Dos lo llevaron del brazo, lo llevaron pie a tierra;
lo llevaron al Palacio, era el Consejo de Guerra.
Lo subieron al Palacio donde fue su tribunal,
fue donde oyó su sentencia, que era: pena capital.
Su familia que ahí estaba, estaba tan desolada,
que al oír esa sentencia hubo de cair desmayada.
Lo bajaron del Palacio por la calle en gran alarde,
lo llevaba su destino, serían las seis de la tarde.
Por la calle onde iba aquel veinte de noviembre,
¿cómo iría su corazón…? Seguro nadie lo entiende.
Cuando llegó a su destino dijo: –Vengo en agonía,
Pues hoy tengo que ser muerto, Dios así lo dispondría.
¡Válgame Dios! ¿Qué haré yo? –Dijo el general Murguía,
y le pidió una mercé a ver si se le concedía.
Pues don Francisco Murguía le contestó con esmero:
–¿Qué merced es la que quiere, mi general Argumedo?
–Oiga usté mi general, yo también fui hombre valiente,
quiero me haga ejecución a la vista de la gente.
–Oiga usté mi general, yo no le hago ese favor,
pues todo lo que yo hago es por orden superior.
–En algunas ocasiones, también a usté habrá pasado,
pues jefe de Operaciones, ya sabe que soy nombrado.
–Ya que Dios me ha concedido el no morir en la guerra,
quiero que a mi alma en camino anime Cristo en la tierra.
“Adiós, todos mis amigos, me despido con dolor,
ya no vivan tan engreídos, de este mundo engañador.
“Adiós, mi tierra agamada, recinto donde viví,
adiós, mi querida esposa, yo me despido de ti.
“Adiós, mis padres queridos de toda mi estimación,
no me volveréis a ver, volé a la otra mansión.
“Adiós, familia querida, que era toda mi alegría;
adiós, mi querida esposa, adiós, Penitenciaría.
“Adiós, también el reloj, tus horas me atormentaban,
pues clarito me decían las horas que me faltaban.”
Amigo, no te señales por riquezas ni estatura,
pues todos somos iguales; materia de sepultura.
Vuela, vuela, palomita, párate en aquel romero;
éstas son las Mañanitas de Benjamín Argumedo.

Anónimo.
Daniel Moreno,
Batallas de la Revolución y sus corridos.
Porrúa, México, 1985

Domingo

Corrido de la novia sin novio

Mantón de flores bordadas
rosas de oro y naftalina;
branquias, carey y tortuga
en comba de mandolina.
Espejos daguerrotipos
ensueños de terciopelo:
madrina blanca de encajes,
plastrón morado el abuelo.
Rosarios de cera y nácar
y naipes cáliz de espadas;
piano distante en mazurcas;
consolas deshabitadas.
Cielo membrillo en la tarde
de la iglesia a la ventana;
jaula de labios mullidos
rubios de miel y manzana.
–Madrina quiero casarme
con un arcángel del cielo,
blanca oración su vestido
de espuma y luna de hielo.
Nupcias de nube y paloma
en nivel de fantasía:
San Miguel de espada y nieve
en clima de tricromía.
Azahres de contraseña
para el ramo y la corbata
reclinatorios de rezos
y de aleluyas de plata.
Así la niña se inventa
noviazgos deliberados;
bodas sin correspondencia
y sin guarismos cambiados.
Novios de estampa y aceite
orlados en los altares;
novios de recuerdo en tinta
guardiana de calamares.
–Madrina quiero casarme
desnuda de gasa y velo;
bodas de nube y paloma;
luna de miel en el cielo.

Miguel N. Lira (1905-1961)
Alcancía (1933)
Revistas Literarias Mexicanas
Modernas
FCE, México, 1981.

 


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