Poema del día

Siete poemas para esta semana. Selección de Felipe Garrido

Lunes, 30 de Enero de 2023
Por: Felipe Garrido

Lunes

Silencio
sutil perfume
tu silencio
*
El derviche
serena bondad
sobre el Río Blanco
*
Cada vez más plateada
esta llovizna regresa
junto al saúz
consciencia
anegada en otra línea del tiempo
quizá la del olvido
*
El viento
cabalga sobre la prisión nocturna de la libertad
ansia de ser pasión creadora
calidez azul índigo
*
La noche
sueña brisa
bajo la buganvilia
*
Soledad
noches blancas
junto a la hoguera
hasta que amanece y danza
*
Como el agua se infiltra
hasta el centro de la Tierra
observo que tus penas descienden
a través del sosiego
hasta el fondo de la mina
como el agua
espero que triunfen
tus pasos ríos de sol

Miguel Ángel Duque Hernández (1970)

Poema de la no violencia

¿Cuántas veces
en medio de la tormenta
hemos preferido seguir
los caminos de censura y escarnio,
al sencillo abrazo?
*
¿Cuántas veces
pagamos con la misma moneda
cuando hubiera sido conveniente
llorar hasta caer dormidos?
*
¿Cuántas veces
se convirtió el trabajo
en muralla china?
*
¿Por qué las calumnias del agua
encendieron el fuego del
rencor a cadena perpetua
y a penas de muerte?
*
Si crecen
dos rizomas de bondad
que justifican
la política de la no violencia.
*
No dejes de escribir
las respuestas
en mi epitafio.

Miguel Ángel Duque Hernández (1970)

 

Letanía del agua

¿Qué deseo origina la lluvia?
Hasta la raíz del amor relámpago
Estalla el diluvio y nuestra Luna sangra.
¿Qué llanto anega de azul la Tierra?
El amor habita nuestro cuerpo
Manantial de sueños es la mar.
¿Qué luz?
¿Qué lluvia?
¿Qué llanto?
Breve peregrinaje
un abrazo acaricia a penas
nuestra piel
barcazas de madera nuestras vidas.
¿Qué deseo origina el llanto?

Miguel Ángel Duque Hernández (1970)
Libro de magia
Frente al abismo del tiempo
Editores: Edgar Alberto Sánchez Hernández
y Pablo Guadalupe Zapata García
Middletown (New Castle, Delaware, Estados Unidos), 2022.

Martes

Sobre mi mala educación

Cuál es cuál, cuál es el cómo?
Quién sabe cómo conducirse?
Qué naturales son los peces!
Nunca parecen inoportunos.
Están en el mar invitados
y se visten correctamente
sin una escama de menos,
condecorados por el agua.
Yo todos los días pongo
no sólo los pies en el plato,
sino los codos, los riñones,
la lira, el alma, la escopeta.
No sé qué hacer con las manos
y he pensado venir sin ellas,
pero dónde pongo el anillo?
Qué pavorosa incertidumbre!
Y luego no conozco a nadie.
No recuerdo sus apellidos.
Me parece conocer a usted.
No es usted un contrabandista?
Y usted señora no es la amante
del alcohólico poeta
que se paseaba sin cesar,
sin rumbo fijo por las cornisas?
Voló porque tenía alas.
Y usted continúa terrestre.
Me gustaría haberla entregado
como india viuda a un gran brasero,
no podríamos quemarla ahora?
Resultaría palpitante!
Otra vez en una Embajada
me enamoré de una morena,
no quiso desnudarse allí,
y yo se lo increpé con dureza:
estás loca, estatua silvestre,
cómo puedes andar vestida?
Me desterraron duramente
de ésa y de otras reuniones,
si por error me aproximaba
cerraban ventanas y puertas.
Anduve entonces con gitanos
y con prestidigitadores,
con marineros sin buque,
con pescadores sin pescado,
pero todos tenían reglas,
inconcebibles protocolos
y mi educación lamentable
me trajo malas consecuencias.
Por eso no voy y no vengo,
no me visto ni ando desnudo,
eché al pozo los tenedores,
las cucharas y los cuchillos.
Sólo me sonrío a mí solo,
no hago preguntas indiscretas
y cuando vienen a buscarme,
con gran honor, a los banquetes,
mando mi ropa, mis zapatos,
mi camisa con mi sombrero,
pero aún así no se contentan:
iba sin corbata mi traje.
Así para salir de dudas
me decidí a una vida honrada
de la más activa pereza,
purifiqué mis intenciones,
salí a comer conmigo solo
y así me fui quedando mudo.
A veces me saqué a bailar,
pero sin gran entusiasmo,
y me acuesto solo, sin ganas,
por no equivocarme de cuarto.
Adiós porque vengo llegando.
Buenos días, me voy de prisa.
Cuando quieran verme ya saben:
búsquenme donde no estoy
y si les sobra tiempo y boca
pueden hablar con mi retrato.

Pablo Neruda (1904-1973)
Poesías escogidas.
Biblioteca Premios Nobel.
Aguilar, Madrid, 1980

 

Educar

Educar es lo mismo
que poner motor a una barca…
hay que medir, pesar, equilibrar…
…y poner todo en marcha.
Para eso, uno tiene que llevar en el alma
un poco de marino…
un poco de pirata…
un poco de poeta…
y un kilo y medio de paciencia concentrada.
Pero es consolador
soñar mientras uno trabaja,
que ese barco, ese niño
irá muy lejos por el agua.
Soñar que ese navío
llevará nuestra carga de palabras
hacia puertos distantes,
hacia islas lejanas.
Soñar que cuando un día
esté durmiendo nuestra propia barca,
en barcos nuevos seguirá
nuestra bandera enarbolada.

Gabriel Celaya (1911-1991)
Poesías completas.
Visor de Poesía, Madrid, 1999.

Miércoles

Poemas por Ciudad Juárez

I
Lloro por las cosas pequeñas
y por las grandes también,
y a veces no distingo entre unas ni otras:
lloré cuando vi en televisión a Enriqueta Basilio encender la Llama Olímpica;
cuando Neil Armstrong pisó por primera vez la Luna;
cuando Sebastião Salgado retrató Serra Pelada en Brasil;
cuando las aves del Golfo se ahogaron en el oro negro,
y cuando escuché el llanto de mi primera nieta al nacer.
Igualmente lloro cuando se suma uno más a la lista de desaparecidos;
mueren más migrantes al cruzar la frontera;
aparecen los miembros de una mujer esparcida en el desierto;
o presiento una muerte tras el impacto de una bala que silba tras la noche.
Lloro, también, con las cifras de las muertas de Juárez;
de los caídos en las huelgas de hambre;
de los masacrados en las guerras;
de los secuestrados;
de los violados…
Lloro cuando una anciana famélica toca a mi puerta;
cuando un niño aúlla atropellado por el hambre;
cuando dos globos penden danzantes de los glúteos de una joven embarazada en el crucero de la esquina.
Asimismo lloro cuando asesinan una saraguata para secuestrar a su pequeño;
o cuando los delfines se suicidan en las playas del Pacífico.
Simplemente, lloro:
cuando me doy cuenta de mi impotencia;
cuando me dicen que es absurdo llorar por nada;
cuando me preguntan por qué lloro si estoy viva;
cuando la vida pasa y todo es lloro…

II
Día con día vivimos el thriller
que nos mantiene pegados a la butaca,
contemplando el asalto del vecino;
el secuestro express, el no tan express
y el de largo plazo;
padeciendo al hacker bancario;
soportando las cárceles privadas…
Nos arrojamos en el laberinto del suspenso
y pagamos por un sueño de acción,
convencidos de que el vengador del futuro
llegará con arrojo y firmeza a resolverlo todo;
pero no hay héroes que basten:
al igual que los semidioses griegos,
los contemporáneos han ido cayendo poco a poco,
y los del futuro aún no nacen…

III
Hastiada de recoger brazos y piernas;
de amortajar cabezas,
la Supermujer vomitó el polvo que había tragado del desierto,
polvo mágico que la mantenía incólume ante la Amenaza Sangrante.
No sabía si los poderes le alcanzarían para unir los miembros de las Coyolxauhquis norteñas,
ni si llegaría a salvaguardar a las hembras
que florecían en las plantas industriales.
¿Qué hacer para atrapar la palabra más audaz…
capaz de mantener su palabra?

IV
Adolorida en sus fueros,
la diosa de la tierra aspira el cansancio de las hembras que han floreado el
[desierto,
que han iluminado el horizonte con su cauda de ébano.
Mujeres-montaña languidecen ante la custodia del cactus.
Cual diosa azteca se calcinan en la cama de arena;
entre ortigas y yucas resplandecen en la sangre del buitre.
Vergüenza me da vivir frente a su tumba expuesta;
vergüenza de no dar mi vida por ellas,
si ya habíamos dicho “ni una más”

vergüenza me da.

V
Jocosa, alegre y majadera se paró a la puerta.
Sin tocar, entró la bullanguera
y con gemido plañidero se mesó ante todos los cabellos.
No supo en qué momento le penetró los huesos;
se acicaló la frente y se absorbió en sus poros.
Bailando cumbia y quebradita arremetió con su afán conquistador,
con su afán grosero y perenne.
No hay muerte más segura que la que llega sola,
sin que la busquen,
sin que la esperen:
solita se invita la cabrona.

Rosina Conde (1954)
Autores de México / Letralia 331 / Verso libre / Voces actuales de México.

Jueves

Poemas por Ciudad Juárez
Segunda y última parte

VI
Un grito apagado se esparce por el viento de Juárez
desierto plagado de pendones
testigos mudos de silencio
guijarros acompasados por el soplo del rastro que dejaran las huellas de una ninfa
incapaz de convertirse en laurel.
El acero atraviesa mi corazón
y lo rompe intencionadamente en partes
para que siga, doliente, el amago de su golpe:
desprecio, odio, insulto, mote.

VII
Un desierto mutilado muestra sus carnes sin rostro.
Sediento se alza:
antiguo mar de sirenas cercenadas,
sol durmiente,
silencioso grita la desesperanza.
Muda ante el misterio de la ruta,
trazada por un brazo,
una pierna,
un pezón,
una lágrima que no fue escuchada,
la prensa se duerme en los brazos de la duda:
un graznido de perros
es lo que un ladrar de cuervos para sus orejas.

VIII
No es necesaria una gota de sangre
para gritar contra el odio y la violencia
Ni una gota de sangre me basta
para sentir el dolor de la víctima.
Ni una gota de sangre:
ni una más…
Y aun así
cientos de nuevas víctimas se suman
a la enorme lista de sacrificados,
desaparecidos,
torturados,
secuestrados,
mutilados.
No es necesario escuchar el llanto de una niña violada
o un niño arrojado a las alcantarillas
para luchar contra la barbarie y el genocidio.
Un padre implora impotente ante la súplica inaudible;
una madre exige justicia frente a la cámara de diputados;
un hermano grita en la cúspide del perdón…
mas nadie responde.
También el silencio es violencia.

IX
Tanto coraje reprimido
tanta palabra amordazada
tanto grito en la arena…
No es preciso estar en el ruedo para sentir la estocada,
para experimentar el dolor del torturado
para vivir la impotencia por el hijo o por la hermana muerta.
No es necesario, no, llegar a eso.

X
Primero intentaron eliminarla a tiros
después a cuchilladas
más tarde, con una ka-cuarentaisiete
y dispersaron sus miembros por la ruta del olvido.
Habían llegado los cárteles;
luego la milicia;
mas no pudieron con ella:
heroica, incólume, rutilante
Juárez se yergue con los ojos de fiesta;
con su luto a cuestas, sí,
pero airosa, altiva y cachondona:
con más fuerza se levanta
con más ímpetu,
más ganas de vivir y de mostrarse.
Reza el dicho:
Cuando uno esparce granos de arroz en su camino,
aunque mil detrás vengan barriendo, no lograrán limpiarlo.

Viernes

Frutos de sal

I
¡Se ha roto el dique!,
¡Se ha vuelto cada vez más urgente, oh Mar, que en mí te reconozca!
Que en mis abismos vea el pez que mora en tus abismos
el que ha quedado ciego, corroída la carne a la intemperie
cuando salta de ti salido de ti mismo
Me has observado siempre en la enramada
y entre la fronda me has dejado verte
¡Anda pez ancla, sal a la luz…!

¡Leva tus brazos…! ¡Surca mi piel…!
¡Anda en mis ondas…!
¡Renace pez…!
Como ese niño arrebatado que regresa sonriente entre las islas,
trazo de pez espada que relumbra al nacer

Ángel Cuevas (1970)

 

VIII
En el áureo caracol del nautilus
oigo tu voz cada mañana
separados al nacer por el mar
quisiéramos reunirnos sin saber
el horizonte entrelaza nuestros reflejos
hilos de una misma casa
nacidos el mismo día
oigo a lo lejos tu llanto
delirio de perro que ladra a la luna
reflujo de sal que yo sé…

Ángel Cuevas (1970)

 

XIII

Nado a mar abierto
gente desnuda flota entre las bestias
ojos sin párpados miran fluir la tarde
un albatros atrapa un pez en pleno vuelo
y lo va devorando posado en la red que cubre mi cabeza
Desde el ojo del pez el paisaje me mira
de ti vengo, de ti he nacido, soy uno de tus frutos
siempre ha resonado en mi cabeza tu bramido
desde aquel pez espada, antes del pez espada,
antes de que naciera
Tengo dos casas
un hogar donde mora el fuego profundo
del que surgen caballos de sombras
y otro donde azulea la celestial columna
de una isla que he buscado siempre
aunque la llevo a cuestas
¿Quién ha visto a la gente del agua?
Nadan en la pez oscura buscando alcanzar el cielo
consagran sus cantos al amanecer
en el juego inevitable de las presas
invocan al mar que se devora a sí mismo
Somos reflejos de otro reino astillas de agua
en la lava quedaron grabadas nuestras huellas
el alfabeto fósil de los mares…
al levantar los brazos el ancla toma forma
y se rasga la red con filosas escamas
Renací pez como mi hermano pez
como la perla del abismo convertida en una nueva isla
como la flecha alada del pelícano que viene a mi encuentro
en su barca sueña conmigo el viejo pescador
¿he de salir del agua a consagrar mi carne intacta?
¡Sí, sal al sol…!
¡Leva los brazos…! ¡Sal al aire…!

Ángel Cuevas (1970)
Frutos de sal
Esculturas de Mar Gasca Madrigal
Ediciones Odradek
Huitzilac, Morelos
México, 2020.

Sábado

En el diván de las palabras

Una tiene rarezas heredadas,
las de la abuela más antigua
que nos mira desde el retrato,
las de la tía que aparece sentada
en las historias de sobremesa.
Una tiene costumbres muy insanas,
como las de sentirse costurera de culpas,
y devanar el ovillo con una olímpica destreza
para tejer los puntos del derecho y del revés.
Una tiene tendencias muy frenéticas,
como la de asomarse al precipicio del mes de enero,
arriesgando el sentido del equilibrio,
mirando morbosamente el fondo
a sabiendas de que el abismo existe.
Una tiene reservas enfermizas de miedos
heredados también de las abuelas y de las bisabuelas,
que se dejaban estar entre las sombras,
sumando malos ratos que coincidentemente
se acomodaban en el infierno de la noche
y convertían sus camas en una travesía delirante.
Una tiene un armario,
igualmente heredado,
con un espejo grande colgado de la puerta
que ha estado ahí por años
reflejando el peinado, el vestido,
el delineador de los ojos,
el rubor de la cara,
el escondite de las lágrimas.
Los espejos no equivocan los rasgos,
apuntan en el centro,
devuelven la mirada hacia el origen,
agrupan las ojeras,
las tristezas antiguas,
los miedos, los silencios.
Y a media noche,
entre sueños y sombras,
acomodan su voz
en el diván de las palabras.

Mariángeles Comesaña (1948)

 

Cien años,

A mi madre, que vivió cien años.

Te duelen los huesos,
tus huesos al amanecer;
cada día que pasa cumple cien años en tu cuerpo,
un día, otro día,
cada uno de cien años…
“Tiene que llegar la serenidad en tus lágrimas”, me dices,
me enseñas a verte morir,
sin desesperación, sin miedo;
como la corrientedel agua en el río Miño,
como lasolas que llegan envolviendo el aire.
Escucho tu voz,
Evocas a tus muertos,
los llamas por sus nombres una y otra vez.
Siento la brisa marina en tus ojos azules
despidiendo la vida,
como un atardecer,
como una noche dentro del mundo
envolviendo tu cuerpo
con las sombras.

Mariángeles Comesaña (1948)
En Inédito diamante.
Prólogo de Eduardo Mejía
Ediciones Ikygai, México, 2018.

Domingo

Marsella

Si me es concedido que vuelva a ver Atenas, que mi navío
bajo la santa Guarda sea
de Aquella que preside las rutas del mar;
Aquella que brilla por encima de las corrientes y el sol;
la gigante erguida al fondo de las horas azules;
la alta moradora de oro de una amplia comarca blanca;
Palas cristiana de los galos.

Valery Larbaud (1881-1957)
Tr. David Noria (1993)

 

Marseille

S’il mést donné de revoir Athènes, que mon navire
Sous la sainte Garde soit
De Celle qui préside aux routes de la mer;
Celle qui brille au-dessus des flots et du soleil;
La géante debout au fond des heures bleues;
La haute habitante d’or d’un long pays blanc;
Pallas chrétienne des Gaules.

Valery Larbaud (1881-1957)
ŒUVRES,
Edition de Georges Jean-Aubry et Robert Mallet
La Pléiade, París, 1957

 

Después

Cuando tu voz
haya abandonado mi casa
regresarán de más allá del muro
palabras roncas de viejos
para nombrar en la oscuridad
invisibles montes.
Oiré rebaños
atravesar la noche:
el viento –curvo
sobre el lecho de los torrentes–
escarbará
valles que no se llenan en el silencio.

Antonia Pozzi (1912-1938)
Tr. Librado Basilio (1918-1994)

 

Dopo

Quando la tua voce
avrá lasciato la mia casa
ritorneranno di la del muro
parole rauche di vecchi
a nominare nell’ oscurita
invisibile monti.
Udiró greggi
traversare la notte:
il vento –curvo
sul letto dei torrenti–
scavera
incolmabili valli nel silencio.

Antonia Pozzi (1912-1938)
En Poesía itañiana moderna.
Seleccionada, prologada y traducida
por Librado Basilio (1918-1994)
Universidad Veracruzana,
México, 1988.


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