Bazar de asombros: "Discurso para el padre Solalinde", por Hugo Gutiérrez Vega

Sábado, 31 de Enero de 2015
Hugo Gutiérrez Vega - Archivo Informador.mx
Foto: Informador.mx

En estos tiempos de incertidumbre y desasosiego es necesario revisar el significado de palabras como benevolencia, beneficencia, caridad, justicia, compasión y humanitarismo. Los dueños de este mundo intentan disfrazar sus injusticias y su irrefrenable ambición con los paliativos de una raquítica beneficencia. No tengo nada en contra de que se repartan las migajas del banquete, pero son migajas y, por lo mismo, absolutamente insuficientes y anecdóticas. La justicia engendra la paz social y remedia a fondo las graves desigualdades que destrozan la convivencia. La piedad, la compasión y la caridad son altas formas del amor, pero deben tener un verdadero contenido humanitario basado en la genuina implantación de la justicia social, en la distribución equitativa de los bienes y en el verdadero respeto a la dignidad de todos los seres humanos que sólo puede darse en un clima de igualdad y, lo que es más importante, de fraternidad.

Uno de los rasgos esenciales del neoliberalismo, sistema que se ha convertido en el peor enemigo de la racionalidad y la solidaridad, es el de la entrega de todos los aparatos de justicia y de equidad a los poderes fácticos. Nunca como en los últimos años los gobiernos habían desempeñado con tanta sumisión y servilismo el papel de gendarme que, en el caso de México, es doblemente trágico, pues se trata de un gendarme corrupto, desorientado y cada vez más ineficiente. Sin duda, los treinta y tantos dueños de este país están viendo, con creciente zozobra, cómo su gendarme cae en la perplejidad y en la práctica de la corrupción sin límites.

Es claro que los señores del imperio del norte tienen la mismo preocupación, y ya no entregan estrellitas de buena conducta ni coloridas portadas de revista a quienes debían cuidar su patio trasero, y que son cada vez más incapaces de hacerlo.

En este desolado panorama figuran, destacada y trágicamente, una anticuada vía de ferrocarril y una bestia resoplante que lleva en sus espaldas una carga adolorida de seres humanos hundidos en la miseria y movidos por una frágil esperanza. Para nuestra fortuna, aparece también una figura iluminada por el espíritu humanista y el afán de justicia, la de Alejandro Solalinde Guerra, nacido en Texcoco en 1945, sacerdote de la Iglesia católica, cura párroco, como el entrañable personaje de Bernanos, en varias iglesias; coordinador de la Pastoral de Movilidad Humana de la Conferencia del Episcopado en Oaxaca, Chiapas y Guerrero; constructor y director del albergue Hermanos en el camino, de Ciudad Ixtepec; licenciado en Historia por la Universidad del Estado de México, y maestro en psicología especializado en terapia familiar sistémica.

Sus estudios de historia y de psicología le han ayudado en su tarea de apoyo a los indocumentados y a los migrantes centroamericanos que realizan viajes interminables para huir de la esclavitud de la injusticia. Los personeros del sistema han intentado quemar su albergue varias veces y constantemente lo amenazan de muerte. El aparato de coherencia interna del sistema capitalista lo tiene en sus listas negras, y no cesa de calumniarlo y de atacarlo valiéndose de sus lebreles mediáticos.

Dentro del marco de la ley, y valiéndose solamente de intachables medios legítimos, el padre Solalinde mantiene su defensa de los humillados y ofendidos y, pacíficamente, día con día, enriquece la coherencia y la claridad de sus demandas. Reflexiona desde la fe, como lo dice en su carta al presidente Peña Nieto y, con prudencia y sensatez, advierte que cada día crece más la brecha entre ricos y pobres, se ahonda la desigualdad social y, por lo mismo, crecen el proceso de deshumanización y la pérdida de la soberanía del país, tan agredida por el neoliberalismo.

En esa misma carta defiende los valores esenciales de nuestra cultura, que tiene profundas raíces espirituales, y que ha sido la inspiración fundamental de nuestros días de vida republicana en este territorio nuestro que ha visto las luchas constantes en defensa de la soberanía.

El premio que hoy se entrega ha reconocido la labor de escritores y humanistas como Fernando del Paso, Miguel León Portilla, Elena Poniatowska y el obispo Raúl Vera. Hoy lo recibe un hombre fiel a sus principios, defensor de los derechos humanos y de la esperanza de un mundo mejor para el hombre nuevo, y para una sociedad justa en la que puedan crecer las promesas que, desde el principio de los siglos, han movido a una humanidad que busca el incremento de los valores que hacen posible la existencia de una sociedad más solidaria y más humana.


Para leer la nota original, visite: http://www.jornada.unam.mx/2015/02/01/sem-bazar.html


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