Poema del día

Siete poemas para esta semana. Selección de Felipe Garrido

Lunes, 31 de mayo de 2021
Por: Felipe Garrido

Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria

 

Lunes

Tardes así…

Tardes así ¿cuándo os he respirado?
Sueltos cabellos, húmedos del baño;
olor de granja, frescor de garganta,
primavera hecha toda flor y agua.
Se abrió la reja y fuimos a caballo.
El cielo era canción, caricia el campo,
y la promesa de la lluvia andaba
viva y alegre por las cumbres altas.
Cada hoja temblaba y era mía,
y tú también, de miedo sacudida
entre presentimientos y relámpagos.
Latían entre nubes las estrellas,
y nos llegaba el pulso de la tierra
desde el tranco ligero del caballo.

Madrid, 1922.

Alfonso Reyes (1889-1959)
Obras completas. Tomo X
Constancia poética.
FCE, México, 1959.

Martes

Mayo se agita con el viento y el trueno

Mayo vibra y cuantifica los daños y las ilusiones; el aire es luminoso después de las lloviznas matinales y las tardes son largas y enlutadas.

Mayo es la noche sin estrellas, el recuerdo de la hoguera y las historias perdidas. En este mes los marineros que viajan extrañan a las amantes de larga cabellera, y las amantes aguardan detrás de los cristales empañados por la fiebre de las horas.

Mayo es la brisa suave del viento y el trueno en la noche del desierto.

En Mayo se enciende el fuego de Beltane para ahuyentar los males, y un brioso corcel festeja el cuarto domingo.

La ficticia meiga de las mentiras de Mayo es una tenue ausencia detrás de los abedules.

Mayo es sorpresivo y sorprendente, palpita rodeado de silencios y confía en una hora tardía.

Mayo tiene los labios rojos, es apenas ayer y siempre será mañana.

Nada ni nadie muere en Mayo; en sus días se realizan oficios extraños y en las cenizas de la hoguera se cumple la adivinación mientras las mujeres de ojos tristes gritan el nombre de sus hijos en la plaza.

En Mayo los mezquites se mecen en el amanecer y la flor verde riega sus pétalos en la arena del Norte. Una campana monótona aviva constantemente la nostalgia y no hay consuelo, no hay consuelo.

En Mayo el precipicio tiene el nombre escogido.

Joaquín-Armando Chacón (1944)
El Norte y los meses (1991)
Gobierno del Estado de Chihuahua
Programa Cultural de las Fronteras
Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.

Miércoles

Niños y adultos

A los diez años creía
que la tierra era de los adultos.
Podían hacer el amor, fumar, beber a su antojo,
ir adonde quisieran.
Sobre todo, aplastarnos con su poder indomable.
Ahora sé por larga experiencia el lugar común:
en realidad no hay adultos,
sólo niños envejecidos.
Quieren lo que no tienen:
el juguete del otro.
Sienten miedo de todo.
Obedecen siempre a alguien.
No disponen de su existencia.
Lloran por cualquier cosa.
Pero no son valientes como lo fueron a los diez años:
lo hacen de noche y en silencio y a solas.

José Emilio Pacheco (1939-2014)
La arena errante.
Era, México, 1999


Ecuación de primer grado con una incógnita

En el último río de la ciudad, por error
e incongruencia fantasmagórica, vi
de repente un pez casi muerto. Boqueaba
envenenado por el agua inmunda, letal
como el aire nuestro. Qué frenesí
el de sus labios redondos
el cero móvil de su boca.
Tal vez la nada
o la palabra inexpresable,
la última voz
de la naturaleza en el valle.
Para él no había salvación
sino escoger entre dos formas de asfixia.
Y no me deja en pazla doble agonía,
el suplicio del agua y su habitante.
Su mirada doliente en mí,
su voluntad de ser escuchado,
su irrevocable sentencia.
Nunca sabré lo que intentaba decirme
el pez sin voz que sólo hablaba el idioma
omnipotente de nuestra madre la muerte.

José Emilio Pacheco (1939-2014)
Álbum de zoología,
Selección de Jorge Esquinca.
Ilustraciones de Alberto Blanco.
Universidad de Guadalajara / Xalli
Guadalajara, 1991.

Jueves

Triunfo

Abre los ojos
en tus pupilas no hay estrellas
ni la memoria de un maestro que hable de ellas
o la de un dios que las olvide
Hay palabras para ensordecer la boca
largas dolientes engañosas
que inflaman la mirada y nos hacen morder la cola a la serpiente
Descreídos deambulamos
sombras de nada somos:
rumores imaginados por un decibel
por un ritmo sincopado que es la única buena nueva
Un árbol es un refugio del que colgamos para descubrir:
el hogar está siempre apartado tras una piedra invisible
¿Cuántas manos derechas tiene la naturaleza?
Una separa la fruta prohibida y la otra la muestra
Bajo nuestros pies no está el infierno
¿Quién reclama su ausencia?

Laura Elena González (1954)
En La llanura despierta,
de Armando Adame, Laura Elena
González y Norberto de la Torre.
UNAM, México, 1998.

Viernes

Seguro de muerte

Todo lo disponemos.
Sólo no hemos previsto
qué ha de hacerse
cuando la mano pierda
las pautas que guiaron
nuestros renglones pávidos
y el vórtice nos beba
y el ojo ya no borre no mirando.
No habrá instancia siguiente
ni prima favorable
ni imán solar que nos sostenga.
No nacerá la luz que no miremos.
Y sin embargo, algo
desde el perpetuo barro
ordena la constancia,
juega proposiciones contra el tiempo,
fía en la salvación por la palabra.

Ida Vitale (1923)
Esta triste claridad a ciegas. Mirada 
hacia la muerte en la poesía hispánica. 
Prólogo, edición y selección
de Juan Carlos Rodríguez.
Compilación de Dionisio Morales.
UNAM, México, 2003.

Sábado

De la luz en Salamanca

Era tanta la luz
la claridad tan envolvente
el resplandor vibrante hasta rayar cantera y tierra
Pronto, pronto: cerrar o entrecerrar los ojos
antes de la oscuridad
De nuevo ya entrecerrados
el océano de puntos luminosos
la malla incandescente activísima
hervidero de fibras vivas azotándose
en cruz unas a otras
Y en medio de la luz la soledad
Una inmensa vasta boca oscura y tibia
otra oleada tan envolvente como
la fija claridad que no se acaba
esta vez una bóveda lentísima
un firmamento de agua inmóvil como pozo
una solead sin límite ni tiempo
un circundante hueco pronunciándonos
todavía como una espera sin pausa
en medio de la luz
Una fluida
circundante soledad
un estar ahí sin amparo
sin el escondrijo del diminutivo
un ser arrojado ahí desde lo alto de esa luz sin bosque
cayendo fulminante como un ave de presa
sobre la conciencia nunca oscurecida
una luz de cántaro boquiabierto
roto o latiendo en el oscuro aljibe
de la conciencia como esa misma soledad
descabellada desollada
de mírame y no me toques
de luz intacta y sin mirada
¿quién toca la luz?
¿quién la estrecha entre sus brazos como a una amada pensativa?
Y ni siquiera el tiempo, ni siquiera el verbo
y sus racimos de adverbios
logra contener esa luz que desborda y acuchilla
esa luz yugular que deja yertos los pronombres a su vera
sin realizar ni sus modos ni sus casos
esa luz a la par tan guerrera y tan secreta
tan cruzada y amorosa
tan casta y tan caída
tan siempre y tan a veces
deletreando en nosotros
entrenós
esperanza
sus gloriosos follajes.

Adolfo Castañón (1952)
Local del mundo / Civismo de Babel
Universidad Veracruzana, Xalapa, 2018.

Domingo

Límites

De estas calles que ahondan el poniente,
Una habrá (no sé cual) que he recorrido
Ya por última vez, indiferente
Y sin adivinarlo, sometido
A Quien precisa omnipotentes normas
Y una secreta y rígida medida
A las sombras, los sueños y las formas
Que destejen y tejen esta vida.
Si para todo hay término y hay tasa
Y última vez y nunca más y olvido
¿Quién nos dirá de quién, en esta casa,
Sin saberlo, nos hemos despedido?
Tras el cristal ya gris la noche cesa
Y del alto de libros que una trunca
Sombra dilatada por la vaga mesa,
Alguno habrá que no leeremos nunca.
Hay en el Sur más de un portón gastado
Con sus jarrones de mampostería
Y tunas, que a mi paso está vedado
Como si fuera una litografía.
Para siempre cerraste alguna puerta
Y hay un espejo que te aguarda en vano;
La encrucijada te parece abierta
Y la vigila, cuadrifrontre, Jano.
Hay, entre todas tus memorias, una
Que se ha perdido irreparablemente;
No te verám bajar a aquella fuente
Ni el blanco sol ni la amarilla luna.
No volverá tu voz a lo que el persa
Dijo en su lengua de aves y de rosas,
Cuando al ocaso, ante la luz dispersa,
Quieras decir inolvidables cosas.
¿Y el incesante Ródano y el lago,
Todo ese ayer sobre el cual hoy me inclino?
Tan perdido estará como Cartago
Que con fuego y con sal borró el latino.
Creo en el alba oír un atareado 
Rumor de multitudes que se alejan;
Son lo que me ha querido y olvidado;
Espacio y tiempo y Borges ya me dejan.

Jorge Luis Borges (1899-1986)
Poesía completa
Random House Mondadori, México, 2011.


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