Poema del día

Siete poemas para esta semana. Selección de Felipe Garrido

Lunes, 08 de Febrero de 2021
Por: Felipe Garrido

Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria

 

Lunes

Hemingway:
En bata de emperador

hablaba consigo mismo
como ciertos
hombres loonies
harmy dippy dopey
jerky sappy wacky
“te quiero muchísimo –farfullaba—
Pero acabaré contigo
antes de que termine el día”,
y el día apenas comenzaba
y la escopeta en medio
para volarse los ojos
         (lo único que nos separa de la muerte
es el tiempo
dijo adelantando las manecillas del reloj
con sus dedos gordos y resecos)
              lurias pirado pirucho
              lelo chafado
              “abre el pico mi gallo”
              Sabía que
              Junto a las aves
              —sean
              de aire o
              de mar—
              el hombre
              es poca cosa
y así se fue ensañando
contra lo que solía llamar myself
matar a myself no es pecado
         a fin de cuentas
todo se va al gran chiquero
        “abre grande grande”
como de niño
te pedía
el doctor
—y con una lámpara
        adentro
y una lengüeta
        afuera—
te aseguraba que esa garganta
        iba a sanar
la escopeta va en medio
para volarse la cresta
“abre el pico mi gallo”
        harmy lurias
       dippy dopey
       poseso tarumba
           a fin de cuentas
       todo mata a lo demás
       todo
       al cabo
                  se hace garras
he pasado mucho tiempo matando animales
para no matarme a mí mismo
        y no se vistió de niña como solía vestirlo su madre
myself se puso su bata de emperador
        el gran narciso envuelto en sueños de ginebra
                                         el muy tarumba
le dejó sus ojos
a mary welsh
         su mujer
         embarrados en aquellos muros de cal
         si myself te tiene entre ceja y ceja
ya dispara bravucón

Myriam Moscona (1955)
La muerte de la lengua inglesa,
UNAM / Almadía, México, 2020.

Martes

Febrero convierte los instantes en un horizonte

Febrero es loco, pero tiene la mirada tierna, juega a los castillos de arena y a las adivinanzas.

Febrero hace brillar a sus estrellas detrás de la lluvia y los atardeceres. Mientras camina las calles buscando los secretos comulga con el queso blanco de la Luna.

Febrero inventa imposibles y algunos días los hace reales, los llena de esperanza y tiempo y luego se le van los días y se llevan la esperanza y el tiempo, pero los imposibles siempre regresan.

Febrero se muere de amor como ya no se acostumbra (de amor, de amor sin duda).

El caballo comienza a trotar en Febrero y las mieses se comban al viento entre Kalaw y Stuttgart, mientras en Hertfordshire se escucha el relincho de la yegua.

Febrero no acepta las indecisiones y huye de las apariencias para buscar el diamante más puro en el fondo de la noche.

En el mismo centro del corazón de Febrero hay que plantar las semillas de los sueños.

Febrero es nostálgico porque le faltan días y derrama el contenido de su cántaro.

Febrero convierte los instantes en un horizonte y manda señales en el viento de la música de los bosques.

El desierto de Febrero tiene la llave que desemboca en los ríos subterráneos que abrigan a la joven hechicera.

Febrero es azul y es amarillo y es púrpura; es una caja de sorpresas, una moneda de oro al aire y un vientecito que se enreda en los tobillos.

En febrero comienza el próximo milenio.

Joaquín Armando Chacón (1944)
El Norte y los meses
Gobierno de Chihuahua, Programa Cultural de las Fronteras,
Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, México, 1991.

Miércoles

Los lugares comunes

Tu nombre sólo existe
para pronunciarse en la cama.
Tu nombre de arcilla caribe,
bambú, guarapo y caimoní,
humedece los labios que articulan
su forma, viene a ser un círculo
negro de advertencia… Ese
tu nombre que avisa la carne
que lo aguanta, se refugia
en tu vulva salobre y se duerme
contigo. Tu nombre manchado
de improviso en el lavabo,
surge de mi tierra mental
que invade el sueño… Ese
tu nombre oloroso a caña-
veral y a licor casero.
Nombre de oscura geografía
instalado en un mapa salvaje,
sabe a ríos infinitos y a sótano
preñado de misterio. Su nombre
amasado por sombrías concubinas,
entra en la composición
de un siglo de miseria… Ese
tu nombre como un collar
de semillas de tamarindo,
tornasolea su piel entre los
buhoneros
del parque, y pernocta

Alexis Gómez Rosa (1950)
Nueva poesía latinoamericana.
Prólogo y selección, Miguel Ángel Zapata.
UNAM / UV, México, 1999.

Jueves

Mi amigo Adolfo Castañón acaba de darme la triste noticia de que el poeta Alexis Gómez Rosa, de quien publicamos ayer “Los lugares comunes”, falleció recientemente, en 2019.

Midgard

Apareció en el centro del vacío, toda de luz, como si hubiera estado ahí, durante siglos, un mediodía y un claro de luna eternos, creada por un dios invisible, el dios de los suicidas y también de aquéllos, más tercos, empeñados en beber y comer para ser reales. Allí estaba, huérfana, completamente inmóvil, espiando el mundo y también esos pliegues donde los poemas buscan las cosas perdidas. Nos pareció que se mordía la cola y atribuimos a eso ciertos hechos insólitos porque el porvenir se repite, porque es preciso ser ciego para amar, porque persisten las pestes, la discordia, la felicidad, que es cosa vacía. Su piel era de hielo, su vientre de cristal, libidinoso. La miramos desde nuestra ciudad moribunda como se mira un fragmento de algo más espléndido, una verdad a punto de evadirse. Uno de nosotros dijo: “El Tiempo”. Después callamos. Tanta inmovilidad fermentaba. Y el alba, que pasaba para siempre.

María Negroni (1951)
Nueva poesía latinoamericana.
Prólogo y selección, Miguel Ángel Zapata.
UNAM / UV, México, 1999.

Viernes

Los pájaros no se imaginan

Los pájaros no se imaginan. Se ven
y ventilan el aire.
Un pájaro: el aire
    no se imagina
aves
    ángeles
gregales,
montones, triángulos
en orden, pirámides que vuelan
con la espalda al cielo.
         Los pájaros
nada se imaginan. Vuelan.
Los pájaros, en general, no se imaginan
este aire. Lo husmean,
pasan, corrigen,
    pisan,
conservan:
    milenios
y el mismo norte, la misma
agua. Los pájaros
no se imaginan
    el agua, la misma
entrada a la continuación
del viaje, el mismo
sur: regresan.
Los pájaros no se imaginan.
Ahí siguen.
    Profundo el aire
como el agua del mar
    que es alta
desde el fondo.

Luis Vicente Aguinaga (1971)
La luz que va dando nombre.
Veinte años de la poesía última en México.
Dirección de Alí Calderón. Selección de
Jorge Mendoza, Álvaro Solís, Antonio Escobar.
Secretaría de Cultura de Puebla, 2007.

Sábado

¡Mírame, Sultana!

¡Mírame, Sultana,
con tus grandes ojos, que son como un mar!...
¡Mírame, Sultana!...
Piensa que mañana
ya los dos tendremos la cabeza cana,
¡y acaso estaremos hastiados de amar!...
          Bésame, Sultana,
con tus labios rojos que huelen a azahar…
¡Bésame, Sultana!...
¡Piensa que mañana
pasarás las horas junto a la ventana,
con el alma enferma, de tanto esperar!...
         ¡Sígueme, Sultana,
que a un país de ensueño te voy a llevar!...
¡Sígueme, Sultana!...
¡Piensa que mañana
irás arrastrando tu cuerpo de anciana,
sin hallar ninguna juventud lozana,
que te dé su sombra… para descansar!...

Rubén C. Navarro (1897-1958)
Antología: 200 años de poesía mexicana.
Grupo Editorial Éxodo, México, 2012.

Domingo

No me condenes…

Yo tuve, tierra dentro, una novia muy pobre:
ojos inusitados de sulfato de cobre.
Llamábase María; vivía en un suburbio,
y no hubo entre nosotros ni sombra de disturbio.
Acabamos de golpe: su domicilio estaba
contiguo a la estación de ferrocarriles,
y ¿qué noviazgo puede ser duradero entre
campanadas centrífugas y silbatos febriles?
          El reloj de su sala desgajaba las ocho;
era diciembre, y yo departía con ella
bajo la limpidez glacial de cada estrella.
El gendarme, remiso a mi intriga inocente,
hubo de ser, al fin, forzoso confidente.
         María se mostraba incrédula y tristona:
yo no tenía traza de una buena persona.
¿Olvidarás acaso, corazón forastero,
el acierto nativo de aquella señorita
que oía y desoía tu pregón embustero?
         Su desconfiar ingénito era ratificado
por los perros noctívagos, en cuya algarabía
reforzábase el duro presagio de María.
         ¡Perdón, María! Novia triste, no me condenes:
cuando oscile el quinqué y se abatan las ocho,
cuando el sillón te mezca, cuando ululen los trenes,
cuando trabes los dedos por detrás de tu nuca,
no me juzgues más pérfido que uno de los silbatos
que turban tu faena y tus recatos.
                                               Diciembre de 1916.

Ramón López Velarde (1888-1921)
Obras
Compilador: José Luis Martínez
Fondo de Cultura Económica, México, 1990.

 


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