Bazar de asombros: "El trapecio de Juan Manz", por Hugo Gutiérrez Vega (II y última)

Domingo, 30 de Agosto de 2015
Hugo Gutiérrez Vega - Hugo Gutiérrez Vega
Foto: La jornada

En Tres veces espejo, el juego de reflejos gira lentamente y aparecen el dolor y el cansancio. La memoria es un cuarto de puerta cerrada al que se regresa a veces en la soledad de la noche. Se abre la puerta y aparecen los objetos conocidos y amados, se estremece la sombra de los abuelos, la adolescencia gira y revolotea por los caminos recién abiertos y el cuarto de la niñez, a pesar de la injuria del tiempo, sigue intacto. Aquí el poeta se ve como un cazador sin mañana que cumple su obligación de cazar palabras e imágenes y unirlas en un borrador que, poco a poco, le va dando forma al poema. La ciudad de siempre nace bajo el amparo de un epígrafe de Neruda: "Qué soledad errante/ busca tu compañía.".A pesar de las idas y venidas, vueltas y revueltas siempre vivimos en la misma ciudad. Por eso Juan dedica este poemario a su esposa concebida como una ciudad siempre capaz de recibirlo. Su Parodia de agosto es un diario de un amor plácido y de manos cálidas y hospitalarias. Padre viejo es un homenaje a los ancianos de la tribu, a los que preservan la gracia antigua, a los viejos Yaquis que llevan en sus manos prodigiosas pitahayas y las flores amarillas del baile y del canto ritual. Aquí el poeta se hermana con la tierra y con los padres procesales, los primeros que llegaron y que mantienen vivas tradiciones, palabras y danzas rituales. "Zenzontle de un solo color/ para sus voces infinitas". El poeta une su voz a la voz de la tribu y afirma su pertenencia a una visión del mundo.

Poco a poco el poeta va alcanzando los terrenos de la metafísica en Panal de luces. Nueva York, la ciudad enorme en calles y palabras, lo lleva de la mano a una profundización de la palabra poética que encuentra en Obra reparada otra vuelta de tuerca que se da de la mano de Rilke. En lo sucesivo predomina ya la preocupación metafísica que encuentra distintas vertientes tanto en la magia como en la reflexión sobre las realidades del cuerpo y el alma. Aquí la poesía es un asidero, una trapecio que cuelga en la noche del insomnio y que nos permite aspirar todos los aromas actuales o premonitorios del mundo y de la vida. El poeta encuentra en la sencillez la forma mejor para expresar ese conjunto de meditaciones. "De lejos, como siempre./ Venido de un mismo regreso/insatisfecho con su giro."

Walt Whitman da a Juan Manz las últimas lecciones sobre la función de la poesía. El poeta del norte le enseñó a buscar la libertad sin restricciones en la palabra poética. De esta manera el "viejo hermoso con la barba llena de mariposas", como lo describía Federico García Lorca, da una aliento más amplio a una palabra que encuentra en su desbordamiento su mejor expresión. Hasta llegar a Madera la mañana, en donde de nuevo se reflexiona sobre la palabra poética y después se juega con las palabras de todos los días y se acaba con el ahorro de expresiones que surgen del ritmo puro del son. Esta es una forma hermosa y rítmica de cerrar un libro. El son caribeño es como el baile final de "Muerte sin fin", de Gorostiza: "péndulo/des/nudo/gemido/de/tú/aliento/son son/ ete/ aquí/de/corazón/te/danzó". Como siempre en la poesía mexicana la "putilla del rubor helado", ahora en forma de son, tiene la última palabra.

Para leer la nota original, visite: http://www.jornada.unam.mx/2015/08/30/sem-bazar.html


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