"Edgardo Rodríguez Juliá, puertorriqueño universal (I y II)", por Hugo Gutiérrez Vega en La Jornada Semanal

Domingo, 25 de Noviembre de 2012
"Edgardo Rodríguez Juliá, puertorriqueño universal (I y II)", por Hugo Gutiérrez Vega en La Jornada Semanal
Foto: Academia Mexicana de la Lengua

Hugo Gutiérrez Vega

Edgardo Rodríguez Juliá, puertorriqueño universal (I DE II)

En Puerto Rico vive y trabaja uno de los grandes cronistas de la literatura en lengua castellana, Edgardo Rodríguez Juliá. Además de la crónica y el ensayo, Edgardo cultiva, con verdadera maestría, el género novelístico y, día con día, novela con novela, su prosa se perfecciona y sus temáticas se amplían. Hace poco vino a México para participar en un congreso de cronistas iberoamericanos y aprovechó su estancia en nuestro laberinto de todos los días para presentar su última novela, La piscina. Me pidió que me encargara de la presentación y lo hice con mucho gusto, pues eso me dio pie para presentar un informe sobre la ya muy larga lista de libros que forman el corpus de la obra de este novelista-cronista que fue muy admirado y festejado por Carlos Monsiváis, nuestro cronista por antonomasia. Numeraré los párrafos para guardar un orden más eficaz.

1. Edgardo se formó en esa escuela de conocimiento e interpretación de la realidad que es la crónica. Su pericia formal y su capacidad de observación fueron determinantes en la consecución de una precoz madurez de su escritura y en la riqueza y variedad de sus temas. Por esos tiempos publicó dos crónicas sobre temas de cultura popular:Las tribulaciones de Jonás y El entierro de Cortijo. Carlos Monsiváis me recomendó la lectura de esta inteligente crónica sobre la vida y los trabajos del timbalero Cortijo, personaje imprescindible de la música popular de nuestro Puerto Rico.

2. Edgardo se convirtió en el cronista por excelencia del Caribe, en especial, de la isla que Gautier llamó “la perla de los mares” y don Rafael Hernández (“mister cumbanchero” según el presidente Kennedy) definió como “Preciosa” (“no importa el tirano te trate con negra maldad”, decía el texto original de la canción. Muñoz Marín pidió a don Rafael que cambiara “tirano” por “destino”. Así lo hizo el gran cumbanchero, pero los intérpretes de la hermosa y nostálgica canción, Jorge Negrete y Daniel Santos, la siguieron cantando con “tirano”).

3. Edgardo hace la crónica de la visita del papa Juan Pablo II a Puerto Rico. En ella hay reflexiones muy agudas sobre religiosidad e identidad, así como el fiel relato del periplo boricua del Papa ultramontano y carismático.

4. La crónica sobre un concierto de Iris Chacón, la diva popular de la isla, es graciosa, precisa en sus ironías y admiraciones. La miope diva no pudo ver esas sutilezas, se dio por insultada y acabó por encabronarse.

5. Mi crónica predilecta es El cruce de la bahía de Guánica que, en mi opinión, junto con El país de cuatro pisos, de José Luis González (el boricua chilango), El jíbaro y El insularismo es un texto fundamental para entender el fenómeno del colonialismo en Puerto Rico y, por extensión, en otros países de la región y del mundo.

6. Su ensayo Peloteros estudia el fenómeno del baseball y recuerda a Roberto Clemente y a los peloteros boricuas y dominicanos (un saludo para San Pedro de Macorís). Como fue reseñista de gastronomía, recogió en un libro, Elogio de la fonda, las delicias (arroz con jueyes, lechón asado, bacalaitos y el humilde arroz con habichuelas) de la comida isleña. En otra crónica habla de la sorprendente belleza de San Juan y nos obliga a no olvidar jamás la ciudad amurallada, el verde de sus jardines y la blancura de sus viejas construcciones. Esta crónica es amorosa, dura, crítica y adolorida. Por eso nos ilumina y conmueve.

(Continuará...)

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Edgardo Rodríguez Juliá,
puertorriqueño universal (II Y ÚLTIMA)

Son muchas las afinidades que Edgardo tiene con escritores de distintas épocas y de varios países. Su formación en colegios religiosos le permitió acercarse a los clásicos y más tarde a los escritores católicos, especialmente a los franceses y a los ingleses. Aunque su temática es muy diferente, algo hay en la obra edgardiana (como autor de una saga novelística tiene derecho a esa clasificación) de la tensión espiritual de Mauriac y de Bernanos. Con el primero comparte las angustias del sentimiento de culpa y el consuelo de la compasión. Bernanos le entrega su noción de la gracia, su idea del pecado y de la presencia de Satán en el mundo y en las ateridas almas de los hombres. Chesterton y Graham Greene son sus compañeros en la mirada irónica, en la búsqueda de la verdad, en la construcción de las tramas y en la disciplina necesaria para escribir de un modo profesional. Pienso que en estos menesteres y gajes del oficio, Greene ha sido inspirador para Edgardo.

Las primeras novelas muestran una madurez inusitada. La renuncia del héroe Baltazar(obra llena de ironía y de inteligencia), La larga noche del niño Avilés (en ella triunfa la compasión) y El viaje a Yolaida, integran un ciclo en el cual la infancia del autor y la realidad humana del mundo antillano se unen para crear una saga novelada de los aspectos más urgentes de la condición humana.

Así como en la crónica se identifica con Mailer, Capote, Vidal y Monsiváis, en su segundo ciclo novelístico se afilia al partido de Dashiell Hammett y de Raymond Chandler (sin apartarse de Greene) y nos entrega tres novelas que van más allá de lo policíaco: CartagenaSol de medianoche y Mujer con sombrero panamá. He comentado ampliamente las dos primeras y estoy leyendo El espíritu de la luz. Pienso en dos personajes de Cartagena y de Sol de medianoche, Alejandro y el detective privado que, a su playero modo, homenajea a Chandler y a sus seres de ficción. Ambos son representantes de distintos modos de vida en la isla preciosa, vejada y humillada. Sin embargo, los personajes más entrañables de este ciclo son las mujeres. Todas, desde la pálida aristócrata y sus ahogados orgasmos, hasta la hermosa criolla de grupa empinada y de absoluta seguridad en sí misma. Al igual que Ibsen, Edgardo es un escritor de seres femeninos. La fascinación por ellas y sus misterios ocupan una buena parte del alma de nuestro escritor.

En un libro de ensayos, Mapa de una pasión literaria, Edgardo hace un recuento de su vida y sus trabajos. Nos cita a sus escritores admirados: Lezama, Carpentier, Palés Matos, Waugh, Greene, Claudel, Fuentes, García Márquez, Borges, Walcott, Césaire, Naipaul, Lowry, Bowles, Carver, Auster... y aventura una teoría de Puerto Rico y de su azaroso navegar por el agua antillana. En estos ensayos habla de De Hostos, el maestro que defendió el ser intransferible de lo caribeño y, por extensión, de lo latinoamericano y, en las siguientes páginas, se pone las botas de siete leguas y recorre el mundo y los tiempos para explicarnos su pasión por la literatura y el cine.

La piscina es la última novela de Rodríguez Juliá. La leí (y gocé) en una noche para preparar mi presentación. ¿Va a inaugurar con ella su tercer ciclo novelístico? No me atreveré a preguntárselo, pero espero que así sea, pues este texto que parte de la muerte del padre para iniciar la búsqueda del padre abre la puerta a un nuevo grupo de personajes, sobre todo de seres femeninos que llevan en sus manos los ritmos de la vida.

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