Poema del día

Siete poemas para esta semana. Selección de Felipe Garrido

Lunes, 08 de mayo de 2023
Por: Felipe Garrido

Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.

Lunes

Sol de Monterrey

No cabe duda: de niño,

me perseguía el sol.

Andaba detrás de mí

como perrito faldero;

       despeinado y dulce,

       claro y amarillo:

       ese sol con sueño

       que sigue a los niños.

Saltaba de patio en patio,

se revolcaba en mi alcoba.

Aun creo que algunas veces

lo espantaban con la escoba.

Y a la mañana siguiente,

ya estaba otra vez conmigo,

       despeinado y dulce,

       claro y amarillo:

       ese sol con sueño

       que sigue a los niños.

       (El fuego de mayo

       me armó caballero:

       yo era el Niño Andante,

       y el sol, mi escudero.)

Todo el cielo era de añil,

toda la casa, de oro.

¡Cuánto sol se me metía

por los ojos!

Mar adentro de la frente,

a donde quiera que voy,

aunque haya nubes cerradas,

¡oh cuanto pesa el sol!

¡Oh cuanto me duele, adentro,

esa cisterna de sol

que viaja conmigo!

Yo no conocí en mi infancia

sombra, sino resolana.

Cada ventana era sol,

cada cuarto era ventanas.

Los corredores tendían

arcos de luz por la casa.

En los árboles ardían

las ascuas de las naranjas,

y la huerta en lumbre viva

se doraba.

Los pavos reales eran

parientes del sol. La garza

empezaba a llamear

a cada paso que daba.

Y a mí el sol me desvestía

para pegarse conmigo,

       despeinado y dulce,

       claro y amarillo

       ese sol con sueño

       que sigue a los niños.

Cuando salí de mi casa

con mi bastón y mi hato,

le dije a mi corazón:

—¡Ya llevas sol para rato!

Es tesoro —y no se acaba:

no se me acaba— y lo gasto.

Traigo tanto sol adentro

que ya tanto sol me cansa.

Yo no conocí en mi infancia

sombra, sino resolana.

Alfonso Reyes (1889-1959)

Obras completas X

Constancia poética.

Fondo de Cultura Económica,

México, 1959.

Martes

Lo primero fue descubrir una oquedad: algo faltaba, sencillamente. // La poesía no estaba para mí en lo nuevo desconocido sino en una dimensión nueva de lo conocido, o acaso, en una dimensión desconocida de lo evidente. // La poesía para mí, la viviente y la escrita, eran una sola, estaba allí donde se reunían los tres tiempos de la presencia, la nostalgia y el deseo. // Como Cristo a los discípulos de Emaús, cierta revelación de lo real sólo me ha sido reconocible a precio de desaparecer. // Nunca he sentido la belleza como una cualidad que puedan tener o no tener las cosas sino como su esencia constante sosteniéndolas, que puede revelársenos o no. 

El hoy humilde me parece el verdadero alimento. Pan nuestro de cada día, no lo excepcional, sino lo diario que no cansa, ni estraga, y que sustenta. // Que ningún acto que realicemos en el día, ni aun el más modesto, sea mecánico. Que podamos tender la cama con la misma inspiración con que antes se iba a ver la caída del crepúsculo. // Señalar fines a la poesía, por elevados que éstos sean, es no comprender que el poeta ha de vivir dentro de ella como dentro de algo que lo excede y no que él maneja a su gusto, de modo que se puede decir que la poesía vive menos dentro de él que él dentro de la poesía, como creyó la vieja teología que no era el alma la que estaba dentro del cuerpo sino el cuerpo dentro del alma. // La poesía no es otra cosa que el secreto de la vida, por lo que siempre escapará a la noción de fin visible. El fin no es en ella, como en la máquina, el instante último de su movimiento, sino una instancia superior que le es paralela, acechando, juzgando, ennobleciendo, transparentando lo invisible. // La prosa, decía Brull, se hace con lo que conocemos; la poesía, con lo que desconocemos. Imagino la poesía como la súbita captación de aquello que seguiría existiendo aún cuando yo no lo viese.

Todo poeta siente, al trabajar, que sus palabras son moldeadas por un vacío que las esculpe, por un silencio que se retira y a la vez conduce el hilo del canto, y toda su impotencia y toda su fuerza consiste en la necesidad de desalojar a ese único huésped necesario. El silencio es en la poesía, como en la naturaleza, un medio de expresión. La poesía vive de silencios, y lo más importante, quizás, es ese momento en que el pulso se detiene y va a la otra línea de abajo. […] Poesía palabrera no es poesía. // Aún la existencia más dichosa es tan trágica que la alegría me ha parecido siempre lo más conmovedor, porque quien nos la da también es un mendigo. Adoro esa bondad involuntaria, capaz de sonreír en la miseria, esa humildad desgarradora de la alegría. // La poesía quizá sea la moral venidera, como que es la más antigua, la que de hecho siempre nos ha educado y mejorado sin pretenderlo, como el hijo es educado y mejorado por la madre no a través de lo que ella le dice sino de lo que no le dice, y él siente, rodeándolo como un manto. // Todo poeta sabe que los poetas son los otros, los que no escriben versos, y no sólo los servidores magnos (como recordaba el poeta Barnet), sino aun los más humildes, la hermana que cose en la habitación de al lado, la bocanada fresca que entra cada mañana cuando abrimos la puerta, el canario en el balcón. Una mujer que se sabe bella, ya lo es menos. Del mismo modo, nadie podría “sentirse” poeta sino por ese único punto en que deja de serlo, y quizás sólo hemos sido verdaderos poetas en los raros instantes en que no nos dimos cuenta de ello. // A mis diecisiete años yo sabía muchísimas cosas más acerca de la poesía. Como cualquier joven ignorante, lo sabía, naturalmente, todo. Recuerdo que escribí un tratado de unas cuarenta páginas del que ahora hubiera podido valerme si no fuera porque un pobre hombre, aprovechando mi previsible distracción, me robó la bolsa que contenía el voluminoso trabajo que sólo pude reconstruir después en parte. Por desdicha mía y suya, en la bolsa tenía sólo cinco centavos. […] Muchas veces […] me sentí maldecida por aquel desconocido que esperaba, sin duda, otra cosa mejor. Poder reparar de una vez por todas ese error, no defraudar de nuevo esa esperanza, siento que es lo único que nos daría a todos el derecho para volver a hablar de la poesía.

Fina García Marruz (1923-2022)

En Felipe Garrido, Material de lectura. Poesía moderna. 

UNAM, México, en preparación.

Miércoles

Acueductos del sueño 

1994

1/4

1. Escúchame en la hoja

que murmura el arroyo

El agua es quien te escribe

Yo te repito

2. Si no susurra

     el viento muere

     se olvidan los gemidos de las piedras

     las hojas se desmayan

     y el silencio pernocta

     en alas imposibles

3. El día parpadea y yo me dejo

caer al sueño

para mirar mi rostro

4. Mi rostro es de arena

y ahora

     llueve

5. Cuando te alejas

del árbol surgen brazos

De mí brotan esquirlas

6. Un antiguo esqueleto era el mar

comido por los sueños

de los peces

7. La mandrágora sospecha la palabra

pues conoce el silencio de su padre

8. El color en tu nombre

es uno de los rostros del silencio

la voz del mar en mi garganta

9. En las hogueras

no es tan lenta la muerte

como en tus labios

10. El fuego es una fuente que

se aquieta

11. El mar no tiene brazos:

tiene distancia

12. Mis manos se disuelven en tu ausencia

Mi cuerpo se ha poblado de reliquias

No tocaré tu sombra

Carmen Nozal (1964)

Poesía reunida 1991-2021

Nieve de Chamoy / Mastodonte

México, 2021.

Jueves

Acueductos del sueño 

1994

2/4

13. Cómo sería la noche

si detrás de mis espejos

no existiera claridad

14. La luz 

es una niña

con los ojos en blanco

15. Para el brocal

nunca pasa la luna

inadvertida

16. Gotea el tiempo

riega estas páginas

Y tú floreces

en el estanque

donde envejezco

17. El tiempo es la luz

que parpadea

18. Un espacio nos salva de encontrarnos

Un paso es suficiente

19. Un pájaro en el río

da picotazos

El agua sueña con heridas

Se lleva el canto

Las cítaras del aire

van a sangrar

20. Tus fragmentos saben de mí

eras el viento

te respiraba

Mi aliento quebró el aire

21. Mi silencio

es un muro 

de canto

gregoriano

22. Tu voz está en el humo

y no me queda

más sílaba que el mar

23. El mar es un carruaje

lleno de risa

24. Vacíame en tu boca

floreceré

como un abecedario

Carmen Nozal (1964)

Poesía reunida 1991-2021

Nieve de Chamoy / Mastodonte                                                                                                  

México, 2021.

Viernes

Un rasgo de la eternidad

El arte del toreo es una ocupación que conjuga la violencia y la sobriedad, la ira y la ternura, el pecado y la tentación. Contra el desborde, el diestro aplica la continencia; contra la furia, la proporción; contra el desplazamiento, la quietud; contra la celeridad, el reposo. En armonía con el recorrido del toro, la línea curva de los lances ayuda a provocar la turbación del ánimo. De su unidad brota la estatua de un instante regio por la mano vigorosa del lidiador que no cede terreno a lo que transcurre ni se abandona al viento de lo efímero, sino que dibuja el trazo duradero que transforma la brutalidad en emoción y la rudeza en medida.

          A nada es comparable complacerse hondamente con la imagen demorada, casi inmóvil, de una lenta ejecución de la verónica o el pase natural. El tiempo detiene de pronto su carrera y hace surgir, como acontece con toda legítima obra artística, la vibración intensa de lo bello. Torear significa, entonces, tocar un rasgo de la eternidad.

Alí Chumacero (1918-2010)

En Tauromaquia mexinana, imagen y pensamiento.

Gárgola Ediciones, México, 1994.

Sábado

20 palindromas


La Roma amoral.

O rey o joyero.

Amor asoma… ramos… aroma.


Ella te da detalle.

¡Anima creer, creer, creer… camina!Ema, si vas avísame.

Oirás la fe, falsario.


Yo sonreí, tierno soy.

A Caín amó la Gema megalomaníaca.


A sirena sane risa.


Elba gima amigable.

A cínico cínica.


A la garbosa sobra gala.


A Ser Eterno honre Teresa.Sorberé cerebros.A la gorda drógala


A Luci le pasé esa película.


Y el azar traza ley.

Adán: yo solo, solo, solo, soy… ¡nada!Efímero lloré mi fe.

Gilberto Prado Galán (1960-2022)

Efímero lloré mi fe 

Una compilación de 26,162 palíndromas 

Arteletra / Instituto Coahuilense de Cultura / 

Ediciones Sin Nombre, Torreón, 2010.

Domingo

Adivine el país y gane un viaje a Las Vegas

Si escarbas un poco, el hedor te sacude,

si levantas la voz, perros rabiosos te persiguen,

si prguntas demasiado, el disparo a mansalva, el golpe a la intemperie.

          Aquí la carroña es el desamparo en persona.

El bienestar un crepúsculo de miedo, una ausencia segura.

          Vivimos en la comarca del dolor con sus cartuchos quemados.

Habitamos el país satisfecho de sus tribus impunes.

          La vida es un parpadeo entre incesantes balaceras,

una fosa común donde los cuerpos se acumulan.

          La barricada final donde todos nos curamos

las heridas del mundo, las dolencias del tiempo.

Gabriel Trujillo Muñoz (1958)

Despedida

Puedo platicar contigo en el momento que tú quieras, pretender que hay promesas entre nosotros que aún no hemos cumplido. Pero todo eso es una forma de sortear los días que ya se fueron, los monstruos terribles que nos dejaron en descampado. Cada uno poniendo en pie un desrino aparte, un rumbo distinto.

          Ahora las distancias se vuelven infranqueables, las palabras ya no suenan con la gracia de otros tiempos. Lo que fuimos se desdibuja, se borra hasta hacerse irreconocible.

          Si nos encontramosen una calle, el saludo saldrá sobrando. Dos extraños que pasan sin llamarse por su nombre de pila.

Gabriel Trujillo Muñoz (1958)

El río revuelto

A veces sólo es un cauce seco, una tierra blanda entre los confines llenos de matorrales. A veces sólo es un charco al fondo, una sinfonía de ranas en plan de fiesta nocturna. A veces sólo es un recuerdo, un rumor que nos acompaña cuando andamos en sus antiguas riberas.

          Sin embargo, de pronto, el río regresa por sus fueros. Vuelve, impetuoso, gris, turbio como nunca antes. Río revuelto con su vozarrón de dios inmisericorde. Criatura que no acepta nada que le impida el paso. Ahora derruye, arrasa, cambia los contornos del paisaje. De nuevo es el rey de todo cuanto abarca la mirada.

Gabriel Trujillo Muñoz (1958)

Sin orden ni concierto. Poesía vivida (2008-2016)

Universidad Autónoma de Baja California,

Mexicali, 2018.


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